INTRODUCCIÓN
He
recibido cartas de mis lectores durante algunos años. Todas ellas preguntaban que había hecho después de haber escrito mis
libros, que publicados en inglés en 1920 y 1931, fueron escritos en 1910 y
1912. Nunca pude contestar a estas cartas. Se habrían necesitado varios libros
sólo para intentar hacerlo. Pero cuando mis corresponsales habitaban en
Londres, donde residía desde 1921, los invi taba a ciclos de conferencias que
organizaba para ellos. En estas conferencias trataba de responder a sus
preguntas y de explicarles lo que había descubierto después de escribir mis dos
libros y cuál era la dirección de mi trabajo. En 1934 escribí cinco
conferencias preliminares que daban una idea general de lo que estaba
estudiando y también de las líneas que seguían cierto número de personas que
estaban trabajando conmigo. Reunir todo ello en una o hasta en dos o tres
conferencias, era verdaderamente imposible: así que siempre les advertía que no
valía la pena escuchar una o dos conferencias, y que eran necesarias cinco, o
mejor aún diez, para poder tener una idea de la dirección de mi trabajo. Desde
entonces he continuado con estas conferencias, y a menudo las he corregido y
vuelto a escribir. En su conjunto, encontré satisfactorio este arreglo general.
Se leían cinco conferencias en mi presencia o sin mí. Los oyentes podían hacer
preguntas, y si trataban de seguir el consejo y las indicaciones que se les
daban (que básicamente se referían a la observación de sí y a un tipo de
autodisciplina), muy pronto adquirían, trabajando, una comprensión bastante más
amplia de lo que yo estaba haciendo. Por supuesto que siempre me di cuenta de
que no bastaban cinco conferencias, y en las conversaciones que seguían
elaboraba y aumentaba los datos preliminares, tratando de mostrarles su propia
posición con relación al Nuevo
Conocimiento. Encontré que para muchos de ellos su mayor dificultad era el
darse cuenta de que verdaderamente habían oído cosas nuevas; esto es, cosas que nunca antes habían oído. No se lo
formulaban a sí mismos, pero de hecho, cualquiera fuese el tema, trataban
siempre de contradecir esto en sus mentes y de traducir lo que oían a su
lenguaje habitual. Por supuesto, yo no podía tomar en cuenta esto. Sé que no es
cosa fácil el darse cuenta de que uno está oyendo cosas nuevas. Estamos tan acostumbrados a las viejas canciones y a
los viejos motivos, que hace ya mucho tiempo que hemos dejado de esperar y
dejado de creer que pueda existir algo nuevo. Y cuando oímos cosas nuevas, las
tomamos por viejas o creemos que pueden ser explicadas e interpretadas por las
viejas. Es cierto que es tarea difícil el darse cuenta de la posibilidad y
necesidad de ideas totalmente nuevas, y con el tiempo necesita una
revalorización de todos los valores convencionales. No puedo garantizar que
encontrarán desde el principio ideas nuevas, esto es, ideas que nunca antes
habían oído; pero si son pacientes muy pronto comenzarán a reparar en ellas.
Para entonces les deseo que no las pierdan y que no traten de interpretarlas de
la vieja manera. Nueva York, 1945 Hablaré
sobre el estudio de la psicología, pero debo advertirles que la psicología de
la cual me ocupo es muy diferente de cuanto ustedes pueden conocer bajo ese
nombre. Para comenzar debo decir que prácticamente nunca en su historia la
psicología ha estado a un nivel tan bajo como
en la actualidad. Ha perdido todo contacto con su origen y su significado,
a tal punto que aún hoy es difícil definir la palabra «psicología», esto es
precisar qué es la psicología y qué estudia. Y es así a pesar de que nunca en
la historia ha habido tantas teorías psicológicas ni tantos escritos
psicológicos. A veces a la psicología se le llama una nueva ciencia. Esto no
tiene ninguna razón. Quizá la psicología es la ciencia más antigua, y en sus rasgos más esenciales,
desafortunadamente, una ciencia olvidada.
PRIMERA CONFERENCIA Para
comprender cómo se puede definir la psicología es necesario darse cuenta de que
la psicología nunca ha existido bajo su propio nombre, excepto en tiempos
modernos. Por una u otra razón siempre se ha sospechado de tendencias equivocadas o subversivas de la psicología, ya sean
religiosas, políticas o morales, y por lo tanto ha tenido que usar diferentes
disfraces. Por miles de años la psicología existió bajo el nombre de filosofa.
En la India todas las formas de Yoga, que son esencialmente psicología, se
describen como uno de los seis sistemas de filosofía. Las enseñanzas Sufíes, que ante todo son psicológicas, se
consideran en parte religiosas y en parte metafísicas. En Europa, hasta no hace
mucho tiempo, en las últimas décadas del siglo diecinueve, muchos trabajos
sobre psicología eran considerados como filosofa. Y a pesar de que casi todas
las subdivisiones de la filosofía, tales como la lógica, la teoría del
conocimiento, la ética, la estética, se referían al trabajo de la mente humana
o de los sentidos, la psicología era considerada como inferior a la filosofía y
como relacionada sólo con los lados más bajos o más triviales de la naturaleza
humana. Paralelamente a su existencia bajo el nombre de filosofía, la
psicología existió aún por más tiempo conectada con una u otra religión. Esto
no quiere decir que la religión y la psicología alguna vez fueron una y la
misma cosa, ni que la conexión entre religión y psicología fuera reconocida.
Pero no hay duda de que casi todas las religiones conocidas -por supuesto no me
refiero a las falsas religiones modernas-
desarrollaron uno u otro tipo de enseñanza psicológica conectada a menudo con
cierta práctica, de manera que el estudio de la religión, muy frecuentemente,
incluía en sí mismo el estudio de la psicología. Hay muchos trabajos excelentes
sobre psicología en la bastante ortodoxa literatura religiosa de diferentes
países y épocas. Por ejemplo, en los primeros tiempos del Cristianismo, había
bajo el nombre general de Philokalia una
colección de libros de diferentes autores, usado en la actualidad en la Iglesia
Oriental, especialmente para la instrucción de los monjes. Durante el tiempo en
que la psicología estuvo conectada con la filosofía y la religión, también
existía bajo la forma de Arte. La Poesía, el Drama, la Escultura, la Danza, y
aun la Arquitectura eran medios de transmisión del conocimiento psicológico.
Por ejemplo, las catedrales góticas eran en su sentido primordial tratados de
psicología. En la antigüedad antes de que la filosofía, la religión y el arte
adoptaran formas separadas, bajo las cuales las conocemos ahora, la psicología
había existido en forma de Misterios,
tales como los de Egipto y de la antigua Grecia. Posteriormente, luego de la
desaparición de los Misterios, la Psicología existió en forma de Enseñanzas Simbólicas, las que algunas
veces estaban ligadas a la religión de la época y otras no, como en los casos
de la astrología, la alquimia, la magia; y entre los más modernos, la
Masonería, el Ocultismo y la Teosofía. Aquí es necesario notar que todos los
sistemas psicológicos y doctrinas, tanto los que existen o los que existieron
abiertamente como los que fueron ocultos o disfrazados, pueden divi dirse en
dos categorías principales. Primero: los sistemas que estudian al hombre tal como ellos lo encuentran, o tal como
ellos suponen o lo imaginan ser. La psicología «científica» moderna, o lo
que se conoce bajo este nombre, pertenece a esta categoría. Segundo: los
sistemas que estudian al hombre no desde el punto de vista de lo que es, o de
lo que parece ser, sino desde el punto de vista de lo que puede llegar a ser;
esto es, desde el punto de vista de su
posible evolución. Estos últimos sistemas son en realidad los originales, o
en todo caso los más antiguos, y sólo ellos pueden explicar el origen olvidado
y el significado de la psicología. Cuando comprendamos la importancia del
estudio del hombre desde el punto de vista de su posible evolución, comprenderemos que la primera respuesta a la
pregunta: ¿qué es psicología? debería ser que la psicología es el estudio de
los principios, leyes, y hechos de la posible evolución del hombre. Aquí, en
estas conferencias, hablaré sólo desde este punto de vista. Nuestra primera
pregunta será: ¿qué quiere decir la evolución del hombre?, y la segunda: ¿se
requieren condiciones especiales para ello? Con respecto a modernos y
ordinarios puntos de vista sobre el origen del hombre y su previa evolución,
debo decir ante todo que no pueden ser aceptados. Debemos darnos cuenta de que
no sabemos nada acerca de su origen y que no tenemos pruebas de la evolución
física o mental del hombre. Por el contrario, si tomamos la humanidad
histórica, es decir, la humanidad de los últimos diez o quince mil años,
podemos encontrar señales inconfundibles de un tipo de hombre superior, cuya
presencia se puede establecer ante la evidencia de monumentos antiguos y
conmemorativos que la humanidad actual no puede repetir o imitar. Con respecto
al hombre prehistórico o a esas
criaturas de aspecto parecido al hombre y sin embargo, al mismo tiempo, tan
diferentes de él, cuyos huesos se encuentran en yacimientos del período glacial
o preglacial, podemos aceptar la muy plausible idea de que esos huesos
pertenecen a un ser bastante distinto del hombre, que pereció hace mucho
tiempo. Al negar la evolución anterior del hombre, tenemos que negarle
cualquier posibilidad de evolución
mecánica futura; es decir, una evolución que se desarrolle por sí sola, de
acuerdo con las leyes de la herencia y de la selección, sin esfuerzos
conscientes del hombre, y sin una comprensión de su posible evolución. Nuestra
idea fundamental va a ser que el hombre, tal como lo conocemos, no es un ser completo; que la naturaleza
lo desarrolla sólo hasta un cierto punto y que luego lo deja, para que siga
desarrollándose por sus propios esfuerzos
e iniciativas, o vivir y morir tal cual nació, o degenerar y perder su
capacidad de desarrollo. En este caso la evolución del hombre querrá decir el
desarrollo de ciertas cualidades y rasgos interiores
que generalmente permanecen sin crecer y
que no pueden desarrollarse por sí solos. La experiencia y la observación
muestran que ese desarrollo es posible sólo en ciertas condiciones
determinadas, con esfuerzos de cierta clase por parte del hombre mismo, y con ayuda suficiente de aquellos que
comenzaron antes un trabajo similar y que ya han obtenido un cierto grado de
desarrollo, o por lo menos cierto
conocimiento de los métodos. Tenemos que comenzar con la idea de que sin
esfuerzos es imposible la evolución; sin ayuda, igualmente, es imposible.
Después de lo cual tenemos que comprender que, en el camino del desarrollo, el
hombre tiene que hacerse un ser diferente,
y tenemos que aprender y comprender
en qué sentido y en qué dirección el hombre tiene que hacerse un ser diferente;
es decir, qué significa ser un ser diferente. Luego tenemos que comprender que
no todos los hombres pueden
desarrollarse y llegar a ser seres diferentes. La evolución es cuestión de
esfuerzos personales, y en relación con la masa de la humanidad la evolución es
una rara excepción. Puede parecer extraño, pero debemos darnos cuenta de que no
sólo es rara, sino que cada vez está
llegando a ser más y más rara. Por supuesto, surgen muchas preguntas de lo
dicho anteriormente: ¿Qué significa que
en el camino de la evolución el hombre tiene que llegar a ser un ser diferente?
¿Qué quiere decir un "ser diferente"? ¿Cuáles son las cualidades o
rasgos interiores que pueden ser desarrollados en el hombre, y cómo se puede
lograr? ¿Por qué no se pueden desarrollar todos los hombres y llegar a ser
seres diferentes? ¿Por qué tal injusticia? Trataré de contestar a estas
preguntas y comenzaré por la última. ¿Por qué no se pueden desarrollar todos
los hombres y llegar a ser seres diferentes? La respuesta es muy sencilla. Porque no lo quieren. Porque no saben
nada acerca de ello y, aunque se les diga, sin una larga preparación, no podrán
comprender lo que significa. La idea principal es que para hacerse un ser diferente un hombre debe quererlo
mucho y por muy largo tiempo. Un deseo pasajero o vago, basado en el
descontento con las condiciones exteriores, no creará el impulso suficiente. La
evolución del hombre depende de su comprensión de lo que puede conseguir, y de
lo que tiene que dar para ello. Si el hombre no lo quiere, o si no lo quiere con suficiente intensidad, y no hace los
esfuerzos necesarios, nunca se desarrollará. De manera que en esto no hay
injusticia. ¿Por qué debería tener lo que no quiere? Si al hombre se le forzara
a convertirse en un ser diferente, cuando está satisfecho de lo que es, esto si
sería entonces injusticia. Ahora preguntémonos qué significa un ser diferente. Si consideramos todo el
material que podamos conseguir, que se refiera a esta proposición, encontramos
la afirmación de que al hacerse un ser diferente el hombre adquiere muchas
nuevas cualidades y poderes que no posee ahora. Esta es una afirmación común
encontrada en toda clase de sistemas que admiten la idea de un crecimiento
psicológico o interior del hombre. Pero esto no es suficiente. Aun la
descripción más detallada de estos nuevos poderes no nos ayudará en forma
alguna a comprender cómo aparecen ni de dónde vienen. En las teorías
generalmente conocidas falta un eslabón, aun en aquellas que acabo de mencionar
que están basadas en la idea de la posibilidad de evolución del hombre. La
verdad es que antes de que el hombre adquiera cualesquiera nuevas facultades o poderes, que no conoce ni posee ahora, tiene
que adquirir facultades y poderes que
tampoco posee, pero que se arroga a sí mismo; es decir, que cree que las
conoce y que las puede usar o controlar. Este es el eslabón que falta, y éste es el punto más importante. Por el
camino de la evolución, que ha sido descrito como un camino basado en el
esfuerzo y en la ayuda, el hombre debe adquirir cualidades que cree que ya
posee, pero sobre las cuales se engaña a sí mismo. Para poder comprenderlo
mejor, y saber qué facultades y poderes puede adquirir el hombre, tanto
completamente nuevos como inesperados, y también aquellos que se imagina que ya
posee, tenemos que partir del conocimiento general que tiene el hombre de sí
mismo. Y
así llegamos, de inmediato, a un hecho muy importante. El hombre no se conoce a sí mismo. No conoce, ni sus propias
limitaciones, ni sus propias posibilidades. Ni siquiera conoce lo mucho que no
se conoce. El hombre ha inventado muchas máquinas, y sabe que una máquina
complicada necesita algunas veces años de estudio cuidadoso antes de poder
usarla o controlarla. Pero no aplica este conocimiento a sí mismo, aunque él
mismo sea una máquina mucho más complicada que cualquier máquina que ha
inventado. Tiene toda clase de ideas falsas acerca de sí mismo. Ante todo, no
se da cuenta de que él es verdaderamente
una máquina. ¿Qué quiere decir que el hombre es una máquina? Quiere decir
que no tiene movimientos independientes,
ni dentro ni fuera de él. Es una máquina que es puesta en movimiento por influencias externas y por impactos
exteriores. Todos sus movimientos, acciones, palabras, ideas, emociones,
humores y pensamientos son producidos por influencias exteriores. Por sí mismo,
es tan sólo un autómata con cierta provisión de recuerdos de experiencias
previas y cierta cantidad de energía de reserva. Tenemos que comprender que el hombre no puede hacer nada. Pero él
no se da cuenta de ello y se atribuye la capacidad
de hacer. Esta es la primera cosa falsa que el hombre se arroga. Esto tiene
que comprenderse con toda claridad. El
hombre no puede hacer. Todo lo que el hombre cree que hace, en realidad
sucede. Sucede exactamente como "llueve" o "nieva". En
español no hay formas impersonales de verbos que se puedan usar en relación con
las acciones del hombre. De manera que tenemos que seguir diciendo que el
hombre piensa, lee, escribe, ama, odia, comienza guerras, pelea, etc. En
realidad todo ello sucede. El hombre
no puede moverse, pensar o hablar de motu
propio. Es una marioneta tirada de aquí y de allá por hilos invisibles. Si
así lo comprende puede aprender más sobre sí mismo, y tal vez entonces las
cosas comiencen a cambiar para él. Pero si no puede darse cuenta ni comprender
su total mecanicidad, o si no quiere
aceptarla como un hecho, no puede aprender nada más y las cosas no pueden
cambiar para él. El hombre es una máquina,
pero una máquina muy peculiar. Es una máquina que, en las circunstancias adecuadas,
y con el tratamiento adecuado, puede
saber que es una máquina. Al darse plena cuenta de ello puede encontrar los
medios para dejar de ser una máquina. Ante todo, el hombre debe saber que él no
es uno; él es muchos. No tiene un Yo permanente e inmutable. Él es siempre
diferente. En un momento es uno, en el siguiente momento es otro, en el tercer
momento es un tercero, y así sucesivamente, casi sin término. La ilusión de
unidad o unicidad se crea en el hombre, ante todo, por la sensación de un cuerpo
físico, luego por su nombre, que en
casos normales siempre sigue siendo el mismo, y tercero, por cierto número de
hábitos mecánicos que le son implantados por la educación o los adquiere por
imitación. Al tener siempre las mismas sensaciones físicas, al oír siempre el
mismo nombre, y al notar en sí mismo los mismos hábitos e inclinaciones que
tenía antes, se cree ser siempre el mismo. En realidad no hay unidad en el
hombre y no hay un centro de control, ni un Yo permanente. Este es el esquema
general del hombre: Cada pensamiento, cada sentimiento, cada sensación, cada
deseo, cada gusto y cada aversión es un "yo". Estos "yoes"
no están conectados entre sí, ni coordinados en forma alguna. Cada uno depende
de los cambios de las circunstancias exteriores, y de los cambios de las
impresiones. Algunos siguen mecánicamente a otro, y algunos aparecen siempre
acompañados de otros. Pero en esto no hay ni orden ni sistema. Hay ciertos
grupos de "yoes" que están ligados naturalmente. Hablaremos de estos
grupos posteriormente. Por ahora debemos tratar de comprender que hay grupos de
"yoes" ligados tan solo por asociaciones accidentales, recuerdos
accidentales, o semejanzas totalmente imaginarias. En todo momento, cada uno de
estos "yoes" sólo representa a una muy pequeña parte de nuestro
"cerebro", "mente", o "inteligencia"; pero cada
uno de ellos pretende representar a la
totalidad. Cuando el hombre dice "yo", cree que está expresando
la totalidad de sí mismo, pero en realidad, aun cuando lo pretenda, es sólo un
pensamiento pasajero, un deseo pasajero. Una hora después lo puede haber
olvidado completamente, y expresar con la misma convicción una opinión, un
punto de vista, o un interés opuesto. Lo peor de todo es que el hombre no lo
recuerda. En la mayoría de los casos cree en el último yo que se expresó,
mientras éste dure: esto es, hasta que otro "yo", a veces totalmente
desconectado del precedente, no exprese su opinión o deseo en un tono más
fuerte que el primero. Volvamos ahora a las
otras dos preguntas: ¿Qué significa "desarrollo"? ¿Y qué quiere decir
que el hombre tiene que llegar a ser "un ser diferente"? En otras
palabras, ¿qué clase de cambio es posible
para el hombre?, y ¿cómo y cuándo comienza
este cambio? Ya se ha dicho que el cambio comenzará con aquellos poderes y
capacidades que el hombre se atribuye a
sí mismo, pero que en realidad no posee. Esto quiere decir que antes de que
adquiera cualesquiera nuevos poderes
o capacidades, el hombre debe desarrollar en sí mismo las capacidades que cree
poseer y sobre las cuales tiene las más grandes ilusiones. El desarrollo no
puede comenzar basado en la mentira qué uno se hace a sí mismo, ni engañándose
a sí mismo. El hombre debe saber lo que tiene y lo que no tiene. Esto significa
que debe darse cuenta de que no posee las cualidades ya descritas que se arroga
a sí mismo, o sea: la capacidad de hacer,
la individualidad o unidad, un Yo permanente, y además Conciencia y Voluntad.
Y es necesario que el hombre lo sepa, porque mientras crea que posee estas
cualidades no hará los esfuerzos apropiados para adquirirlas, exactamente como
un hombre que no comprará cosas caras, pagando un alto precio por ellas, si
cree que ya las posee. La más importante y la más engañosa de estas cualidades
es la conciencia. Y el cambio en el
hombre comienza por el cambio de su comprensión del significado de la conciencia, para seguir luego con la adquisición
gradual de su dominio sobre ella. ¿Qué es la conciencia? En la mayoría de los
casos en el lenguaje ordinario se usa la palabra "conciencia" como un
equivalente de la palabra "inteligencia", en el sentido de actividad de la mente. En realidad, la
conciencia es una especie muy particular de "darse cuenta" en el
hombre, independiente de su actividad mental. Ante todo, "darse cuenta" de sí mismo, darse cuenta de quién es él, de dónde está, y más aun "darse cuenta" de lo que sabe,
de lo que no sabe, y así sucesivamente. Sólo uno mismo puede saber si en un
momento dado está "consciente" o no. Esto fue probado hace mucho
tiempo en cierta corriente de pensamiento en la psicología europea, la que
comprendió que sólo el mismo hombre puede conocer ciertas cosas acerca de sí.
Aplicándolo a la conciencia, quiere decir que sólo un mismo hombre puede saber
si su conciencia existe en un momento o no. Esto quiere decir que la presencia
o la ausencia de la conciencia en un hombre no se puede probar por la
observación de sus actos exteriores. Como ya lo he dicho, este hecho fue
probado hace mucho tiempo, pero su importancia nunca fue totalmente
comprendida, porque siempre se le ligaba con la comprensión de la conciencia
como un proceso mental o una actividad de la mente. Si un hombre se da cuenta
de que no estaba consciente hasta el momento en que lo percibe, y luego se
olvida de esta percepción, o aun si la recuerda, esto no es conciencia. Es tan
solo el recuerdo de una fuerte percepción. Quiero ahora atraer su atención
hacia otro hecho que ha sido perdido de vista por todas las escuelas modernas
de psicología. Es un hecho que la conciencia en el hombre, no importa cómo se
la mire, nunca permanece en el mismo estado. Existe, o no está. Los momentos
más elevados de conciencia crean memoria.
Los otros momentos, el hombre simplemente no los recuerda. Esto, más que nada,
produce en el hombre la ilusión de conciencia continua o de un continuo
"darse cuenta de sí ". Algunas escuelas modernas de psicología niegan
enteramente la conciencia, inclusive niegan la necesidad de tal término, pero
ello no es sino un derroche de mala inteligencia. Otras escuelas, si se les
puede llamar así, hablan de estados de
conciencia, queriendo significar: pensamientos, sentimientos, impulsos
motrices y sensaciones. Esto está basado en el error fundamental de mezclar la
conciencia con las funciones psíquicas. Hablaremos de ello más tarde. En
realidad, en la mayoría de los casos, el pensamiento moderno todavía confía en
la vieja formulación de que la conciencia
no tiene grados. La aceptación general de esta idea, si bien tácita, aunque
esté en contradicción con muchos descubrimientos recientes, detuvo muchas
posibles observaciones sobre las variaciones de la conciencia. El hecho es que
la conciencia tiene grados bastante visibles y observables, por cierto visibles y observables para cada
uno en sí mismo. Primero está la duración: ¿cuánto tiempo ha estado uno consciente? Segundo, la frecuencia de
aparición: ¿cuántas veces se ha
llegado a ser consciente? Tercero, la extensión y la penetración: ¿de qué era uno consciente?, lo cual
puede variar muchísimo con el crecimiento del hombre. Si tomamos sólo los dos
primeros, podremos comprender la idea de la posible evolución de la conciencia.
Esta idea está ligada con un hecho muy importante y muy conocido por las
antiguas escuelas psicológicas, como por ejemplo la de los autores de la Philokalia, pero completamente ignorado
por la filosofía y la psicología europeas de los dos o tres últimos siglos. O
sea que la conciencia se puede hacer continua y controlable por medio de
esfuerzos especiales y de estudios especiales. Trataré de explicar cómo se
puede estudiar la conciencia. Tomen un reloj y miren el segundero, tratando de darse cuenta de sí mismos, y
concentrándose en el pensamiento "Yo soy Pedro Ouspensky" "Estoy
ahora aquí". Traten de no pensar en nada más, simplemente siguiendo el
movimiento del segundero y dándose cuenta de sí mismo s, de
su nombre, de su existencia, y del lugar en que están. Mantengan apartado todo
otro pensamiento. Si son persistentes, podrán hacer esto por dos minutos. Este es el límite de su conciencia. Y si tratan de
repetir el experimento inmediatamente después, lo encontrarán más difícil que
la primera vez. Este experimento demuestra que un hombre, en su estado natural,
puede con gran esfuerzo ser consciente de una
cosa (él mismo) por dos minutos o menos. La deducción más importante que
uno puede hacer después de realizar este experimento en la forma debida, es que el hombre no es consciente de sí mismo.
La ilusión de estar consciente de sí mismo es creada por la memoria y por los
procesos del pensamiento. Por ejemplo, un hombre va al teatro. Si está
acostumbrado no tiene especialmente conciencia de estar allí mientras lo está.
Sin embargo, puede ver y observar cosas, el espectáculo puede gustarle o no,
recordarlo, acordarse de la gente que encontró, y así sucesivamente. Cuando
regresa a su casa recuerda que estuvo en el teatro, y por supuesto cree que
estuvo consciente mientras se hallaba en él. De esta manera no tiene dudas
sobre su conciencia y no se da cuenta de que su conciencia puede estar
completamente ausente mientras él puede actuar razonablemente, pensar,
observar. Para una descripción general, el hombre tiene posibilidad de cuatro
estados de conciencia. Estos son: el
sueño, el estado de vigilia, la conciencia de sí, y la conciencia objetiva.
Pero aunque tiene la posibilidad de estos cuatro estados de conciencia, el
hombre de hecho no vive sino en dos:
una parte de su vida la pasa en el sueño y la otra en lo que es llamado
"estado de vigilia", aunque en realidad su estado de vigilia difiere
muy poco del sueño. En la vida ordinaria, el hombre no sabe nada de la
"conciencia objetiva" y no es posible ningún experimento en esta
dirección. El hombre se atribuye el tercer estado, o "conciencia de
sí"; esto es, cree poseerlo, aunque en realidad sólo puede ser consciente
de sí por muy raros chispazos y aún entonces es probable que no lo reconozca,
porque no sabe lo que ello implicaría si en realidad lo poseyera. Estos
vislumbres de conciencia vienen en momentos excepcionales, en estados altamente
emocionales, en momentos de peligro, en circunstancias y situaciones muy nuevas
e inesperadas; o algunas veces en momentos completamente ordinarios cuando no
ocurre nada en particular. Pero en su estado ordinario o "normal", el
hombre carece de todo control sobre ellos. En cuanto a nuestra memoria
ordinaria, o a momentos de memoria, en realidad sólo recordamos momentos de
conciencia, aun cuando no nos demos cuenta de que esto sea así. Explicaré más
adelante lo que significa la memoria en un sentido técnico, así como las
diferentes clases de memoria que poseemos. Por ahora sólo quiero atraer su
atención a la propia observación de su memoria. Notarán que recuerdan las cosas
de manera diferente. Algunas cosas las recuerdan muy vívidamente, algunas muy
vagamente, y otras no las recuerdan en absoluto. Solamente saben que sucedieron. Se sorprenderán mucho cuando se den
cuenta de qué poco es lo que recuerdan en realidad. Y esto sucede así, porque
ustedes recuerdan sólo los momentos en
que estuvieron conscientes. De manera que, con referencia al tercer estado de conciencia, podemos
decir que el hombre tiene momentos ocasionales de conciencia de sí, que dejan
recuerdos vívidos de las circunstancias en que se produjeron, pero no tiene
dominio sobre ellos. Vienen y se van por sí mismos, estando controlados por
circunstancias exteriores y asociaciones ocasionales o recuerdos de emociones.
Surge la pregunta: ¿Es posible adquirir el control sobre estos momentos fugaces
de conciencia, el evocarlos más a menudo, y el mantenerlos por más tiempo, o
aun el hacerlos permanentes? En otras palabras, ¿es posible llegara ser conscientes? Este es el punto más
importante, y desde el mismo comienzo de nuestro estudio debemos comprender que
este punto, hasta en teoría, ha sido totalmente olvidado por todas las escuelas
modernas de psicología sin excepción.
Porque con los métodos adecuados y los esfuerzos apropiados el hombre puede adquirir el control de la conciencia,
y puede llegar a ser consciente de sí
mismo, con todo lo que esto implica. Y lo que esto implica, en nuestro
estado actual, no nos lo podemos ni siquiera imaginar. Sólo después de que se
haya comprendido este punto, puede llegar a ser posible un estudio serio de la
psicología. Este estudio debe comenzar con la investigación de los obstáculos a
la conciencia en nosotros mismos, porque la conciencia sólo puede comenzar a
crecer cuando por lo menos algunos de los obstáculos son extirpados. En las
conferencias siguientes, hablaré sobre estos obstáculos. El mayor de ellos es nuestra ignorancia de nosotros mismos, y
nuestra equivocada convicción de que nos conocemos a nosotros mismos, al menos
hasta cierto punto y de que podemos estar seguros de nosotros mismos, cuando en
realidad no nos conocemos en lo absoluto ni podemos estar seguros de nosotros
mismos ni siquiera en las cosas más
pequeñas. Debemos comprender ahora que la psicología significa en realidad el estudio de sí mismo. Esta es la
segunda definición de psicología. Uno no puede estudiar la psicología como se
estudia la astronomía; esto es, fuera de uno mismo. Al mismo tiempo, uno debe
estudiarse a sí mismo de la misma manera en que estudiaría cualquier máquina
nueva y complicada. Debe conocer las partes de esta máquina, sus funciones
principales, las condiciones para un trabajo apropiado,
las causas del trabajo equivocado, y muchas otras cosas difíciles de describir
sin usar un lenguaje especial, el que también es necesario conocer para poder
estudiar la máquina. La máquina humana tiene siete funciones diferentes: 1° El
pensar (o intelecto). 2° El sentir (o emociones). 3° La función instintiva
(todo el trabajo interno del organismo). 4° La función motriz (todo el trabajo
externo del organismo, el movimiento en el espacio, etc.). 5° El sexo (la
función de los dos principios, masculino y femenino, en todas sus manifestaciones).
Además de estas cinco, hay otras dos
funciones para las cuales no tenemos nombre en el lenguaje ordinario. Estas
aparecen sólo en los estados superiores de conciencia: una, la función emocional superior, que
aparece en el estado de conciencia de sí;
y otra, la función intelectual superior,
que aparece en el estado de conciencia
objetiva. Como no estamos en estos estados de conciencia, no podemos
estudiar estas funciones o experimentar con ellas. Sólo las conocemos
indirectamente, por aquellos que la han alcanzado o experimentado con ellas. En
la antigua literatura filosófica y religiosa de diferentes naciones hay muchas
alusiones a los estados superiores de conciencia y a las funciones superiores.
Lo que crea una dificultad adicional para comprender estas alusiones es la
falta de división entre los estados superiores de conciencia. Lo que se llama samadhi o estado de éxtasis o iluminación,
o, en trabajos más recientes, "conciencia cósmica", puede referirse a
uno u otro estado: algunas veces a experiencias de conciencia de sí, y a veces
a experiencias de conciencia objetiva. Y, por extraño que parezca, tenemos más
material para juzgar sobre el estado más elevado, o sea, la conciencia objetiva, que sobre el estado intermedio, esto es, la conciencia de sí, a pesar de que la
anterior sólo se puede alcanzar después de la última. El estudio de sí mismo
debe comenzar con el estudio de las cuatro funciones: el pensar, el sentir, la
función instintiva, y la función motriz. La función sexual sólo se puede estudiar
mucho después; esto es, cuando estas cuatro funciones hayan sido
suficientemente comprendidas. Al contrario de lo que afirman algunas teorías
modernas, la función sexual es realmente posterior; es decir, aparece más tarde
en la vida, cuando las cuatro primeras funciones ya se han manifestado
plenamente, y está condicionada por ellas.
Por lo tanto, el estudio de la función sexual sólo puede ser útil cuando las
primeras cuatro funciones sean totalmente conocidas en todas sus
manifestaciones. Al mismo tiempo se tiene que comprender que cualquier
irregularidad seria o anormalidad en la función sexual hace imposible el
desarrollo de sí y aun el estudio de sí
mismo. Tratemos ahora de comprender las cuatro funciones principales. Daré
por sentado que para ustedes es claro lo que yo quiero decir por la función
intelectual o función de pensar. En
ella están incluidos todos los procesos mentales: la percepción de impresiones,
la formación de representaciones y de conceptos, el raciocinio, la comparación,
la afirmación, la negación, la formación de palabras, la facultad de hablar, la
imaginación, y así sucesivamente. La segunda función es el sentir o las
emociones: la alegría, la pena, el miedo, el asombro, etc. Aun si están seguros
de que está claro para ustedes el cómo y en qué difieren las emociones de los
pensamientos, les aconsejaría que revisen sus puntos de vista a este respecto.
En nuestra manera ordinaria de pensar y de hablar mezclamos pensamientos y
sentimientos; pero para comenzar el estudio de sí es necesario diferenciar cuál
es cuál. Tomará más tiempo el comprender las dos funciones que siguen, instintiva y motriz, ya que en ningún
sistema ordinario de psicología están descritas y divididas de manera correcta.
Las palabras "instinto", "instintivo" se emplean por lo
general en sentido equivocado, y muy a menudo sin sentido alguno. En especial,
por lo general se le asigna al instinto funciones externas que son en realidad
funciones motrices y algunas veces emocionales. La función instintiva en el hombre incluye cuatro clases diferentes de
funciones: PRIMERO: Todo el trabajo
interno del organismo, toda la fisiología por así decirlo; la digestión y
asimilación de los alimentos, la respiración, la circulación de la sangre, todo
el trabajo de los órganos internos, la formación de nuevas células, la
eliminación de desechos, el trabajo de las glándulas endocrinas, etcétera. SEGUNDO:
Los así llamados cinco sentidos: la
vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto; y todas las otras facultades de
percibir el peso, la temperatura, la sequedad o la humedad, etc., es decir,
todas las sensaciones indiferentes, sensaciones que de por sí no son ni
agradables ni desagradables. TERCERO: Todas
las emociones físicas; es decir, todas las sensaciones físicas que son
agradables o desagradables. Toda clase de dolores o de sensaciones
desagradables, tales como un sabor desagradable u olor desagradable, y toda
clase de placeres físicos, tales como sabores agradables, olores agradables,
etc. CUARTO: Todos los reflejos, aun
los más complicados, tales como la risa y el bostezo; toda clase de memorias
físicas, tales como la memoria del gusto, la memoria del olfato, la memoria del
dolor, que son en realidad reflejos internos. La función motriz comprende todos los movimientos externos tales como
el caminar, el escribir, el hablar, el comer, y sus memorias. También
pertenecen a la función motriz aquellos movimientos que en el lenguaje
ordinario se llaman "instintivos", tales como el atrapar, sin
pensarlo, un objeto que se cae. La diferencia entre la
función instintiva y la motriz es muy clara y puede ser fácilmente comprendida
si uno simplemente recuerda que todas las funciones instintivas, sin excepción,
son innatas y que para usarlas no es necesario aprenderlas; mientras que, por
el otro lado, ninguna de las funciones motrices son innatas y uno tiene que
aprenderlas todas, tal como el niño aprende a caminar, o como se aprende a
escribir o a dibujar. Además de estas funciones normales del movimiento,
también hay algunas extrañas funciones motrices que representan el trabajo
inútil de la máquina, sin intención de la naturaleza; pero que ocupan mucho
lugar en la vida del hombre usando gran cantidad de su energía. Estas son: la
formación de sueños, la imaginación, el ensueño, el hablar interno, el hablar
por hablar, y en general, todas las
manifestaciones descontroladas e incontrolables. Las cuatro funciones:
intelectual, emocional, instintiva y motriz, ante todo tienen que ser
comprendidas en todas sus manifestaciones, y más tarde tienen que ser
observadas en sí mismo. Tal observación de si, o sea, la observación sobre
bases correctas, con la comprensión preliminar de los estados de conciencia y
de las diferentes funciones, constituye la base del estudio de uno mismo, es
decir, el principio de la psicología.
Es muy importante el recordar que al observar diferentes funciones es útil el
observar al mismo tiempo su relación con los diferentes estados de conciencia.
Tomemos los tres estados de conciencia, sueño, vigilia, y posibles vislumbres
de conciencia de sí, y las cuatro funciones: pensamiento, sentimiento, instinto
y movimiento. Todas las cuatro funciones se pueden manifestar en el sueño, pero
sus manifestaciones son deshilvanadas y no confiables. No hay manera de
usarlas, simplemente van por su cuenta. En el estado de vigilia, o de
conciencia relativa, hasta cierto punto pueden servirnos de orientación. Se
pueden comparar sus resultados, verificarlos, enderezarlos; y a pesar de que
pueden crear muchas ilusiones, en nuestro estado ordinario aún no tenemos otra
cosa y debemos hacer con ellas lo que podamos. Si nos diéramos cuenta de las
falsas observaciones, de las falsas teorías, de las falsas deducciones y
conclusiones hechas en este estado, deberíamos dejar de creer por completo en
nosotros mismos. Pero los hombres no se dan cuenta de cuán decepcionantes
pueden ser sus observaciones y sus teorías, y continúan creyendo en ellas. Es
esto lo que impide a los hombres el observar los raros momentos en que sus
propias funciones se manifiestan en conexión con vislumbres del tercer estado
de conciencia, es decir, de conciencia de sí. Todo esto quiere decir que cada
una de las cuatro funciones se puede manifestar en cada uno de los tres estados
de conciencia. Pero los resultados son totalmente diferentes. Cuando aprendamos
a observar estos resultados y sus diferencias, comprenderemos la relación
correcta entre las funciones y los estados de conciencia. Pero aún antes de
considerar la diferencia en la función en relación con los estados de
conciencia es necesario comprender que la conciencia del hombre y las funciones
del hombre son fenómenos totalmente diferentes, de naturaleza totalmente
distinta, dependientes de causas diferentes, y que el uno puede existir sin el
otro. Las funciones pueden existir sin la
conciencia y la conciencia puede existir sin las funciones.