“… Existe una ley de afinidad según la cual cada elemento, por sus vibraciones, por su quintaesencia, está en relación con otros elementos de la misma naturaleza, a los que puede, por tanto, atraer. Así es como vosotros, con vuestros pensamientos, con vuestros sentimientos, atraéis a los seres, a los elementos, a los acontecimientos que les corresponden. Sí: a causa de vuestros pensamientos y de vuestros sentimientos podéis ser destrozados, y a causa de vuestros pensamientos y vuestros sentimientos podéis llegar a ser reyes del mundo. Es simple y claro…”
“Hay una corriente de vida,… Hay una corriente de muerte,… El primer grado de la muerte es el descontento. Si no tomáis precauciones, el descontento se transforma en tristeza. De la misma forma, la tristeza se transforma en sufrimiento. Éste se convierte en dolor físico. El dolor se convierte en enfermedad y lleva a la muerte. Entre estos grados existen muchas tribulaciones, sensaciones y remordimientos. El principio de la vida eterna es el contento y el agradecimiento, que aportan la alegría. La alegría trae la paz, la tranquilidad, la felicidad. Éstas traen la fuerza, que es seguida de la plenitud, y por fin, de la vida eterna…"
La verdadera paz es un estado espiritual (Extracto de las Obras completas, Tomo 12)
La paz sólo os llegará si todo vuestro ser puede vibrar al unísono con una idea sublime, desinteresada. No podréis conocer la paz mientras no introduzcáis en vuestras células, en todo vuestro ser, pensamientos de amor, es decir la indulgencia, la generosidad, el perdón, la abnegación. No podréis, porque solamente estos pensamientos aportan la paz. Mirad, si tenéis algo que reprochar a vuestro vecino, si no podéis perdonarle y os rompéis la cabeza para saber cómo vengaros… O bien, si alguien os ha pedido dinero prestado y pensáis continuamente que deben devolvéroslo, no es posible tener paz, porque estos pensamientos son demasiado personales, demasiado egoístas. E incluso si estáis tranquilos durante algunos minutos, durante algunas horas, eso no es todavía la paz, es un poco de reposo, una tregua (esta paz, incluso los malvados pueden tenerla), y luego, de nuevo, sois atrapados por estados espantosos. La verdadera paz es un estado espiritual imposible de perder una vez que se ha obtenido.
Los mundos físico y psíquico obedecen a leyes (Pensamiento del 5 de mayo de 2004)
Todos los progresos de la ciencia, en cualquier ámbito, han sido posibles porque los humanos han descubierto que el mundo físico obedece a leyes. Pero con respecto al mundo psíquico, al mundo moral, ¡querrían que fuese el lugar de mayor confusión, de mayor anarquía! ¡Ninguna ley que conocer, ninguna regla que respetar!... Pues bien, no es posible, y si con su ligereza, con su inconsciencia, el hombre desajusta este extraordinario mecanismo que es su organismo psíquico, provoca daños irreparables. Nada es estable ni fiable cuando no se respetan las leyes, porque las leyes constituyen la estructura del universo, tanto la estructura del universo psíquico como la estructura del universo físico. El mayor error es no reconocer estas leyes. Se actúa como si fuesen un invento humano, por tanto, como si descansaran sobre bases arbitrarias, discutibles, y pudieran ser transgredidas fácilmente. ¡Pues no! Y nada ni nadie podrá ayudar al que transgreda las leyes del mundo psíquico y del mundo espiritual.
“Cosecharéis lo que hayáis sembrado” (Extracto de las Obras completas, Tomo 12)
«Cosecharéis lo que hayáis sembrado», esta ley es verdadera desde la creación del mundo. ¿Acaso pensáis que como se trata de agricultura no tiene nada que ver con la moral? Pero hay que saber que en el terreno de los pensamientos y de los sentimientos volvemos a encontrar las mismas leyes que en la agricultura. Los pensamientos tienen las mismas propiedades que las semillas. Cuando se siembra un pensamiento en la cabeza de alguien, este pensamiento produce en ella los frutos que le corresponden, ¡pues la cabeza es un suelo en el que se puede plantar! Por eso esta ley pertenece a la moral eterna y no a la moral humana. Algunos han dicho: «Quien siembra vientos recoge tempestades». Es otra ley moral que nunca ha cambiado; es tan absoluta como las leyes de la física y de la química.
La Naturaleza no es insensible a nuestros actos (Pensamiento del 14 de marzo de 2003)
La mayoría de los humanos se comporta con una ligereza increíble. Los ejemplos que tienen ante sus ojos les dejan indiferentes, no extraen ninguna lección, y continúan actuando como si sus actos no fuesen a tener ninguna consecuencia próxima o lejana. Transgreden las leyes de la naturaleza, alteran el trabajo de los elementos sin darse cuenta de que con esta actitud anárquica provocan fuerzas que acabarán reaccionando para restablecer el orden. La naturaleza no es una materia indiferente, inerte, insensible, con la que tengamos derecho a hacer lo que queramos; está viva, es inteligente, sensible. Claro está, también es muy paciente, pero cada vez que los humanos sobrepasan los límites de lo que ella puede soportar, reacciona.
Fuente: FraternidadblancauniversalEspañola