domingo, 18 de diciembre de 2011

EGIPTOLOGIA - LAS MUJERES DE PEPI II

 



 

LAS MUJERES DE PEPI II

 

¿OTRA REINA FARAÓN?


El faraón Pepi II (hacia 2278—2184 a. J.C.) fue la figura central de la VI dinastía: durante noventa y cuatro años estuvo a la cabeza de Egipto, lo que supone el reinado más largo de la historia. Si bien es cierto que no erigió ninguna pirámide tan colosal como la de Keops, sí lo es que durante su reinado el país disfrutó de riqueza y bienestar.


Cuando fue designado para reinar, Pepi II contaba sólo seis años, edad a la que, obviamente, no estaba capacitado para gobernar. Su función le fue encomendada a una mujer, Meryre—Anjenes, «la amada de la luz divina, que le sea concedida la vida», viuda del faraón Pepi I. Que se la considerara sólo como regente no cambia en nada los hechos: ella tomó en sus manos el timón del Estado hasta el momento en que Pepi II pudo asumir el cargo.

Una estatua de alabastro, conservada en el Museo de Brooklyn, nos la muestra sentada, tocada con una gran peluca, sosteniendo en sus rodillas al faraón niño, al que magnetiza con su mano izquierda. Pepi II es un niño por su tamaño, pero su rostro es el de un adulto. Según la concepción egipcia, el señor de las Dos Tierras es faraón «desde el huevo»; el papel de la «madre del rey» consiste en hacer que crezca mágicamente, «ampliar su corazón» y hacerlo plenamente consciente de sus deberes.


TRES REINAS PARA UN FARAÓN Y PIRÁMIDES QUE HABLAN

 

Pepi II alcanzó una edad centenaria y tuvo tres esposas sucesivamente, Neit, Ipuit y Udjebten. Todas ellas fueron sucesivamente encarnación de la diosa Hator, cuyo nombre significa «templo de Horus», esto es, el propio faraón; en su condición de señora de las estrellas, traían al mundo al «Horus de oro», la obra maestra de la creación, el rey capaz de cumplir en la tierra la misión de naturaleza cósmica que ella le había confiado. La reina se llama «la que ve a Horus y a Set» en el mismo ser, el faraón, que consigue conciliar lo inconciliable, restableciendo la paz entre los dos hermanos enemigos. Ella es también «la que reúne a los dos señores», esos mismos Horus y Set que reinan en el norte y el sur del país y cuya alianza resulta indispensable.

En esta época es cierto que el título de «amiga (semeref) de Horus»[1] ya no estaba reservado a las esposas reales, sino que también podía atribuírsele a una «hija del rey», es decir, a una mujer dignataria; no fue ésta la única innovación introducida durante el reinado de Pepi II.


Desde hacía tiempo se construían pirámides para las «madres del rey» y las grandes esposas reales, que compartían de este modo el destino estelar del faraón; los príncipes, en cambio, no reposaban en sepulturas tan monumentales. Las tres esposas de Pepi II, Neit, Ipuit y Udjebten, vivieron su eternidad en tres pirámides próximas a la del rey, las dos primeras situadas en el noroeste y la tercera al sudeste. Cada una de ellas contaba con un templo, donde los ritualistas celebraban el culto al ka de la reina difunta.

La reina Neit, cuyo nombre hace referencia a la diosa, fue la primera gran esposa real de Pepi II, y en su condición de «esposa de la pirámide del rey», fue venerada por todos los dignatarios de la corte. Su propia pirámide estaba rodeada por un muro con una sola puerta precedida por dos pequeños obeliscos. En la primera sala, la llamada «sala de los leones», se celebraban ritos de resurrección. A continuación se llegaba a un patio, a unas habitaciones en las que se conservaban objetos rituales y estatuas, y al santuario propiamente dicho, pegado a la pared de la pirámide. Un estrecho pasillo conducía a un panteón que albergaba un sarcófago de granito rosa, similar al de Pepi II. La pirámide de Ipuit y su templo, en mal estado de conservación, comprenden elementos similares con una disposición diferente. En el dintel de la puerta de granito consta que el faraón había mandado construir este monumento para su esposa, que también se halla representada en los montantes. La pirámide de Udjebten, que a diferencia de las dos primeras esposas no era de origen real, tenía una importancia similar.[2]

Aunque estos tres monumentos en la actualidad sólo son ruinas, contienen un tesoro excepcional, parcialmente sacado a la luz debido a la dificultad de las excavaciones: unas columnas de textos jeroglíficos consagrados a las múltiples maneras de resurrección del alma real y a su perpetuo viaje al más allá. Estos Textos de las pirámides, concebidos en la ciudad santa de Heliópolis, fueron revelados por primera vez en el interior de la pirámide de Unas, último faraón de la V dinastía; las tres mujeres de Pepi II recibieron autorización para grabar en las paredes de sus panteones estas fórmulas de magia y conocimiento. Al igual que Pepi II, reposan en el interior de un libro de la vida, cuya fuerza tiene su expresión en cada uno de los jeroglíficos.

Por primera vez, salvo que aún quede por descubrir alguna pirámide femenina que contenga textos, la identificación de una reina con Osiris quedó grabada en la piedra; los textos de las pirámides de las tres mujeres de Pepi II ofrecen a la vez capítulos comunes al conjunto de monumentos de iguales características y pasajes originales. Dicho de otro modo, estas tres grandes damas hacen oír su voz, única e insustituible; figuras lejanas cuya historia personal nos es desconocida y que forman una trinidad jeroglífica en la que queda plasmado uno de los principales ideales del antiguo Egipto: la victoria sobre la muerte.


[1] Véase J. Malek, JSSEA, 10, 1979—1980, pp. 229—241.
[2] Véase G. Jéquier, Fouilles á Saqqarah. La pyramide d'Oudjebten, El Cairo, 1928; Les pyramides des reines Neit et Apouit, 1933.

  Fuente: Jacq Christian