En
los inicios de la historia egipcia sólo algunos animales con características
especiales fueron considerados sagrados, siendo ellos la reminiscencia del
animal sagrado de cada localidad en la prehistoria. En el Reino Nuevo el culto a
un animal específico se establece plenamente, resultando que en el período de la
decadencia todos los animales de esa especie fueron considerados sagrados. Es en
la Época Saíta y después de ella, que la veneración masiva de los animales se
generalizó, aún a pesar de que con anterioridad o en algunas épocas, ocuparon un
lugar opaco dentro de la religión oficial. Sin embargo el pueblo se identificó
de tal manera con ellos que finalmente los animales más importantes tuvieron un
lugar predominante en el ceremonial oficial.
En este culto, del cual quedan
antiguos testimonios, los dirigentes del rito se volcaban sobre un solo
individuo de la especie, al cual escogían, con sumo cuidado de acuerdo a normas
perfectamente establecidas.
De
los animales sagrados, además de los predominantes toros, contamos con una larga
lista.
Colocados mas o menos en orden de importancia tenemos en primer lugar: El
Carnero, símbolo de poder y fertilidad. Se le adoró en Mendes, Heracleópolis,
Tebas, Esna y en Elefantina. Representó al dios Amón y en otras ocasiones a
Jnum.
La
Vaca, animal sagrado de Hathor y de Isis. Hubo varias vacas sagradas, como las
de Hathor que eran llamadas vacas Zentel y la vaca Hesat que era la madre de
Anubis y de Apis, y que entre sus funciones tenía la de amamantar al faraón
cuando niño. La vaca salvaje era considerada la madre del faraón, ya que él era
comparado con el toro salvaje. La vaca estuvo conectada con el cielo y con el
otro mundo, siendo símbolo de la esperanza en la otra vida, incluso las camas en
donde se colocaban los muertos y los sarcófagos mismos, tenían formas o pinturas
con representación bovina, lo que significaba que el muerto podría renacer de la
matriz de la vaca. Su lugar de culto y entierro fue especialmente Dendera, pero
también se encontraron tumbas de vacas divinas, madres de los toros divinos,
cerca de las tumbas de sus hijos.
El
cocodrilo, animal representante del dios Sobek. Adorado en Kom-Ombo, en Tebas y
en el Faiyum en donde incluso la ciudad llevó el nombre de Crocodilópolis,
ciudad sagrada. Morir en sus fauces era considerado un honor. Se le alimentaba
con miel y carne, la cual se le ponía directamente en las fauces. En Tebas se le
adornaba con aretes en los orificios auditivos y argollas de oro en las patas.
Sin embargo en otras regiones como Elefantina, no sólo no era sagrado, sino que
se le cazaba y se le consumía como alimento. Se han encontrado dos importantes
cementerios de cocodrilos, el Sucheión en donde se enterraban los cocodrilos
sagrados que vivían en el templo y otro en Tebtinis, al sur del Faiyum. En este
sitio no se han encontrado ni estelas ni tumbas elaboradas, simplemente una
cavidad en la arena; sin embargo los cocodrilos están momificados de manera muy
elaborada y están dispuestos por familias, en cada hoyo hay un padre, una madre
y alrededor de seis hijos, también hay huevos.
El
ibis fue una de las aves más sagradas para los egipcios, sin embargo debía tener características especiales como el cuello sin plumas y de color negro opaco, las
patas grises con matices azulados y el cuerpo blanco, con plumas negro-azul en
la cola. Estaba consagrado a Tot y al morir se le momificaba con todo cuidado y
se introducía en cántaros de barro. De todo Egipto llevaban los ibis muertos
para colocarlos en los lugares sagrados, como la importante necrópolis de
Saqqara y la de Hermópolis, en donde se descubrió un laberinto subterráneo
cavado en la roca, a 34 metros de profundidad, en el cual se contaron cuatro mil
urnas para los ibis, además de la sala para el embalsamamiento y un altar, en
donde se encontraron tres esculturas de madera dorada de dos ibis y un babuino,
además de infinidad de estatuillas pequeñas.
El
halcón, un animal importantísimo desde épocas prehistóricas, estuvo ligado al
dios Horus. Se le adoró especialmente en Edfú y Hieraconópolis, en donde incluso
se le coronaba en ceremonias especiales, las cuales se llevaban a cabo una vez
al año. Lo colocaban, al morir, en cajas de bronce rectangulares o en forma de
halcón y en tinajas de las cuales se han encontrado gran cantidad. Sin embargo
Horus fue siempre y esencialmente un animal real, íntimamente ligado a la
realeza.
La
cobra y las serpientes en general fueron símbolos de resurrección y de nueva
vida y estaban ligadas a los mitos solares del tránsito del sol por el cielo y
el inframundo. La más importante fue sin duda, la cobra, símbolo del ureo,
emblema y protector de la realeza. También fue protectora del Bajo Egipto. Se le
adoraba especialmente en Buto y se le ponía, ya muerta, en cajas de bronce o
madera, trabajadas con relieves representando a la serpiente, a veces con cabeza
humana con la doble corona y el ureo.
El
gato fue un animal sumamente popular, cuya fama ha trascendido y llegado incluso
hasta la época actual. Era muy apreciado por el pueblo ya que el gato lo
liberaba de alimañas peligrosas.
Representó a la diosa Bastet, quien simbolizaba
el benéfico calor del sol. Si alguien infringía algun daño a uno de estos
animales lo pagaba caro. Una gran necrópolis fue encontrada en Saqqara, aunque
su centro de culto más importante fue Bubastis, en el delta. A esta ciudad
acudían gran cantidad de egipcios cada año, en una gran peregrinación, para
rendirle homenaje a Bastet. En egipcio se le llamaba miw.
El
babuino fue teofanía, lo mismo que el ibis, de Tot. Estos animales fueron
considerados sagrados pues suponían que sus gritos al amanecer, eran un homenaje
a la salida del sol, Ra. Se han descubierto muchos ejemplares momificados cerca
de Tebas, en Saqqara y en la necrópolis de Tuna el Gebel en donde se encontró un
sarcófago de babuino de la época de Darío I, el rey persa.
Los
peces, a los cuales se les momificó en gran cantidad, fueron colocados en cajas
de madera o de bronce. Sobresalió el pez oxirinco el cual, en su centro de
culto, Oxirinco en el delta, fue ampliamente venerado. Se le consideraba
relicario viviente, ya que este pez, según la leyenda, se había comido el
miembro viril del dios Osiris. Sin embargo en otros sitios era denigrado,
precisamente por el mismo hecho.
El
león fue teofanía o divina manifestación de Ra, de Horus y de Aker. Era popular
como guardián del paso del sol y garante del orden cósmico. Se le admiró por su
fuerza, energía y coraje. Sus centros de culto fueron Leontópolis y sobre todo
Xois, ambos en el delta. En el primero, sede del dios Aker, un león vivo era
mostrado a los extranjeros en los salones del palacio como símbolo de la fuerza
del faraón.
Varios
dioses tenían forma de león, como Sejmet y Tefnut. Se le representó sobre todo
en las esfinges, las cuales eran leones echados que cuando tenían cabeza humana
representaban al faraón como el sol o a Harmajis, Sol del Horizonte; pero cuando
tenían cabeza de carnero eran la imagen de Amón-Ra. Se colocaban generalmente
flanqueando los dromos que iban hacia los templos o frente a las tumbas, ya que
se afirmaba que con su mirada penetrante vigilaban sin cesar, el día y la noche.
Había también esfinges votivas con la cabeza del rey o de alguna princesa y se
colocaban en los santuarios. Eran, como la de Guiza, el rey difunto vigilando en
las tinieblas, aguardando el nacimiento de Harmajis, el sol de la mañana.
Otros
animales, tambien sagrados, pero de menor importancia o tal vez de menor
reconocimiento general son los siguientes:
El
Buitre que fue la teofanía de Nejbet, guardián y protector del Alto Egipto y que
a pesar de no ser adorado en templos específicos, permaneció, al igual que el
ureo, como símbolo de la realeza y de una de las dos partes integrantes de
Egipto. También representó a la diosa Mut.
La
garza fue identificada con el pájaro legendario Bennu, relacionado algunas veces
en la actualidad, con el ave Fénix. Fue la encarnación del sol y vivía en el
árbol sagrado Persea en Heliópolis.
El
ganso fue el animal sagrado de Amón y de Geb. Raramente se le divinizó.
El
avestruz, cuyos huevos sin romper, se conservaban en los templos y en las tumbas
de la historia temprana de Egipto, significaban el nacimiento del mundo. Eran
bellamente decorados con motivos simbólicos. Las plumas de avestruz eran símbolo
de justicia y equidad, pues al tener todas el mismo tamaño no daban pie a
diferencias. Maat, diosa de la Justicia, las lleva en la cabeza y se hacían
mosqueadores con ellas para el rey y los altos funcionarios.
El
icneumón o mangosta que fue adorado en los templos como teofanía de Atum. Se le
enterraba también en cajas de bronce con su forma.
La
rana fue símbolo de fertilidad y resurrección, además de miembro importante de
la Ogdóada de Hermópolis. Se le colocaba en cajas de bronce.
El
escorpión, es muy raro encontrarlo momificado, sin embargo hay algunos
ejemplares colocados en cajas rectangulares que tienen el nombre de Isis-Serket,
diosa en cuya cabeza se representó este animal y que ayudaba a Isis en sus
funciones.
La
abeja también fue símbolo del Alto Egipto y su nombre formaba parte del nombre
del rey, junto con el de Nejbet el buitre.
El
escarabajo, llamado Jepri, fue la teofanía de Ra, en su advocación de sol
naciente, el sol del amanecer. Son raros los ejemplares momificados, pero los
que hay se colocaban en cajitas de madera o piedra, alguno con un pequeño
relieve de escarabajo en la tapa.
El
hipopótamo cuya ambivalencia es curiosa, pues por un lado, como manifestación de
Set, fue denigrado; lo mismo que como el terrorífico animal del inframundo,
combinación de cocodrilo, hipopótamo y león y encargado de destruir a los
hombres que no pasaban la prueba Del Pesado del Corazón (psicostasia), en el
juicio después de la muerte. Pero por otro lado, fue adorado como teofanía de la
diosa Tauret, ya que era una de las diosas, que a nivel popular, tuvo mucho
arraigo por ser protectora del hogar y de las parturientas.
De
mucha menor importancia fueron la liebre, el cerdo y el oryx, aunque si ocuparon
un lugar como animales reconocidos como sagrados. En cambio el asno, la tortuga,
el murciélago y en algunos casos el cerdo, eran símbolo de la oscuridad y del
mal, eran intocables.
En
los palacios y templos los animales fueron representados como parte substancial
de la vida diaria, como en el Ramesseum, templo funerario de Ramses II, de la
Dinastía XIX, en donde vemos, en una sala importante adosada a la biblioteca,
las pinturas que representan al dios Amón y a la diosa Mut y a su alrededor, en
innumerables recintos, pinturas con magníficas imágenes de todos los animales
vivientes adorados en Egipto. Los animales y los objetos fueron parte integrante
de la vida terrenal y espiritual de los egipcios. Los acompañaron y protegieron
en la vida y los acompañaron y protegieron en la muerte. El hombre, con ellos,
formó un todo inseparable y en total concordancia y armonía con la
naturaleza.
Fuente: Adriana Manrique Madrid