lunes, 14 de mayo de 2012

EL ESOTERISMO DE DANTE - SENTIDO APARENTE Y SENTIDO OCULTO








                                                                               

"O voi che avete gl'intelleti sani,
Mirate la dotrina che s'ascende
Sotto il velame degli versi strani!"

Mediante estas palabras (1), Dante indica de una manera muy explícita la existencia de un sentido oculto en su obra, de carácter doctrinal, cuyo sentido exterior y aparente no es sino un velo que debe ser descorrido por aquellos que son capaces de captarlo. El poeta va aún más lejos, puesto que afirma la posibilidad de comprender y explicar todos los escritos -y no sólo las Sagradas Escrituras- según el principio de cuatro sentidos: "si possono intendere e debbonsi sponere massimamente per quattro sensi" (2). Por lo demás, es evidente que estas diversas significaciones no pueden destruirse u oponerse en caso alguno, aunque sí complementarse y armonizarse como las partes de una misma totalidad, como los elementos constitutivos que finalmente se integran en una síntesis única.

    Por ello, el conjunto de La Divina Comedia puede ser interpretado según varios sentidos. Acerca de esta afirmación no cabe duda alguna, como tampoco ella admite objeción, puesto que allí está el testimonio mismo del autor,  sin duda mejor cualificado que ningún otro para informarnos sobre sus intenciones más íntimas. Y, sin embargo, una primera dificultad se presenta cuando se trata de determinar la significación de esos diferentes sentidos; en particular, en aquellos de más elevada trascendencia o de mayor profundidad, y allí surgen también -y con espontánea naturalidad- las divergencias interpretativas de los numerosos comentaristas. Con todo, estos mismos comentaristas suelen coincidir en el reconocimiento cabal, según el sentido literal del relato poético, de un sentido filosófico o más bien filosófico-teológico, como así también de un sentido político y social; pero, con el sentido literal mismo, aún no superamos el número tres y Dante nos ha advertido la existencia de cuatro sentidos. ¿Cuál es entonces esa cuarta dimensión? Según nuestra opinión, este sentido no puede ser otro que el de la iniciación, metafísico en su esencia, y con el cual se relacionan múltiples datos que, sin ser todos de un orden de pura metafísica, presentan un carácter parejamente esotérico. Sin duda, precisamente por esas características, ese sentido profundo fue desconocido por gran parte de los comentaristas de la obra de Dante; y, sin embargo, si se lo ignora o se lo desconoce, los demás sentidos no pueden ser captados sino parcialmente,  porque es una suerte de principio ordenador sobre el cual se coordina y unifica la multiplicidad de todos ellos. Incluso los comentaristas que entrevieron el aspecto esotérico de la obra de Dante no se libraron de cometer errores de apreciación en cuanto a la verdadera naturaleza de ella, puesto que demuestran una total falta de comprensión de tales elementos, ya que ofrecen una interpretación viciada por prejuicios que los acosan sin remedio. 

Un ejemplo típico se presenta tanto en la obra de Rossetti como en los comentarios de Aroux. Fueron estos autores los primeros que señalaron la existencia de una dimensión esotérica en la obra de Dante; algo precipitadamente afirmaron la "herejía" dantesca, sin darse cuenta de que esta afirmación no era sino el resultado de confundir ámbitos pertenecientes a esferas diferentes. 

Aunque estos comentaristas conocían muchas cosas, ignoraban muchas otras. Nuestra pretensión es entonces intentar clarificar la cuestión sin pretender brindar una exposición completa acerca de un tema que parece ser verdaderamente inagotable.

    Según Aroux, el problema se plantea en estos términos: ¿Dante fue católico o albigense? Según otros, la cuestión radica en dilucidar si fue cristiano o pagano (3). Según nuestro entender, este último punto de vista es erróneo, puesto que el verdadero esoterismo es algo muy diferente a cualquier característica de una religión externa y, si presenta algún tipo de relación con ésta, no puede ser sino mediante una consideración que supone a las formas religiosas como un modo de expresión simbólico. Poco importa, por lo demás, que esas formas correspondan a tal o cual religión, puesto que se trata de una unidad doctrinaria esencial que se oculta detrás de una diversidad aparente.
    Por ello, los antiguos iniciados participaban de modo indistinto en todos los cultos exteriores, adhiriéndose así a las costumbres establecidas en los países en donde circunstancialmente se encontraban; y porque Dante también creía en esta unidad fundamental, y no porque practicara un "sincretismo" superficial, empleó indistintamente y, según el caso, un lenguaje que procedía del ámbito cristiano o bien del mundo de la Antigüedad greco-romana. Sin duda, la metafísica pura no es pagana ni cristiana, es universal. Los Misterios de la época antigua no pertenecieron a las prácticas del paganismo, aunque se superponían a éstas (4). Asimismo, durante el período medieval, existieron organizaciones cuyo carácter era iniciático y no religioso pero cuyas bases estaban firmemente asentadas en el Catolicismo.

    Si Dante perteneció a algunas de estas organizaciones, como creemos sin duda que así fue, el hecho no justifica en modo alguno que pueda sostenerse la existencia de un Dante "hereje". Los comentaristas que sostienen tal cosa han construido una falsa imagen del mundo medieval, o por lo menos incompleta. De ese mundo sólo captan lo externo, pues únicamente utilizan esa exterioridad como término de comparación con el mundo moderno.

    Si ese fue el carácter real de todas las organizaciones iniciáticas, entonces sólo existieron dos casos en los cuáles la acusación de "herejía" puede ser formulada contra alguna de ellas o contra algunos de sus miembros; y ello, para disimular otras acusaciones mucho más fundadas o por lo menos mucho más justificadas, aunque no pudieran formularse abiertamente. El primero de estos dos casos se produce cuando algunos iniciados divulgan inoportunamente ciertos conocimientos, provocando el riesgo de perturbar a espíritus no preparados para acceder al conocimiento de las verdades superiores, y suscitando asimismo cierto tipo de desorden social. Los autores de tales divulgaciones fueron los responsables de introducir una indudable confusión entre los dos órdenes, esotérica y exotérica. Confusión que, en suma, justificaba suficientemente el reproche de "herejía". Y este caso se presentaba en ocasiones diversas en el Islam (5), en donde las escuelas esotéricas no solían despertar hostilidad alguna por parte de las autoridades religiosas y jurídicas que representaban al exoterismo, por lo menos en circunstancias normales. En cuanto al segundo caso, se producía cuando la misma acusación era simplemente tomada como pretexto por un determinado poder político para provocar la ruina de adversarios que estimaba tanto más temibles cuanto más difícil era obtener el mismo fin mediante medios ordinarios. La destrucción de la Orden del Temple fue uno de los ejemplos más célebres de esto último, y este suceso precisamente presenta una relación directa con el tema de este estudio.
       
  
NOTAS:

 (1).  Inferno, IX, 61-63.

 (2). Convito, t. II. capítulo I.

 (3). Cfr. Arturo Reghini, "L'Allegoria esotérica di Dante", en el "Nuovo Patto", setiembre-noviembre 1921, págs. 541-548.

  (4). Es preciso incluso que aclaremos nuestra preferencia por otra palabra que no sea paganismo, impuesta por un largo uso, pero cuyo origen señala un término que revela un matiz de desprecio aplicado a la religión greco-romana cuando ésta, ya en el último grado de su decadencia. se vio reducida a un estado de simple superstición popular.

  (5). En particular, aludimos al célebre ejemplo de El-Hallaj, sentenciado a muerte en el año 309 de la Hégira (921 de la era cristiana), y cuya memoria es venerada por aquellos mismos que estiman que fue condenado justamente por la divulgación imprudente de su palabra.