domingo, 25 de diciembre de 2011

TAUSERT, LA ÚLTIMA REINA—FARAÓN








TAUSERT, LA ÚLTIMA REINA—FARAÓN

 

UNA ÉPOCA TURBULENTA Y UN EXPEDIENTE COMPLEJO

 


 

Hacia el año 1212, un Meneptah ya maduro sucedió a Ramsés II. Reinó unos diez años, durante los cuales consiguió detener serias tentativas de invasión. A su muerte, su sucesor se atrevió a tomar, por segunda y última vez en la historia de Egipto, el nombre de Seti. Dicho de otro modo, Seti II se define como la encarnación del dios que ostenta la máxima potencia, la de la tormenta, el relámpago, el cielo airado, y que es asimismo capaz, desde la parte delantera de la barca solar, de enfrentarse al dragón, firmemente decidido a impedir su avance. Mal dominada, la temible fuerza de Set engendra desorden y confusión. Y según parece, a tenor de la documentación, escasa y difícil de interpretar, Seti II conoció grandes dificultades para asumir su tarea de faraón.
¿Reinó en compañía de un gran dignatario, Amenmose? ¿Intentó este último hacerse con el poder a la muerte de Seti u, en 1196, cuando se designó como sucesor al joven Siptah? Nadie ha podido describir qué ocurrió exactamente.[1] Y no es la tumba de Seti II en el Valle de los Reyes la que puede colmar este vacío pues, al igual que en las otras moradas para la eternidad, falta todo tipo de referencia histórica.
Sin duda ocurrió lo que otras veces: al ser Siptah demasiado inexperto para reinar, se confió provisionalmente el poder a una regente, Tausert, probablemente la gran esposa real de Seti II, pero que no era la madre del nuevo faraón. La «rica en favores, dulce soberana, muy amada, soberana del Doble País», que no era de sangre real, gobernó Egipto como otras mujeres lo habían hecho antes que ella.
El «recorrido» de Siptah es oscuro; ¿por qué cambió su nombre por el de Meneptah—Siptah, afirmando de este modo su fidelidad al dios Ptah y retomando el nombre del rey Meneptah, sucesor de Ramsés II? El examen de su momia revela que el infortunado Siptah tenía la pierna izquierda inútil. Su salud era mala y es más que probable que muriera después de un breve reinado, más teórico que real.
De regente, Tausert pasó a convertirse en faraón, siguiendo el mismo proceso que Hatsepsut; su reinado, el último de la XIX dinastía, duró ocho años (1196—1188).[2]
Pocos monumentos y pocos textos hacen referencia a Tausert, por lo que el historiador se ve aquí reducido a una estricta dieta documental. ¿Debemos por ello colegir la existencia de intrigas palaciegas y querellas intestinas, proyectando nuestras costumbres políticas sobre el pasado faraónico? Del silencio de la documentación no conviene deducir automáticamente espantosas conspiraciones. Sea lo que fuere, la institución faraónica no fue objeto de discusión y Tausert fue reconocida como faraón.





EL CANCILLER BAY, ¿AMIGO O ENEMIGO?


 


 

Un personaje llamado Bay,[3] al que algunos atribuyen una importante influencia en la corte de Siptah, pretendía haber contribuido en gran manera a mantener el poder real. Pero ¿fue en realidad amigo o enemigo de la regente y luego faraón Tausert? Las opiniones difieren.
Bay era escriba real, copero y jefe del Tesoro; se le reconocía como un excelente consejero ya que disfrutó de un privilegio concedido raras veces: ser inhumado en el Valle de los Reyes. Su tumba lleva el número 13 y, como el resto de sepulturas no reales, no está decorada. Lejos de ser un intrigante o un manipulador, Bay mereció el trato de un fiel servidor del faraón.
A él se debe probablemente la plegaria al dios Amón, en la que expresa el deseo de volver a ver Tebas, la ciudad amada de su corazón, y a las bellas tebanas, a las que profesaba un tierno afecto, pues lejos de ellas se sentía triste y nostálgico.





EL FARAÓN TAUSERT

 


 

Tausert recibió varios nombres, como los faraones que la precedieron; ella era «la amada de Maat, la que posee la belleza como rey, como Atum, la fundadora de Egipto, la que doblega a los países extranjeros, la soberana de la tierra amada, la amada de Amón, la poderosa, la amada de Mut, la elegida de Mut».
Como vemos, un «programa» muy completo que hace referencia a Atum, el principio creador, a Amón, el señor de Tebas, a Mut, la gran madre, y sobre todo a Maat, la regla universal. El nuevo faraón afirma su plena y entera soberanía: ella funda y gobierna a Egipto. Su poder resulta generalmente proclamado al señalar que los países extranjeros se inclinaban ante ella. Su nombre más habitual significa precisamente «la poderosa», con la idea implícita de una reina—faraón llena de valor y de fuerza. La noción de «belleza» (an) ¿alude a la fisonomía de Tausert o, cosa más probable, a su capacidad de poner en práctica «de manera bella» la regla de Maat?
El nombre de la última reina—faraón no es desconocido para los aficionados a la literatura romántica puesto que ella es, bajo la forma de Taoser, la heroína de La novela de la momia, de Théophile Gautier. Es inútil observar que el autor, que tomó este nombre prestado de Champollion, se mantuvo bastante lejos de la realidad del antiguo Egipto.
Del reinado de Tausert no sabemos nada. Sí sabemos que comparte con el faraón Setnajt una gran tumba en el Valle de los Reyes (núm. 14), que incluye sublimes representaciones de diosas. Se ha podido conservar una ínfima parte de sus tesoros gracias a que estuvo oculta en un escondrijo del valle; se encontraron pendientes de oro, un collar también de oro y una corona compuesta por un grueso círculo de oro, perforado por seis agujeros que servían para colocar flores del mismo metal precioso, de colores amarillo y rojo, alternativamente. No sabemos si esta magnífica diadema, de un diámetro de diecisiete centímetros y con un peso de 104 g,[4] era la «corona de justificación» que la reina—faraón, reconocida «de voz entonada» por el tribunal del otro mundo, llevaría en la eternidad.
El nombre de Tausert aparece en algunos monumentos del Delta, del Sinaí y de Nubia; por otra parte, al sur del Ramesseum se había iniciado la construcción de su «templo de los millones de años»;[5] todo ello no nos proporciona más que pobres indicios de su persona, es cierto, pero nos permite deducir que el reinado de Tausert fue un momento de paz y de relativa prosperidad.


[1] Véase, por ejemplo, H. Altenmüller, JEA, 68, 1982, pp. 107—115; del mismo autor, After Tutankhamun, Londres—Nueva York, 1992, pp. 141—164.
[2] Algunos eruditos consideran que se superpone al de Siptah.
[3] Acerca de este personaje véase H. Altenmüller, SAK, 19, 1992, pp. 15—36.
[4] Museo de El Cairo, CG, 52 644.
[5] Cada templo tenía uno o varios «depósitos de fundación», enterrados en el suelo y consistentes en miniaturas que garantizaban el crecimiento y la prosperidad del edificio. En el depósito de fundación del templo de Tausert había bloques de gres y briquetas de cerámica azul a su nombre, amuletos florales y con forma de pata de toro (símbolo de fuerza), de cabeza de toro, de peces, instrumentos de cobre, etc. En Bubastis, en el Delta, se descubrió un tesoro, compuesto por vasos de oro y de plata, con el nombre de Tausert.




Fuente: Jacq Christian