LA TRIADA
Fernando Trejos
El Número Tres
“El Tao engendra al Uno,
el Uno engendra el dos,
el dos engendra el tres.
El Tres engendra todos los seres”.
el Uno engendra el dos,
el dos engendra el tres.
El Tres engendra todos los seres”.
(Lao Tse, Tao Te King, XLII).
Desde el día que nos iniciamos en el grado de aprendiz, se nos insistió de manera especial en el simbolismo del número tres. Cuando nos encontrábamos en la caverna iniciática, se nos entregó un “triangular” con tres preguntas fundamentales; después de los primeros viajes subterráneos en la búsqueda de la caverna iniciática, y una vez que entramos en el templo, fuimos sometidos a tres viajes, que simbolizaban también tres pruebas, de aire, de agua y de fuego; se nos dio a beber de tres líquidos, uno dulce, uno amargo y agua insabora; y una vez que vimos por primera vez la “gran luz”, pudimos comenzar a observar en el interior del templo gran cantidad de signos relacionados con el número tres.
En el ara o altar de nuestro templo, encontramos tres luces, junto a los tres instrumentos fundamentales de nuestro trabajo: la Biblia, la escuadra y el compás. Esas tres luces, están también representadas por los tres dignatarios principales de la Logia, el Venerable Maestro y los dos Vigilantes. Y continuamente, en el curso de nuestros trabajos, escuchamos sentencias masónicas compuestas de tres palabras, como “libertad, igualdad, fraternidad” o “fuerza, belleza y candor”, etc.
Por otra parte, habremos observado que los toques y señales del grado de aprendiz, tienen todos que ver con este número; y también la edad masónica de tres años.
Detrás del Venerable Maestro y de cada uno de los Vigilantes, ha de haber un triángulo, símbolo de este número; y la bandera de la Logia ha de ser también triangular, según el manual de instrucción del aprendiz, “porque el triángulo simboliza los tres objetos de la Masonería, o sea el estudio del hombre, de la naturaleza y de Dios”.
Los grados de la masonería simbólica, son también tres: el aprendiz que deletrea en el Libro de la Vida, y talla la ‘piedra bruta’; el compañero, que lee y construye la piedra cúbica; y el Maestro que escribe en ese libro con el Gran Arquitecto y corona la piedra con una pirámide”.
Todas las tradiciones de la antigüedad, rindieron de alguna manera culto a este número, y vieron siempre en la Tríada o la Trinidad un gran misterio, que se expresa también a través de los Tres Principios que regulan toda la creación, que no son otra cosa que la unión de los contrarios.
En el hinduismo, se observa la triada Atma, Jivatma y Buddhi. Atma es el espíritu puro e incondicionado; se le representa como el punto central de la circunferencia, o punto inmóvil del compás; el Jivatma es el espíritu individualizado en cada uno de los seres manifestados, las almas individuales, en cuyo corazón habita Brahma o Atma, los innumerables reflejos a que la Unidad da lugar, simbolizados por los indefinidos puntos de la circunferencia; y el Buddhi es aquello que une al Jivatma con el Atma, el radio, que junta la circunferencia con el centro. Aplicado este simbolismo al hombre, el centro de la rueda es el Yo único, objeto eterno de la búsqueda del iniciado; los puntos de la circunferencia son los múltiples “yoes”, con los que de ordinario nos identificamos; nuestro cuerpo físico y todo aquello que constituye nuestra “personalidad”, y el radio de la rueda representa al alma, a la vez el obstáculo que nos impide ver el centro y el vehículo que nos conduce a él. En otro lenguaje, esta trinidad de espíritu, alma y cuerpo se nombra con los términos esencia, sustancia y forma.
También expresan los hindúes a la tríada con los conceptos de Brahma, Shiva y Vishnú. Brahma es el constructor o creador, Shiva el destructor, y Vishnú el conservador que equilibra. En el fondo es el mismo simbolismo de las dos columnas del Templo, más el iniciado que entre columnas, es el tercer elemento que une los contrarios.
En el taoísmo chino, el Yin, el Yang y el Tao es lo que expresa a los tres principios. El Yin es lo femenino, lo receptivo, lo oscuro, lo blando; el Yang lo masculino, lo creativo y activo, lo luminoso, lo duro; en todo Yin hay un punto de Yang y viceversa, y el Tao es lo que une a esos contrarios, tanto la meta, como el camino.
Además, la dualidad Cielo y Tierra, está unida también por un tercer elemento que es el Hombre Verdadero, cuya función es la de servir de intermediario entre el mundo de arriba (el espíritu) y el de abajo (la materia).
En la escuela pitagórica se enseñaba que el tres es el número de “la constitución del universo”. Todos los números pueden ser reducidos a los nueve números naturales, los cuales también se reducen a los tres primeros números que contienen todas las cosas; y los tres primeros números se encuentran sintetizados en la Unidad, pues cada uno de los aspectos de esta trinidad son esencialmente uno sólo.
En la geometría, la unidad se polariza en la línea recta; pero esta línea, para que pueda tener dos polos, tiene que tener también un punto central a partir del cual la polarización se produjo; asimismo el eje de la tierra tiene dos polos y un centro; y en el hombre, aquel eje que lo atraviesa supone también un punto central simbolizado por el corazón. Este punto central, llevado a otra dimensión, produce la primera figura bidimensional: el triángulo, símbolo geométrico de la trinidad.
El triángulo constituye la primera forma y es asimismo la estructura más fuerte. Esta figura sirve también como símbolo de centro: con su vértice hacia arriba, simboliza la montaña y la piedra; y con su vértice hacia abajo, a la copa, la caverna y el corazón.
También se relaciona al número tres con los tres colores primarios (amarillo, azul y rojo), de cuya combinación se producen todos los demás, asimismo con las tres notas musicales que componen la armonía de un acorde perfecto; con las tres figuras cerradas básicas de la geometría (el círculo, el triángulo y el cuadrado); con los tres reinos de la naturaleza (animal, vegetal y mineral). En la gramática, lo vemos expresado en las tres primeras personas del singular (yo, tú y él); en el tiempo, a través de sus tres caras (pasado, presente y futuro); y a veces también se le relaciona con las tres preguntas básicas de la filosofía: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?
Estos tres principios están expresados tanto en el macrocosmos como en el microcosmos, y podríamos ver con asombro cómo aun la ciencia moderna, al dividir esa partícula mal llamada “átomo”, encontró tres minúsculos cuerpos: electrón, protón y neutrón.
En la alquimia, ciencia enteramente ligada a la francmasonería, estos tres principios se expresan como el matrimonio alquímico del azufre y el mercurio, bendecidos por la sal.
En la cábala hebrea, la esfera tres del árbol sephirótico es llamada Binah (la Inteligenci divina); y la primera tríada, constituida por los tres supremos sephiroth; Kether (la Corona), Hokhmah (la Sabiduría) y Binah (la Inteligencia), constituyen lo que se llama en hebreo Olam ha Atziluth, que es el mundo de las emanaciones, del espíritu y del fuego, único inmanifestado y verdadero. “Los tres primeros Sephirot, “Corona”, “Sabiduría” e “Inteligencia” tienen que ser considerados una y la misma realidad (son idénticos por fusión esencial y sin confusión jerárquica)”. (Leo Schaya, op. cit.).
No queremos terminar este trabajo sin hacer mención de la importancia fundamental que dio en particular el cristianismo al Misterio de la Trinidad. Se la ve en el simbolismo de la Sagrada Familia (Padre, Madre e Hijo); en las tres cruces del calvario (los dos ladrones y el Cristo); pero fundamentalmente en las ideas de Padre, Hijo y Espíritu Santo, que constituyen las tres Personas de la Trinidad, expresión de un sólo Dios verdadero.
Se dice que estos tres primeros números son inmanifestados y que es con el número cuatro que se da el primer número de manifestación.
Siendo la Trinidad la expresión de los conceptos más abstractos, habrá de ser también tema de constante meditación por parte del masón.