domingo, 8 de enero de 2012

Algunas reflexiones sobre la clausura de los templos durante el periodo amárnico - Francisco Javier Gómez Torres






Akhenatón

¿Decretó Akhenatón clausurar los templos de Egipto? y, más aún, ¿debido a su política supuestamente
monoteísta? Cyril Aldred dice: Akhenaton…. abolió los dioses, derribó sus imágenes, abandonó sus
moradas…[1] y sólo hubiese faltado decir que decretó clausurar los templos.

¿Debió ocurrir esto realmente? Al menos que yo sepa, no se ha descubierto ni un solo documento o evidencia epigráfica que lo afirme explícitamente. Sólo la ausencia de los dioses tradicionales (así como la persecución del teónimo “Amón”, “Mut” y otros[2]), alguna referencia sobre iconografía divina en relación con la nueva «enseñanza» del rey, etc., pero sobre todo – sin duda el epicentro de donde debe arrancar esta posible suposición – un párrafo de la inscripción de la “Estela de la Restauración” del reinado de Tutankhamon, promulgada desde Menfis[3] y usurpada posteriormente por el faraón Horemheb, que hace referencia a una época inmediatamente anterior, coincidente precisamente con el final del reinado de Akhenaton; dice así:


Él ha hecho que todo lo que estaba destruido floreciera como un monumento para los tiempos de la Eternidad; él ha expulsado el engaño de las Dos Tierras. La justicia se ha asentado y ella [ha hecho que] lo falso sea la abominación del país [como en sus primeros tiempos].

Ahora, cuando Su Majestad apareció como rey, los templos de los dioses y de las diosas, desde Elefantina [hasta] los pantanos del delta habían caído en ruina. Sus santuarios estaban destrozados y se habían convertido en campos que producían hierbajos; sus capillas parecían que nunca habían existido y sus salas servían de caminos para viandantes. El país estaba revuelto y los dioses le habían vuelto la espalda. Si se mandaba <una misión> a Djahi para extender las fronteras de Egipto, ningún éxito venía <de ello>. Si se rogaba a un dios que mandara un designio, nunca llegaba [en absoluto]. Sus corazones estaban airados. Ellos destruían lo que habían hecho. 


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Además, Su Majestad hizo monumentos para los dioses, <erigiendo> sus estatuas de auténtico oro fino, el mejor de las tie­rras extranjeras, construyendo sus santuarios de nuevo como monumentos para todos los tiempos de la Eternidad, estable­cidos con propiedades eternas, fijando para ellos ofrendas di­vinas como una observancia diaria regular, y abasteciendo sus ofrendas de comida sobre la tierra. Aventajó lo que había sido hecho anteriormente, fue más allá de lo que <se había hecho> desde el tiempo de sus antepasados. Instaló en su cargo de sacerdotes uab y profetas a los hijos de los nobles de sus ciu­dades, hijos de personajes conocidos, cuyo propio nombre es conocido. Ha aumentado sus <propiedades> con oro, plata, bronce y cobre, sin límite en ningún aspecto. Ha llenado sus casas de trabajo con esclavos y esclavas, con tributos de par­te de Su Majestad. Todas [las propiedades] de los templos fue­ron dobladas, triplicadas y cuadruplicadas en plata, [oro], la­pislázuli, turquesa y toda [clase de] piedra preciosa, lino real, lino blanco, lino fino, aceite de oliva, goma, manteca, <...>, in­cienso ihemet, mirra, sin límite <de ninguna cosa buena>. Su Majestad –¡Vida, Prosperidad, Salud!– ha construido sus barcas fluviales con nuevo cedro de las Terrazas, [con ma­dera] selecta de Negau, trabajada con oro, el mejor de las tie­rras extranjeras. Hicieron iluminar el río.


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Su Majestad –¡Vida, Prosperidad, Salud!– ha consagrado esclavos y esclavas, mujeres cantantes y danzarinas, que son siervas de palacio. Sus salarios son confiados al <...> del palacio real del señor de las Dos Tierras. Yo procuro que ellos sean eximidos y protegidos por mis padres, todos los dioses, por un deseo de satisfacerles doy lo que sus kau desean, así podrán proteger [a Egipto].
Los corazones de los dioses y de las diosas que están en esta tierra están contentos. Los dueños de los altares están regoci­jados; las regiones están de júbilo y con alegría. ……[4]


El engaño al que hace referencia, se trataría sin duda de una calificación al gobierno de Akhenaton. El texto obviamente está redactado en clave hiperbólica, típica de la política propagandística del estado faraónico. La frase «construyendo sus santuarios de nuevo como monumentos para todos los tiempos de la Eternidad» parecería sugerir como si los templos hubiesen sido derribados durante el periodo precedente y ahora fuesen reconstruidos. Seguimos con el tono hiperbólico; más bien se debió tratar de rehabilitarlos de nuevo. Sin embargo, el epíteto asociado al nombre del rey en uno de los sellos hallados en su tumba: «Nebkheprura [Tutankhamón], que pasa su vida moldeando imágenes de los dioses….»[5] podría sugerir una acción iconoclasta por parte de la política amárnica, lo que podría alentar la teoría monoteísta; incluso en algunos fragmentos de un discurso de Akhenaton en Karnak, reconstruidos por Donald Redford y el Akhenaten Temple Project, parece denotarse cierta manía del rey por la iconografía de los dioses (ídolos-estatua)[6].

Ni que decir tiene que poca o ninguna responsabilidad se le podría adjudicar al joven Tutankhamon, menor de edad, siendo otros lo que habrían decidido y redactado esa inscripción a nombre del faraón; de hecho, no habla el propio Tutankhamon en primera persona, salvo en alguna excepción.

Se deja patente precisamente todo lo contrario a lo que debió ser la política de Akhenaton. Él arruinó económicamente los templos; ahora son enriquecidos. Se ignoró a los dioses; ahora se les adula y presta una atención enfáticamente ostentosa. Los dioses estaban enojados y habían dado la espalda a Egipto; ahora, sus corazones están contentos y llenos de júbilo[7], y así se logrará su favor y bendición para el país. Los sacerdotes – sin el menor escrúpulo del faraón – se vieron abocados a abandonar los templos y sus cargos; ahora son restituidos en ellos. Como dice Graciela N. Gestoso, egiptóloga argentina especialista en el-Amarna: Estos datos prueban el restablecimiento por parte de Tutankhamon de las “viejas familias sacerdotales” desplazadas por Akhenaton[8].

De este documento epigráfico lo que se deduce es que los templos estaban hechos un fiasco, cerrados, en ruinas, sin mantenimiento, dejados de la mano de Dios. Con esta panorámica, la interpretación consecuente resultaba inevitablemente tentadora para los egiptólogos defensores de la teoría monoteísta – sobre todo los de la generación antigua, seguidora de Petrie: el faraón Akhenaton fue un monoteísta tan radical que rechazó a los dioses como inexistentes, ordenó demoler sus estatuas divinas y clausurar sus templos.

Graciela N. Gestoso, perteneciente a la moderna escuela anti-tradicionalista de Amarna[9], hace el siguiente análisis: En la “estela de restauración de Tutankhamon”, uno de los documentos de época posterior de que disponemos para conocer las con­diciones internas impuestas por Akhenaton, se afirma que durante el reinado de Akhenaton los templos de Egipto habían caído en abandono (16), sus santuarios se habían convertido en ruinas cubiertas por maleza y sus salas se habían transformado en lugares de paso (17). Esto demuestra que los templos como centros religiosos no sólo estaban cerrados sino que no había personal para su mantenimiento[10].

El sentido interpretado de “cerrados”, para ser más explícito, debería entenderse – en mi opinión – no exactamente como una acción deliberadamente intencionada de lograr ese fin (como hubiese sido un decreto real), sino más bien como una posible decisión inevitable de los propios sacerdotes de cerrar sus templos, antes de abandonarlos.

Lo que únicamente se puede deducir, en un sentido rigurosamente estricto y a ciencia cierta, es que los templos estaban cerrados o – mejor, para no inducir a mala interpretación – abandonados, como una fábrica que deja de funcionar y se cierra, paralizados, sin actividad de ninguna clase, ni cultual ni económica; y que no había personal ni religioso ni administrativo para su mantenimiento; unos templos, pues, sin funcionar y sin sacerdotes, es lo que realmente se contempla, sin que ello conlleve implícito como causa un decreto real de clausura.

¿Cómo se debió llegar en realidad a esta situación?

Los templos egipcios – así como en otras antiguas naciones, como Summer, en Mesopotamia – no sólo eran centros religiosos sino también centros económicos de primer orden, en los cuales trabajaba gran parte de la población; de hecho, se podría decir que eran los pilares básicos que sustentaban la maquinaria de la economía nacional. W. Edgerton afirma, además, que durante la XVIII Dinastía, en general, los templos de los dioses fueron considerados como departamentos de la administración real; los sacerdotes, así como otros funcionarios del templo, eran en verdad tan agentes y funcionarios del Faraón como los recaudadores de impuestos o los oficiales del ejército[11].

Continúa diciendo que durante el reinado de Akhenaton, probablemente, no sólo el ganado o los bienes de los templos, en general, sino también sus propios servidores y artesanos fueron arbitrariamente tomados por los funcionarios del rey y llevados por períodos indefinidos quizá a las zonas más distantes de su lugar original para realizar trabajos relacionados con la agricultura, ganadería, servicio militar o la construcción de nuevas instalaciones religiosas y de carácter económico dedicadas al dios Aton[12].

Leprohon, por su parte, dice: ¿Cuánto daño habrá hecho esta desviación de recursos a la economía nacional? ¿Cerró realmente Akhenaton los templos en todo Egipto, alterando así el empleo local? Está claro que los templos previamente men­cionados y recientemente inaugurados para Aton habrán incorporado mucha de la mano de obra arrebatada a los viejos cultos[13] (traducción de Graciela N. Gestoso).

Aldred sostiene que las tierras de los templos divinos fueron reasignadas a los santuarios de Aton a lo largo de Egipto; también afirma que parte de las tierras confiscadas a los templos llegaron a ser propiedad de la Corona, administra­das por los altos funcionarios del rey, y que la mayor parte de las rentas de ellas fueron usadas para las construcciones en Amarna y para el uso del rey y de su corte, más que para el culto a Aton[14]. Estos bienes habrían sido administrados por funcionarios del ejército, que cayeron en la co­rrupción y el abuso – hecho mencionado en el “edicto de Horemheb” – como también por fun­cionarios del gobierno central[15].

Los bienes de los templos dedicados a los dioses – que garantizaban, en algunos de manera ostentosamente lucrativa para sus miembros dirigentes, el mantenimiento de su personal sacerdotal, funcionarial y servil, el cual se encargaba de su actividad religiosa, administrativa y laboral – se volcaron al nuevo culto y a la nueva capital, especialmente los de Amon[16]; en el año 6 del reinado de Akhenaton, algunos de los dominios de Amón proveían de vino al templo de Aton en El-Amarna[17].

La excesiva centralización de los patrimonios divinos – que eran en conjunto la mayor parte de la economía nacional – en el Tesoro Real[18], incrementaron considerablemente las rentas disponibles y la capacidad económica del rey para ayudar a costear su ambiciosa política arquitectónica[19] de construir una nueva ciudad moderna y templos a Aton en la mayor parte de las ciudades egipcias[20]: Tebas / Karnak (el Gempaaton[21], el Rud-menu y el Teni-menu[22]), Menfis, Heliópolis, Athribis, Illahun, Asiut, Tod, Medamud, Armant, Amada, Selebi y Sedeinga – estas tres últimas en Nubia – y hasta en un emplazamiento de Siria[23].

Hay que recordar que ya durante el reinado de su padre Amenhotep III se construyó, con un especial gusto por lo colosal, más que en ningún otro reinado, incluido el del gran Ramsés II[24], el cual se caracterizó por ser un gran faraón constructor que dejó obras arquitectónicas por todo el país (si bien, en no pocas ocasiones, mediante usurpaciones). Se debió de llegar a una situación extrema en que el Tesoro de la Casa Real no daba abasto.

Presedo opina que la necesidad de construir una ciudad entera tuvo que movilizar grandes masas de obreros y de recursos económicos[25], y cita: Según la inscripción, un tanto exageradamente, se dice que fueron movilizados todos los obreros desde Elefantina hasta el Delta y los jefes del ejército para tallar piedra con el fin de construir en Karnak el gran santuario (consagrado al nuevo dios Aton)[26]; y Cyril Aldred dice: Parece evidente que el ejército estaba siendo utilizado como trabajadores en muchos de los trabajos de construcción, ya que los soldados eran representados profusamente en algunos talalat, colocando en su lugar los bloques de piedra[27].

La política religiosa de Akhenaton debió de escandalizar a la alta sociedad tradicional, responsable del país, no tanto por su orientación teológica (de cariz henoteísta-exclusivista), sino por menospreciar e ignorar a los grandes dioses tradicionales del Estado. Todo esto provocaría un gran y furioso descontento no sólo del “alto clero tradicional”, las viejas familias de sacerdotes, particularmente de la orden de Amón[28], sino también de la “vieja nobleza cortesana”, es decir, las antiguas familias de funcionarios, desplazadas por la nueva burocracia, posiblemente gran parte de ella de origen humilde[29], que impuso Akhenaton y con la que se rodeó en la Corte. Con sus reacciones opositoras contra el gobierno de Akhenaton, achacarían los problemas socio-económicos, así como todos los del país[30], a la política religiosa del rey con la que había provocado la ira de los dioses y que éstos dieran la espalda a Egipto (como reza la “Estela de la Restauración”[31]); sin la protección divina, caería la maat, lo que significaba el caos, y el país se hundiría en la crisis más absoluta.

En consecuencia, Akhenaton, igual que hizo con todo alto funcionario de la “vieja nobleza cortesana” que se le oponía (sustituida por la susodicha nueva burocracia), también debió desplazar de sus cargos a muchos altos sacerdotes que le obstaculizaban su camino; así se explica que en la “Estela de la Restauración” de Tutankhamon se prometa restablecer sus cargos y bienes a las tradicionales familias de sacerdotes y funcionarios[32].

E. Hornung dice: Durante la decisiva fase inicial de la revolución, en el cuarto año del reinado (1361 a. C.), el sumo sacerdote del dios más importante hasta entonces, Amón, es enviado literalmente «al desierto» en una expedición a las canteras, y con ello, es mantenido alejado de los sucesos en la capital. Mientras tanto, Amón ha sido sustituido a la cabeza del panteón por Atón, …[33] Ch. Jacq nos provee su nombre: En el año 4 del reinado, el rey Amenofis IV encarga a Mai, el gran sacerdote de Amón, que dirija una expedición a las canteras del Uadi Hammamat para extraer de ellas un bloque en el que se esculpirá una estatua real, …[34]

Sin fiarnos excesivamente de la “Estela de la Restauración”, pues en las inscripciones reales en general se tiende a hiperbolizar desmesuradamente la política del Faraón, seguramente no todos los templos estarían sin funcionar en la época postamárnica inmediata; Akhenaton, en su política expropiadora y confiscatoria de bienes eclesiásticos, debió de cebarse básicamente con los templos más ricos, aquéllos que poseían grandes dominios patrimoniales, exprimiéndolos hasta su ruina económica, mientras los templos pequeños[35] – con rentas más modestas – quizás sobreviviesen intactos y todavía activos con posterioridad a la caída de su reinado. Recordemos que la reforma teológica de Akhenaton no se metió con la religión popular[36] ni los cultos locales y – como dice Cyril Aldred – los artesanos, trabajadores y pueblo común parecía seguir apegados a sus antiguos dioses y supersticiones[37].

Al principio del reinado de Akhenaton, los templos continuarían con su actividad religiosa ancestral y en ellos los sacerdotes celebrarían el culto diario a los dioses egipcios en nombre del faraón[38], el cual iniciaba una extraña y preocupante política religiosa que – en una primera fase – sólo daba acceso en la religión oficial a los dioses solares[39], eliminando del panteón a los que tradicionalmente habían estado vinculados al protocolo religioso del Estado. Posteriormente, cuando empezó a resentirse el Tesoro Real con la ambiciosa gestión de su gobierno, Akhenaton fue confiscando poco a poco, según las exigentes necesidades de su política económica y arquitectónica, los bienes de los templos más poderosos, provocando una gran alarma entre el alto clero y otros sectores de la alta sociedad tradicional. Al final de su reinado, los grandes centros templarios del país acabaron sucumbiendo en el colapso económico[40] al que les había condenado Akhenaton, que – en consecuencia – dejaron de funcionar y sus altos sacerdotes decidirían cerrar y buscarse la vida en otra parte, y con ello se dio como resultado final una desarticulación mortal a la economía nacional; sobrevivirían quizás aquellos santuarios cuyos limitados patrimonios pasaron desinteresados de ser explotados por la insaciable economía del rey, mientras éste extremaba su política religiosa exclusivizando su henoteísmo hasta el punto de no permitir en el solio del culto estatal otro dios que Aton.

En mi opinión, no fue pues la reforma religiosa de Akhenaton la que provocó la caída de los templos divinos por decreto real de clausura, impulsada por su – malinterpretada – teología monoteísta, sino la ambiciosa y abusiva política económico-arquitectónica del rey[41].

Con frecuencia, la Historia moderna califica a Akhenatón de “hereje”, un concepto más vinculado a las percepciones interpretativas modernas de los egiptólogos que a una verosímil acusación de los propios antiguos egipcios contemporáneos. Quizás un calificativo más acorde a su mentalidad religiosa con el que se pudiera haber acusado entonces (el alto clero tradicional y la vieja nobleza funcionarial) a este faraón hubiese sido algo semejante a “blasfemia”, por ser su política religiosa como un insulto a los dioses, al pecar ésta de olvidarse en gran parte de las deidades nacionales tradicionales y provocar que, enojados, los dios diesen la espalda a Egipto[42], algo terrible que la clase dirigente temía, pues supondría la caída de “maat”, o sea el caos, lo que equivalía a la ruina del país, como así de hecho fue[43], y NO de herejía[44], ya que la religión del antiguo Egipto no era dogmática.

Una denominación posterior a su tiempo – como, por ej., la hallada en la tumba de Mose[45], contemporáneo del reinado de Ramsés II[46] – que se utilizó para referirse a él y calificarle, fue la de pA_xrw_n_Ax.t-Itn o “pa-kheru-en-Akhetaton”, que se traduciría como “el kheru de Akhetaton”. El problema viene con la traducción de la palabra kheru. Gardiner tradujo esa expresión como «el enemigo de Akhetaton» y, desde entonces, son muchos los egiptólogos que han dado esa traducción por correcta[47]. Otros registran «el criminal de Akhetaton»[48]. Otra más, «el hereje de Akhetaton» (de donde kheru = hereje), parece resultar una traducción descabellada y aventuradamente libre y muy acorde e influenciada por el pensamiento de los egiptólogos defensores de la interpretación monoteísta, como acabamos de ver. En la introducción de un libro de Samson, Dr. Harry S. Smith, profesor de egiptología del University College de Londres, traducía la expresión como «el caído de Akhetaton»[49], quizás la versión más correcta. La palabra kheru parece significar literalmente “caído”; aunque al hablar de los enemigos de Egipto muertos en el campo de batalla, se decía que habían caído, la palabra misma – que se deriva del ver­bo “caer (al suelo)” – significa “caído”; hasta la pequeña figura de una persona caída que viene después de la palabra kheru como taxograma, confir­ma el sentido de “caído”[50]. Y, muy significativamente, ninguna connotación teológica en esta alusión condenatoria.

P. S. – Para un análisis completo del significado de esta expresión, dirigirse al diccionario de Dr. Hannig, profesor de Egiptología de la Philipps-Universität, en Marburg (Alemania): pA-xrw n Ax.t-itn = “der Verbrecher (= criminal, delicuente) / Ketzer (= hereje) von Amarna”; xrw = “Feind” (= enemigo, adversario), “Verbrecher”[51].


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[1] “Akhenaton, Faraón de Egipto” Cyril Aldred (1989), p. 254.
[2] “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 205.
[3] “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 243.
[4] “El Egipto faraónico” Federico Lara Peinado, Colección: La Historia en sus textos (1991), p. 141-143.
[5] “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 245.
[6] “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 186-187.
[7] “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 245.
[8] “La política exterior egipcia en la época de El Amarna” Graciela N. Gestoso, Buenos Aires (1992), p. 15.
[9] El modelo de análisis adoptado para el desarrollo del presente trabajo intenta superar las posturas tradicionales y analizar la religión de El Amarna ……  “Atonismo e Imperialismo” Graciela N. Gestoso Singer, en Davar Logos 1, 2 (2002), p. 165.
[10] “La política exterior egipcia en la época de El Amarna” Graciela N. Gestoso, Buenos Aires (1992), p. 14.
[11] “The government and the governed in the Egyptian Empire” William F. Edgerton, Journal of Near Eastern Studies 6, no. 3 (1947), pp. 152-160.; Para ver más sobre la función económica de los templos “The role of the temple in the Egyptian economy during the New Kingdom” Jack Janssen (1979), en State and temple economy in the Ancient Near East. E. Lipinski, Vol. II, pp. 505-515.
[12] “The government and the governed in the Egyptian Empire” William F. Edgerton, Journal of Near Eastern Studies 6, no. 3 (1947), pp. 152-160.;También “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 159.
[13] “The reign of Akhenaten seen through the later royal decrees” Ronald J. Leprohon, Mélanges Gamal Eddin Mokhtar, IFAO, Le Caire (1985), p. 96.;
[14] “Akhenaten: Pharaoh of Egypt - A new study” Cyril Aldred (McGraw, 1968), p. 194. “The Cambridge Ancient History” Cyril Aldred, (1973) Vol. II, Part 2, Ch. XIX, p. 52-53.
[15] “Akhenaten: Pharaoh of Egypt - A new study” Cyril Aldred (McGraw, 1968), p. 194.
[16] “La política exterior egipcia en la época de El Amarna” Graciela N. Gestoso, Buenos Aires (1992), p. 14.
[17] “The reign of Akhenaten seen through the later royal decrees” Ronald J. Leprohon, Mélanges Gamal Eddin Mokhtar, IFAO, Le Caire (1985), p. 96, nº 24.
[18] “El Egipto Faraónico” Juan José Castillos (1996), p. 198.
[19] “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 122.
[20] “Historia del Mundo Antiguo – Oriente: Egipto durante el Imperio Nuevo” Francisco José Presedo Velo, AKAL n. 6 (1989), p. 30.
[21] “Akhenaton, Faraón de Egipto” Cyril Aldred (1989), p. 265.
[22] “Akhenaton, Faraón de Egipto” Cyril Aldred (1989), p. 268. “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 125-126.
[23] “Nefertiti y Akhenaton. La pareja solar” Chritian Jacq (1992), p. 111 y 190 (nota nº 24). Ver también “Akhenaton, Faraón de Egipto” Cyril Aldred (1989), p. 278, y “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 126.
[24] “Amen-hotep III. El esplendor de Egipto” Fco. J. Martín Valentín (1998), p. 235 y 236.
[25] “Historia del Mundo Antiguo – Oriente: Egipto durante el Imperio Nuevo” Francisco José Presedo Velo, AKAL n. 6 (1989), p. 31.
[26] “Historia del Mundo Antiguo – Oriente: Egipto durante el Imperio Nuevo” Francisco José Presedo Velo, AKAL n. 6 (1989), p. 30.
[27] “Akhenaton, Faraón de Egipto” Cyril Aldred (1989), p. 278. “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 155.
[28] “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 151.
[29] El funcionario Maya dice: Soy un hombre de bajo origen por parte de padre y madre, pero el gobernante (o sea Akhenaton) me estableció. “Texts from the Time of Akhenaton” Maj Sandman (1938), Bibliotheca Aegyptiaca 8, p. 61, 1. 12. Ver también “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 151.
[30] Si se mandaba <una misión> a Djahi para extender las fronteras de Egipto, ningún éxito venía <de ello>.Si se rogaba a un dios que mandara un designio, nunca llegaba [en absoluto] porque los dioses estaban airados y habían dado la espalda al país. “El Egipto faraónico” Federico Lara Peinado, Colección: La Historia en sus textos (1991), p. 142.
[31] “El Egipto faraónico” Federico Lara Peinado, Colección: La Historia en sus textos (1991), p. 142. El templo de Tutankhamon en Faras se llama «Aquel que deja satisfechos a los dioses» (“El Uno y los Múltiples. Concepciones egipcias de la Divinidad” Erik Hornung, 1999, p. 229), en clara alusión al joven faraón, ya que restituyó y reabrió de nuevo los templos, erigió nuevas estatuas para los dioses y restituyó a los antiguos sacerdotes.
[32] “La política exterior egipcia en la época de El Amarna” Graciela N. Gestoso, Buenos Aires (1992), p. 13, 14 y 15.
[33] “El Uno y los Múltiples. Concepciones egipcias de la Divinidad” Erik Hornung, 1999, p. 224-225. Ver también “Akhenaton, Faraón de Egipto” Cyril Aldred (1989), p. 266.
[34] “Nefertiti y Akhenaton. La pareja solar” Chritian Jacq (1992), p. 46.
[35] Templos pequeños de dioses menores y muy locales.
[36] “Nefertiti y Akhenaton. La pareja solar” Chritian Jacq (1992), p. 99.
[37] “Akhenaton, Faraón de Egipto” Cyril Aldred (1989), p. 254. También “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 186 y 194.
[38] “The government and the governed in the Egyptian Empire” William F. Edgerton, Journal of Near Eastern Studies 6, no. 3 (1947), pp. 152-160.
[39] Aton, Ra, Horakhti y Shu. “El Uno y los Múltiples. Concepciones egipcias de la Divinidad” Erik Hornung (1999), p. 225. “Gran Diccionario de Mitología Egipcia” Elisa Castel (2001), p. 77 y 264.
[40] Según Graciela N. Gestoso, la evidencia textual prueba que aun durante el año 12 del reinado de Akhenaton seguían existiendo – y por tanto funcionando – templos y culto a otros dioses como Amón, Horus, Mut, Ra, Ptah, etc. “Atonismo e Imperialismo” Graciela N. Gestoso Singer, en Davar Logos 1, 2 (2002), pp. 168-170.
[41] Para una visión completa de la reforma de Akhenaton y sus consecuencias socio-económicas, véase “La Economía del estado egipcio y su repercusión social durante el reinado de Akhenaton” Graciela N. Gestoso, en Stylos IV (1995), pp. 35-56.
[42] Otra traducción los dioses estaban ignorando a esta tierra. “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 243.
[43] “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 179 y 206-207.
[44] “El Falso Profeta de Egipto: Akhenaton” Nicholas Reeves (2002), p. 242.
[45] “The Memphite Tomb-Chapel of Mose” G. A.  Gaballa (1977), pl. Ixiii.
[46] “Moisés, faraón de Egipto” Ahmed Osman (1991), p. 238-239 y 110.
[47] “Moisés, faraón de Egipto” Ahmed Osman (1991), p. 176.
[48] “El Egipto Faraónico” Juan José Castillos (1996), p. 198.
[49] “Amarna: City of Akhenaten and Nefertiti” Julie Samson (1978), p. 1.
[50] “Moisés, faraón de Egipto” Ahmed Osman (1991), p. 176.
[51] Para un análisis del significado de esta expresión, ver “Die Sprache der Pharaonen: Grosses Handwörterbuch Ägyptisch-Deutsch (2800 - 950 v. Chr.)” Rainer Hannig (2º ed., 1997), p. 612.



Fuente: AE - Francisco Javier Gómez Torres