jueves, 5 de enero de 2012

ASTROLOGIA ESOTÉRICA - ASTRONOMÍA OCULTA - William Frederick Allan



Alan Leo, cuyo nombre y apellidos eran en realidad William Frederick Allan, Es consideradocomo el padre de la moderna astrología. Fundó la Logia Astrológica de la Sociedad Teosófica en 1915.Inspiró el renacimiento de la Astrología en Francia y Alemania.Leo escribió treinta libros sobre Astrología acentuando el enfoque del desarrollo humano a diferencia de los acontecimientos. Algunos que destacamos son “Astrología para todos”, “el Arte de la Síntesis”, “El Horóscopo Progresado” y " Astrología Esotérica”.




ASTRONOMÍA OCULTA
Ninguna pluma, ni siquiera la del ángel registrador, puede describir toda la esencia de la verdad, a menos que el hombre encuentre su respuesta en el santuario de su propio corazón, en lo más pro fundo de su divina intuición.
                                                                                                                                          Doctrina Secreta.


Los astrólogos hablan de la influencia planetaria con un grado de confianza que a veces resulta algo molesto para los que no abordan el tema a lo largo de líneas místicas u ocultas de estudio, sino que están más familiarizados con los métodos de la ciencia concreta, por un lado, o con los de la utilidad práctica ordinaria, por otro lado. Al final, cuando nuestros conocimientos sobre el tema sean completos, veremos que todos estos métodos de considerar la Astrología se funden en uno solo. El hombre de acción encontrará que le es de valor práctico en la vida cotidiana, el estudioso comprenderá que es una ciencia tan definida como cualquier otra y que forma un capítulo de un grandioso y vasto esquema de filosofía, mientras que el místico descubrirá que su valor religioso es trascendente y sublime, porque forma parte de uno de los siete métodos de abordar las cosas espirituales.

Sin embargo, en la actualidad, sólo estamos en el alfabeto de la ciencia, tantos son los capítulos que aún hay que aprender, y no siempre resulta fácil explicar lo no descubierto en términos de lo familiar, trazar un mapa del cielo como si se tratase de un suburbio de Londres.

La "telegrafía sin hilos" mediante la cual los cuerpos celestes influyen sobre el hombre puede considerarse desde varios puntos de vista: como un sistema de vibraciones, cada una de ellas de su género y cada una transportando algún tipo peculiar de energía capaz de producir su efecto en nosotros; como un método mediante el cual la vitalidad especializada de un planeta es irradiada hacia todos los otros, para ser utilizada por ellos y por sus habitantes según su capacidad para recibirla, y como un esquema por el cual el tipo de consciencia que evoluciona en relación con cada cuerpo celeste envía a todos los otros dentro del Sistema Solar su poder de voluntad, su pensamiento y su sentimiento para ser utilizados por todos, a cambio de lo que recibe de ellos.

Sea cual fuere el punto de vista que adoptemos, cualquier influencia que llega hasta nosotros y hasta nuestra Tierra sólo nos llega a través del Zodiaco, que modifica y adapta todo cuanto pasa a través de él. La forma primaria e inmodificada de la energía planetaria jamás la experimentamos, sino únicamente aquella clase de energía mezclada y compuesta que resulta de su adaptación a las condiciones especiales de los signos del Zodíaco y del aura de la Tierra.

Por ejemplo, nunca recibimos la influencia de, digamos, Júpiter solo, porque siempre llega mezclada con la del signo zodiacal en el que está colocada en cualquier horóscopo dado. En realidad, la complejidad es aún mayor que esto, porque, como sabe cualquier astrólogo, los aspectos de otros planetas ejercen un poderoso efecto modificador sobre cualquier cuerpo celeste. Júpiter en oposición a Saturno no es en modo alguno como Júpiter en trino con Marte, los acontecimientos que ocasiona y el tipo de carácter que revela son completamente diferentes en los dos casos, y viendo que un planeta está con frecuencia en aspecto con media docena de otros en un horóscopo, y que cada uno de ellos es modificado por el signo a través del cual su influencia se transmite a la Tierra, la complejidad resultante es mayor de lo que generalmente se comprende o de lo que algunos estudiantes estarían dispuestos a admitir. La mayor aproximación a la simplicidad es cuando el planeta está libre de aspectos, lo cual ocurre raramente, y aún así, tampoco se observa una simplicidad completa o lo que pudiera llamarse un aislamiento atómico.

Los resultados de estas combinaciones de influencias parecen ser más análogas a los compuestos químicos que a las simples mezclas. El agua está formada por la combinación química de gases de Hidrógeno y Oxígeno, pero el agua posee propiedades que no manifiestan ninguno de sus constituyentes por separado. O también podemos utilizar la analogía de la armonía musical. Cuando dos notas, Do y Sol, suenan juntas, oímos algo más que el sonido de Do añadido al sonido de Sol, también oímos aquella clase especial de
armonía característica del intervalo musical llamado quinta, y es fácil observar que si una persona jamás hubiese oído notas salvo en combinación, su estimación del valor de cualquier nota sola tomada por separado podría ser muy inexacta.

Esta es; sin embargo, la situación de todo astrólogo; él nunca experimenta la influencia de un planeta excepto en combinación con la de su signo. Esta es ciertamente la causa de muchos de los errores que se han cometido al atribuir poderes y características a los signos y a los planetas. Cada estudiante aborda el tema desde el punto de vista primariamente de su propio horóscopo con sus intrincaciones y complejidades especiales, y secundariamente desde el punto de vista de unos cuantos horóscopos de personas a las que conoce bien, y así tenemos el espectáculo de investigadores que sustentan opiniones completamente diferentes sobre algunos temas. Uno considerará a Neptuno como un planeta maléfico, otro como benéfico.
Uno considera a Saturno como el tipo del sacerdote y otro como el del hombre de Estado. A uno le parece que Libra es un signo de aislamiento e independencia y a otro que implica unión y dependencia mutua. Estas y otras opiniones divergentes se sostienen realmente y se expresan en la actualidad.

Gran parte de lo mismo le sucede a una persona que empieza a tener la facultad de clarividencia: percibe los colores áuricos de los otros solamente a través de los matices modificantes de su propia aura y es probable que les atribuya características que realmente pertenecen a ella misma o que han sido alteradas por haber sido vistas a través de los colores especiales que rodean a dicha persona misma. En la práctica, el astrólogo intenta superar la dificultad extendiendo su experiencia y tomando el promedio de un gran número de observaciones. Es verdad que Marte elevándose en Aries no dará el mismo tipo de personalidad que Marte elevándose en Tauro y ambos se diferenciarán algo del mismo planeta elevándose en Géminis; pero, de cualquier forma, Marte entra en cada una de estas combinaciones, y si es posible abstraerlo de la influencia de los signos sucesivos, el tipo debido al planeta permanecerá y será el mismo en cada caso. El ocultista clarividente nos dice que las ilusiones existentes en un plano no pueden superarse completamente hasta que la consciencia pueda elevarse a un plano superior y contemplar desde allí los planos inferiores, que las infinitas complejidades e intrincaciones del plano astral, por ejemplo, sólo pueden verse en sus verdaderas proporciones mediante una visión perteneciente al siguiente plano más allá; y que la verdad acerca de la personalidad, su formación, disolución y carrera en los diversos mundos a los que pertenece no puede comprenderse plenamente hasta que la consciencia pueda elevarse por encima de la personalidad en su conjunto. De un modo parecido, la influencia de Júpiter jamás puede ser percibida claramente por un astrólogo que está sujeto a las condiciones perturbadoras y distorsionadoras inevitables para uno que vive en esta Tierra. Incluso la Tierra misma no es vista en la relación correcta con sus globos compañeros hasta que se trascienden las limitaciones de la Tierra y lo que podría denominarse la personalidad de la Tierra. El Zodíaco no puede comprenderse hasta que se ha desarrollado un grado de consciencia que permite explorar el círculo de la necesidad desde arriba y más allá de él. La cadena de globos en conexión con la cual evolucionamos y de la que nuestra Tierra forma parte no se ve realmente hasta que se alcanza un grado de
evolución suficiente para llevar el alma más allá de aquel plano al que pertenece el más elevado de ellos, cuando se verán en sus relaciones correctas y se comprenderá la verdadera función de cada uno.

Puede tomarse como un amplio principio general el de que cualquier plano superior o mundo representa una unidad relativa cuando se compara con su inmediato inferior, lo cual es una
multiplicidad relativa. Comprender es reunir fragmentos esparcidos de sentido o ideas relativamente aisladas y descubrir lo que tienen en común, la unidad que subyace a todas ellas. La unidad representa el plano o mundo o punto de vista superior y la multiplicidad el plano inferior. La última palabra de los misterios de nuestro Sistema Solar, desde el punto de vista del astrólogo o de cualquier otro, no puede entenderse hasta que se alcanza en la consciencia la unidad final del sistema, y ésta es la razón de que se haga resaltar el punto de vista místico de las cosas y la metafísica como medio de complementar y unificar lo que de otro modo serían leyes y experiencias esparcidas y sin coordinar. La ciencia constituye su propia justificación para la existencia y no tiene necesidad de defensa, pero no puede alcanzar su plenitud hasta que el alma haya aprendido a trasponer el umbral del mundo fenoménico exterior para entrar en el mundo interior que lo trasciende.

Una consciencia, una vida, una energía, penetra todo el Sistema Solar, concretamente el del gran Ser que lo formó en el principio y que sigue sosteniéndolo, el Logos Solar. Toda forma de energía que fluye a través de la materia de los diversos planos del sistema se deriva directamente de El, Su vitalidad irradiada del Sol anima los cuerpos de todos los seres vivientes, y todo modo de consciencia, humano o de otra clase, se origina en El.

El es la unidad subyacente que trasciende y sintetiza la vasta multiplicidad de todo el sistema, tanto en términos de consciencia como en los de fuerza o de materia.

Cualquier unidad, tanto material como espiritual, durante la manifestación como existencia aparte, debe exhibir necesariamente tres aspectos. En primer lugar, actúa sobre lo que la rodea, es positiva con respecto a ello, efectúa cambios dentro de ello; en segundo lugar, lo que la rodea actúa sobre ella, es negativa con respecto a ello, responde a ello en términos de estímulos recibidos desde fuera, y en tercer lugar, coordina y equilibra estos dos aspectos en un medio neutral entre los dos extremos. De manera parecida, el Logos Solar durante su manifestación muestra los tres aspectos o "Personas" de la divina Trinidad, llamadas los tres Logoi. Entrando en la manifestación desde la desconocida oscuridad de más allá, El es una unidad trascendente, pero exhibe tres aspectos durante la vida del Sistema Solar. El Tercer Logos moldea la materia del futuro sistema, lo configura en átomos, de los que hay siete tipos adecuados para actuar como vehículos para siete clases diferentes de consciencia y dispuestos en siete grandes planos de los que el físico es el más bajo. El principio fundamental es aquí la separación o creación. El Segundo Logos desarrolla vehículos, cuerpos, de varios grados animados por la vida y movidos por la consciencia, y el principio fundamental es aquí armonía, equilibrio, la reunión de átomos esparcidos y vidas separadas. Finalmente, el Primer Logos desarrolla el Ego dentro de los vehículos, confiere aquella clase de auto-consciencia que, empezando en la separación y aislamiento dentro de sus propios vehículos, termina en la comprensión de la verdadera unidad de todo. Las tres cuadruplicidades de los signos zodiacales ilustran a grandes rasgos estos tres modos sublimes en los que El se manifiesta por doquier: los signos Mutables o Rajásicos que corresponden al Tercer Logos, los Comunes o Sáttvicos al Segundo Logos y los Fijos o Tamásicos al Primer Logos.

No debemos cometer el error de suponer que estos signos sean realmente los tres Logoi, porque esto no puede decirse ni de los signos ni de los planetas, pero dado que la energía, vida y consciencia divinas están difundidas universalmente a través de la materia en cada plano, es lícito buscar la realidad subyacente en medio de la diversidad superficial.