martes, 10 de enero de 2012

Ra momiforme, Isis y Neftis en la tumba de Nefertari - Susana Alegre García



Época: Dinastía XIX. Reinado de Ramsés II (1279-1212 a. C.)
Material: Estuco pintado.
Lugar de conservación: In situ. Tumba de Nefertari en el Valle de las Reinas (QV66).
Localización: Excavaciones de Ernesto Schiaparelli en 1904.


 Fig. 1

La más célebre esposa del faraón Ramsés II, adorada como Hathor en Abu Simbel, falleció posiblemente en el año 26 . Nefertari buscó entonces la eternidad en una tumba situada en el Valle de las Reinas y que desde su descubrimiento en 1904 por Ernesto Schiaparelli ha causado admiración[1], debido fundamentalmente a la belleza de sus pinturas. No en vano frecuentemente esta morada eterna ha sido considerada como la Capilla Sixtina del arte faraónico. Ciertamente cada uno de los jeroglíficos y cada una de las escenas representadas en las paredes del hipogeo contienen una viveza cromática y una riqueza simbólica extraordinaria, habiendo recuperado parte de su milenario esplendor gracias a una larga y laboriosa restauración[2].


 

Fig. 2. Periplo de la reina Nefertari. LEBLANC, C., Nefertari. , París, 1999, p. 106, Fig. 33.
 

La tumba contiene un complejo conjunto de textos e iconografía que conforman un circuito diseñado para propiciar que la reina pudiera resurgir a una nueva existencia. De modo que en su interior se narra el periplo y los obstáculos a los que debía enfrentarse supuestamente Nefertari en su camino hacia el Más Allá, así como las transformaciones que debía sufrir antes de conseguir su plena regeneración. Ese circuito mágico se organiza en dos grandes ejes (Fig. 2): un recorrido  dirigido hacia la cámara funeraria, que tiene connotaciones fundamentalmente osiríacas y relacionadas con el submundo; y un segundo recorrido dirigido hacia el exterior, de carácter eminentemente solar, que narra la culminación de la trasfiguración y la victoria sobre las tinieblas. La escena sobre la que proponemos dirigir la atención se encuentra en uno de los puntos más cruciales en el camino de trasfiguración solar, condensando de forma escueta y sencilla, pero muy eficaz, algunas de las nociones religiosas más relevantes generadas en el seno de la civilización egipcia (Fig. 1).


 
 Fig. 3. Escena del Capítulo 148 del Libro de los Muertos. Imagen en P. BARGUET, Le Livre des Morts des Anciens Egyptiens, París, 1967, p. 206.

 La imagen seleccionada se encuentra en una sala anexa a la antecámara y forma parte de las ilustraciones del Capítulo 148 del Libro de los Muertos. Dicho capítulo tradicionalmente se acompaña de una imagen con dos ámbitos diferenciados (Fig. 3): en una se muestra al difunto alabando a Ra momificado, pudiendo aparecer acompañado por otras divinidades y elementos simbólicos alusivos especialmente a la ultratumba y a Osiris. La otra sección se ilustra con la representación de un rebaño integrado por un toro (animal asociado con lo sexual, la vitalidad y el poder fecundador) y por Siete Vacas Hathor. Estas reses eran consideradas como una especie de energías protectoras que orientan el destino de los recién llegados a una nueva vida, ya se tratara de un bebé o de un difunto accediendo a su eternidad. Dicha capacidad protectora podía actuar fuera cual fuera el rumbo tomado por el destino, idea representada por  cuatro remos alusivos a los puntos cardinales. El Capítulo 148 del Libro de los Muertos, además, presenta a las Siete Vacas como suministradoras de alimentos, bebidas, salud, fuerza, alegría…..; en definitiva, <<todo lo que es provechoso para el bienaventurado>>[3].

También la ilustración del Capítulo 148 del Libro de los Muertos fue desplegada en la tumba de Nefertari en una imagen dividida en dos escenas que ocupan dos paredes de la estancia anexa a la antecámara. En una de las paredes se plasmó a Ra en su aspecto de carnero momiforme, acompañado por Isis y Neftis (Fig. 1)[4]. Más allá, de espaldas a esta escena, Nefertari dirige su adoración a los personajes que ocupan por completo la otra pared: las Siete Vacas Hathor, un toro y cuatro remos (Fig. 4).



La escena a tratar tiene una composición de carácter simétrico (Fig. 1): un personaje central, perfilado sobre el fondo blanco con un trazo rojizo, se muestra flanqueado por dos divinidades, Isis y Neftis, que extienden sus brazos con idéntica actitud: ambas resultan protectoras y afectuosas. Se trata de una imaginería muy frecuente en el arte egipcio y profundamente anclada en la tradición religiosa, siendo habitualmente Osiris el principal receptor de tales cuidados. Sin embargo, en esta escena se trata de Ra, tal como viene identificado por los jeroglíficos, una divinidad que a priori podría parecer alejada de lo mortuorio pero que, en realidad, alcanzó implicaciones funerarias muy significativas.

El dios momiforme luce cabeza de color intensamente verde (tonalidad habitual de Osiris) y sobre su cornamenta se encuentra un disco solar (rasgo elemental de los dioses solares). La asociación con el carnero era algo propio de numerosas divinidades masculinas, incluidas las entidades solares y también Osiris. De modo que nos encontramos con un sol momificado, tratado por Isis y Neftis como si fuera el propio Osiris y, para enfatizar aún más el evidente sincretismo, la escena se acompaña con un texto en dos columnas que incide en la fusión de identidades: <<Osiris descansa en Ra. Es Ra que descansa en Osiris>>. Así, se integran en un único ser la energía de la vida y la potencia de la fuerza creadora propia de Ra, con las nociones ctónicas y con la oscuridad de la ultratumba vinculadas a Osiris. Pero también gracias a la fusión se puede entrever que en el fondo ambas deidades comparten facetas de una misma naturaleza[5], pues ambas aluden a la regeneración y a la capacidad de alcanzar la existencia eterna: el astro desaparece y se esconde en las profundidades de occidente, muriendo todas las noches para volver regenerado en cada amanecer; Osiris, el Señor del Más Allá, también muere para regresar a una existencia eterna, luminosa y profundamente renovada. De modo que la fusión de Ra y Osiris consigue formular un profundo y elevado concepto de totalidad[6], armonizando lo solar y lo oscuro, lo terrenal y lo subterráneo, el principio y el fin, la vida y la muerte… Ideas que, a su vez, quedan implícitas en las propias figuras de Isis y Neftis; deidades alusivas a los principios contrapuestos de maternidad e infertilidad[7], nacimiento y fallecimiento, vida y putrefacción. La presencia de las diosas, por tanto, insiste en la naturaleza compleja del dios momificado, subrayando y magnificando el trasfondo de su personalidad profundamente dual.

El aspecto de la deidad sincrética se complementa con una elegante peluca tripartita cuyos mechones quedan rematados con elementos ornamentales de color amarillo dorado. A ello sumar un amplio y colorista collar, así como una cinta anudada de tono rojizo que rompe con el blanco impoluto de la mortaja[8]. El momificado Ra, además, se sitúa sobre una especie de pequeño pedestal sobre el que frecuentemente la iconografía egipcia muestra a diversas deidades (muy frecuentemente a Ptah, Min, Amón… al propio Osiris). Dicho pedestal es el signo maa-, elemento ensalzador y especialmente relacionado con divinidades como Maat.


 
 Fig. 5. Isis portando su corona tradicional y el tocado khat. Detalle de la imagen en Egipto. El mundo de los faraones (Ed. SCHULZ R., SIEGEL, M.), p. 246.

En la dirección de la mirada del dios carnero se encuentra Isis, que porta como corona el trono y el resto de los signos jeroglíficos que sirven para escribir su nombre. La ornamentación de la cabeza se complementa con un tocado blanco denominado khat[9], ajustado a la cabeza mediante una cinta (Fig. 5). La tela sobrante del khat cae por la espalda de la diosa y se ornamenta por unas rayas horizontales y verticales, realzando su remate inferior con un borde negro.

También Isis luce un collar amplio y colorista, a lo que hay que sumar tobilleras, pulseras y brazaletes. No obstante, en su atuendo destaca especialmente el vestido largo y estrecho, sostenido por tirantes que enmarcan un amplio escote que deja el pecho al descubierto. La sobriedad se suaviza con el detalle de una cinta que da la vuelta a la cintura de la diosa y se remata con un nudo, dejando caer los largos extremos hasta la altura de las rodillas. Ciertamente la moda en boga en esta época, caracterizada por lo vaporoso, los suntuosos plisados y las transparencias,  contrasta con la austeridad de este tipo de vestidos estrechos y ajustados, atemporales en la moda egipcia y que fueron la tradicional vestimenta de las diosas. Y tras la diosa, una columna de signos alusivos a la protección, la vida, la estabilidad, la fuerza, el bienestar…

 
 Fig. 6. Neftis portando su corona tradicional y el tocado khat. Detalle de la imagen en Egipto. El mundo de los faraones (Ed. SCHULZ R., SIEGEL, M.), p. 246.




 Neftis, situada a la espalda del momificado Ra, se identifica claramente por su corona. Al igual que en la representación de su hermana gemela, también ella porta un tocado khat, pero, en esta ocasión, el extremo que cae por la espalda resulta menos llamativo y hasta menos voluminoso, ni siquiera existe la misma gama de líneas verticales y horizontales que ornamentan el tocado de Isis e incluso no ha sido representada la línea negra como remate del extremo (Fig. 6). En la tarea de intentar encontrar diferencias entre ambas, también resulta remarcable que Neftis carezca de la presencia de líneas que remarquen la zona de la papada, rasgo característico en las representaciones de Nefertari en su tumba (Fig. 7) y extensible a diversas divinidades femeninas, generalmente de naturaleza hathórica, con las que la reina guardaba estrechísimos vínculos[10]. Por lo demás, la apariencia de Neftis es idéntica a la de su hermana, así como el gesto afectuoso y solemne.  La escena queda delimitada en la parte inferior por un sencillo zócalo. A la derecha, muy cerca del vano que da acceso a la sala, un gran signo uas-

se presenta como soporte de un elemento alargado que no es otra cosa que el signo del cielo y que delimita la imagen en la parte superior, bordeando el firmamento estrellado plasmado en el techo de la tumba. Al otro lado, la imagen queda delimitada por una línea vertical amarilla. Y más a la izquierda se representó a la reina Nefertari, ricamente ataviada, extendiendo sus alabanzas al toro, los remos y las Siete Vacas Hathor (Fig. 4 y 8).

Además de lo dicho, cabe decir que la escena contiene sutilezas plásticas basadas en compensaciones y contrastes cromáticos; también se juega con la reiteración de ciertos detalles con lo que se consigue un ritmo visual sorprendente. A ello sumar que el estuco sobre el que se realizaron estas pinturas no es completamente plano, sino que tiene un leve tratamiento modelado que realza lo representado[11].


 Fig. 8. Detalle de la escena del Capítulo 148 del Libro de los Muertos en la tumba de Nefertari. Imagen en SILIOTTI, A., El Valle de los Reyes y los templos y necrópolis de Tebas, Barcelona, 1997, p. 88.

 En lo relativo a la interpretación de la imagen, ciertamente no es una tarea fácil, precisamente por la condensación narrativa que implican cada uno de los personajes y el contexto en el que se integran. La imagen de Ra, profundamente unido a Osiris, expresa la victoria de Nefertari en su camino hacia la eternidad. Se trata de una imagen alusiva a la transfiguración que conduce del mundo osiríaco al mundo solar, es decir, se narra el episodio culminante en el periplo de la reina en su retorno a la existencia y en su capacidad de emerger como el sol a la luz de un nuevo día.

Pero a nivel compositivo en esta escena se utilizaron unos recursos que considero intensifican sustancialmente la capacidad metafórica y referencial. Hay una serie de matices que creo no deben ser obviados, precisamente por tratarse de un ámbito tan profundamente solemne y crucial en el destino de Nefertari. Por ejemplo, no debe estar libre de significado la expresiva mirada que el dios carnero dirige a Isis, ya que indica la existencia de un vínculo muy especial entre ambas divinidades. Aunque el gesto de las diosas sea fundamentalmente el mismo, debido a su posición, la mano izquierda de Neftis descansa en la parte posterior de la cabeza de Ra. La complicidad entre el dios e Isis, frente a frente mientras ella acaricia su cara, resulta claramente más intensa. El carnero, que ocupa el centro de una escena de estructura simétrica, es decir, el lugar que lo identifica como máximo protagonista y eje de la acción, hace que con su actitud también Isis ascienda en protagonismo. En definitiva, Osiris que descansa en Ra mira a quien según la mitología era su abnegada esposa y a quien con la fuerza de la magia había conseguido devolverle la vida.


Fig. 9. Localización de Isis en primer plano. Detalle de la imagen en Egipto. El mundo de los faraones (Ed. SCHULZ R., SIEGEL, M.), p. 246.


Pero la relevancia de Isis en la escena todavía se subrayó más con otros elementos. Hemos visto que el tocado khat  de esta diosa era más llamativo que el de su hermana, a ello sumar que tras Isis existe una columna de signos que conforman una fórmula tradicional que no existe tras Neftis. Es más, la composición se fuerza suavemente para conseguir situar a Isis en un primer plano, lo que se aprecia en los pies de la diosa que se anteponen al maa-. Esta superposición volumétrica sitúa a Isis por delante del propio sol momificado (Fig. 9): aunque Ra momiforme es el eje central, Isis ocupa el primer plano. Hay, por tanto, diversos medios expresivos que hacen patente la intencionalidad de destacar a la diosa, pero es un objetivo que se consigue con suaves matices. Pero ¿qué puede significar que se destaque a Isis?

Tal vez las respuestas se encuentren sutilmente expresadas en las líneas que subrayan la papada de la diosa, como plasmando alguna arruga o pliegues en el cuello, un elemento que identifica a la propia Nefertari y a algunas de las deidades con las que su naturaleza divinizada entró en confusión. Es muy factible que en esta escena que representa a través del sol osirizado el culmen de la exitosa transfiguración de la reina, Isis y Nefertari también establecieran unos estrechos vínculos y una profunda simbiosis. Un sincretismo que otorga notoriedad a la reinas pero que se muestra sin exageraciones, pues a pesar de lo atrevido se impone la reverencia a la tradición[12].

Puede que al igual que Osiris se hace Ra; también Isis se hiciera Nefertari. El juego de fusión y confusión de identidades es ciertamente un elemento presente en el conjunto de la tumba de esta reina, como también es una noción intensamente plasmada en el templo que Ramsés II construyó para esta mujer en los confines de Egipto. Una mujer que como Hathor era la esposa de Horus. Como Isis era la esposa de Osiris. Como Nefertari era la amada de Ra.


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[1] Sobre  el descubrimiento de la sepultura de Nefertari y su sobre descubridor ver A.M. DONADONI, Ernesto Schiaparelli e la Valle delle Regine en el catálogo de la exposición Nefertari. Luce d' Egitto, Roma, 1994, pp. 55-68.
[2]Ver un resumen de los trabajos realizados por The Getty Conservation Institute y el Servicio de Antigüedades de Egipto en P. MORA, L. SBORDONI MORA, Il programma di conservazione della tomba di Nefertari, Op.Cit., pp. 91-107. También J. K. McDONALD, The Conservation of the Wall Paintings, en The Tomb of Nefertari: Conservation of the Wall Painting, Santa Mónica, California, 1992, pp. 12-35.
[3] Ver el texto de dicho cap&iacute;tulo en P. BARGUET, <em>Le Livre des Morts des anciens egyptien</em>s, Par&iacute;s, 1967, pp. 207-208.
[4] Aunque prestaremos especial atención a la escena formada por el dios carnero y las dos diosas (Fig. 1), no hay que olvidar que aislamos un elemento que forma parte de una gran conjunto, lo que provoca una desnaturalización. Para conseguir una adecuada lectura de la escena intentaré paliar los efectos de la necesaria amputación. No hay que olvidar que la riqueza de las pinturas de Nefertari únicamente alcanzan su auténtica dimensión atendiendo al amplio contexto en el que se integran y siendo conscientes de que el circuito de la tumba se diseñó con un efecto de carácter envolvente, secuenciado y conformando un espacio narrativo y plástico global. Resulta evidente, no obstante, que realizar un análisis completo de la iconografía de la tumba de Nefertari supera con creces la naturaleza y objetivos del presente artículo.
[5] El propio Osiris llegó a ser considerado como una manifestación nocturna del astro benefactor, acompañando a Khepri como sol de la mañana, a Ra como el sol en la plenitud del mediodía y a Atúm como el astro en su ocaso. Ver por ejemplo las cuatro barcas que recorren el cuerpo de la diosa Nut, acogiendo las cuatro formas del sol (Khepri, Ra, Atum y Osiris) en el sarcófago CG 6153 conservado en el Museo de El Cairo o en A. NIWINSKI, Catalogue General of Egyptian Antiquities of the Cairo Museum, Numbers 6069-6082. The Second Find of Deir el-Bahari (Coffins), Second Volume, First Fascicule, El Cairo, 1999, vol. II, p. 98. Fig. 132.
[6] La fusión de divinidades de naturaleza divergente o complementaria es un fenómeno habitual en la mitología egipcia (Horus-Set, Amón-Ra, Amón-Min…), consiguiéndose así una formulación de la noción de totalidad mediante la integración de contrarios.
[7] El paredro por antonomasia de Neftis fue Set. Debido a la unión estéril con este dios, Neftis era denominada "Dama sin vagina". No obstante, Neftis llegó a ser capaz de gestar a un hijo de Osiris, naciendo Anubis como fruto de la adultera relación. Aunque hay versiones mitológicas que asignan otros padres a Anubis, lo cierto es que el fruto del vientre de Neftis es un dios relacionado con la muerte y la ultratumba; muy dispar  por su naturaleza con Horus, el hijo de Isis.
[8] Este elemento anudado es frecuente en las representaciones de divinidades momiformes. En la propia tumba de Nefertari, el dios Osiris se le representa con la cinta enrollada a la cintura y anudada. Los largos extremos de estas cintas resultan más largos de lo habitual y, de hecho, es una elemento idéntico a la cinta que lucen ajustadas a la cintura las deidades femeninas. Puede que la cinta de Osiris en la tumba de Nefertari, como la del dios carnero momificado de esta escena, impliquen una cierta noción de feminidad, pues, en definitiva, la reina para su paso al Más Allá se estaba trasfigurando y uniéndose al dios.
[9] El origen del uso de este tocado, que recoge el pelo como en una bolsa de tela, parece asociarse a diversas tareas en el cultivo del campo y aparece especialmente en el marco de escenas como las de aventar el trigo. No obstante, la utilización del khat se hace extensible a la realización de otros trabajos que podían ensuciar el cabello. También especialmente a partir de la Dinastía XVIII, cobra especial relevancia como tocado asociado a la monarquía, a la familia real y a las divinidades. Por su utilidad originaria y por su habitual color blanco, se trataba de un elemento que aludía metafóricamente a la pureza. Ver en A. HOPE, Autres couronnes royales et divines egyptiennes, Edmonton, 2005, pp. 23- 56.
[10] También aparecen con papada personajes como los jóvenes sacerdotes que portan pieles de felino y representados en los pilares de la cámara funeraria: Iunmufet y Hornedjitef.
[11] Esa textura, desgraciadamente, resulta difícilmente perceptible en las fotografías.
[12] Otras representaciones de Isis en la tumba de Nefertari, donde podría ser factible una fusión de identidades, también mantienen este elemento en el cuello. Ver por ejemplo la imagen de Isis representada sobre el signo del oro en el corredor descendiente  que da acceso a la cámara funeraria.