viernes, 15 de julio de 2011

NICOLÁS MAQUIAVELO

Nicolás Maquiavelo




" Los hombres son tan simples y unidos a la necesidad, que siempre el que quiera engañar encontrará a quien le permita ser engañado" .


NICOLÁS MAQUIAVELO
Florencia 1469 - Florencia 1527


Niccoló Maquiavelli pertenece, como muchos otros personajes de la historia, al Renacimiento europeo y está impregnado de su espíritu y cultura. La frase que aparece como subtítulo es, en realidad, como un compendio de toda su doctrina ya que, parece que nunca fue escrita por él. De esa frase nacen términos como “maquiavelismo” y “maquiavélico”  que hoy día se utilizan para expresar comportamientos basados en el cálculo refinado de todas las situaciones y de todos los medios de que se dispone para tomar decisiones, casi siempre de forma inteligente, interesada a veces, intencionada, rebuscada, con pocos escrúpulos y recorriendo caminos muy distintos para conseguir la finalidad buscada, utilizando la mentira, el disimulo y también, por qué no, la verdad total o la verdad a medias.


Nacido en el seno de una familia noble pero de pocos recursos, su ascensión en la política se produce de manera lenta pero gradual aunque nunca llegó a desempeñar cargos de gobierno directo, si bien los trabajos encomendados fueron siempre de suma responsabilidad. Era un hombre dotado de una inteligencia superior a la mayor parte de sus contemporáneos, poco preocupado por las cosas religiosas, la vida eterna, el pecado,  fascinado por las cosas y los hombres con grandeza de espíritu, irreverente y dotado de un humor fino y agudo que utiliza tanto para discutir con sus oponentes como para quitarle importancia a sus problemas, nunca escasos ni sin importancia. Bastante culto,  ha leído y estudiado a los antiguos, tanto griegos como romanos,  de los cuales están impregnados muchos de sus escritos, estableciendo continuas comparaciones entre lo que ellos habían enseñado y su paralelismo con las situaciones  que tuvo que vivir en su amadísima República de Florencia.


Su padre, Bernardo Nicoló Bonisegno, fue doctor en leyes aunque, quizá por sus escasos medios de fortuna, nunca sacó provecho de este título contrariamente a la mayoría de los abogados y notarios contemporáneos suyos. En Florencia la formación académica, las buenas amistades y una confortable situación económica, eran los únicos medios para progresar en la vida pública y aumentar sus bienes y propiedades. Nuestro Maquiavelo disponía de las dos primeras pero nunca alcanzó la tercera. Enamorado de los libros, con mil sacrificios consiguió reunir en su casa una estimable biblioteca en la que Nicoló (el nombre que en Toscaza se daba a los Nicola del resto de Italia) aprendió mucho sobre la historia antigua y la de su propia patria. Su madre se llamaba Bartolomea de Nelly que tuvo cinco hijos, incluido Nicolás. Se lleva muy bien con su padre con el que mantiene constante correspondencia lo que tamben hizo con alguno de sus hijos. Ambos eran alegres, fáciles en hacer amistades, bromear y dar muestra de su ingenio rápido y agudo que se demuestra en la siguiente anécdota: al morir su padre en el 1500, el cura que lo enterraba le dijo que algunas familias habían enterrado en el panteón de la familia Maquiavelo, de forma clandestina, a algunos de sus deudos, a lo que Nicolás contestó, “dejadlos que lo hagan porque mi padre era amigo de la conversación y cuantos más andan a entretenerlo, tanto más placer tendrá”.


La Italia en la que nace y vive Maquiavelo es un mosaico de pequeños Estados, con bastante poder y autonomía, un poco al estilo de las antiguas polis griegas, o sea, una ciudad – estado que domina un amplio territorio en el que existen otras ciudades que viven de ella y que la sirven con sus productos, sus soldados y sus políticos. Conseguir el apoyo de estas ciudades supone un alto nivel de corrupción y nepotismo, asegurando la riqueza de los que la sirven. Naturalmente entre ellas existen rivalidades y, también incluso, contra la ciudad que gobierna al resto de ellas. Las principales ciudades de este tipo son  auténticos Estados o Repúblicas y las principales en la península italiana a principios del S. XVI son, Milán, Génova, Venecia y Florencia. También Roma era una de esas ciudades pero, al mismo tiempo, era  la capital de los Estados Pontificios y la cabeza de la Iglesia Universal, y el Papa tenía un gran poder tanto en cuanto jefe de la Iglesia Universal, como gobernador de un Estado con ejército importante.  Al sur se encuentra Nápoles, unida desde antiguo a la Corona de Aragón, junto con las islas de Sicilia y Cerdeña. A la República de Venecia pertenecen las ciudades de Módena, Mantua y Ferrara. A Roma las de San Marino, Perugia y Bolonia. A la de Génova la isla de Córcega. A Milan, Pravia, Plasencia, Parma y Cremona. A Florencia, Pisa, Siena, Livorno, Arezzo y Pistoia, Eran, por tanto, ricas y poderosas y solían estar gobernados, bien como Estados o como Repúblicas por hombres de la alta nobleza, pertenecientes a familias poderosas que, que en muchas ocasiones, se perpetúan en el gobierno por el sistema de heredar el cargo: los Médicis, los Sforza, etc.


Maquiavelo es nombrado secretario del Gobierno de la Republica, cargo que equivale a nuestros diplomáticos, que le obliga a mantener constantes contactos  con personas de gran poder; reyes, (los de Francia y España) los sucesivos papas, no tanto en cuanto autoridad eclesiástica sino en cuanto gobernadores de los Estados Pontificios, presidentes y gobernadores de las Repúblicas vecinas, ministros de todos ellos. Fruto de estas relaciones  destaca una especial amistad con los Borgia (sobre todo con César), papas y gobernantes aunque, seguramente, su amistad más duradera e intensa fué con los gobernantes de Florencia; Soderinni el Confaloniero (Presidente de los Diez) de la ciudad durante la mitad de su vida pública y Giucciarddinni con cargo similar en la segunda mitad de la misma. En César Borgia admiró su determinación, su arrojo, y, por que no decirlo,  su crueldad hasta que cayó en desgracia a los ojos del Cardenal de San Pietro in Vincol, Guilano de la Rovere, luego papa con el nombre de Julio II que lo hizo detener en Ostia.


Todo esto le hace tener una visión muy amplia de los resortes del alma humana, especialmente de los que detentan el poder al observar con suma atención sus aciertos y sus errores. La mayor parte de sus escritos están basados en estas experiencias presentados en forma de informes de sus trabajos por encargo por los gobernantes de Florencia y algunas otras personalidades más.


Esta República pasa la mayor parte de su historia en continuas luchas, tanto defensivas como ofensivas, con más reveses que éxitos por lo que para Nicoló suponen una gran prioridad los temas militares  y la necesidad de tener un ejército propio y profesional. Pero la ciudad era poco propensa a dar los ducados necesarios para mantenerlo porque pensaban que era un dinero perdido que nunca volvía a sus arcas; eran muy ricos prohombres porque  la República misma, era muy rica. Cree que los ejércitos mercenarios no son buenos porque no suelen ser fieles a quienes les contratan y porque, en caso, de retrasos en los pagos, se pasaban con facilidad a otros jefes. Por eso admira a los ejércitos de Francia, España, Alemania y al de César Borgia.

Está claro que para los florentinos, disponer de un bien equiparado y bien pagado cuerpo armado en épocas de paz, era un gran despilfarro ya que podrían emplear esos dineros en actividades mucho más fructíferas que aquellas: los soldados cobran pero no devuelven nada.  Cortedad de miras de los ciudadanos y de sus gobernadores, al no darse cuenta de que las pérdidas sufridas en ciudades, hombres y saqueos, son infinitamente mayores que al coste de un ejército permanente. Alrededor del año 1500, Florencia está gobernada por el Confalonieri Pier Soderini (presidente de los Diez) que, en muchas ocasiones, está de acuerdo con Nicoló. 


Se ha de tener en cuenta que las Repúblicas de Italia tienen una escasa justicia para con los habitantes de sus ciudades que, por ello, recelan mucho del poder fuertemente centralizado por lo que cada vez que se les pide algo a favor de “su” país, piensan que les van a subir los impuestos o que negarse, acarrearía para ellos grandes males. Nicolás alcanza, en Florencia, el cargo de Segundo Jefe de la Cancillería y Secretario de los Diez de la Libertad y de la Paz. Sus misiones son, generalmente, de tipo militar y político lo que supone, en realidad, ser embajador de la República.


Una de las primeras de estas misiones fue la de la reconquista de Pisa perdida durante la invasión de Carlos VII de Francia al que se la entregó Pedro de Médicis, junto a las fortalezas de Livorno, Sarzana, Sarzanello, Pitresanta y Ripafrata. Carlos prometió devolver la ciudad en cuanto hubiera concluido la conquista de Nápoles, pero no lo cumplió, por lo que Maquiavelo propone a los Diez, como única alternativa, la del uso de la fuerza. En consecuencia se contrata una tropa, puesta al mando del romano Paolo Vitalli, pero este, una vez roto un buen trozo de la muralla, no ordena el asalto y, sin hacer caso a los florentinos, deja pasar los días hasta, diezmado su ejército por la peste, decide levantar el campo. Dada la tradicional enemistad existente entre las distintas Repúblicas italianas ¿no se pudo encontrar un jefe florentino para la liberación de Pisa?. Seguramente si que lo había, pero se hizo lo menos conveniente y los florentinos, decepcionados y enfadados, prendieron a Vitelli, le torturaron y en un juicio sumario fue condenado a muerte y decapitado en 1499. Todo esto fue vivido y presenciado por Maquiavelo. El juicio dividió a los que le juzgaban en dos tendencias; una la que defendía que había que dejar de lado las leyes y hacer solamente aquello que beneficiase al Estado, la otra la de los que mantenían que la justicia ha de ser siempre respetada. Prevaleció la primera y Maquiavelo asistió a todos los debates; parece muy posible, que él fuera partidario de la segunda de estas tendencias.


A continuación de esto, los Diez le envían a Lyon, corte de Luis XII en ese momento, a fin de conseguir la liberación de Pisa pero nada pudo conseguir ya que el rey francés exigía que Florencia le devolviera 38.000 florines que le debían los florentinos. Era el año 1500. Al año siguiente Nicoló se casa con Marietta Cosini a la que, dado su permanente atracción hacia las mujeres, engañó en bastantes ocasiones, cosa que siempre le perdonó su mujer pidiéndole, en cambio, que no dedicara tanto tiempo a la República y un poco más a ella. Para nuestro hombre no fue Marietta un gran amor, ni siquiera el gran amor.


En otra misión en la que debía evitar que Pistoia cayera en manos enemigas, conoce a César Borgia, Conde Vallentino y comandante de las fuerzas invasoras. La descripción que de él hace su compañero de misión, Francesco Soderini (aunque parece que la mano que la escribió fue la de Maquiavelo) era la siguiente: “este Señor es muy espléndido y tan animoso con las armas que no hay otro tan grande que le parezca pequeño y, para tener gloria y poder, nunca desmaya….. se hace querer por sus soldados, ha acaparado a los mejores hombres de Italia….. lo que le hace ser victorioso y formidable, a lo que hay que añadir una perpetua fortuna”. Por algo era el hijo del Papa y Nicoló tiene la misión de pactar con él. Las circunstancias hacen que se enfrente, en un principio, a este hombre, maestro del disimulo, experto en el uso de las armas y de la palabra, un observador de la política capaz de razonar sobre las causas y consecuencias, que sabía leer detrás de las máscaras humanas y comprender la verdad de las cosas por un gesto mínimo o por una palabra o frase. De esta capacidad de observación de su contrincante se produce uno de sus escritos; “Modo que tuvo el Duque (Valentino) para matar a Vitellozo, Oliverotto de Termo, al Señor Paolo y al duque de Gravina-Orsinia en Seniglia”.  Esta matanza se llevó a cabo con un veneno retardado, arma predilecta de los Borgia. 


En su obra, “El Príncipe” explica las razones (a las autoridades de Florencia) de su admiración por este dechado de virtudes: “reunidas ya por tanto todas las acciones del Duque, no sabría reprochárselas; es más, me parece oportuno, como he hecho, ponerlo como modelo a imitar…..porque él, teniendo grande  el ánimo y elevadas intenciones de espíritu no podría obrar de otra manera ….. Por tanto quién considere necesario, en su nuevo principado, protegerse de los enemigos y ganar amigos ….. no pueden hallar más claros ejemplos que las acciones de él.”Es evidente que la opinión que le merece César a Maquiavelo, difiere bastante de la que la historia le concede.


En 1502, para atajar los males de Florencia (el poco tiempo que tenían para ejercer sus cargos las altas autoridades de la ciudad, sin tiempo para poner en marcha sus proyectos y la injusticia con la que se somete a la población) los florentinos crean el puesto de Confalonieri o supremo magistrado, al que Maquiavelo tendrá que rendir muchos de sus informes. El primer nombrado, a perpetuidad, fue Pier Soderini que estimaba mucho a nuestro personaje que, por supuesto, queda encantado con el nombramiento e institución, aunque sigue pensando que falta un verdadero ejército, dado que los florentinos siguen prefiriendo la protección de un rey fuerte (el  francés), que tener que sostener un ejército propio. Maquiavelo contesta a sus conciudadanos que deberían haber comprendido que solamente se puede contar con su protección si se hacen respetar y si están en condiciones de no dejarse avasallar.


En 1503, en un momento en que los florentinos sospechan que los venecianos tratan de expandir sus territorios a sus expensas, bajo los auspicios del Papa Julio II (el que hizo encarcelar a César Borgia), encargan a Maquiavelo que trate de convencerle para que apoyara a Florencia en lugar de a Venecia. ¡Ay, las eternas rivalidades entre vecinos!. Se entrevista con el Cardenal de Ruan y se queja a los Diez por no disponer de un ejército profesional. Por fin es Soderini quién le concede la oportunidad de crear una armada. La idea que de esta tiene Nicoló es la de que no debería reunirse más de diez o dieciséis veces al año y, que el resto del tiempo, pudiera hacer lo que quisiera, debía ser fiel única y exclusivamente a la República de Florencia y no a cualquier persona. Los florentinos continuaban escépticos a este respecto; por un lado pensaban que el jefe de la milicia podía convertirse en un tirano y, por otro, porque supondría un gasto para ellos sin que a cambio les proporcionara ninguna seguridad contra los abusos de los señores locales. A pesar de esto, cuando el 15 de febrero de 1506, hace desfilar ordenadamente a 400 campesinos (reclutados por él) uniformados y armados, el pueblo los aclamó.


De su misión cerca de Julio II salen algunas ideas que luego aparecerán en “El Príncipe” sobre el tema de los “principados eclesiásticos”, regidos por el papa o por altos prelados. Dice Maquiavelo que esos principados están sostenidos por las órdenes militares (¿?) independientemente de cómo se comporten los que los gobiernan; sus leyes son como leyes de obligado cumplimiento. Gracias al apoyo de estas, añade, los príncipes eclesiásticos pueden permitirse no gobernar ni defender a sus súbditos, dos cosas que, a cualquier otro gobernante, les costaría el cargo. En su escrito sobre “Las acciones de este pontífice y sus resultados” expone la idea de que “los hombre triunfan o fracasan si su ingenio y su fantasía, su manera de actuar, se adaptan a la naturaleza de los tiempos y de las cosas; por eso ocurre que maneras diferentes de obrar prodigue, en tiempos y sitios distintos, los mismos resultados. O lo que es lo mismo, las vivencias pasadas (la historia) son una gran experiencia que ha de ser tenida en cuenta y aplicada. Ahora bien, como los hombres no cambian, en sus actos pueden tener, en ocasiones, fortuna propicia o todo lo contrario”.


De una misión realizada en Alemania para conocer las intenciones del Emperador que quería invadir Lombardía para expulsar a los franceses, escribe el “Informe de los asuntos de Alemania”. En el, como no puede ser menos en Nicoló, se encuentra un retrato del Maximiliano en los siguientes términos; “su fácil y bondadosa naturaleza hace que, cada uno de los que le rodea, pueda engañarlo…….Tiene enormes virtudes; si atemperase su buena y fácil naturaleza sería un hombre perfectísimo porque es un perfecto capitán, gobierna su país con gran justicia, concede audiencia con facilidad y es agradecido”. (Seguramente se podría escribir un buen ensayo con los retratos literarios que Maquiavelo hace de los personajes más importantes de su tiempo). Sin embargo no todo son alabanzas ya que manifiesta que no es capaz de cambiar su naturaleza por lo que siempre ha sido “un mediocre príncipe con grandes posibilidades”. El Emperador gobernaba pueblos libres y ricos, pero necesitaba la autorización de los príncipes y nobles alemanes, por ejemplo, para tener un ejército (naturalmente formado con hombres de esos pueblos) que era pagado por él. Ahora bien, si en el plazo de treinta días los soldados no habían cobrado, se volvían a sus casas. Esto asombra grandemente a  nuestro personaje que vive en una República en la que no hay nadie por encima de los Diez ni del confaloniero, ni nobles que les pidan cuentas. Para Maquiavelo, el ejército alemán y el suizo,  son un ejemplo a seguir ya que mantiene tropas“armadas y ejércitos ….. y cada ciudad tiene almacenes de armas y municiones siempre en perfecto estado de eficiencia, además tienen reservas de alimentos y leña para un año si quisieran sitiarlos. Justo lo contrario de lo que son las tropas mercenarias mal pagadas y reunidas para ocasiones concretas”. 


Mientras estas cosas ocurrían, Pisa estaba a punto de ceder pero parece que podría evitar  la caída pagando para ello Florencia, al rey de Francia y a Fernando el Católico, una cierta cantidad de dinero. Maquiavelo se había entrevistado en Piombino con una delegación pisana para debatir las posibilidades de una rendición. Los habitantes de Pisa piden garantías sobre su seguridad personal y la de sus bienes tanto en la ciudad como en el condado. Proponen ceder a Florencia la jurisdicción de la ciudad y su territorio quedándose ellos con la soberanía. Maquivelo les contesta con toda clase de garantías sobre el tema de la seguridad pero en cuanto a la soberanía le dice claramente que “es una tomadura de pelo ya que Florencia quiere a Pisa en su mano libre con todo el dominio”. Parece que en historia hay pocas cosas que inventar, todo tiene ya sus antecedentes.


Maquiavelo, con el ejército por él diseñado, reconquista la ciudad firmándose la paz con las fuerzas extranjeras el 4 de junio de 1509. A pesar de esto, solamente unos meses después, empieza a aflorar en la República la hostilidad hacia Nicoló de forma mucho más clara y fuerte que en otras ocasiones. Se centraban los acusadores  en que el origen de su cuna hace que no pueda, de ninguna forma, ejercer el oficio que tiene. Se dio cuenta por ello de que Florencia estaba más dividida que nunca. Los partidarios de los Médicis, gracias a los privilegios que les concedía el Cardenal Juan de Medicis, aumentaban en número y estaban cada vez más decididos a prescindir de Pier Soderini (¿y de la República también?). Los aristócratas se unen a los anteriores contra el confalionieri (suponemos que esperaban lo mismo que los otros, más prebendas de alguien que pertenecía a su clase social). Maquiavelo, sabiendo que la guerra entre el rey de Francia y el Papa era inminente, pensaba que esas divisiones y enfrentamientos, no auguraban nada bueno para la República. Quizá se basaba para pensarlo en el hecho de que el rey francés había convencido a varios cardenales españoles y franceses para que convocasen un Concilio en Pisa. Pero Julio II les contesta con la excomunión y convocando otro Concilio en Roma para mayo de 1512. Es una guerra religiosa en toda regla. El Concilio de Pisa perjudicaba mucho a Florencia ya que, por esa convocatoria, el Papa lanza un interdicto contra la ciudad. (de la que dependía Pisa) por el que se prohibía la celebración de oficios divinos, entierros y algunos sacramentos. Con este Concilio el rey de Francia había puesto a la República entre la espada y la pared. Nicoló recibe el encargo de convencer a los convocantes del Concilio de que lo aplazaran o lo llevaran a otra ciudad. Para ello debía reunirse con los cardenales convocantes. De estos consigue su retirada a Milán donde realizaron un Concilio de “muertos”. Ganada la batalla espiritual, el Papa decide que ha llegado el momento de expulsar a Francia de su territorio a cuyo efecto reúne a la Liga Santa formada por Venecia, el Duque de Ferrara, Fernando el Católico y, más adelante, el Emperador Maximiliano de Austria.


A pesar de esta Alianza, los franceses obtienen la victoria en un primer momento mandando su ejército Gastón de Foix que conquista y saquea Brescia. Enseguida les inflingen una nueva derrota en los alrededores de Rabean. Pero en esta batalla pierde la vida Gastón con lo que, muerto el capitán, su ejército no consigue reorganizarse y, en lugar de avanzar hacia Roma, emprende una larga retirada. Milán cae en manos de los suizos, Bolonia, Piacenza y Parma son entregadas por el Papa, Génova expulsa a la guarnición francesa. Vencidos los franceses, Julio II inaugura el Concilio de Letrán en Roma. Solo le faltaba ajustar las cuentas a Florencia. El destino de esta ciudad se decidió en una reunión secreta entre los jefes de la Liga Santa que tuvo lugar en Mantua y en la que se toma el acuerdo de imponer a Soderini el abandono del cargo de confaloniro, disolver el gobierno popular y restaurar a los Médicis. Era el fin de la República tan amada por Maquiavelo, a pesar de que el Virrey Cardona, encargado de llevar a cabo estos acuerdos, asegura que no quiere privar a Florencia de su libertad ni cambiar su forma de gobierno, solamente que se vaya Soderini y que vuelvan los Médicis. Una declaración que, cuanto menos, es sospechosa de ser un eufemismo ya que nadie podía dudar de que los Médicis nunca aceptaran un gobierno republicano en su feudo.


Soderini convoca al Consejo Grande para traspasarle la responsabilidad de adoptar una postura común frente a los deseos del Papa pues piensa que hay algo oculto tras las palabras de Cardona. El Consejo acuerda aceptar la vuelta de los Médicis a titulo de ciudadanos particulares y se niegan a apartar al confaloniero de su cargo. El 2 de agosto la fuerzas españolas están a las puertas de la ciudad pero, debido a la escasez de vituallas, hacen una nueva propuesta de acuerdo, ya no piden el abandono de Soderini pero sí el regreso de los Médicis, como ciudadanos particulares y que se les entreguen treinta mil ducados. Uno vez mas en la historia, la forma de gobierno, la política mejor para los ciudadanos, la capacidad del gobernante, quedan reducidas a una pura cuestión de dinero y de ambición. No es aceptada esta “propuesta” y las tropas españolas empiezan a bombardear las murallas de Prato. Los florentinos (quizá para hacer buenas las palabras de Maquiavelo sobre el ejército y su necesidad) huyen despavoridos muriendo en la carrera cuatro mil de ellos. Soderini también abandona  la ciudad ayudado por su fiel Maquiavelo y por su amigo Francisco Vettori camino de Siena. Ya no quedan obstáculos para que los Médicis recuperen el gobierno y el poder perdidos.


Nuestro buen Nicoló no es ni filósofo ni moralista pero observa, con profundo interés lo que le rodea, especialmente la naturaleza de los hombres. Sobre sus observaciones organiza su vida y actúa de forma un tanto extraña pero profundamente libre. Bromea, se ríe, se burla, aconseja, disfruta de las mujeres y no tiene ningún escrúpulo en contar entre sus amigos algún homosexual. Disecciona el alma humana ayudado por su fina inteligencia que le sirve para adoptar una forma de vida verdaderamente espacial y que extraña a muchos de sus amigos, sobre todo a Vettori con el que mantiene durante muchos años una intensa correspondencia. En verdad, no es fácil convivir con él pero tiene muy buenos amigos que le son fieles hasta el final.


En 1514 y 1515 pasa por una de sus etapas más duras, sin dinero, sin trabajo (al desaparecer la República deja de ser Secretario) y se confiesa a su sobrino Giovanni  Verracci, al que había educado y del que se sentía profundamente orgulloso por sus buenas cualidades como mercader en Oriente. En sus cartas le expresa el cariño que le profesa y su propio estado emocional, confiando en  que cambie su situación, pues lleva muchos días despreocupado de si mismo. Hay que tener en cuenta que  antes de 1514 había estado en la cárcel (aunque no pudieron probarle ninguna de las acusaciones que sobre el pesaban) lo que abatió su ánimo  profundamente. Le deprime ver que, después de tantos años de servicios prestados a la República, nadie se acordaba de él para ofrecerle un trabajo. ¿Qué pasaba?, ¿ya no confiaban en su experiencia o no lo habían hecho nunca y le admitieron por la protección de Soderini?. En esta situación y, con mucho tiempo libre, escribe “El Príncipe” (De Principatibus por lo que realmente debería haberse llamado “Sobre los Príncipes”), en su retiro de Albergaccio donde vive desde la llegada de los Médicis al gobierno de Florencia. Parece que sus males coinciden con la llegada al poder de éstos lo que demuestra, en primer lugar que nunca fue amigo suyo y, en segundo, que ellos nunca habían admitido sus escritos e ideas sobre política.


Esta obra no es nada más que un opúsculo que resume todas las cosas aprendidas de todos sus trabajos y experiencias en cuanto Secretario de los Diez. Hubiera querido hacérselo llegar precisamente a los Médicis, ya que se lo dedicó al Papa León X, uno de ellos. Encarga a Vettori que se lo haga llegar pero este, bien por temor, bien por prudencia, nunca lo hizo. Visto que no llegaba a dónde el quería, no tuvo más remedio que difundirlo mediante copias manuscritas que encontraron muy pocos lectores y muchos enemigos que lo consideraban como una obra escrita por el diablo. Sus teorías sobre la necesaria crueldad, avaricia  y sumisión para que el príncipe pueda mantener el poder, rompen todos los esquemas de la época y de la moral reinante. Los autores contemporáneos de su tiempo mantenían que, para conservar el poder los príncipes gobernantes, debían seguir el camino de la virtud: prudencia, justicia,  moderación, clemencia, generosidad y lealtad, nada de lo cual se encuentra en la obra de Maquiavelo que, por el contrario mantiene contra ellos que el ejercicio de esas virtudes no les ayudará a mantener el poder sino a perderlo: “los que han escrito sobre las cualidades que ha de tener el Príncipe, han imaginado repúblicas y principados que jamás se han visto ni conocido”. Puede ser que esto lo escribiera convencido de que era verdad pero, dado el conocimiento adquirido sobre casi todas las cortes europeas de su tiempo, se plantean dos cuestiones: la primera, si nunca  encontró algún gobernante que rigiera los destinos de sus respectivos países de forma distinta a la que preconiza él, o que practicara alguna de las virtudes que el desprecia; en segundo lugar, si no es consciente que en esa idea de cómo debían gobernar los príncipes, no coincide con casi nadie de su tiempo. Añade en esa obra; “el príncipe debe saber utilizar bien  la bestia y el hombre …..tomar ejemplo del zorro y del león porque este no se defiende de los lazos y el zorro no se defiende de los lobos”. Lo contrario justo de lo que propugnaba Cicerón (tan admirado por él), que sostenía que era más eficaz “para defender y mantener el poder ser amado”. Pero Nicoló contra argumenta que lo ideal sería que las dos convivieran al mismo tiempo, pero, “como esto es imposible es mucho más seguro ser temido que amado”. Una expresión que parece excesivamente dura, pues  denota la convicción de que la naturaleza humana de los que gobiernan está imposibilitada para actuar correctamente.


Hemos de señalar que, si bien nunca enseñó que “el fin justifica los medios”, esta es la máxima que ha  transcendido de su obra. Por supuesto que Julio de Médicis, el Cardenal, escribió, con ocasión de estudiar la posibilidad de ofrecer un trabajo a Maquiavelo, por encargo del Gobernador en 1514, la recomendación de no contratarle porque desde Florencia ya le habían advertido de cómo era. Pero en 1522, el mismo Julio, le pide que redacte un proyecto para la reforma de las instituciones políticas florentinas, ya que al morir Lorenzo de Médicis, ya no le queda a la familia nadie con su apellido para sucederle. Nuestro Nicoló acepta encantado y presenta un proyecto de transición política, basado en un análisis hecho por él en su “Discurso sobre los asuntos de Florencia”, escrito a la muerte de Lorenzo. Sin embargo se da cuenta que volver al espíritu de Cosme de Médicis es muy difícil y que instaurar un principado es imposible. Solamente queda la posibilidad de volver al sistema de República, no en la misma forma que la de Soderini sino de otra que garantice y respete los estatus de las tres clases de ciudadanos: “primeros, medianos y últimos”, con adecuada representación en las instituciones. Es consciente de la  muy posible negativa de la familia Médicis a aceptar un régimen republicano, que ya ellos habían derrocado con la ayuda de las armas extranjeras. Desde luego Julio, dado su carácter de último descendiente de la familia, solo piensa el salvar su régimen con las mínimas adaptaciones posibles. La propuesta de Maquiavelo le parece demasiado elevada, extravagante y alejada de las acciones habituales de su política.


En agosto de 1521 se publica su trabajo (uno de los mas importantes escrito por él) que lleva por título “El arte de la Guerra”. Dice que lo ha escrito para no abatirse en el ocio y se lo dedica Lorenzo de Filippo Strozzi, que le había presentado a Julio. Además de consejos sobre el arte militar, el libro contiene enseñanzas políticas: “ningún reino, ninguna República bien ordenados han permitido jamás a sus súbditos utilizar la guerra en si, sino la defensa y, que para poder defender a los súbditos o ciudadanos, el que gobierna ha de amar la paz y saber hacer la guerra”.Parece que los años le hacen cambiar algunos de sus postulados anteriores ya que hemos de recordar el tesón que puso en formar una milicia profesional para Florencia. El libro, de cualquier forma, fue mucho mejor acogido que “El Príncipe”, lo que hace que crezca su reputación de experto en asuntos militares.


El 1 de diciembre de 1521 muere el Papa León XIII dejando al Cardenal Julio como único árbitro del gobierno de Florencia. Este, preocupado por la ausencia de descendientes directos, piensa en cambiar la constitución de la ciudad permitiendo la reinstauración de alguna forma de República, para lo que pide la opinión a varias personas, entre ellas a Maquiavelo. Este contesta con un programa titulado, “Minuta de disposiciones para la reforma  del estatuto de Florencia. Año de 1522”. Pero este documento no sirve para nada, ya que en junio de ese año se descubre una conjura para asesinar a  Julio el día 19. Los cabecillas de esta conspiración son amigos de Nicoló por lo que, también este, resulta sospechoso y, aunque consigue librarse de una condena, sus amigos fueron juzgados y torturados para, finalmente, ser decapitados. Con esto era imposible que su Minuta fuera leída ni tenida en cuenta.


A León X le sucede el Cardenal Julio con el nombre de Clemente VII al que Maquiavelo presentará su última obra: “Historia de Florencia”. El nombramiento del nuevo Papa coincide con un empeoramiento de las relaciones exteriores de Italia. El 24 de febrero de 1523 el ejército de Carlos V derrota al de Francisco I, amigo y aliado de su familia durante muchos años y con el que Clemente había firmado un acuerdo de alianza. Naturalmente esta victoria pone a Italia en el punto de mira del Emperador y el Papa se ve en la necesidad (por su propio interés) de intentar pactar con el rey de España. Maquiavelo aprovecha el encuentro que tiene con Clemente, con motivo de presentarle su libro, para darle un consejo: “si queréis salvar a la Iglesia y a Italia, tener el coraje de tomar medidas: armad a los súbditos de la Romaña y utilizadlos contra los ejércitos del Emperador”. En marzo de 1526 está convencido de que va a estallar la guerra, ya que el día 14 de enero, Francisco I, prisionero en Madrid, firma un tratado con Carlos por el que renuncia a Milán y Nápoles, dejando a sus hijos como rehenes para garantizar el compromiso firmado. Pero Francisco no cumple con ello nada más ser puesto en libertad.


Maquiavelo propone entonces armar y financiar a Juan de Médicis (¿no era enemigo de esta familia?) llamado Juan de las Bandas Negras a fin de que formase un ejército, pero su proposición, como muchas otras veces, no se admite. El Papa solamente piensa en reforzar las defensas de Florencia para lo que envía a la ciudad a Pietro Navarra, un español cambiado de bando, (¡oh maravilloso S XVI en el que tanto podía el dinero) que tiene fama de ser un buen ingeniero militar. Este  italo-español decide solicitar los servicios de Maquiavelo para llevar adelante su empresa. Este propone a Roma un plan de defensas que, una vez aceptado, le conceden el nombramiento de Procurador de las Murallas, junto a otros más. Este título le permite volver al Palacio Vechio después de  catorce años de haber dejado la Secretaría. Esto es para él como un milagro que le emociona profundamente y le anima a seguir presentando ideas; en este caso la de oponer a las tropas españolas todos los ejércitos italianos que fueran posibles. A esto le anima los tumultos que se produjeron en Milán contra los españoles que la ocupaban. Esta vez si le aceptan la idea y, el 22 de mayo, el Papa Clemente, Francisco I, Florencia y Venecia acuerdan, en Cognac la creación de una Liga Santa contra Carlos I. Era un ejército potente que podía derrotarle pero, cada uno de los grupos que formaban la Liga, no atendieron nada más que a sus propios intereses. (¡Cuantas lecciones nos da la historia sobre las consecuencias de los individualismos y de las menguadas nacionalidades!). Así pues, Francisco Sforza rinde Milán; el Papa viendo la amenaza que se acercaba y más por miedo que por otra cosa, despide a sus tropas pero Pompeo Colonna (conde de Colonna condotiero y perteneciente a una gran familia romana, enemigo acérrimo de Julio II y de Clemente VII a los que combate durante años), al servicio del Emperador, ordena a los soldaos que vuelvan a la Ciudad Santa de acuerdo con el agente del Emperador. Estas tropas entran en Roma, Clemente se refugia en el Castillo de Sant`Angelo y, ente el 19 y el 29 saquean el Vaticano y  San Pedro. El Papa no tiene más remedio que firmar una tregua de 4 meses con Hugo de Moncada, comprometiéndose a retirar las tropas pontificias de Lombardía.


Fracasada la operación de expulsar de Milán a los españoles, Maquiavelo sabe mejor que nadie qué se debe  hacer con aquella “horda”, pensando siempre en su amada Florencia que está amenazada y en su familia que vive en ella. Los lansquenetes (nombre dado a los soldados alemanes mercenarios) encabezados por Jorge Frendsberg están concentrados en Bolzano a los que hace frente Juan de las Bandas Negras. Sin embargo éste, herido por una culebrina, muere pocos días después. Los alemanes se dirigen hacia Milán, Florencia o Roma, según sea la marcha de la guerra, por lo que, una vez más se acuerdan de Maquiavelo (parece que se le utiliza cual comodín de la suerte capaz de apagar los incendios que los que mandan son incapaces de apagar) para que entable negociaciones con el fin de conseguir algún tipo de acuerdo que evite la conquista de Florencia, pero no consigue su propósito.


Empezaba el terrible año de 1527. Nicoló escribe desde Ímola exhortando a los florentinos a preparar las defensas de su ciudad y también a su hijo Guido, por el que demuestra una especial preocupación. A los primeros les dice: “la verdadera manera de distinguirse es aprender a obrar bien”. Extrañas palabras de alguien que, aparentemente, no creía en casi nada, y a su hijo: “si quieres darme alegría….. estudia, obra bien, aprende que si te ayudas todo el mundo te ayudará”.Palabras tan raras como las anteriores teniendo en cuenta que él nunca recibió mucha ayuda, especialmente en los momentos más difíciles. ¿Está cambiando su pensamiento al acercarse al final de su vida?.


Los lansquenetes están cerca de Florencia y Maquiavelo, con su enorme tenacidad, consigue con sus consejos y los de Guicciardinni, que las tropas de la Liga se agrupen cerca de su ciudad. El Duque de Borbón comprende, debido en parte al cansancio y floja moral de sus tropas y en parte por el fuerte ejército que se le enfrenta, que un ataque de sus tropas podía acabar en un sonoro fracaso, decide marchar directamente sobre Roma. Nicoló ha salvado a la ciudad aunque quizá nadie se lo diga. Recibió la ayuda  del Duque de Urbino  (formaba parte de la Liga) que habiéndose negado a luchar contra los españoles hasta que el Papa no le devolviera la fortaleza de San Leo, una vez recibida ésta se acordó de su deber y de su patria enviando sus tropas a defender Florencia. El 4 de mayo las tropas imperiales llegan a las puertas de la Ciudad Santa y el 6 la ocupan y saquean, es el famoso “saco de Roma” que pasa a los anales de la historia como un negro episodio de armas. El Papa tuvo que huir de nuevo. Es el fin de Italia y de los Médicis, ya que el Cardenal Cortona deja a los ciudadanos de Florencia la libertad de volver a instaurar la República, que es un nuevo motivo para que Maquiavelo reciba el último gran disgusto de su vida por parte de sus conciudadanos. Confiaba que estos, una vez instaurada aquella, le nombrarían Secretario, pero en su lugar nombraron a un tal Francesco Taruci, un hombre de los Médicis. Parece que influyó el hecho de que los florentinos no tenían una idea muy positiva de Nicoló. Como escribió un contemporáneo suyo era “un hombre malvado, herético y consejero de tiranos; por culpa de El Príncipe le odiaban: a los ricos  les parecía que ese “príncipe” suyo era un documento para enseñar al Duque a quitarles todo, y a los pobres les parecía que le enseñaba a quitarles la libertad, a los savonarolenses que era un herético, a los buenos hizo deshonestos, a los malvados más malvados todavía, de forma que todos le odiaban”. Triste epitafio para un hombre que, a pesar de su doctrina sobre la necesaria crueldad en los gobernantes para mantener su poder, su autoridad, empleando cualquier medio a su alcance, fue alguien que prestó grandes servicios a su Florencia y a Italia, que estaba dotado de una gran inteligencia y de algunas virtudes. Nicoló  Maquiavelo murió el 21 de junio de ese mismo año habiéndose dejado (¿?) confesar por un monje llamado Fray  Matteo y enterrado el día 22 en la iglesia de Santa Croce. Así, un hombre que había dicho que prefería ir al infierno en compañía de los grandes de la antigüedad (¿quién le dijo que los antiguos estaban condenados?), antes que al cielo con los beatos y los santos, cuando llega la hora final, llama a un confesor. ¡Cuan misteriosa es el alma humana!.


¿Han influido de alguna forma sus ideas en nuestro mundo actual?.  No puedo opinar sobre lo que pueden pasar en otros países, pero en esta España en la que vivo creo que se practican, con bastante frecuencia, las más importantes de sus ideas. No cabe duda de que prima la idea de que para mantenerse en el poder todo es bueno y si no lo es se hace bueno, aunque para ello se tenga que cambiar la ley. Por supuesto sin ninguna crueldad, sin sangre. La mentira, el disimulo, el doble rasero, la demonización del contrario, la politización de la justicia y de los medios de comunicación en beneficio del gobierno de turno, la consecución de los votos a cualquier precio, el no hacer caso de las demandas justas de los ciudadanos, el triunfalismo sin reconocimiento de los errores y otros más, son los pilares de nuestra política. No quiero decir con esto que no hagan cosas buenas, ni que no haya políticos honestos y sinceros, pero creo que la percepción de una gran parte de la población es la que describo. Seguramente ocurre también en otros países.

Por Rafael Osset