"O voi che avete gl'intelleti
sani,
Mirate la dotrina che s'ascende
Sotto il velame degli versi strani!"
Mediante estas palabras (1), Dante indica
de una manera muy explícita la existencia de un sentido oculto en su obra, de
carácter doctrinal, cuyo sentido exterior y aparente no es sino un velo que
debe ser descorrido por aquellos que son capaces de captarlo. El poeta va aún
más lejos, puesto que afirma la posibilidad de comprender y explicar todos los
escritos -y no sólo las Sagradas Escrituras- según el principio de cuatro
sentidos: "si possono intendere e debbonsi sponere
massimamente per quattro sensi" (2). Por lo demás, es evidente
que estas diversas significaciones no pueden destruirse u oponerse en caso
alguno, aunque sí complementarse y armonizarse como las partes de una misma
totalidad, como los elementos constitutivos que finalmente se integran en una
síntesis única.
Por ello, el
conjunto de La Divina Comedia puede ser interpretado según
varios sentidos. Acerca de esta afirmación no cabe duda alguna, como tampoco
ella admite objeción, puesto que allí está el testimonio mismo del autor, sin
duda mejor cualificado que ningún otro para informarnos sobre sus intenciones
más íntimas. Y, sin embargo, una primera dificultad se presenta cuando se trata
de determinar la significación de esos diferentes sentidos; en particular, en
aquellos de más elevada trascendencia o de mayor profundidad, y allí surgen
también -y con espontánea naturalidad- las divergencias interpretativas de los
numerosos comentaristas. Con todo, estos mismos comentaristas suelen coincidir
en el reconocimiento cabal, según el sentido literal del relato poético, de un
sentido filosófico o más bien filosófico-teológico, como así también de un
sentido político y social; pero, con el sentido literal mismo, aún no superamos
el número tres y Dante nos ha advertido la existencia de cuatro sentidos. ¿Cuál
es entonces esa cuarta dimensión? Según nuestra opinión, este sentido no puede
ser otro que el de la iniciación, metafísico en su esencia, y con el cual se
relacionan múltiples datos que, sin ser todos de un orden de pura metafísica,
presentan un carácter parejamente esotérico. Sin duda, precisamente por esas
características, ese sentido profundo fue desconocido por gran parte de los
comentaristas de la obra de Dante; y, sin embargo, si se lo ignora o se lo
desconoce, los demás sentidos no pueden ser captados sino parcialmente, porque
es una suerte de principio ordenador sobre el cual se coordina y unifica la
multiplicidad de todos ellos. Incluso los comentaristas que entrevieron el
aspecto esotérico de la obra de Dante no se libraron de cometer errores de
apreciación en cuanto a la verdadera naturaleza de ella, puesto que demuestran
una total falta de comprensión de tales elementos, ya que ofrecen una
interpretación viciada por prejuicios que los acosan sin remedio.
Un ejemplo
típico se presenta tanto en la obra de Rossetti como en los comentarios de
Aroux. Fueron estos autores los primeros que señalaron la existencia de una
dimensión esotérica en la obra de Dante; algo precipitadamente afirmaron la
"herejía" dantesca, sin darse cuenta de que esta afirmación no era
sino el resultado de confundir ámbitos pertenecientes a esferas diferentes.
Aunque estos comentaristas conocían muchas cosas, ignoraban muchas otras.
Nuestra pretensión es entonces intentar clarificar la cuestión sin pretender
brindar una exposición completa acerca de un tema que parece ser verdaderamente
inagotable.
Según Aroux, el
problema se plantea en estos términos: ¿Dante fue católico o albigense? Según
otros, la cuestión radica en dilucidar si fue cristiano o pagano (3). Según
nuestro entender, este último punto de vista es erróneo, puesto que el
verdadero esoterismo es algo muy diferente a cualquier característica de una
religión externa y, si presenta algún tipo de relación con ésta, no puede ser
sino mediante una consideración que supone a las formas religiosas como un modo
de expresión simbólico. Poco importa, por lo demás, que esas formas
correspondan a tal o cual religión, puesto que se trata de una unidad
doctrinaria esencial que se oculta detrás de una diversidad aparente.
Por ello, los
antiguos iniciados participaban de modo indistinto en todos los cultos
exteriores, adhiriéndose así a las costumbres establecidas en los países en
donde circunstancialmente se encontraban; y porque Dante también creía en esta
unidad fundamental, y no porque practicara un "sincretismo"
superficial, empleó indistintamente y, según el caso, un lenguaje que procedía
del ámbito cristiano o bien del mundo de la Antigüedad greco-romana. Sin duda,
la metafísica pura no es pagana ni cristiana, es universal. Los Misterios de la
época antigua no pertenecieron a las prácticas del paganismo, aunque se
superponían a éstas (4). Asimismo, durante el período medieval, existieron
organizaciones cuyo carácter era iniciático y no religioso pero cuyas bases
estaban firmemente asentadas en el Catolicismo.
Si Dante
perteneció a algunas de estas organizaciones, como creemos sin duda que así
fue, el hecho no justifica en modo alguno que pueda sostenerse la existencia de
un Dante "hereje". Los comentaristas que sostienen tal cosa han
construido una falsa imagen del mundo medieval, o por lo menos incompleta. De
ese mundo sólo captan lo externo, pues únicamente utilizan esa exterioridad
como término de comparación con el mundo moderno.
Si ese fue el
carácter real de todas las organizaciones iniciáticas, entonces sólo existieron
dos casos en los cuáles la acusación de "herejía" puede ser formulada
contra alguna de ellas o contra algunos de sus miembros; y ello, para disimular
otras acusaciones mucho más fundadas o por lo menos mucho más justificadas,
aunque no pudieran formularse abiertamente. El primero de estos dos casos se
produce cuando algunos iniciados divulgan inoportunamente ciertos
conocimientos, provocando el riesgo de perturbar a espíritus no preparados para
acceder al conocimiento de las verdades superiores, y suscitando asimismo
cierto tipo de desorden social. Los autores de tales divulgaciones fueron los
responsables de introducir una indudable confusión entre los dos órdenes, esotérica
y exotérica. Confusión que, en suma, justificaba suficientemente el reproche de
"herejía". Y este caso se presentaba en ocasiones diversas en el
Islam (5), en donde las escuelas esotéricas no solían despertar hostilidad
alguna por parte de las autoridades religiosas y jurídicas que representaban al
exoterismo, por lo menos en circunstancias normales. En cuanto al segundo caso,
se producía cuando la misma acusación era simplemente tomada como pretexto por
un determinado poder político para provocar la ruina de adversarios que
estimaba tanto más temibles cuanto más difícil era obtener el mismo fin
mediante medios ordinarios. La destrucción de la Orden del Temple fue uno de
los ejemplos más célebres de esto último, y este suceso precisamente presenta
una relación directa con el tema de este estudio.
NOTAS:
(1). Inferno, IX,
61-63.
(2). Convito, t. II.
capítulo I.
(3). Cfr. Arturo Reghini,
"L'Allegoria esotérica di Dante", en el "Nuovo Patto",
setiembre-noviembre 1921, págs. 541-548.
(4). Es preciso incluso que
aclaremos nuestra preferencia por otra palabra que no sea paganismo, impuesta
por un largo uso, pero cuyo origen señala un término que revela un matiz de
desprecio aplicado a la religión greco-romana cuando ésta, ya en el último
grado de su decadencia. se vio reducida a un estado de simple superstición
popular.
(5). En particular, aludimos
al célebre ejemplo de El-Hallaj, sentenciado a muerte en el año 309 de la
Hégira (921 de la era cristiana), y cuya memoria es venerada por aquellos
mismos que estiman que fue condenado justamente por la divulgación imprudente
de su palabra.