viernes, 8 de junio de 2012

EL ASTRÓLOGO: Un chamán de los tiempos actuales.








ASTROLOGIA Y DESTINO.

Comúnmente se ha hecho referencia con respecto a que la conciencia es destino. En lo que nos es personal, nosotros proponemos que la in-conciencia es destino. Como decía el gran maestro Rudhyar, no nos suceden las cosas sino que nosotros le sucedemos a ellas. El destino se habría de configurar, en este sentido,  a través de y mediante la pro-yección inconsciente de aspectos personales no vividos y/o no aceptados en y por nosotros mismos.

Como decía Antonio Machado: “... caminante no hay camino, se hace camino al andar”. En este sentido, una existencia plenamente consciente implica como refería Don Juan, seguir un camino con corazón y en este transitar no vivimos nuestro des-tino, sino que configuramos y co-construimos nuestra existencia.

No con esto estamos proponiendo un libre albedrío de carácter nihilista, sino que hemos de partir de y en base a la aceptación de una determinación anátomo-fisio-genética que es  inmodificable, pero amén de ello existen una serie de condicionantes –que no determinaciones-, de carácter tanto personal como colectivo, las que pueden en y con diversos grados de tentativo éxito inmediato, ser trans-figuradas y trans-formadas, es decir, existen condicionantes cuya trascendencia es menos dificultosa que otras, siendo las más caras de lograr aquellas que mayores promesas de conciencia llevan implícitas.

En una palabra, podemos dejar que la vida nos viva y decir que ese es nuestro destino y la carta natal, así como los futuros tránsitos y progresiones nos permitirán dar clara cuenta de ello, o muy por el contrario, podemos optar por erigirnos en arquitectos de nuestra propia existencia, un propósito este en donde el éxito no se encuentra asegurado.... pero es posible.

De esta manera, una ampliación de nuestros horizontes concienciales no sólo habrá de implicar un mayor autoconocimiento personal, sino que por otra parte nos permitirá ir convirtiéndonos en cierta medida en co-creadores de las circunstancias por las cuales habremos de transitar, lo que devendrá en la re-configuración de las experiencias a ser vividas, en tanto que una transformación de nuestra conciencia ha de implicar que ciertos “aprendizajes” ya no tengan que ser incorporados y vivenciados.

Como Don Juan refiere en el libro de C. Castaneda, “La rueda del tiempo”: “La diferencia básica entre un hombre corriente y un guerrero es que para un guerrero todo es como un desafío, mientras que para un hombre corriente todo es como una bendición o una maldición”(1). 

Así, una experiencia vivida desde la in-conciencia es destino, pero transitada desde la conciencia y el discernimiento es aceptación.

EL VIAJE DEL HEROE A TRAVES DE LA CARTA NATAL.

En base a lo anteriormente explicitado, no podemos menos que arribar a la conclusión de que la carta natal simboliza el sentido y el significado de la vida, pero en un sentido dinámico y no estático, pues se encuentra en permanente transformación evolutiva, tal cual lo han de reflejar los sucesivos tránsitos y progresiones.

Joseph Campbell refiere en “El poder del mito” que “... la mitología es un mapa interior de la experiencia, dibujado por gente que lo ha recorrido”(2). En este sentido, la astrología tiene raíces comunes con la mitología, constituyéndose la propia carta en un mito vivo, a ser experienciado vivencialmente al tiempo que co-construido y re-construido. La carta refiere a un mito personal, pero a diferencia de las principales historias mitológicas, la carta astral tiene un “comienzo”, pero carece de un final. Y ello configura una gran paradoja enigmática, pues la carta es y no es a un mismo tiempo, el ser de una persona. En Astrología, como vemos, el principio lógico de no-contradicción se encuentra carente de efecto.

El mapa astral propio se convierte así en un mito dinámicamente vivo y holónico, pues es en sí mismo una totalidad, pero tránsitos y progresiones lo re-actualizan y aún más, lo trans-mutan, y mediante ellos somos consciente e inconscientemente transformados.

Dice Bill Moyers en “El Poder del Mito”: “Los mitos son historias de nuestra búsqueda de la verdad a través de los tiempos, del sentido. Todos necesitamos contar nuestra historia y comprenderla”(3). Y yo me pregunto si eso no es lo que refleja nuestra carta personal y lo que buscamos al analizar la misma.

EL MONOMITO.

El Monomito, término que toma Campbell de Joyce para referir al viaje del héroe, da cuenta de la aventurosa travesía que hace a la experiencia humana consciente, la que cuando es vivida de manera in-consciente denominamos “vida cotidiana”.


El viaje del héroe o de la heroína da cuenta de aquellos seres que víctimas de una torturante insatisfacción con sus actuales modos de existencia, descubren bajo el peso inmenso de las innumeras farsas sociales, un destello de su propia “divinidad” en cuanto a lo que ésta hace al re-conocimiento y re-descubrimiento de realidades interiores más profundas, que no por negadas, inexistentes.

Cabe dar cuenta que el viaje del héroe es un mito solar que refiere a una dimensión y/o cualidad independiente de género, es decir, que hace tanto a hombres como mujeres.

Es un mito solar en tanto que no se encuentra pre-definido sino que es algo en proceso de. No nacemos héroes, pero tenemos la oportunidad de constituirnos en tales. Cómo dijera Hércules: “Mi padre es divino, yo no le conozco, excepto que, en mi mismo, sé que soy su hijo. Mi madre es terrenal. La conozco bien y ella me ha hecho como tú me ves.

Asimismo, oh Maestro de mi vida, soy también uno de los gemelos. Hay otro, parecido a mi. A él también conozco bien, sin embargo no lo conozco. Uno es de tierra, por lo tanto terrenal; el otro es un hijo de Dios” (4).

En este sentido es posible afirmar que nuestra madre lunar es nuestro punto de partida y que nuestra meta solar es una intuición de nuestro verdadero origen, pero no una “realidad”. Es tan sólo una insinuación, un símbolo en el sentido original del término. Recordemos en este sentido que el símbolo, en la antigua Grecia, hacía referencia a un fragmento de cerámica que se entregaba a otra persona a los efectos de que al re-encontrarse ambos, se re-conocieran como miembros de una misma unidad social. La carta natal entonces es el fragmento del mapa celeste que nos permite, a través de una voluntaria travesía, re-encontrarnos con nuestro “gemelo divino” así como con nuestro “Padre”.

...Y COMIENZA EL VIAJE.

El camino del héroe se inicia entonces cuando logramos tomar pleno contacto, sin vendaje alguno que interfiera con una sincera percepción, de ese nuestro sufrimiento existencial, que destruye la complacencia cotidiana y nos obliga, por ende, a un despertar hacia y de nosotros mismos.


El sufrimiento entonces constituye en si, la primera gracia, pues su consideración de manera reflexiva y racional, con pleno entendimiento del mismo, señala el inicio del viaje hacia nosotros mismos. Sufrimos entonces, no debido a que estemos enfermos, sino que siendo sanos y sanados, nos abrimos, no sin miedo y reticencia, a un principio de intuición creativa y sagazmente espontánea y re-vitalizadora.

Y este sufrimiento es el que remite a una persona a realizar una consulta con un astrólogo.

En términos astrológicos, podríamos considerar que los dioses-planetas han llamado a nuestra puerta y nosotros hemos respondido a la llamada. Esto se vería referido a través de los diversos tránsitos y progresiones  que se van sucediendo en el transcurso de nuestras existencias. En el caso de hacer oídos sordos a tales llamados, nos veremos enfrentados a lo que comúnmente damos en llamar “destino”, es decir, los arquetipos planetarios ya no nos hablan, sino que directamente han de irrumpir en nuestras vidas, por tanto, podemos ver como siempre, en última instancia, existe en cada uno de nosotros una capacidad de libre elección, en cuanto a la actitud con que nos hemos de pronunciar ante la caleidoscópica infinitud de variables matices con que se nos presenta la vida misma.

Y ello va a depender no sólo de la integridad que mantengamos para con nuestro propio ser, sino también de nuestro grado de evolutivo desarrollo conciencial. No con esto deseamos afirmar que el ser conscientes del avecinamiento de un tránsito “difícil” por ejemplo, nos permita evitar la sacudida que el mismo pueda implicar, sino que tan solo seremos capaces de mantener firme el timón mientras atravesamos la tormenta.

Y esta respuesta a la llamada hecha por nuestros arquetipos planetarios ha de implicar un de-velamiento del misterio con respecto a quienes somos en realidad. Sobrepasamos nuestros horizontes familiares y conocidos para acceder a una incipiente conciencia de y sobre la existencia de un “algo más”. Y ello conlleva una profunda angustia y una no menor sensación de temor y apremio.
Y una vez escuchada la llamada, ya el camino no puede ser desandado; ya no es posible vivir en la rutinaria cotidianeidad sin ser víctimas de una profunda ansiedad. Una vez que hemos probado del fruto del árbol del conocimiento, ya no podemos cerrar los ojos y decir que no somos quien en realidad nunca hemos dejado de ser.

Y el consultante-héroe que decide realizar el viaje, en todo momento contará con la ayuda (aspectos armónicos) de figuras protectoras (arquetipos planetarios), que lo apoyarán a lo largo de su peregrinaje hacia su sí mismo más profundo y recóndito, pues es este un viaje no exento de una diversidad de pruebas y obstáculos.

Así hemos de avanzar hasta llegar a enfrentarnos al “guardián del umbral”, primer mojón de nuestro camino.

El guardián del umbral se encuentra representado –en la generalidad de los casos-, por el no siempre suficientemente ponderado Saturno, como símbolo de nuestra sombra, en el sentido junguiano del término.

Como afirma Edward Whitmont: “La sombra es un problema moral que constituye un reto para toda la personalidad yoica, ya que nadie puede llegar a tener conciencia de la sombra sin un considerable esfuerzo moral. Tomar conciencia de ella implica reconocer como reales y presentes los aspectos oscuros de la personalidad.
Este acto es la condición esencial para cualquier género de conocimiento de si mismo y, por ende, tropieza generalmente con considerable resistencia”(5).

Pero este cruce del umbral da cuenta de un verdadero re-nacimiento, pues nos guste o no, lo aceptemos o no, la “sombra” es una parte co-constitutiva de nuestro ser y sólo podremos continuar el viaje hacia nuestro sí mismo, en tanto seamos lo suficientemente honestos para con nosotros mismos como para aceptar, como propios, nuestros aspectos más rechazados. A nadie le apetece besar a la bruja o al sapo de la fábula, pero sólo así se convertirán en la princesa o el príncipe, pues somos nosotros quienes los hemos hechizado al reprimirlos al inconsciente, y por ende, los únicos que podemos desconjurar el mismo, al hacer consciente lo inconsciente.

A partir de este momento, nos veremos adentrar en un mundo desconocido para nosotros, en el cual seremos sometidos a un sinnúmero de pruebas. Nuevamente nos encontraremos aquí con las “ayudas” ya mencionadas (aspectos armoniosos).

Y así hasta culminar en la prueba suprema, donde de modos diversos, logramos una expansión de nuestro sí mismo, con la consiguiente transmutación libertaria de nuestra conciencia.

Entonces hemos de iniciar el viaje de regreso a la vida cotidiana. Paradójicamente, si bien es cierto que somos los mismos que cuando iniciamos la partida, al mismo tiempo somos diferentes. La diferencia radica en el plus de conciencia transformadora que hemos conquistado al ser “conscientes” de nosotros mismos.

LA CONSULTA ASTROLÓGICA COMO RITO DE INICIACIÓN.

Dice Campbell, en “El héroe de las mil caras – Psicoanálisis del mito”: “El camino común de la aventura mitológica del héroe es la magnificación de la fórmula representada en los ritos de iniciación: Separación-iniciación-retorno, que podrían recibir el nombre de unidad nuclear del monomito” (6).

Y en “Los mitos – Su impacto en el mundo actual”, este mismo autor refiere: “Los mitos son los soportes mentales de los ritos; los ritos, las representaciones físicas de los mitos” (7).

Dane Rudhyar refería a la carta astral como un verdadero mandala celeste; consideración esta que lleva implícito en su percepción mandálica, el de convertirse la carta en una “imago mundi”, donde al tiempo que aparece representado el cosmos en su manifestación micro, también se encuentra referida la esencia de una persona, así como el devenir “potencial” de su existencia. Es decir, en la carta misma no sólo se encuentra implicada la esencia una del in-dividuo, inmutable por definición, sino que a un mismo tiempo apreciamos la infinitud de posibilidades que el ser puede desarrollar y cuajar a partir del libre ejercicio de su voluntad. El mapa astral personal, en este sentido es un cuadro de las probabilidades inciertas, pero presentes, de opciones múltiples y multiplicativas, dependiendo de cada uno de nosotros el llegar a plasmarlas en hechos y situaciones concretas.

Estas apreciaciones son las que convierten a la consulta astrológica en un verdadero rito de iniciación, en tanto que el consultante re-actualiza en el aquí y ahora su ser implícito en la carta. En este sentido, Mircea Eliade señala: “... al “vivir” los mitos, se sale del tiempo profano, cronológico, y se desemboca en un tiempo cualitativamente diferente, un tiempo “sagrado”, a la vez que primordial e indefinidamente recuperable” (8). Extrapolar estas apreciaciones a lo que hace a una situación de consulta astrológica, implica el considerar la misma como un espacio “sagrado”, donde el consultante no sólo ha de tomar conciencia de sus potencialidades y debilidades, sino que las habrá de vivenciar en el aquí y ahora, es decir, no hablamos tan sólo de la percepción mental de las mismas, sino de un verdadero “awareness” o “darse cuenta” experiencial y vivencial donde no sólo están en juego los sentidos físicos y la mente, sino también nuestras emociones y sentimientos más plenos. No es un re-memorar sino un re-cordar, en las concepciones etimológicas de ambos términos.

En este sentido la consulta astrológica se convierte en un verdadero rito de iniciación en tanto que se opera un verdadero “retorno al origen” (ab origine), a la manifestación primigenia de la carta por decirlo de alguna manera, donde al constituirse en un espacio y en un tiempo “sagrados”, nos aproximamos al mismo dejando de lado nuestras máscaras tanto personales como sociales.

Y es en la re-actualización de ese tiempo primordial, donde la carta adquiere la cualidad de convertirse en algo orgánico, vivo. No es tan sólo un pensar la carta como un vivir la misma. Ya no asistimos a la lectura y/o interpretación de un mapa astral sino que incursionamos en un proceso de auto-descubrimiento interior personal.

Es entonces este retorno ab-origine, hacia ese “comienzo primordial” el que ha de dar cuenta de la posibilidad de operar como una verdadera “renovatio” y por ende, de constituirse en la posibilidad de re-generar nuestra existencia.

Cómo vemos la re-actualización de nuestra carta astral es un proceso dinámico más que una situación estática, refiriendo en última instancia a un verdadero “regressus ad uterum” y es ello lo que la convierte en un verdadero rito de iniciación; con lo que adquiere en definitiva rizos de experiencia plutoniana y escorpiana, en lo que conlleva de trans-formación y trans-mutación alquímica de nuestro ser.

La consulta astrológica se constituye así para el consultante en la posibilidad de que opere un verdadero re-nacimiento (renovatio); un acceso a un nuevo modo de ser en el mundo.

Así la carta natal, como promesa, a través del proceso de consulta, deviene una posibilidad de redención.

EL ASTRÓLOGO COMO CHAMAN.

La posibilidad de que un astrólogo se convierta en “chamán” trasciende la simple adquisición de conocimientos a través de una base teórica y mediante procedimientos pedagógicos de carácter meramente intelectual.


Hay un viejo aforismo que dice que sólo un cuerpo lleno de cicatrices puede sanar a otro. Y justamente es esto lo que ha de transformar a un astrólogo de ser un mero técnico a convertirse en un verdadero “chamán”, quien devendrá la capacidad de de-velar el mensaje de las esferas celestes y trasmitir y guiar al lego por dichos caminos.

Y cómo se lleva a cabo este proceso?

El mismo presenta similares características referidas en cuanto hace al consultante en lo que hemos referido como rito de iniciación en el viaje del héroe y en el proceso de consulta astrológica, motivo por el cual no lo habremos de repetir. Pero dichas similitudes operan en cuanto hace a su configuración como estructura matricial.

El camino se iniciaría a partir del momento en que el Astrólogo recibe “la llamada” en el sentido que lo refiere Joseph Campbell, lo que generalmente se produce a punto de partida de una insatisfacción con la praxis profesional cotidiana clásica que llevamos a cabo, instaurándose de esta manera un sinsabor generado por el anhelo y la intuición de la existencia de un “algo más”. Y esa es la “herida” que lo (nos) habrá de conducir a un período de “iniciación”.

Y esto implica el ser plenamente conscientes de la presencia al interior de nosotros mismos de realidades no percibidas en nuestra cotidianeidad y por otro lado, el asumir que la negación por nuestra parte, de las mismas, no implica necesariamente su no-existencia.

Por tanto, aceptar “la llamada” implica emprender el camino de la experiencia personal, un sendero no de explicación sino de experimentación interior.

Y el arquetipo que entonces ha de ser invocado por el astrólogo que acepte el “llamado” es el del “Guerrero Espiritual”. Cómo dice Don Juan, el brujo yaqui que “inició” a Carlos Castaneda: “El guerrero espiritual es aquel que está en permanente batalla contra si mismo, en guardia para no perderse, y seguir sólo “el camino con corazón” ” (9).

Dicho camino ha de referir a un proceso dinámicamente continuo de búsqueda, encuentro, enfrentamiento y asimilación de nuestros aspectos no aceptados, de nuestra “sombra” en el sentido junguiano del término. En una palabra, es transitar a través de un sendero de auto-des-cubrimiento de nuestra esencia, mediante la experiencia directa de nuestro ser, tanto en el camino de ascenso hacia nuestros aspectos espirituales como de descenso hacia nuestras facetas más instintivas, siendo ambos mundos comprendidos y aceptados como complementarias polaridades.  Como dijera Rainer María Rilke: “Tengo miedo de que si mis demonios me abandonan, mis ángeles lo hagan también” (10).

Y retomando a Castaneda y su camino del guerrero espiritual, en este proceso iniciático, el astrólogo ha de enfrentarse a diversos “enemigos” representados en la propia carta por diversos planetas y configuraciones “inarmónicas”. Y son dichos obstáculos los que nos han de obligar a utilizar al máximo nuestros propios recursos, tanto conocidos como des-conocidos, en tanto los mismos han de operar como verdaderos “dioses del cambio”, en virtud de que habrán de configurar una “amenaza” sistemática a todo lo que hemos de considerar como seguro y previsible. Un proceso en el cual el astrólogo deja de leer y/o interpretar para convertirse y ser, en definitiva, para llegar a “en-carnar” su propia carta.

La carta deja de convertirse en un objeto para transformarse en un ser que lo enfrenta al astrólogo a su si-mismo, la carta natal se transforma así en el hermano gemelo, conocido al tiempo que desconocido, al que hacía referencia Hércules.
Y no es este un proceso con comienzos y fines definidos, sino que es una espiral dinámicamente eterna, re-definida y re-configurada a través y mediante cada consulta que el astrólogo lleva a cabo en su calidad de “agente de cambio” más que de técnico.
De esta manera, el astrólogo ha de asumir el rol de Virgilio conduciendo a Dante a través de los tres reinos, partiendo del Infierno, pasando por el Purgatorio, hasta llegar al Paraíso. Pero esto sólo lo ha de lograr aquel que se haya convertido en un verdadero psicopompo hermético, es decir, aquel astrólogo que al igual que el dios Hermes-Mercurio sea apto de y para guiar a las almas en y a través de los tres reinos, de lo cual sólo hemos de ser capaces cuando logremos constituir a los mismos en nuestro hogar, pues tan sólo cuando nos aceptemos a nosotros mismos como animales y como dioses, podremos devenir finalmente como plenamente humanos.



Bibliografía Citada:

                           Castaneda, C.: “La rueda del tiempo”, pág. 20 - (Biblioteca Nueva Era)
                                         Campbell, J. – Moyers B.: “El poder del mito”, pág. 19 – Emecé Editores – 1991
                 Ibidem.: pág. 30
                                        Bailey, A. A.: “Los trabajos de Hércules”, pág. 9 (Versión electrónica digitalizada)
(                                              Greene, L.: “Relaciones Humanas – Un enfoque psicológico de la astrología”, pág. 90 – Ediciones Urano – 1987
                                              Campbell, J.: “El héroe de las mil caras – Psicoanálisis del mito”, pág. 35 – FCE. – 1997
                                                       Campbell, J.: “Los mitos – Su impacto en el mundo actual”, pág. 59 – Ed. Kairós S.A. – 1994
           Eliade, M.: “Mito y realidad”, pág. 24 – Ed. Kairós S.A. – 1999
             Castaneda, C.: “La rueda del tiempo” 20 - (Biblioteca Nueva Era)
            Idemon, R.: “El hilo mágico”, pág. 129 – Ediciones Urano - 1998

Fuente: Germán H. PASTORINI