martes, 26 de julio de 2011

ATALANTA FUGITIVA, EMBLEMA I

El viento lo ha llevado en su vientre.

 
El embrión encerrado en el seno de Boreas
Si un día aparece, viviente, a la luz
Puede, el solo, sobrepasar los trabajos de los héroes
Con su brazo, su espíritu, su cuerpo firme, su arte.
Que no sea para ti un aborto inútil,
Agripa o Cesón, sino nacido bajo un buen astro.

DISCURSO I

Hermes, investigador muy diligente de todo secreto natural, en su Tabla Esmeralda da una descripción escrita, aunque sucinta, de la obra natural, donde entre otras cosas dice:

“El viento lo ha llevado en su vientre”, como si él dijera “Aquel, cuyo padre es el Sol, y su madre la Luna, antes de ser dado a luz, será llevado por los vapores del viento, como el pájaro es llevado por el aire mientras vuela”. La coagulación de los vapores o vientos (que no son ninguna otra cosa que el aire puesto en movimiento) produce el agua, que mezclada con la tierra, da nacimiento a todos los minerales y metales.

Más aun, está establecido que estos últimos cuerpos están compuestos de vapores y se coagulan inmediatamente. Por consiguiente, que él sea puesto en el agua o en el vapor se vuelve a lo mismo ya que uno y otro son la materia del viento. Se debe decir lo mismo de los minerales y de los metales, aunque de una manera más lejana.

Pero, se preguntará, ¿cual es ese que debe ser transportado por el viento?.
Respondo: Quìmicamente es el azufre que está contenido en el mercurio fluido como lo atestigua Lulio en el capitulo 32 del Codicilo, y todos los otros autores.

Desde el punto de vista físico es el feto que pronto debe nacer a la luz; también digo que desde el punto de vista aritmético, es la raíz del cubo; en el dominio de la música es la doble octava; desde el punto de vista geométrico, es el punto, principio de la línea que se extiende; con respecto a la astronomía es el centro de los planetas Saturno, Júpiter y Marte. Aunque estos temas sean diversos, sin embargo, si con cuidado se les compara entre ellos, revelarán fácilmente el feto del viento, lo que debe ser dejado a la más o
menos grande industria de cada uno.

Pero para designar la cosa de una forma más clara digo: todo Mercurio está compuesto de vapores (fumée = humo, vapor, abono estiércol, vanidad), es decir de agua que eleva la tierra con ella en la débil densidad del aire, y de tierra que fuerza al aire a volver a ser una tierra hecha de agua o un agua hecha de tierra.
En efecto, los elementos están por todas partes, en él, están mezclados y comprimidos, reducidos el uno por el otro, en una cierta naturaleza viscosa; pero al contrario, no se separan fácilmente, pero a veces ellos siguen hacia lo alto a las substancias volátiles, a veces permanecen abajo con las fijas, lo que aparece ante todo en el Mercurio vulgar y también en el Mercurio filosófico y los metales fijos. En éstos los elementos fijos
dominan sobre los volátiles, en aquellos los volátiles superan a los fijos.

Y por cierto no es sin motivo que el Mercurio es llamado y visto como el mensajero, el intérprete de los otros dioses, y de alguna suerte, su servidor corriendo en el espacio intermedio, con las alas adaptadas a la cabeza y a los pies. En efecto, él esta lleno de viento y vuela a través de los aires como el mismo viento, así que en general la prueba de ello está hecha, para gran pesar de muchos.
Él porta el Caduceo, que está ceñido oblicuamente por dos serpientes, que tienen el poder de introducir las almas en los cuerpos, de hacerlas salir, e igualmente de ejercer numerosos efectos contrarios; de esta manera él representa perfectamente el símbolo del Mercurio de los Filósofos.

El Mercurio es pues, el viento que recibe el Azufre o Dionisos, o, si se lo prefiere, Esculapio, en el estado de embrión imperfecto, sacado del seno maternal, yo diría también de las cenizas del consumido cuerpo maternal, y llevado allí donde él puede madurar. Y el embrión es el Azufre que ha sido infundido por el Sol celeste en el vientre de Bóreas (viento norte) para que éste lo conduzca a la madurez y lo alimente.

Porque al término de la gestación, Bóreas pone en el mundo dos gemelos, uno de cabellera blanca, llamado Calaïs, y el otro de cabellos rojos llamado Zétes.

Estos hijos de Bóreas (como lo escribe el poeta Orfeo) estuvieron, con Jason, en el grupo de los Argonautas que partieron para traer el Vellocino de Oro desde la Cólquida. El divino Phinée, cuyos platos eran ensuciados por las Harpyem, no pudo ser liberado sino por esos hijos de Bóreas. En reconocimiento del beneficio así obtenido, él informó a los Argonautas el trayecto entero de su viaje.

Ahora bien, las Harpías no son otra cosa sino el azufre corruptor que es destruido por los hijos de Bóreas cuando ellos han llegado a la edad conveniente. Llega a ser perfecto, lo que antes era imperfecto, y que estaba incomodado por las substancias volátiles nocivas.

Entonces no está más sujeto a ese mal e indica en ese momento al medico Jason el camino a seguir para adquirir el Vellocino de Oro (Toison d’Or). Nuestro Basilio, también él, entre otros, recuerda esos vientos y escribe en la sexta clave: “ Debe venir un viento doble llamado Vulturno y enseguida un viento simple llamado Notus que soplaran impetuosamente desde el Oriente y desde el Sur (Midi).

Cuando su movimiento haya cesado, de manera que el aire sea convertido en agua, tu podrás estar resueltamente seguro que lo espiritual llegará a ser corporal.”

Y Ripley en la octava puerta dice: “Nuestro niño debe nacer en el aire, es decir, en el vientre del viento.” En el mismo sentido la Escala de los filósofos dice: “Se debe saber que el hijo de los Sabios nace en Ver (Voir).” Y en el octavo grado: “Los espíritus aéreos elevándose juntos en el aire se aman mutuamente, así que Hermes declara “El viento lo ha llevado en su vientre.” Porque la generación de nuestro niño ha tenido lugar en el aire; si él nace en el aire, él nace según la sabiduría: porque él se eleva de la tierra en el aire y de nuevo desciende a la tierra, adquiriendo el poderío de lo alto y de lo bajo.”

Escritor:  Michel Meier
Traductor:  Héctor R. Villagra Hernández