En el museo de Vienne se hallan dos medallas, de
las cuáles una representa a Dante, y la otra, al pintor Pedro de Pisa; ambas
muestran en su reverso las letras F. S. K. I. P. F. T., letras que son
interpretadas por Aroux de la manera siguiente: Frater
Sacrae Kadosch, Imperialis Principatus, Frater Templarius. Para las tres
primeras letras, esta interpretación es notoriamente incorrecta y no
proporciona un sentido que pueda considerarse inteligible. Opinamos que es
preciso leer Fidei Sanctae Kadosch. La asociación de la Fede
Santa, de la cual Dante fue aparentemente uno de los jefes, era una
organización, una tercera orden de filiación templaria; lo cual justifica la
denominación de Frater Templarius. Sus dignatarios ostentaban el
título de Kadosch, palabra hebrea que significa "santo" o
"consagrado", y que aún perdura -incluso en el presente- como
apelativo de los más altos grados de la Masonería. De todo lo cual se desprende
la razón que guió a Dante en la elección de San Bernardo como navegante final
del viaje celeste (1), ya que éste fue quien dio forma y contenido a la regla
de la Orden del Temple. De este modo, Dante parece haber querido indicar que
sólo por medio de San Bernardo era posible, en el marco de las condiciones de
la época, el acceso al grado supremo de la jerarquía espiritual.
En cuanto al Imperialis
Principatus, quizá no debamos limitarnos, para explicarlo, a la
consideración del papel político desempeñado por Dante ya que él sólo demuestra
cómo eran favorables al poder imperial todas las organizaciones a las cuales se
adhería. Es preciso señalar además que el "Sacro Imperio" tiene
también una significación simbólica, y que, aún en la actualidad, en la
Masonería escocesa, los miembros de los Consejos Supremos son calificados como
dignatarios del Sacro Imperio, mientras que el título de "Príncipe"
integra la vasta denominación de numerosos grados. Además, los jefes de
diferentes organizaciones de origen rosacruz han ostentado el título de Imperator desde
comienzos del siglo XVI. Son numerosos los argumentos que nos inclinan a
considerar a la Fede Santa, en la época de Dante, como una
organización que presentaba ciertas analogías con la que más tarde fue la
"Fraternidad de la Rosa-Cruz", a no ser que ésta derive más o menos
directamente de aquella.
Todavía hallaremos una
buena cantidad de similitudes, o mejor aún de aproximaciones, de este último
tipo. Aroux mismo señala numerosas semejanzas; uno de los aspectos más
esenciales que destacó preferentemente, sin extraer quizá todas las
consecuencias que entrañaba, es la significación de las diversas regiones
simbólicas descritas por Dante y, en particular, la región de los
"cielos". En efecto, estas regiones son la figuración de una realidad
de otros tantos estados diferentes, siendo de hecho cabales "jerarquías
espirituales". Es decir, que equivalen a grados de iniciación; en este
sentido, existiría una interesante concordancia que podría establecerse entre
la concepción de Dante y aquella de Swedenborg, para no mencionar
algunas teorías de la Kábala hebrea y sobre todo del esoterismo musulmán. Dante
mismo proporciona a este respecto una indicación que es interesante destacar:
"A vedere quello che per terzo cielo s'intende... dico che
per cielo intendo la scienza e per cieli le scienze" (2). Pero en
rigor, ¿cuáles son estas ciencias comprendidas bajo la designación simbólica de
cielos? Y además, ¿es acaso una alusión a las siete artes liberales cuya
mención es tan frecuente en la prosa de Dante tanto como en la de sus
contemporáneos? Hay un hecho que así lo hace suponer. Según Aroux, "los
cátaros, desde el siglo XII, utilizaban signos de reconocimiento, palabras de
santo y seña, una doctrina astrológica: efectuaban los ritos de iniciación
durante el equinoccio de primavera. Además, elaboraron un sistema científico
basado en la doctrina de las correspondencias (a la Luna correspondía la
Gramática, a Mercurio la Dialéctica, a Venus la Retórica, a Marte la Música, a
Júpiter la Geometría, a Saturno la Astronomía, al Sol la Aritmética o la Razón
iluminada). De este modo, a las siete esferas planetarias, que son los siete primeros
de los nueve cielos de Dante, correspondían respectivamente las siete artes
liberales, precisamente las mismas cuyos nombres observamos que figuran en los
siete peldaños del banzo de izquierda de la Escala de Kadosch (grado
30° de la Masonería escocesa).
El orden ascendente, en
este último caso, no difiere del precedente sino por la permutación, por un
lado, de la Retórica y de la Lógica (que sustituye en esta ocasión a la
Dialéctica) y, por el otro, de la Geometría y de la Música, y también en la medida
en que la Aritmética es la ciencia que se corresponde con el Sol, ocupa el
rango que pertenece normalmente a este astro en el orden astrológico de los
planetas, es decir el cuarto, medio del septenario, mientras que los cátaros la
ubicaban en el más alto peldaño de la propia Escala mística, así como lo hace
Dante para su correspondiente en el banzo de derecha, la Fe (Emunah), es
decir esa misteriosa Fede Santa de la cual él mismo fue Kadosch (3).
No obstante, se impone una
observación mas, referida a este tema: ¿cómo pudo suceder que este tipo de
correspondencias, que terminan por ser verdaderos grados iniciáticos, hayan
sido atribuidos a las artes liberales que se enseñaban pública y oficialmente
en todas las escuelas? Según nuestra opinión, deben haber existido dos manera
de encararlas, una exotérica y la otra, esotérica. Es decir, a toda ciencia
profana puede superponerse otra ciencia que se refiera, si se desea, al mismo
objeto, aunque lo considere desde un punto de vista más profundo, y que es, con
respecto a esta ciencia profana, lo que los sentidos superiores de las
escrituras son con respecto al sentido literal de ellas. Cabría decir además
que las ciencias exteriores proporcionan un modo de expresión para verdades
superiores, porque ellas mismas no son sino el símbolo de algo que pertenece a
otro orden, porque, como dijo Platón en alguna ocasión, lo sensible no es sino
el reflejo de lo inteligible.
Los fenómenos de la
naturaleza y los acontecimientos de la historia poseen todo un valor simbólico,
en la medida que expresan algo de los principios de los cuales dependen y de
los cuales son consecuencias más o menos lejanas. De este modo, toda ciencia y
todo arte pueden, mediante una transposición conveniente, adquirir un valor
esotérico cabal. ¿Por qué las expresiones derivadas de las artes liberales no
habrían desempeñado, en los inicios de la Edad Media, un papel comparable al
desempeñado por el lenguaje del arte de los constructores en las expresiones de
la Masonería especulativa? Y aún más, ahondando este argumento: encarar las
cosas de esta manera, en suma, significa devolverlas a su principio. Por tanto,
este punto de vista es inherente a su esencia misma, y no sobre agregada de un
modo accidental; y, si así es, la tradición acerca de la cual informa ¿no
podría acaso remontarse al origen mismo de las ciencias y de las artes,
mientras que el punto de vista exclusivamente profano no sería más que un punto
de vista enteramente moderno, resultante del olvido general de esa tradición?
No estamos en condiciones de
exponer aquí esta cuestión con todos los desarrollos que ella requiere; pero sí
de analizar los términos mediante los cuáles Dante mismo indica, en el
comentario que hace en su primera Canzone, la manera mediante la
cual aplica a su obra las reglas de determinadas artes liberales: "O
uomini, che vedere non potete la sentenza di questa Canzone, non la rifutate
però; ma ponete mente alla sua bellezza, che é grande, si per costruzione, la
quale si pertiene alli grammatici; si per l'ordine del sermone, che si pertiene
alli rettorici; si per lo numero delle sue parti, che si pertiene
alli musici" (4). En esta manera de encarar la música en relación con
los números, por tanto, como ciencia del ritmo en todas sus correspondencias
¿acaso no es posible reconocer un eco de la tradición pitagórica? ¿Y no es esta
misma tradición, precisamente, que permite comprender el papel
"solar" atribuido a la aritmética, a la cual convierte en el centro
común de todas las demás ciencias, y también en las relaciones que unen a éstas
entre sí, especialmente a la música con la geometría, por el conocimiento de
las proporciones de las formas (que halla una aplicación directa en la
arquitectura), y con la astronomía, por el conocimiento de la armonía de las
esferas celestes? Más adelante, por consiguiente, analizaremos con alguna
profundidad la importancia fundamental del simbolismo de los números en la obra
de Dante; y, si ese simbolismo no posee una única raíz pitagórica, si vuelve a
presentarse en otras doctrinas por la simple razón de que la verdad es una
sola, no por eso podemos dejar de pensar que, de Pitágoras a Virgilio y de éste
a Dante, la "cadena de la tradición" no se quebró en la tierra de
Italia. De ello estamos convencidos.
NOTAS:
(1). Paradiso, XXXI. La palabra contemplante,
por la cual Dante designa enseguida a San Bernardo (id. XXXII, I), ofrece
aparentemente un doble sentido, por la relación con la designación misma del
Temple.
(2). Convito, t. II. Capitulo XIV.
(3). Acerca de la Escala misteriosa de Kadosch, cuyo
comentario proseguiremos más adelante, ver el Manuel Maçonnique del
H.·. Vuilliaume. p. XVI, págs. 213-214. Citamos esta obra según el contenido de
su segunda edición (1830).
(4). He aquí la traducción de este texto:
"Hombres que no pueden ver el sentido de esta Canzone, no la
rechacen sin embargo pero presten atención a su belleza, que es grande, sea por
la construcción, que concierne a los gramáticos; sea por el orden del discurso,
que concierne a los teóricos; sea por el numero de sus partes, que concierne a
los músicos".
Fuente: René Guénon