sábado, 28 de julio de 2012
EL FENÓMENO MÍSTICO DE LA MEDITACIÓN
Las vivencias que acompañan a la meditación tienen relación con el karma y el carácter individual de cada estudiante. Las visiones clarividentes, trances místicos o fenómenos ocultistas que les ocurren a algunos estudiantes, no significa que sean necesariamente más evolucionados o superiores éticamente a otros que no tienen iguales experiencias. Debe cada uno seguir su curso interior sin preocuparse de las experiencias de los otros.
San Juan de la Cruz dijo: "Muchas almas que jamás han visto visiones son incomparablemente más evolucionadas en el camino de la perfección que otras que han tenido muchas visiones". Estas experiencias, visiones, sueños, éxtasis, se consideran como incidentes que apuntan a un fin único y superior.
Hay siete factores personales que tienden a elaborar o por lo menos influir en dichos
fenómenos místicos. Ellos son:
1.- Las nociones religiosas o místicas previas del hombre entregado a la meditación,
2.- el carácter del foco original de su concentración, es decir, la línea de pensamiento, el objeto físico o el personaje particular sobre el que esté meditando,
3.- las tendencias generales y energías de hábitos procedentes de sus pasados nacimientos,
4.- los complejos innatos,
5.- los prejuicios adquiridos,
6.- el temperamento emocional, las circunstancias físicas y el medio ambiente geográfico,
7.-la capacidad mental. El místico ve lo que inconscientemente ha proyectado.
El Yo Superior aparece frente al meditador en la forma en que éste pueda comprenderlo mejor. Él deja que ellos inconscientemente plasmen la forma del fenómeno, mientras el Yo Superior vierte su propia esencia amorfa en el molde elegido.
El mentalismo ha demostrado incuestionablemente que es la profundidad e integridad de nuestros pensamientos sobre las cosas lo que les otorga realidad. Por vívidas y reales que las visiones puedan parecer a la persona que las "ve," estos fenómenos de clarividencia, sin embargo, "emanan de la mente y se hunden en la mente", como lo afirma cualquier adepto tibetano. Es una inspirada realización mística que esa visión expresa de esa forma, no una ilusión.
La clave es que la forma de la respuesta proviene del hombre mismo; el poder que anima a esa forma, proviene del Yo Superior. Este verdadero elemento divino de una visión, que se siente más que se ve, la convierte en una auténtica revelación.
A esta manifestación del Yo Superior, se añaden otros poderes de la mente, como la telepatía. En toda transferencia de pensamiento, la primera impresión es subliminal y sólo puede hacerse consciente si el receptor no interrumpe el proceso por un rechazo inicial brusco o por un inmediato escepticismo.
Se hace posible la transferencia del pensamiento, cuando las ideas de un hombre pueden despertar vibraciones empáticas en la consciencia de otro hombre. El elemento captador debe ajustarse al mismo periodo de vibración del transmisor. El medio universal que conecta dos cerebros es la Mente. La comprensión del mentalismo ofrece la clave para comprender los fenómenos telepáticos y otros fenómenos a los cuales se les llama sobrenaturales.
Estos hechos siempre deben ser considerados incidentales a la búsqueda espiritual, nunca como acontecimientos esenciales. El Yo Superior es el único rector de los estudiantes que luchan, es el principio rector de todos los ejercicios de meditación. El resultado depende de los esfuerzos y de la reacción, la consciencia superior trabaja independientemente en determinada etapa.
Cuando se manifiesta esta supra-consciencia es en los períodos en que el estudiante deja de luchar. Durante la ausencia de concentración, se articula en los intervalos del no pensar. Todo lo que se haga será para ella.
El renacimiento interior sobrevendrá después de un largo esfuerzo, porque sólo puede producirlo la Gracia divina.
De la visión mística a la visión interior.
Las visiones que se ven en la meditación, si están en las dimensiones espacio- temporales, necesariamente pertenecen al mundo de la relatividad finita. San Juan de la Cruz dijo. "Son sólo gracias que nos preparan para una Gracia mayor".
La Gracia mayor es despertar a lo que está fuera de la dimensión espacio-temporal, la iluminación de la consciencia gracias a un conocimiento que no tiene forma, tamaño, color o voz alguna.
Los místicos que ven a Dios como un objeto o persona, sólo ven la "idea" que ellos tienen de él. La quietud de la mente es el primer requisito para captar al Puro Pensamiento. Nadie puede esperar ver u oír a Dios con los ojos u oídos de la mente, aunque esos sean sutiles. Nada que tenga cualidades materiales se puede presumir como realidad final.
El éxtasis que experimentan algunos místicos es consecuencia del impacto de un poder superior que, por no estar acostumbrados a él, quiebra transitoriamente su equilibrio, debido a la exaltación de la emoción personal. Cuando el éxtasis sobreviene al principio de la meditación, éste desciende en el transcurso de ella y produce una beatífica serenidad de un nivel superior. Cuando sobreviene al final de la meditación, destruye la paz alcanzada durante la meditación, que se encontraba en este mismo plano superior.
Tanto las visiones arrebatadoras como los éxtasis emocionales, se producen en etapas iniciales de la meditación, para desaparecer cuando se alcanzan etapas de mayor evolución. Es preferible un estado de constante equilibrio a un éxtasis exaltador y la presión nostálgica que se ha desencadenado llega a su término.
Al descenso melancólico desde una etapa avanzada se le llama "noche oscura del alma", cuando los éxtasis son reemplazados por estados de ánimo grises y por una sequedad espiritual. Se trata del esfuerzo de la naturaleza para reajustar las fuerzas a un equilibrio de nivel superior. Después de este período puede sobrevenirle al místico la realización evolutiva y la comprensión con una seguridad inconmensurable.
La devoción basada en el conocimiento tiene logros superiores al simple conocimiento. El místico no debería dejarse arrastrar por sus sentimientos personales sino gozar serenamente de ellos, pero llegado a un punto, volver la atención hacia la Mente-en-sí-misma, con presencia de ánimo y sin dejar de vislumbrar la meta superior. Sentimiento y razón deben estar equilibrados, porque de esta interacción puede surgir una actitud verdaderamente profunda hacia Dios.
La auto absorción o trance se caracteriza por su transitoriedad. No es posible mantener a la consciencia sumida en la contemplación todo el tiempo. En estado de vigilia total, solamente, la persona puede ser proyectada por el Yo Superior y alcanzar la más amplia consciencia de la realidad.
Fuente: Paul Brunton