jueves, 1 de diciembre de 2011

LA ANTIGUA RELIGIÓN CELTA, "EL ARTE DE LOS DEDICADOS" : LA BRUJERÍA, 2º PARTE Y ULTIMA






 

El Libro de las Sombras


El Libro de las Sombras es un libro utilizado por las brujas. Es una combinación de manual, libro de texto, recetario, diario y cuaderno de trabajo. La mayor parte de las brujas poseen este libro; en algunos casos, el coven lo comparte. Corno las brujas solían ser los únicos miembros de la comunidad capaces de leer, sobre todo en la Edad Media, el contenido de los Libros de las Sombras se guardaba en secreto con facilidad. Sin embargo, en la época de las Persecuciones la mayor parte de estos li­bros ardieron junto con las brujas. Así, pues, aunque muchas de las brujas que sobrevivieron se los apren­dieron de memoria, es imposible calcular la can­tidad de información ocultista que fue destruida durante esos años oscuros.


Ten un libro a mano.
Deja que los hermanos y hermanas copien lo que
quieran pero nunca dejes que este libro se aleje de tu mano. y nunca guardes los escritos de otro, pues si es descubierto en manos (le otros serán capturados y torturados... Aprende de memoria todo lo que puedas y cuando el peligro haya pasado vuelve a escribir tu libro.

Libro de las Sombras
de una bruja del siglo XII


El símbolo religioso de la brujería es el Pentagrama, una estrella de cinco puntas que suele estar inserta en un círculo. El pentagrama tiene muchos significados. Las cinco puntas representan los cinco sentidos del hombre. Un ser humano, inserto en un círculo, puede tocar esos puntos del círculo si levanta la cabeza y extiende los brazos y las piernas. Las cinco puntas también representan los cuatro elementos (Tierra, Aire, Fue­go, Agua), más el espíritu (Mente) presidiendo en la parte superior.

Hace mucho tiempo que los pentagramas se emplean como símbo­los del trabajo mágico en muchas tradiciones. El Goetia contiene mu­chas ilustraciones de pentagramas complejos (atribuidos a Salomón, na­turalmente) que se consideran necesarios para las ceremonias mágicas.

Un pentagrama invertido normalmente tiene una significación negativa.Todas las joyas de las brujas son de plata porque consideran que la plata es un metal sagrado para la Diosa y el metal de la Luna. Las joyas, además de ser objetos decorativos, sirven también como protección simbólica, a modo de amuletos y talismanes, y se utilizan para centrar la energía. Por ello, cuando las brujas adquieren sus joyas, las consagran siguiendo determinadas tradiciones.

Algunos covens tienen unas estatuas que representan a la Diosa y al Dios con Cuernos y algunas brujas poseen en sus hogares unos altares pequeños con estatuas e instrumentos rituales para la realización de tra­bajos privados.

las brujas consideran que las palabras son importantes para su arte, por lo que se sirven de cánticos, hechizos verbales y lemas con rima. El mezclar palabras con ritmo funciona como un mecanismo desencadenante para servirse de los poderes del subconsciente. Justine Glass dice que un sortilegio debe “decirse a sí mismo’’ con el fin de hundirse con facilidad en la mente subconsciente. Pero un sortilegio no necesita tener rima ni ritmo para ser eficaz: la fuente de Poder es fundamentalmente el signifi­cado de las palabras. Muchas brujas crean ellas mismas sus propias Pala­bras de Poder y sus versos rituales.

Las velas con frecuencia dan profundidad y contribuyen a que haya una mayor concentración en las operaciones relacionadas con la bruje­ría. Cuanto mayor sea la concentración, más eficaz será la operación. Algunos observadores modernos lo considerarían como una especie de auto hipnosis.

El familiar suele ser un animalito extraordinariamente capacitado des­de el punto de vista psíquico, generalmente era un gato, un perrito, un conejo, un ratón o una rana. Es diferente del. “espíritu familiar”, que suele ser un espíritu amigo procedente del Mundo Invisible. Las brujas siem­pre han tenido muchos animales en casa, incluso cuando la gente pensa­ba que los animales eran unos objetos que había que matar y comer. Las brujas desarrollaron un método de comunicación con los animales, al igual que muchas tribus autóctonas de América. El familiar es el animal favorito de la bruja; en realidad, su status supera al de simple animal fa­vorito. Es un animal con deseos de colaborar en las operaciones mágicas y talento para hacerlo. El familiar es un compañero fiel, un ayudante má­gico y una presencia psíquica, capaz de ligar las energías naturales con la bruja para la realización de diversos trabajos relacionados con el ocultismo.

Como el familiar más conocido solía ser el gato, los cazadores de brujas de la Edad Media quemaron innumerables gatos junto con las víc­timas humanas. Lo más triste de todo esto es que en el siglo XIV la peste bubónica causó grandes estragos, cosa que no hubiera sucedido si hubie­ran quedado vivos suficientes gatos para matar las ratas que propagaban la enfermedad.

La adivinación, el hecho de ver el futuro (ver en varias dimensiones de tiempo y espacio) es importante para las brujas. Las cartas del Tarot, la bola de cristal, y el denominado “espejo de las brujas’’ suelen formar parte de sus efectos personales. En este espejo cóncavo, de color negro, probablemente se basa el espejo mágico de la reina malvada del cuento de “Blanca nieves”. Y todos los espejos negros les parecen siniestros a aque­llos que no estén relacionados con la brujería; pero para los brujos, el espejo negro sencillamente constituye una alternativa a la bola de cristal. (No, el espejo no habla, como sucedía en “Blanca nieves”, pero constitu­ye un vehículo excelente para la concentración psíquica).

Necesitaríamos numerosos volúmenes para investigar y explicar la utilización de las hierbas. Las hierbas fueron las primeras medicinas exis­tentes en este planeta y todavía son el remedio natural de numerosas en­fermedades. Asimismo, las hierbas dan un aroma muy evocador a diver­sas mezclas de inciensos (ayudas para la provocación psíquica) y un sabor poco corriente a los alimentos. A muchos brujos les gusta comer bien y cocinar. Es posible que antiguamente estas comidas tuvieran un aroma y un sabor extraños para los que no estaban relacionadas con la brujería. Sin embargo, en la actualidad todo buen cocinero conoce los “secretos” de las hierbas. Nuevamente están adquiriendo prestigio como agentes cu­rativos de acción suave utilizados para relajarse, ayudar a la digestión, aliviar los dolores de cabeza y muchas otras cosas, tal como puede afir­mar cualquier propietario de un herbolario. Por lo que se refiere a los filtros de amor, las pócimas venenosas o las utilizadas para someter a al­guien a la voluntad de uno, hemos de señalar que nunca han formado parte de la auténtica brujería. ¿Se acuerdan de la Ley Triple? Habría sido una manipulación (por expresarlo suavemente) el preparar o utilizar ta­les pócimas. Lo mismo sucede con toda esa serie de ingredientes desagra­dables corno el “ojo de tritón y el dedo de rana”, todas las atrocidades que Shakespeare y otros han atribuido a las brujas nada tienen que ver con cl arte de la brujería. Afirmo rotundamente que las brujas veneran a la naturaleza. Tal vez, este malentendido se deba al hecho de que las brujas siempre han tenido una serie de animales favoritos (como los tri­tones, los sapos y las ranas).

Algunas escuelas de magia negativa creen en la inmolación de ani­males muertos o mutilados y en la utilización de diversas partes (de los animales y de los seres humanos) en las ceremonias. Estas prácticas se han atribuido a la brujería cuando en realidad no se parecen nada a las operaciones relacionadas con la brujería.

      La escoba es un símbolo de la fertilidad: es un símbolo fálico muy claro. Asimismo, existe una larga tradición sobre el significado místico de los árboles y los bosques (lea La Diosa Blanca de Graves).


       Historia


La historia (le la brujería se ha confundido con las historias de otras prácticas ocultistas, desde la “Bruja’’ de Endor del Antiguo Testamento, a la magia popular europea o los primeros encuentros de los misioneros europeos con los brujos o hechiceros (Chamanes) de las religiones afri­canas. La historia de la brujería es la historia de una única tradición.

La historia de la brujería fue presentada principalmente por sus cro­nistas “oficiales’’: los cazadores de brujas de la Edad Media, lo cual con­tribuyó a enturbiar aún más la cuestión. Del mismo modo que un histo­riador moderno no aceptaría una historia del judaísmo contada por un nazi, tampoco un historiador serio del ocultismo puede admitir una his­toria de la brujería contada por un inquisidor. Las fuentes medievales son tan parciales, están tan llenas de invectivas y de afirmaciones extra­ñas, que los historiadores modernos han de mirar la cuestión con cierta incredulidad. Parece como si los cazadores de brujas hubieran sido unos propagandistas perturbados, da la impresión de que las víctimas hubie­ran sido cualquier persona caída en desgracia desde el punto de vista po­lítico y que, por tanto, no hubiera habido brujas en Europa.

Pero si las hubo. Los historiadores tienen razón al asumir que la “his­toria” de la brujería consiste, en su mayor parte, en una serie de acusa­ciones, juicios y confesiones fantásticas obtenidas a base de torturas. Es cierto que muchas de esas víctimas, si no la mayoría de ellas, no eran brujas, pero hubo brujas en Europa.

Los antropólogos y los arqueólogos no han evitado el reto que plan­tea la escasez y poca claridad de las pruebas, cuando han descubierto cultos antiguos propios de civilizaciones menos cercanas a la nuestra. Es de to­dos sabido que muchos faraones y reyes antiguos trataron de destruir las pruebas dejadas por sus predecesores, sobre todo si se daba el caso de que éstos hubieran profesado tina fe distinta. Pero los modernos detecti­ves fueron desenterrando una reliquia aquí, una inscripción allí, y a par­tir de tales pruebas (con una mentalidad abierta) lograron componer una historia seria de las sectas anteriores.

También dio muestras de una mentalidad muy abierta con relación a la historia del ocultismo en Occidente la egiptóloga británica Margaret Murray en los años veinte. La doctora Murray se fijó en las tradiciones paganas existentes en Europa y juntó todas las pruebas que habían esta­do esperando allí, en su propio patio (Inglaterra). De todo ello extrajo la conclusión de que “el culto a las brujas” realmente había existido, que no era igual al culto al diablo, y que la brujería hundía sus raíces en las tradiciones paganas del paleolítico. La doctora Murray identificó al Dios con Cuernos con Cernunnos o Pan, y dio a la historia de la bru­jería una interpretación caracterizada por la claridad y la imparcialidad.

Desde la publicación de los valiosos descubrimientos de Margaret Murrav (en El Culto a las Brujas en Europa Occidental y El Dios de las Brujas), muchas brujas modernas han confirmado estos hechos. Los li­bros más fiables sobre brujería existentes en la actualidad se basan en la obra de Margaret Murray. La única cuestión problemática que cabría señalar en sus hallazgos es que no destaca la importancia de la Diosa con suficiente claridad y vincula demas estrechamente ciertos cultos pa­ganos con la brujería. Pero éstas son cuestiones de poca importancia.

Con anterioridad a los hallazgos de la doctora Murray, hubo dos obras que presentaron una serie de pruebas sobre la existencia en Italia de una religión precristiana relacionada con las brujas. La obra titulada Estudio de los Sabbats de Medianoche de las Brujas de Giralomo Tarot­ti, publicada en 1749, pasó desapercibida. Pero la Arcadia o El Evange­lio de las Brujas de Charles Godfrey Leland, 1899, ha pasado a ser un clásico. En estas obras se afirma que entre las brujas italianas la más importante desde el punto de vista teológico fue la Diosa Diana, lo que conduce a la definición de la brujería en Italia como “Culto Diánico”.

Esta religión también floreció, con pocas variantes, en España, Fran­cia, Escocia, Irlanda, Alemania y los países escandinavos. La doctora Mu­rray y sus seguidores creen que los orígenes de la brujería están en Euro­pa hace más de 12.000 años, unos tiempos en los que los matriarcados eran muy frecuentes. Piensan que la brujería empezó en las cuevas y las cacerías con las primeras tradiciones de la magia simpatética. Sin embar­go, las propias brujas hacen remontar los orígenes de la brujería a las antiguas tradiciones mistéricas de Grecia, Roma, Creta, Egipto e incluso a épocas anteriores, a civilizaciones muy adelantadas como la de la Atlán­tida. Según una teoría que goza de gran popularidad entre los practican­tes de este arte, esta religión se difundió por Europa a partir de unas cul­turas mediterráneas casi olvidadas tras el Diluvio Universal.

En cualquier caso, los antropólogos y las brujas están de acuerdo en que muchos miles de años antes de la llegada del cristianismo, Europa entera era pagana y existían diversas sectas más o menos primitivas. Los principales grupos tribales eran los Druidas y las Brujas, que se habían “especializado” y estaban un poco separados de los demás. Pero no eran temidos. Por el contrario, eran respetados y estaban muy solicitadas por la ayuda espiritual y práctica que ofrecían a los campesinos.

Desgraciadamente, el “Druidismo” en modo alguno fue aniquilado a pesar de las tremendas persecuciones que tuvieron lugar en la Edad Me­dia. Los druidas modernos han sabido guardar muy bien sus secretos hasta el día de hoy, pero todavía existen muchos paralelismos entre las dos reli­giones.


Las Persecuciones


La brujería sobrevivió en las Islas Británicas, aun cuando los drui­das fueron perseguidos en los tiempos de la ocupación romana (43-410) probablemente debido a sus afinidades con las sectas mistéricas roma­nas. Pero cuando se hundió cl imperio Romano, los sajones ocuparon las Islas Británicas (43-324 d. de J.C.) y empezaron a perseguir a todos los paganos, incluidas las brujas. Después de que los normandos inva­dieron Gran Bretaña (1066-1300 d. de J.C.), hubo un momento de respiro y las brujas fueron aceptadas tácitamente, tal vez el motivo fuera que to­davía florecían grupos de brujas en los países galos. Margaret Murray cree que los Plantagenet eran miembros de una secta de brujas. Pero cuan­do la influencia de los normandos decayó (hacia el 1300 d. de J.C.), se reanudaron las persecuciones de paganos. Todos los paganos fueron cla­sificados como brujos, y todos los brujos fueron considerados seguidores del diablo. En esos tiempos los gober­nantes de Europa eran cristianos y el pueblo era esencialmente pagano. El número de conversiones al cristianismo fue aumentando gradualmen­te, pero los brujos no se convirtieron y la influencia que éstos tenían en el pueblo no murió tan fácilmente.

A comienzos del siglo XIV el concepto del diablo, que los cruzados trajeron de Oriente, serviría como chivo expiatorio y como instrumento propagandístico para acabar con las creencias de las minorías. El demo­nio persa, se decía, personificaba el mal. Era representado como un ser semejante a un hombre con cuernos. El Dios con Cuernos de Europa tam­bién era representado como un ser semejante a un hombre con cuernos ¿No podría ser éste el mismo diablo? El Dios con Cuernos ya constituía una amenaza para los cristianos porque su culto impedía la conversión de numerosos paganos. Si se le diera el nombre de Diablo (Satanás), si se convirtiera en la personificación del mal para muchas personas, ten­drían que dejar de rendirle culto, sobre todo si dicho culto era considera­do un delito que podía penalizarse con la muerte.

El dios de la antigua religión se convierte en el diablo de la nueva.

                —Margaret Murray

Así pues, los seguidores del Dios con Cuernos fueron atacados sin piedad por la rama fascista de la Iglesia/Estado. Las brujas todavía se refieren al periodo comprendido entre los años 1300 y 1400 como “El Tiempo de la Quema’’, por motivos demasiado obvios. En toda Europa, mataron y torturaron a más de NUEVE MILLONES DE PERSONAS. Los inquisidores reunieron como pruebas documentales numerosos vo­lúmenes de “Confesiones Satánicas” obtenidas a base de torturas. Ade­más de las muertes documentadas, están las innumerables tragedias que las rodean. Entre las víctimas había hombres, mujeres y niños. Además de las brujas auténticas, entre los supuestos “adoradores del diablo” ha­bía judíos, paganos, gitanos, magos, físicos, comadronas, ancianos, en­fermas, personas excéntricas, zurdos, pobres y ricos por igual. No deja de ser una ironía que muchos fueran cristianos. Algunos llegaron a ser muy conocidos (como Juana de Arco y Gilles de Rais) por las circuns­tancias tan dramáticas que rodearon su vida y juicio. Todos los males de la sociedad, la cultura, el feudalismo —todo desde la perversión sexual hasta la peste bubónica, el hambre y la pobreza— eran culpa de Satanás y de “sus’’ brujas. Como la mujer era considerada impura, era corriente tildar a las mujeres de brujas, sobre todo cuando eran jóvenes y guapas o viejas y feas: los dos estereotipos de la bruja. Conforme fueron empeo­rando las persecuciones, la corrupción fue extendiéndose, se cometían ac­ciones de un tremendo sadismo y en otros casos primaban los intereses pecuniarios. La caza de brujas se convirtió en un negocio muy rentable, pues se confiscaban todos los bienes de la bruja condenada y los funcio­narios locales siempre se embolsaban una cantidad importante cuando descubrían a  una ‘‘bruja’’ rica.

Se trataba de unas persecuciones en las que imperaba la histeria. Sim­plemente bastaba con que hubiera una acusación. Uno de los objetivos de las torturas era obtener nombres de otras “brujas” de la zona; de este modo se obtenían fácilmente nuevas listas de víctimas. La acusada no podía recurrir ni defenderse. La finalidad de los juicios era documentar los “hechos”, es decir, conseguir los detalles del culto al diablo. El hecho de confesar esta mezcla ficticia de acciones horribles implicaba ser que­mado vivo. El negarse a confesar implicaba la más espantosa de las tor­turas (por la cual fueron famosas las mazmorras de la Edad Media) que se prolongaban hasta obtener la confesión apropiada, y luego la víctima era quemada viva. A veces la promesa de que la víctima iba a ser simple­mente estrangulada (y luego quemada) servía para obtener la confesión; se pensaba que ésta era una muerte mejor.

No resulta fácil leer las descripciones de semejantes torturas; las men­tes modernas se resisten a creerlo. Pero tampoco es fácil llegar a la con­clusión de que tales confesiones se basaran en la realidad. Sin embargo, de estos increíbles procedimientos se deriva esa imagen de la brujería que ha llegado a ser tan popular y subsiste en nuestros días. Todavía están a nuestra disposición muchos libros que nos sirven de “fuentes” y se ba­san en la información existente sobre tales juicios.

Huelga decir que la Iglesia en esos tiempos no era dirigida por los seguidores de Jesús. No tenía ningún parecido con la Iglesia primitiva de los siglos anteriores y se parecía poco a la Iglesia católica posterior. Los inquisidores y los innumerables funcionarios que llevaban a cabo esas acciones tan brutales no eran tinos auténticos clérigos. Bien se trataba de unos tipos locos por el poder o de personas amantes de la violencia, o sencillamente de personas que deseaban salvar el pellejo. Si un clérigo honesto se atrevía a oponerse públicamente a esta carnicería, también se le consideraba un aliado del diablo y se le daba muerte. Ningún disidente —ya fuera monja, monje o sacerdote— estaba a salvo. El que uno defen­diera a una bruja o cuestionara el valor que desde el punto de vista reli­gioso podían tener los asesinatos y las torturas en masa se consideraba como “prueba” de que uno era un/a brujo/a.

El régimen de terror se hizo oficial en 1484 gracias a la famosa Bula del Papa Inocencio VIII contra las brujas y los hechiceros. E] citado Papa patrocinó algunos de los mecanismos propagandísticos más poderosos de todos los tiempos, el Malleus Maleficarum o “El Martillo de las Bru­jas”. Dos inquisidores alemanes, Henrick Kramer y James Sprenger, es­cribieron el libro, que seria una de las primeras obras difundidas amplia­mente por la imprenta recién inventada, propiedad de la Iglesia/Estado. El Malleus Maleficarum se convirtió en el manual oficial de los cazado­res de brujas. Definía a las brujas de acuerdo con el dogma “satánico” contemporáneo e incluía unas instrucciones detalladas para su identifi­cación y tortura. Las definiciones contenidas en el Malleus constituyen unas fuentes sumamente importantes para muchos ‘‘historiadores’’ especializados en el tema de la brujería y sustituyeron a la ciencia exacta del ocultismo. El saber popular fue sustituido por estas definiciones “ofi­ciales”.

La brujería se convirtió en una actividad subterránea y la mayoría de los covens perdieron el contacto que tenían unos con otros. Muchas brujas continúan transmitiéndose sus conocimientos de generación en ge­neración y todavía no han emergido hoy en día. El área entera del ocul­tismo occidental aún ha de recuperarse de la Época de la Quema.

Había un tremendo fanatismo con relación a la caza de brujas que alcanzó su punto más alto en el siglo XVII. En el año 1692, América fue el marco en el que tuvieron lugar una serie de acusaciones y asesinatos en nombre de la iglesia, cuando en el pueblecito de Salem, situado en la colonia de la bahía de Massachusets, descubrieron a más de 150 “bru­jas’’. Mataron a treinta y una porque negaron ser brujas y liberaron a cincuenta y cinco porque “confesaron’’ que lo eran, al ser torturadas. Volvió la calma seis meses después de este episodio y posteriormente se reconoció oficialmente que había sido un error. Todavía se abrigan gran­des dudas sobre la existencia de auténticas brujas en Salem en aquella época.

En 1736, Inglaterra ya no consideraba que la brujería fuera un peca­do capital pero hasta el año 1951 no se retiró de los libros la última ley sobre brujería.


Dualismo— La Luz Y La Oscuridad

Como ha sucedido con todas las persecuciones en masa acontecidas a través de los siglos, inevitablemente surge una pregunta: ¿Por qué su­cumbieron las víctimas? Teniendo en cuenta que se trataba de unos seres con “poderes’’ especiales. ¿Cómo y por qué se dejaron exterminar?

Las respuestas son complejas. No todas las víctimas eran brujas. Sólo eran auténticas brujas una pequeña porción de las que fueron asesina­das. Aunque el primer blanco eran los disidentes religiosos, al cabo de poco tiempo la selección de las víctimas pasó a ser bastante arbitraria. Es posible que algunas de las auténticas brujas pudieran escapar escon­diéndose en zonas rurales muy distantes. Sin embargo, mataron a tantas brujas y destruyeron tantos libros, que la religión quedó enterrada, si no llegó a ser eliminada por completo. La estructura física esencial consis­tente en una serie de pequeños covens muy dispersos no conducía a la formación de una defensa unificada. No había congregaciones grandes y bien organizadas, no existían unos templos o lugares de reunión princi­pales. Las gentes se reunían en las casas y los campos, unos lugares poco seguros.

Pero la mejor explicación que he oído me resulta muy familiar. Coin­cide con el análisis de la razón por la cual la mayoría de los seis millones de víctimas judías “permitieron” la matanza: No se lo creían. Ello pue­de parecer simplista, pero la actitud de las víctimas merece ser investiga­da porque es la clave de un importante concepto ocultista, el de la Luz y la Oscuridad (Positiva y Negativa).

Una de las bases del fascismo es la necesidad de clasificar el mal (la Oscuridad), para los fascistas el mal es el “otro”, que siempre existe fue­ra del yo. El totalitarismo no reconoce la existencia del mal en el interior del yo, ya sea dentro de la comunidad escogida o dentro del individuo puro”. Se considera que el mal es una amenaza para la comunidad en­tera, una amenaza que viene del exterior y que por tanto es fácil de elimi­nar. Uno no tiene más que destruir a los “otros” y la comunidad será pura.

Al crear la idea del diablo, la magia ‘negra”, el satanismo y la de­monología, la Iglesia creó un enemigo que existía fuera de los verdaderos cristianos y fuera del dominio de Dios. El infierno ya no estaba limitado al mundo inferior, pasó a ser un enemigo flotante cuyos seguidores po­dían estar en todas partes, excepto en el interior del corazón o la mente del auténtico cristiano. Esta teología tan represiva no permitía la imper­fección humana. Por ejemplo, el hecho de pensar en el sexo indicaba una vinculación con el diablo; Otro ha debido de introducir ese pensamiento en el cerebro. La solución era sencilla: Quemar a la persona que había ‘enviado” ese pensamiento. Tal como señala Doreen Valiente:

...EI Diablo jugó un papel importante en el desarrollo psicológico de la humanidad. La corrupción del corazón humano se proyectó en él. Acusaron a las supuestas servidoras del diablo, las brujas, de hacer las cosas prohibidas que ellos mismos deseaban hacer, en el profundo infierno de su alma, y’ luego torturaron y quemaron a las brujas por ser tan “malvadas’’... Los auténticos poderes del infierno no procedían de unos diablos externos sino del contenido de la mente humana’.

Como dice Jung, cuando el mal, o la “sombra’’, se proyecta hacia fuera del yo, puede entonces abrumar al yo existente en nuestro interior. A propósito, las raíces del racismo moderno, posiblemente, se remontan a esta proyección masiva de la sombra, pues los cazadores de brujas han descrito repetidas veces a Satanás como el “hombre negro”, en una épo­ca en que prácticamente no se veían hombres negros en Europa. Esta ima­gen permaneció en la conciencia de la masa esperando proyectarse de nue­vo sobre la totalidad de la raza negra, así como en los judíos y gitanos. Cuando el yo-sombra se proyecta, la “raza dominante” es siempre la blan­ca: el blanco se considera sinónimo de pureza y la oscuridad de impureza.

El I Ching advierte:

No deben ser encubiertas nuestras pasiones y defectos... la lucha no debe llevarse a cabo directamente y por la fuerza. Si el mal es marcado, piensa en armas, y si le hacemos el favor de pelear contra él golpe a golpe, perdemos al final porque de ese modo nosotros mismos nos vemos inmersos en el odio y la pasión. Por tanto es importante empezar en casa, estar en guardia nosotros mismos con­tra los defectos que hemos marcado.

Los cazadores de brujas de la Edad Media se vieron “inmersos en el odio y la pasión’’ hasta tal punto que llegaron a actuar exactamente del mismo modo que el enemigo estigmatizado. Ninguna de las acciones diabólicas que atribuían a las brujas era peor que sus propias acciones diabólicas. El totalitarismo es así, al tratar de deshacerse del mal queda aplastado por el mal. La Oscuridad entra furtivamente en la persona y ataca desde dentro. Si uno la etiqueta externamente, automáticamente la está activando dentro de uno mismo.

La negatividad no existe fuera del yo. Es inherente a todos, con in­dependencia de lo puros o buenos que seamos. La Oscuridad está poten­cialmente ahí simplemente porque la Luz está ahí y la Oscuridad no puede existir sin la Luz y a la inversa. Esto es sabido por todos los que tienen ciertos conocimientos sobre el ocultismo; las brujas lo han sabido siem­pre y sencillamente no podían creer que otros no lo supieran.

La idea de dividir el Poder del Más Allá en dos elementos, uno bueno y otro malo, pertenece a tina religión avanzada y compleja. En los cultos más primitivos la divinidad es en sí la autora de todo, sea bueno o malo.

                                                                                —Margaret Murray

Según esta definición la brujería es una religión ‘‘primitiva’’. Puede resultar tremendamente ingenuo, como en la Edad Media, el creer que las demás son igualmente ‘‘primitivas’’. Pero lo importante es quede esta filosofía ‘‘primitiva’’ de las brujas se desprende el importante concepto ocultista de hacer magia positiva.

La Luz es la mano izquierda de la oscuridad
Y la Oscuridad es la mano derecha de la luz...

—Ursula K. LeGuin

La filosofía de las brujas relacionada con la Luz y la Oscuridad. No existe un dualismo entre el bien y el mal. El Poder Único que está por encima de todo no es ni bueno ni malo; trasciende el pensamiento cuali­tativo. El Poder contiene el potencial de ambos elementos: la Oscuridad y la Luz. El reconocer la existencia de la Negatividad posibilita el trabajo consciente con lo positivo.

Así pues, percibimos que el ritmo vital es cíclico: la luz desemboca en la oscuridad y ésta en la luz nuevamente.., el verano en el invierno y nuevamente en el verano... el día en la noche y de nuevo en el día. Todo vuelve tres veces. Cuando dirigimos al Cosmos las acciones positivas, re­tornan tres veces para continuar el proceso vital. Toda la vida forma una unidad: como la luna crece y mengua, y las mareas responden, así tam­bién hacen las raíces y los capullos, y las semillas que hay bajo la tierra. Los pensamientos y las acciones sombrías surgen de una misma fuente y lo mismo sucede con los vivificantes. Toda la vida es Una.

Cuando no existen juicios de valor sobre el bien o el mal, no hay que temer el mal. Es fácilmente reconocible como un elemento potencial de la psique de todas las brujas; como tal debe evitarse. Ha de evitarse la utilización negativa del Poder, pues es contraria a la continuación de la vida en este planeta. Como toda la vida es Una, el “mal” dirigido a las personas es equivalente al mal dirigido a las cosechas. Las acciones negativas son contraproducentes; repercuten tres veces. Todos los ritua­les, todos los símbolos ilustran este principio. Las brujas no ignoran que existe un lado oscuro en la psique. Lo reconocen en sus ritos y se liberan de su poder negativo para abrir camino a la Luz. Aceptan tanto los as­pectos Luminosos de la Diosa como los Oscuros, tal como simbolizan las caras luminosa y oscura de la luna. Reconocen la muerte y el renaci­miento del Dios, simbolizados por la “muerte y el renacimiento’’ anua­les del sol. Cuando un alma se reencarna en la Tierra, la Diosa es venera­da por haber dado una nueva vida. Cuando un alma abandona este plano para marcharse al siguiente, el Dios es venerado por ser el Señor del Mundo Subterráneo que cuidará de ese alma hasta su renacimiento en una for­ma física.

A partir de estos fundamentos, se desarrolla una utilización de la magia que es infinitamente poderosa.


Brujería, Sexismo y Sexo


La naturaleza sexista de la caza de brujas ha dado lugar a la realiza­ción de numerosos análisis desde un punto de vista feminista. Todos los cazadores de brujas eran hombres —ninguna mujer quemaba a las brujas— y había muchas más brujas que brujos.

En una cultura matriarcal, el papel de las magas es esencialmente positivo, equivale al de las sacerdotisas. En una cultura patriarcal, se con­sidera que las magas son entidades negativas y constituyen una amenaza contra cl orden establecido. A lo largo de estos dos mil años, la palabra “bruja” se ha ido cargando de significado negativo y el llamar bruja a una mujer es un insulto, incluso hoy en día.

Analizada desde el punto de vista de una sociedad patriarcal, la idea de la posesión de cierto poder por parte de una mujer parece una nega­ción del poder del hombre. Por ejemplo, tal vez parezca un cumplido el decir que una mujer es “encantadora” o “un encanto”. Pero observe que tales descripciones niegan implícitamente la responsabilidad del hombre en cualquier interacción con tales mujeres. Aun cuando sea agradable sen­tirse encantado, se señala la pasividad del hombre —aunque a menudo es voluntaria— que es una víctima de cierta misteriosa fuerza femenina.

Algunas personas todavía utilizan la palabra “bruja” para definir a la mujer que no encaja dentro del papel que la sociedad le ha asignado. Tanto si el término se aplica a una bruja malvada como si designa a una mujer encantadora, en cualquier caso se refiere a una mujer cuyo poder y energía van más allá de lo que cl hombre puede comprender. La imagen que tradicionalmente se tiene del hombre, la idea de que todo lo controla incluso sus propias emociones, se ve amenazada por ello.

Jung tiene mucho que decir acerca de este fenómeno directamente relacionado con el ánima o parte femenina de la psique del hombre. El ánima vista positivamente puede ser una Diosa o una musa. Vista negativamente puede parecer una “bruja” malvada o una sirena cruel. En cual­quiera de los dos casos, representa el arquetipo femenino existente en el subconsciente del hombre. Jung piensa que es importante que el hombre reconozca los aspectos femeninos de su propia psique y los integre cons­cientemente en su personalidad. Si no, al igual que sucede con la Som­bra, el ánima probablemente se proyectará hacia fuera, sobre los demás, concretamente sobre las mujeres. Cuando un hombre proyecta su ánima de este modo y niega que exista en su interior, la carga un poder tremen­do (y hace lo mismo con aquellas mujeres que tienen los mismos atributos).

En aquellas sociedades patriarcales en que los hombres rechazan la posibilidad de admitir la existencia de una serie de características feme­ninas también en ellos mismos, o bien no la toman en serio, la mayoría de la población masculina proyecta su ánima en la mujer. Esos hombres atribuyen a las mujeres un poder que no es natural y ven en ellas a unas criaturas inhumanas que hay que temer y adorar al mismo tiempo. Esto es lo que sucedió en la Edad Media.

Uno de los problemas que planteaba la doctrina cristiana en el Me­dievo era que no autorizaba ninguna explicación de los deseos sexuales del hombre. Las necesidades corpóreas eran obra del Diablo, no de Dios, y ciertamente no eran obra del individuo. Toda actividad sexual era con­siderada impura e impía. Por tanto, se pensaba que todas las mujeres eran impuras e inferiores. Despertaban la lujuria “no cristiana” en el hombre y lo apartaban del celibato y los pensamientos puros. Se pensaba que las mujeres —incluso aquellas que no habían sido acusadas de brujería— eran unas criaturas viles poseídas por el Diablo.

Por una monstruosa perversión de las ideas, en la Edad Media se consideraba que la carne, en su representante la mujer (maldita desde Eva), era radicalmente impura.

                                                                           —Jules Michelet

Las mujeres tenían que cuidar de sus cuerpos; los médicos no se dig­naban a curar a las mujeres, ni siquiera a asistirlas cuando daban a luz. Tal corno señala Michelet más adelante:

La medicina medieval se ocupa exclusivamente de los seres supe­riores y puros (a saber, el hombre), los únicos que podían ser orde­nados sacerdotes y encarnar a Dios vivo en el altar... Pero ¿ha pen­sado alguna vez en los niños? Pocas veces. ¿Presta atención a las mujeres? ¡ Nunca!

Por el contrario, la brujería y todas las agrupaciones paganas pre­cristianas existentes en Europa consideraban que la mujer era igual al hom­bre, que el sexo formaba parte de la vida, era algo natural e incluso sagrado, simbolizaba la fertilidad. Estas ideas hicieron que el paganismo constituyera una profunda amenaza para el ideal cristiano de esos tiem­pos (recuerde que algunas de las primeras comadronas eran brujas). No sorprende que la mayor parte de las acusaciones dirigidas a las supuestas brujas fueran de índole sexual, por ejemplo, las acusaban de “echar sor­tilegios’’ a los órganos sexuales del hombre, agrandar el pene, reducirlo, hacerlo desaparecer y hacerlo resurgir de nuevo. (¡Freud se habría puesto las botas!) No hace falta ser psiquiatra para deducir que en un ambiente tan represivo y tan lleno de histeria, las fantasías sexuales debían de ser muy frecuentes. Pero no había psiquiatras para explicar que se trataba de fantasías. Los sueños, las alucinaciones, los “malos pensamientos” eran tornados en el sentido más literal, se consideraban hechos y se atri­buían a las brujas, los demonios y el Diablo. Se creía que ciertos demo­nios adoptaban la forma de un incubus (demonio masculino) o un sub­cubus (demonio femenino) cuya especialidad era seducir a las personas durante el sueño. El hecho de realizar el acto sexual en sueños con uno de los dos tipos de demonios era motivo más que suficiente para que cual­quier número de personas murieran abrasadas: el habitante del pueblo al que, por casualidad, se parecía el incubus o el subcubus, el esposo o la esposa de esa persona y, a veces, incluso el desdichado soñador.

Hubo muchos relatos “oficiales’’ de orgías sexuales salvajes en las que se decía que las mujeres habían sido seducidas por el propio Diablo. Estas supuestas seducciones bastaban para indicar que determinadas mujeres eran unas brujas. La tortura hacía que las mujeres llagaran a confesar todos los detalles espeluznantes que los jueces podían imaginar: el pene de Satanás era anormalmente grande, o largo, o pequeño; hacia daño cuando se tocaba, o era agradable al tacto, o estaba frío como el hielo, o caliente como el fuego, etc.

En el procesamiento de brujas que tuvo lugar en Labourd, País Vas­co, en 1609, muchas brujas declararon que las relaciones sexuales con el Diablo eran muy dolorosas, porque su pene era tan largo como un brazo y estaba cubierto de escamas de pez. Mari Mari­grane, una acusada de quince años (le edad, afirmó que el pene del ‘Diablo era medio de hierro, medio de carne; otras explicaron que era de asta.

Estos detalles son característicos de las ‘declaraciones’’ prestadas en los juicios. Antes de ser interrogadas, las acusadas eran oficialmente despojadas de sus ropas por sus apresadores, y sometidas a un cuidado­so reconocimiento para descubrir las ‘‘marcas del diablo’’ u otros signos físicos de actividad sexual demoníaca. El reconocimiento consistía en una tortura preliminar, frecuentemente de naturaleza sexual. Evidentemente, las violaciones eran muy frecuentes, aunque no siempre tuvieran un ca­rácter oficial. No deja de ser una ironía que las ‘‘brujas’’ debido a su supuesto poder fueran siempre consideradas las esposas de Satanás’’ o las “criadas de Satanás’’ y formaran una especie de harén impío. Se pen­saba que el Gran Jefe del Mundo Subterráneo también era un hombre.

Pero los hombres podían ser quemados al igual que las brujas. En opinión de los inquisidores, cualquier hombre que se comportara de una manera extraña era un brujo. El esposo de una bruja podía ser culpable también, al igual cine sus hijos. En cuanto a los homosexuales, se tenía un concepto más bajo de ellos que de los brujos, y sus cuerpos servían para encender las piras de las brujas: de ahí procede la palabra ‘‘faggot’’ (haz de leña) o ‘‘fag”, unos términos degradantes del argot inglés utiliza­dos para hacer referencia a los hombres homosexuales.

En realidad, tanto los hombres como las mujeres han practicado la brujería. La utilización de la palabra inglesa ‘‘warlock’’ para los brujos no es del todo precisa. “Warlock’’ significa en realidad “el que rompe las treguas” en dialecto escocés.

La brujería se ha asociado principalmente con las mujeres, en parte porque las mujeres han sido por lo menos iguales a los hombres y en par­te porque desarrolla el alma humana a unos niveles más profundos que el ego. La brujería estimula las facultades intuitivas, utilizadas en las ope­raciones mágicas, que durante la pasada Era de Piscis se han asociado fundamentalmente con la mujer. La práctica de la brujería da por hecho que esta intuición mágica es también propia del hombre
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Tal vez, las personas continúan ligando demasiado la brujería al sexo. La acusación de realizar “orgías salvajes” persiste en nuestros días, a pe­sar de la permisividad sexual existente hoy en día. Hay bastantes estu­dios que demuestran que muchas personas practican el sexo colectivo (no relacionado con la brujería), el satanismo o cualquier tipo de magia.

Sin embargo, me preocupa todavía más la vinculación de la brujería con la magia manipuladora encaminada a hacer caer a alguien en una trampa, como sucede con los filtros de amor. Desgraciadamente, parece que son las mujeres las que suelen recurrir a este tipo de “magia”. Creo que tales mujeres están definiéndose a sí mismas, desde un punto de vis­ta patriarcal, como menos poderosas que los hombres o necesitadas de un hombre en concreto, excluyendo con frecuencia todas las otras necesidades y solicitando una “dosis’’ extra de poder (poder sobrenatural) que las capacite para conseguir” a ese hombre.

El hecho de “conseguir’’ a un hombre por ese sistema, el “hacer’’ que éste se enamore, dista mucho de ser una unión característica del arte de la brujería, no es ni mucho menos una unión igualitaria desde un punto de vista sexual. Al alinearse con lo sobrenatural, tales mujeres reconocen que su poder personal es reducido. Parece que desean inclinar a su favor la balanza del poder, conseguir más poder que el hombre gracias a la bru­jería y, en general, actúan de acuerdo con la proyección de ese ánima de bruja que los hombres en un principio atribuyeron a las mujeres. Se trata de un problema cultural natural que surge de los condicionamientos so­ciales, y estoy segura de que pasará cuando nos hallemos en la Era de Acuario.


El Resurgimiento


La brujería surge ahora que estamos en una Cúspide como si se tra­tara de una religión “evangelista”. Se presenta bajo muchas modalida­des; forma parte de la tendencia actual a apartarse de la teología occi­dental estándar y, en concreto, del movimiento cada vez más importante de retorno al paganismo.

Si la popularidad que la brujería ha alcanzado en los tiempos mo­dernos pudiera atribuirse a una persona, ésa sería el controvertido Ge­rald Gardner. El libro de Gardner La Brujería Hoy, publicado en el año 1954, explica, por primera vez, que la brujería no es satánica, es una reli­gión positiva. El autor fundó la agrupación conocida con el nombre de Brujería Gardneriana, una rama altamente organizada basada en su pro­pia iniciación en un coven británico de New Forest en los años cuarenta. Gardner suscita cierta controversia porque algunas brujas, que lo son por transmisión hereditaria, afirman que éste incorporó a la brujería su pro­pia versión personal de las tradiciones como la necesidad de estar desnu­dos, la flagelación simbólica, la conquista de diferentes categorías y la necesidad de utilizar unos instrumentos rituales. La Brujería Gardneria­na es una organización de la que se puede formar parte, es necesario rea­lizar una iniciación y tiene un parecido sorprendente con algunas de las sociedades que a principios del siglo XIX se dedicaban a la magia cere­monial positiva.

Después de Gardner, se han constituido otras sectas dedicadas a la brujería y cuidadosamente estructuradas como la Brujería Alexandria­na, la Brujería Georgiana y la Seax-Wicca. Muchas de estas agrupacio­nes son de carácter ceremonial. Además, muchas personas están trazan­do sus propios caminos con relación a la brujería. Estos pueden ser muy eclécticos, basados en numerosas tradiciones como las del antiguo Egip­to y las del primitivo país de Gales. Se han creado una serie de covens, muy feministas, algunos de los cuales niegan, la importancia del Dios con Cuernos y se dedican fundamentalmente a la Diosa. También hay una serie de asambleas de brujas de orientación ecológica, muchas de las cuales son granjas comunales dedicadas a la conservación del planeta de acuer­do con las antiguas creencias de la brujería. Algunos homosexuales, hom­bres y mujeres, están formando sus propios grupos. Sin duda, estas per­sonas han sido atraídas por una tradición que reconoce la existencia del macho-dentro-de-la-hembra y de la hembra-dentro-del-macho, sin pre­juicios ni estereotipos.

Desgraciadamente, hoy en día abundan las “brujas” ansiosas de po­pularidad y publicidad. Algunas han escrito ciertos manuales de instruc­ciones sobre “brujería” que perpetúan las percepciones negativas sobre la brujería como magia manipuladora. Algunas han creado unas escue­las a distancia y ciertas agrupaciones que prometen la conversión instan­tánea en brujas/os, previo pago del importe. Pero cada vez son más los libros buenos sobre brujería que están a disposición del público y cada vez más las personas que recurren a la brujería considerándola como una religión. Por todo ello, los amantes del sensacionalismo están perdiendo importancia.

Algunas personas que se han convertido a la brujería la consideran fundamentalmente una devoción y simplemente rinden culto los Días Fes­tivos y disfrutan de sus ricas tradiciones. Otros participan en investiga­ciones ocultistas muy serias y muchos hacen magia para la comunidad, como hacían las brujas hace mucho tiempo. En cualquier caso, me pare­ce que la brujería inspira cada vez menos recelo y parece menos misterio­sa a las recientes investigaciones científicas.

Fuente: Marion Weinstein