lunes, 5 de diciembre de 2011

LOS CELTAS, 3º PARTE








Una herencia más fuerte que la espada.

El impulso romano de un lado y de otro el germano, quebrantó el imperio de los celtas en la Europa central hasta someterlo. Quedaron en las costas occidentales con sus caracteres vivos aunque dominados.

Una característica que facilitó su dominio pero que, a la vez, permitió la continuidad de su cultura, fue la ausencia de un verdadero estado celta a causa de la primacía de las estructuras tribales y familiares. Esta división los hacía militarmente débiles ante invasores bien organizados, como por ejemplo los romanos –a los que sin embargo les llevó años conquistarlos -, paradójicamente sucedía lo contrario con las costumbres y los valores, protegidos de influencias externas por los fuertes vínculos parentales, en donde el clan estaba por encima de toda organización estatal, y unificaba y cobijaba a sus miembros.

Por eso no resulta extraño que los pueblos con influencia cultural celta conformen distintos estados y hasta hablen diferentes idiomas. Esa antigua unión se manifiesta entre los diferentes intérpretes de la actualmente denominada música celta, ya que no comparten la nacionalidad ni la lengua, pero conforman una misma cultura, por ejemplo: The Chieftains, Carlos Núñez, Loreena McKennitt, Scottish Pipes & Drums, Edimburgh Military Tattoo, Tannahil Weavers, Battlefield Band, Milladoiro, Lyam O’Flynn, Planxty, Real Banda de Ourense, Bothy Band, Silly Wizard, Clannad, Altan, Xeito Novo, entre otros.

La unidad se manifiesta en el folklore, en el sentido religioso de los aspectos naturales panteístas, que el cristianismo aprovechó con certeza a la hora de la conversión de estos pueblos, y en los inmortales temas artísticos.

La capacidad guerrera de los pueblos que conformaron parte de esta etnia les permitió ocupar la parte central de Europa durante 800 años, entre 700 a. C. y el año 100 d. C., y luego extenderse desde Irlanda hasta las costas del Mar Negro. Todos estas tribus y clanes están abarcados en la denominación de celtas, nombre que, paradójicamente, jamás utilizaron para ellos mismos. La designación que los unifica como grupo humano proviene de otras culturas. Por ejemplo los antiguos griegos en un principio los denominaron Hiperbóreos, y desde el siglo V a. C. pasaron a ser Keltoi, posteriormente Keltai y también los llamaron Gálatas, que significa altos y nobles.

Los Gálatas: Celtas que se fueron al oriente.


En el este europeo las tribus celtas habían llegado al Danubio, cuando bajaron hasta Bulgaria se encontraron con Alejandro Magno, que realizaba una campaña militar en esa misma zona. El célebre macedonio recibió una embajada en el 335 a. C. e intercambió tratados de paz con ellos. El juramento de los celtas estipulaba que la alianza con Alejandro existiría hasta que "el cielo se desplomara". En Irlanda, 1000 años después, los celtas utilizaban esa misma fórmula para dar su palabra de honor: "nosotros guardaremos fidelidad a menos que el cielo caiga y nos aplaste o que la tierra se abra y nos trague o que el mar se eleve y nos sumerja". De estos juramentos –y otros similares- se desprende la creencia que sólo temían a que el cielo cayera sobre sus cabezas.

Después de la muerte de Alejandro, en el 323 a. C., su enorme imperio se fragmentó, por lo tanto también se debilitó, y dejó las riquezas de Grecia al alcance de los guerreros celtas que por ese motivo avanzaron hacia el sur.

En el año 279 a. C. los griegos llamaron Gálatas a los celtas que amenazaron el santuario de Apolo, en Delfos. El ataque fracasó por una combinación de resistencia griega y desastres naturales, según contó el historiador griego Pausanias, consistentes en un terremoto acompañado por rayos, truenos y una terrible tormenta seguida de una cruda noche de heladas y nevadas, además del desprendimiento de rocas de las montañas. El mismo jefe de los gálatas, Brennos, resultó gravemente herido en el asalto a Delfos y, desesperado, se suicidó –bebiendo una gran cantidad de vino puro, escribió Pausianias-. Estos celtas causaron una enorme impresión en los griegos, que describen su bravura con admiración: "tanto desprecian la muerte que combaten desnudos a excepción de un cinto".

El resto del ejercito se replegó y cruzó el estrecho de los Dardanelos hacia Asia Menor y allí establecieron el reino de Galacia. El nombre servirá para referirse tanto a los celtas orientales (especialmente a los que se establecieron en el Asia Menor, en el curso del Halys, actual Kizilirmak), como a los occidentales. Posteriormente Polibio emplea el nombre de celtas o gálatas para indicar a los celtas cisalpinos o los trasalpinos. El equivalente latino de Gálatas es tal vez Galos (galli), que aparece medio siglo más tarde. Se usa para la Galia Cisalpina (actual territorio del norte de Italia) y Trasalpina (actualmente Francia, Paises Bajos y la zona alemana al oeste del Rhin). Sin embargo se utiliza el nombre de Celtas (en latín Celti) especialmente para los trasalpinos.

La Italia céltica.


En realidad los galos cisalpinos fueron las tribus celtas que atravesaron los Alpes –los que quedaron del otro lado se llamaron trasalpinos- para atacar Italia y saquear en el año 390 a. C. la ciudad que posteriormente fue la capital de un imperio que los conquisto: Roma. Anteriormente habían llevado el conocimiento del hierro y extendido su uso a la zona situada al norte de los Alpes.

Después del saqueo se establecieron en el norte de Italia, pero antes de abandonar Roma exigieron que la ciudad pagara un rescate en oro por su liberación. La última humillación a la que sometieron a los romanos fue disponer su propio sistema de pesos para determinar la cantidad del pago; cuando el enviado especial   romano se quejó de que los pesos celtas eran mayores que los suyos, el jefe galo arrojó su propia espada a la balanza y de manera arrogante exclamó "¡Ay de los vencidos!" –expresión, según relata Tito Livio, "intolerable para los oídos de un romano"-.

Pero sobrevino la venganza romana, aunque 150 años después, cuando los vencieron en la batalla Telamón y conquistaron el norte de Italia. Polibio, que relata el cruento hecho, comenta que le llamó la atención que pelearan desnudos –como a Pausianias en Grecia y a Julio César en la Galia-, cuestión que atribuyó a la desesperación de verse próximos a la derrota y así luchar con un furor inusitado. Lo cierto es que esa era la costumbre celta, luchar sólo con las armas por una cuestión de bravura, descripción que se repitió en numerosos lugares más, salvo en el norte de Europa, por obvias razones climáticas.

La Galia


Julio Cesar incorporó el resto de la Galia en una guerra que duró del año 58 al 51 a. C., y que fue especialmente sanguinaria, como la toma del oppidum –nombre latino para los poblados galos- de Avaricum, que de los 40.000 habitantes que tenía sólo escaparon 800. La contienda quedó definida con la caída de Alesia (52 a. C.) y la rendición del principal jefe galo, el legendario Vercingétorix.

En el año 121 a.C., para resguardar las comunicaciones entre sus dominios de la Península Ibérica, los romanos tomaron la zona equivalente a la actual Provenza (Francia), que pasó a denominarse Galia Narbonense, en honor a Narbo Martius, quien fundó la primer colonia romana en las Galias.

Sin embargo, a pesar de la dominación, se considera que la sociedad gala vivió su apogeo económico y cultural durante los siglos I y II d.C. En el siglo V d.C. las invasiones de las varias tribus germánicas (visigodos, burgundíos, francos, vándalos, etc.) desvastaron la Galia y se repartieron su territorio. La Bretaña Armoricana fue la única región en donde los celtas sobrevivieron medianamente libres.

La pequeña Galia


En Galicia algunos autores hablan de una población aborigen protocéltica (de origen común a los celtas) que el famoso arqueólogo e historiador Florentino López Cuevillas los denomina "Oestrimnios" que fueron conquistados por los celtas Sefes o Serpes, pueblo que ocupó Galicia y Portugal y que poseían como tótem la serpiente. Serpes en griego quiere decir serpiente, con esto vemos lo que parece una característica céltica: el nombre con el que finalmente son recordados proviene de otros pueblos. Con los Serpes se introduce en esta región la cultura de la Urnas de Vlenden-Bennghardt (una variante de las Urnenfelder), más adelante con la tribu de los Paledones se incorporó la de los castros.

Pero el desarrollo celta en Galicia fue interrumpido por la marcha de las cáligas –el calzado militar romano-, que para ese entonces ya habían pisoteado las cabezas de numerosos pueblos. Las legiones romanas penetraron en el territorio noroeste de la península ibérica, en el año 137 a. C., acaudilladas por Décimo –o Decio- Junio Bruto, proconsul de España Ulterior. Allí se encontraron con una manera de pelear semejante a la que enfrentaron en las Galias y en el norte de Italia, con igual fervor guerrero de sus hombres auxiliados por sus mujeres, los idénticos gritos de guerra (o aturuxos), armados con similares espadas hallstáticas de antenas, desnudos con sólo un cinturón y luciendo al cuello los mismos torques, protegidos con uno de los genuinos escudos celtas: la caetra y con el peculiar casco de La Téne. También tropezaron con el mismo símbolo áureo de siempre, de culto solar: el triskel celta, y la svástica de cuatro o más brazos, símbolo común a todos los pueblos célticos e indoeuropeos. El procónsul Bruto los denominó "gens bellicosissima".

Los romanos denominan a ese territorio Gallaecia (o pequeña Galia), al que consiguen dominar, en dos etapas, tras más de cien años de encarnizada lucha en el 25 a. de C. por Augusto. Después de la invasión de Decio Junio Bruto el territorio quedó dividido en dos partes: una que después se llamó Galicia bracarense y otra, al norte, que fue extraña a esa sujeción. La segunda conquista de Galicia fue dirigida por Julio César, en el año 61 a. C., nombrado pretor de España Ulterior. César buscaba nuevas campañas que aumentaran su prestigio militar y para ello recurrió a las deportaciones y asesinatos en masa hasta lograr su propósito.

Posteriormente pasaron y se establecieron numerosos pueblos que terminaron por configurar al pueblo gallego: los suevos, los visigodos, los árabes, las invasiones normandas y sarracenas, la integración –y también dominación- de los reinos leoneses, castellanos y finalmente el español.

Pero la historia, curiosamente, deparó dos nuevos aportes demográficos de origen celta. El primero para el año 550 de nuestra era, cuando llegaron al norte de Galicia centenares de refugiados Bretones (o Britanos), de las islas Británicas, que huían de la invasión anglosajosa. Fundaron la ciudad de Britonia (o Bretonia, cerca de la actual Mondoñedo). Tuvieron un importante desarrollo, sus propios obispos entre los que se destacó el célebre Maeloc.

Un milenio después se produce la última migración céltica a Galicia que la emparenta aún más con Irlanda. En 1599 el Papa nombró arzobispo de Dublín al compostelano fray Mateo de Oviedo. A expensas del rey Felipe II el flamante arzobispo partió, de La Coruña, rumbo a Irlanda una expedición de 45 barcos, 3000 hombres, a la que siguió otra de 12 barcos y 800 hombres. Numerosos gallegos e irlandeses derramaron su sangre por la independencia de Irlanda, pero la rebelión fue derrotada por los ingleses. En 1607, cuando los jefes de las grandes casas o clanes, también llamadas "chieftains", O’Neill y O’Donnell tuvieron que rendir sus tierras al rey Jaime –o Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra-, se embarcaron rumbo al continente y muchas familias irlandesas son acogidas en Galicia, motivo por el cual causa sorpresa encontrar esos nombres, especialmente el último, en el norte de España.

No se puede dejar de remarcar la notable influencia que ejerció el santuario de Santiago de Compostela, no sólo en Galicia sino en todo occidente durante la Edad Media, y su relación con el panteísmo de la cultura celta. Este tema resulta de suma importancia e interés, más propicio para un desarrollo posterior en un artículo dedicado especialmente al tema.

Irlanda: país celta


Las leyendas irlandesas que se narran en el "Lebhor Gabhala Eireann", el "Libro de las Conquistas de Irlanda", cuentan las invasiones de los celtas a Irlanda por los denominados hijos de Milesio. Estas historias sobre el origen de los irlandeses han sido "interpretadas" de diferentes maneras, cuestión que ha provocado más de una disputa entre los historiadores, sobre todo por aquellos de origen inglés e irlandés, referida a la procedencia de los celtas de Irlanda. Los ingleses, con William Gandem a la cabeza, postulan que la invasión provino de Inglaterra -previamente llegados allí desde el norte Francia-. Los irlandeses, G. Keating y Edmund Curtis, dan diversos orígenes a la colonización céltica: directamente del norte o sur (de la parte atlantica) de Francia, de los Paises Bajos y del norte de España. Todas esta discusiones tienen un evidente trasfondo político en donde cada bando presenta sus pruebas que avalan sus teorías.

Lo cierto es que se reconocen dos grandes migraciones celtas a Irlanda. La primera fue cercana al año 1000 a C –según otros autores fue por el 1300-. La segunda, en los siglos IV y V a. de C., y se duda del lugar exacto de su procedencia, las posibilidades son del norte de España, sur de Francia o de Inglaterra, norte de Francia y Paises Bajos. Con respecto a la versión que postula al norte de la península Ibérica, más propiamente de Galicia, se han descubierto en Irlanda numerosas hachas iguales a las que aparecieron en territorio gallego, entre otros hallazgos que llaman poderosamente la atención. También por el lado de las leyendas hay coincidencias ya que se considera que Milesio era descendiente de Breogán, un legendario rey celta gallego, supuestamente el creador de la famosa torre de Hércules (ubicada en la ciudad de La Coruña) en las regiones que los romanos identificaban genéricamente como el Finisterre.

Irlanda permaneció como el único territorio propiamente céltico, ya que no fue conquistada por los romanos ni por otro pueblo. Cuando en el 423 San Patricio cristianiza el pueblo celta, se produjo el primer cambio –o encuentro cultural- importante en la isla desde su colonización celta: la aparición de monasterios con reglas monásticas propias y una iglesia independiente de Roma. Ambos aspectos generaron una notable actividad religiosa e intelectual. Estos monasterios se convirtieron en verdaderos centros culturales y educativos, desde donde salieron numerosos monjes y misioneros que recorrieron toda Europa, entonces arrasada por la invasiones de tribus germánicas.  Muchos pueblos recibieron la influencia cultural céltica de los monjes irlandeses,  porque ellos fueron quienes transcribieron todas las leyendas, mitos y leyes celtas que estaban bajo la tradición oral.


NMIP: LUIS F. LEON PIZARRO