Las consideraciones generales que hemos
expuesto son un antecedente que nos permiten
volver al tema de esas singulares similitudes que señalaba Aroux, y acerca de
las cuales hicimos un breve comentario (1). "El Infierno representa el
mundo profano, el Purgatorio comprende las pruebas iniciáticas, y el Cielo es
la morada de los Perfectos, en los cuales hallan su conjunción más lograda la
inteligencia y el amor... La ronda celeste que Dante describe (2) comienza en
los alti Serafini, que son los Principi celesti, y termina en los
últimos rangos del Cielo.
Ahora bien, sucede que algunos dignatarios inferiores
de la Masonería escocesa, que pretende remontarse a los Templarios y de la cual
Zerbino, el príncipe escocés, el amante de Isabel de Galicia, es la
personificación en el Orlando Furioso de Ariosto, suelen titularse
príncipes, Príncipes de Mercy; que la asamblea o capítulo de esta
Masonería se denomina el Tercer Cielo; que ostentan el símbolo de un Palladium,
o estatua de la Verdad, revestida como Beatriz de tres colores que son el
verde, el blanco y el rojo (3); que el Venerable Escocés (cuyo título es
"Príncipe muy excelente") lleva una flecha en la mano y sobre el
pecho un corazón dentro de un triángulo (4), siendo una personificación del
Amor; que la cantidad misteriosa de nueve, número con el cual Beatriz establece
una particular relación, Beatriz que debe ser "llamada amor", dice
Dante en la Vita Nuova, también se relaciona con este Venerable, rodeado
de nueve columnas, de nueve candelabros de nueve brazos y de nueve luces, de
ochenta y un años de edad, múltiplo (o más exactamente cuadrado) de nueve,
cuando se supone que Beatriz muere en el año ochenta y uno del siglo" (5).
Este grado de Príncipe de la Merced,
o Escocés Trinitario, corresponde al número veintiséis del Rito Escocés;
he aquí lo que expresa el H.·. Bouilly, en su Explication des emblèmes et
des symboles des douze grades philosophiques (del número 19 al 30):
"Este grado es, según nuestra opinión, el más inextricable de todos los
que componen esta sabia categoría: adquiere así la denominación de Escocés
Trinitario (6). En efecto, todo se presenta en esta alegoría tras el
emblema de la Trinidad. Y así, ese fondo muestra tres colores (verde, blanco y
rojo), en el nivel inferior esa figura de la Verdad, y por todas partes y como
último corolario ese indicio acerca de la Gran Obra de la Naturaleza (a cuyas
fases aluden los tres colores mencionados), de los elementos constitutivos de
los metales (azufre, mercurio y sal) (7), de su fusión y de su separación (solve
et coagula), en una palabra, acerca de la ciencia de la química mineral (o
más bien de la alquimia), cuyo fundador fue -según los egipcios- el notable
Hermes que tanto fundamento y tanta extensión dio a la medicina (espagírica)
(8). Tan cierto es esto último, que las ciencias constitutivas de la felicidad
y de la libertad se suceden y se clasifican según ese orden admirable, orden
que prueba que el Creador ha proporcionado a los hombres todo aquello que puede
calmar los males y prolongar así su paso por la tierra (9). Básicamente en el
número tres, representado con magnífica precisión por los tres ángulos del
Delta, y del cual los cristianos hicieron un símbolo fulgurante de la
Divinidad, es, repito, en ese número tres que se remonta a los tiempos más
antiguos (10), que el observador estudioso y atento descubre la fuente
primitiva de todo lo que afecta al pensamiento, de todo lo que enriquece la
imaginación y que da una idea justa y precisa de la igualdad social. No dejemos
entonces, nunca, dignos caballeros, de ser Escoceses Trinitarios, de mantener y
de honrar el número tres como emblema de todo lo que constituye los deberes del
hombre, de todo lo que es inherente y que expresa tan bien la querida Trinidad
de nuestra orden, aquella que está grabada en las columnas de nuestros Templos:
Fe, Esperanza y Caridad" (11).
De este pasaje del texto de Bouilly, es
preciso destacar sobre todo el hecho de que el grado en cuestión, como casi
todos los que se vinculan con la misma serie, presenta una significación
claramente hermética (12); y conviene señalar en particular con respecto a este
punto, la conexión de todo el hermetismo con casi todas las Ordenes de
Caballería. No se trata por cierto de analizar o indagar en este estudio acerca
del origen histórico de los más altos grados del Escocismo, ni de discutir
acerca de una teoría muy controvertida que se resuelve por la descendencia
templaria. Pero no es menos cierto que existió una filiación real y directa o bien
una simple reconstitución; así lo demuestra la mayoría de esos grados, y
también algunos de los que se presentan en otros ritos, cuando aparecen como
los vestigios de una organización que otrora fuera independiente (13) y, muy en
particular, de esas antiguas Ordenes de Caballería cuya fundación está tan
íntimamente ligada a la gesta de las Cruzadas. Es decir, de una época en la
cual no sólo no se produjeron relaciones que puedan ser consideradas hostiles,
como lo creen aquellos que otorgan el mayor crédito a las apariencias, sino que
se practicaron activos intercambios intelectuales entre Oriente y Occidente,
intercambios que se concretaron sobre todo por medio de las Órdenes en
cuestión. ¿Es preciso admitir que de la tierra oriental extrajeron los conocimientos
herméticos que luego asimilaron, o bien que poseían un esoterismo de ese tipo
desde sus orígenes, y que esa iniciación los hizo aptos para entrar en relación
con los orientales en ese terreno? He aquí una cuestión que no pretendemos
resolver, pero la segunda hipótesis, aunque menos divulgada que la primera
(14), nada tiene de inverosímil para quien reconoce la existencia, durante toda
la Edad Media, de una tradición iniciática de características puramente
occidentales. Y lo que apoyaría esta posición, radica en el hecho de que
Órdenes fundadas más tarde, y que nunca mantuvieron relaciones con Oriente,
estuvieron asimismo provistas de un simbolismo hermético; así, la Orden del Toisón
d'Or cuyo nombre mismo es una alusión tan clara como posible a ese
simbolismo. Sea lo que fuere, en la época de Dante, el hermetismo existía de un
modo cierto e indudable en la Orden del Temple, tanto como se conocían algunas
doctrinas de segura procedencia árabe, que Dante mismo no debe haber ignorado,
y que le fueron transmitidas por esa vía. Más adelante, explicaremos
extensamente este último punto.
Sin embargo, volvamos a las concordancias
masónicas mencionadas por el comentarista, y de las cuales hasta ahora sólo
examinamos una parte, ya que son varios los grados del Escocismo en los que
Aroux cree observar una perfecta analogía con los nueve cielos que Dante
recorre junto a Beatriz.
Las correspondencias indicadas para los
siete cielos planetarios son las siguientes: a la Luna corresponden los
profanos; a Mercurio, el Caballero del Sol (28º); a Venus, el Príncipe de la
Merced (26º, verde, blanco y rojo); al Sol, el Gran Arquitecto (12º) o el
Noaquita (21º); a Marte, el Gran Escocés de San Andrés o Patriarca de las
Cruzadas (29º, rojo con cruz blanca); a Júpiter, el Caballero del Águila blanca
y negra o Kadosch (30º); a Saturno, la Escala de Oro de los mismos Kadosch.
Por cierto, algunas de estas atribuciones nos parecen dudosas; resulta difícil
admitir, en particular, el primer cielo como estancia de los profanos, puesto
que el lugar de éstos no puede ser otro que las "tinieblas
exteriores". En efecto, ¿acaso no hemos visto anteriormente cómo el
Infierno representa el mundo de los profanos, mientras que no se accede a los
diversos cielos -incluyendo el de la Luna- sino después de haber cumplido los
impedimentos iniciáticos del Purgatorio? Sabemos bien, no obstante, que la
esfera de la Luna mantiene una relación especial con los Limbos, pero es éste
otro aspecto de su simbolismo que no debemos confundir con aquel mediante el
cual ella está representada como el primer cielo. En efecto, la Luna es a la
vez Janua Coeli y Janua Inferni, Diana y Hécate (15); los antiguos
conocían muy bien esto, y Dante no podía ignorarlo, ni conceder a los profanos
un refugio celeste, aunque fuera el más inferior de todos ellos.
De cualquier modo, mucho menos discutible
es la identificación de las figuras simbólicas vistas por Dante: la cruz en el
cielo de Marte, el águila en el cielo de Júpiter, la escala en el de Saturno.
Sin duda, es posible comparar esta cruz con aquella que, después de haber sido
el signo distintivo de las Órdenes de Caballería, sirve aún como emblema de
varios grados de la Masonería; y, si se la ubica en la esfera de Marte, ¿no es
acaso una alusión al carácter militar de esas Órdenes, su aparente razón de
ser, y el papel que desempeñaron exteriormente en las expediciones bélicas de
las Cruzadas? (16). En cuanto a los otros dos símbolos, es imposible no
reconocer en ellos los del Kadosch Templario, y, al mismo tiempo, el
águila, que ya la antigüedad clásica atribuía a Júpiter, como los hindúes la
atribuían a Vishnú (17), fue el emblema del antiguo Imperio Romano (que nos
recuerda la presencia de Trajano en el ojo de esa águila) y continuó siendo el
signo del Sacro Imperio. El cielo es el refugio de los "príncipes sabios y
justos": "Diligite justitiam, qui judicatis terram" (18),
correspondencia que, como todas las utilizadas por Dante para los demás cielos,
se explica enteramente por razones de categoría astrológica. Y el nombre hebreo
del planeta Júpiter es Tsedek, que significa "justo". En
cuanto a la escala de los Kadosch, ya hemos hablado de ella: puesto que
la esfera de Saturno está situada inmediatamente debajo de la de Júpiter, se
alcanza el primer peldaño de esta escala por la Justicia (Tsedakah), y
su cima por la Fe (Emounah).
Ese símbolo de la escala parece ser de
origen caldeo, llegando a tierras occidentales junto con los misterios de
Mithra: existían entonces siete peldaños, cada uno de ellos formado por un
metal diferente, de acuerdo con la correspondencia de los metales con los
planetas. Por otro lado, se sabe que, en el simbolismo bíblico, se menciona
igualmente la Escala de Jacob que, uniendo la tierra con los cielos, presenta
una significación idéntica (19).
"Según Dante, el octavo cielo del
Paraíso, el cielo estrellado (o de las estrellas fijas) es el cielo de los
Rosa-Cruces: los perfectos están vestidos de blanco; exponen así un simbolismo
análogo al de los Caballeros de Heredom (20); profesan la "doctrina
evangélica", la misma que practica Lutero, opuesta a la doctrina católica
romana." Tal es la interpretación de Aroux, que manifiesta una muy
frecuente confusión, sobre todo en él, entre el ámbito del esoterismo y el dominio
del exoterismo: el esoterismo cabal debe situarse más allá de las oposiciones
que se afirman en los movimientos exteriores que convulsionan el mundo profano
y, si bien estos movimientos suelen ser suscitados o dirigidos invisiblemente
por poderosas organizaciones iniciáticas, puede afirmarse que éstas los dominan
sin unirse a ellos, de manera tal que puedan ejercer una influencia cierta
sobre cada una de las partes contrarias. Es cierto que los protestantes y, en
particular los luteranos, se servían de manera habitual de la palabra
"evangélica" para designar su propia doctrina y, por otro lado, es
sabido que el sello de Lutero ostentaba una cruz en el centro de una rosa;
también es sabido que la organización rosacruz que manifestó su existencia
pública en 1604 (y con la cual Descartes procuró en vano establecer una
relación), se declaró claramente "antipapista". Con todo, debemos
aclarar que esta Rosa-Cruz del comienzo del siglo XVII demostraba ya ser muy
exterior, y muy alejada de la verdadera y original Rosa-Cruz, la cual nunca
llegó a constituir una sociedad en el sentido propio de esta palabra. En cuanto
a Lutero, parece no haber sido más que una suerte de agente subalterno, sin
duda bastante poco consciente del papel que debía desempeñar. Por lo demás,
estos diversos temas nunca fueron completamente elucidados.
Sea lo que fuere, las blancas vestimentas
de los Elegidos o de los Perfectos, aunque recuerdan evidentemente algunos
textos apocalípticos (21), no dejan de ser sobre todo una alusión al hábito de
los Templarios. Con respecto a este tema existe un pasaje de particular
significación (22):
"Qual e colui che
tace e dicer vuole.
Mi trassa Beatrice, e disse: "Mira
Quanto e il convento delle bianche stole!"
Esta interpretación
permite entonces dar un sentido muy preciso a la expresión "milicia
santa" que hallamos algo más adelante, en versos que aún parecen expresar
discretamente la transformación del Templarismo, después de su aparente
destrucción, dando origen al Rosacrucismo (23):
"In forma dunque
di candida rosa
Mi si mostrava la milizia santa
Che nel suo sangue Cristo ecce sposa."
Por otro lado, para lograr una mejor
comprensión de lo que significa el simbolismo que se observa en esta última
cita que hemos mencionado de Aroux, he aquí la descripción de la Jerusalén
Celestial, tal y como figura en el Capítulo de los Soberanos Príncipes
Rosa-Cruz de la Orden de Heredom de Kilwinning u Orden Real de Escocia,
llamados también Caballeros del Aguila o del Pelícano: "En
el fondo (del último cuarto) hay un cuadro en el cual se ve una montaña de
donde desciende un río, en cuya margen crece un árbol que ostenta doce tipos de
frutos. En la cima de la montaña hay un pedestal compuesto de doce piedras
preciosas en doce hiladas. Encima de ese pedestal hay un cuadrado de oro, en
cuyas caras se observan tres ángeles con los nombres de cada una de las doce
tribus de Israel. En ese cuadro hay una cruz, en el centro de la cual está
echado un cordero" (24). Volvemos sin duda a encontrar el simbolismo
apocalíptico; la continuación demostrará hasta qué punto las concepciones
cíclicas a las cuáles se remite están íntimamente ligadas al plan mismo de la
obra de Dante.
"En los cantos XXIV y XXV del Paraíso
hallamos nuevamente el triple beso del Príncipe Rosa-Cruz, el pelícano, las
túnicas blancas, las mismas que usan los Ancianos del Apocalipsis, los bastones
de lacre, las tres virtudes teológicas
de los Capítulos masónicos (Fe, Esperanza, Caridad) (25); pues la flor
simbólica de los Rosa-Cruces (la Rosa candida de los cantos XXX y XXXI)
fue adoptada por la Iglesia de Roma como la figura de la Madre del Salvador (Rosa
mystica de las letanías), y por la congregación de Toulousse (los
Albigenses) como el tipo misterioso de la asamblea general de los Fieles de
Amor. Estas metáforas ya eran empleadas por los paulicianos, predecesores
de los cátaros de los siglos X y XI".
Hemos creído útil reproducir todas estas
similitudes, que son interesantes, y que podrían sin duda multiplicarse sin
demasiadas dificultades; sin embargo, no pretendemos, salvo en el caso del
Templarismo y del Rosacrucismo original, extraer conclusiones muy rigurosas en
lo que se refiere a una filiación directa de las diferentes formas iniciáticas
entre las cuales se comprueba determinada comunidad de símbolos. En efecto, no
sólo el trasfondo de las doctrinas es siempre y por doquier el mismo sino que,
hecho que puede parecer más sorprendente a primera vista, los modos de
expresión mismos suelen presentar una notable similitud, y ello por tradiciones
que están muy alejadas en el tiempo o en el espacio como para que sea posible
admitir una influencia inmediata de unos sobre los otros; sin duda, sería
preciso en este caso, para descubrir un vínculo efectivo, remontarse mucho más
allá de lo que la historia nos permite hacer. Por otro lado, comentaristas como
Rossetti y Aroux, estudiando el simbolismo de la obra de Dante, se limitaron a
un aspecto que podemos calificar de externo; pretendemos sostener con tal
afirmación que no sobrepasaron lo que podríamos denominar el aspecto
ritualista; es decir, las formas que ocultan el sentido profundo antes que
expresarlas para aquellos que no son capaces de superarlas. Y, como se ha dicho
muy justamente, "es muy natural que así sea porque el poder de captar y
comprender las alusiones y las referencias convencionales o alegóricas exige el
conocimiento del objeto de la alusión o de la alegoría. En este caso, es
preciso conocer las experiencias místicas por las cuales la verdadera
iniciación hace pasar al misto. Para quien tenga alguna experiencia de este
género, no cabe duda acerca de la existencia de una alegoría
metafísico-esotérica, en la Divina Comedia y en La Eneida, que
vela y exhibe al mismo tiempo las fases sucesivas por las cuales pasa la
conciencia del iniciado para llegar a la inmortalidad" (26).
NOTAS:
(1). Citamos el resumen de los trabajos de
Aroux que ha sido elaborado por Sedir, Histoire des Rose-Croix,
págs. 16-20. Los títulos de las obras de Aroux son: Dante hérétique,
revolutionnaire et socialiste, y La comédie de Dante, traduite en vers
selon la lettre et commentée selon l'esprit, suivie de la Clef du langage
symbolique des Fidèles d'Amour.
(2). Paradiso,
VIII.
(3). No deja de ser curioso que esos tres mismos
colores sean precisamente aquellos que llegaron a ser, en la época moderna, los
colores nacionales de Italia; por lo demás, suele atribuirse generalmente a
estos colores un origen masónico, aunque sea bastante difícil precisar el
origen de tal creencia, es decir, su relación directa.
(4). Es preciso añadir
una corona de tres puntas de flechas de oro, a estos signos distintivos.
(5). Cfr. Light on
Masonry, pág. 250 y el Manuel Maçonnique del H.·. Vuilliame, págs.
179-182, citados por Aroux, La Comédie de Dante.
(6). Debemos admitir que
nos resulta difícil -si no imposible- establecer la relación que pudo existir
entre la complejidad de ese grado y su denominación.
(7). Ese ternario
alquímico suele ser asimilado al de los elementos constitutivos del ser humano
mismo: espíritu, alma y cuerpo.
(8). Las palabras entre
paréntesis han sido agregadas por nosotros para lograr una mayor comprensión
del texto.
(9). Es posible
interpretar estas últimas palabras como una discreta alusión al "elixir de
la larga vida" de los alquimistas. El grado precedente (25º, el de Caballero
de la Serpiente de Bronce), solía ser presentado como "encerrando una
parte del primer grado de los misterios egipcios, de donde surgió la medicina y
el arte grande de componer los medicamentos".
(10). El autor procura
decir sin duda: "cuyo empleo simbólico se remonta a los tiempos más
lejanos", ya que no podemos suponer que haya pretendido asignar un origen
cronológico al número tres.
(11). Los tres colores
del grado son considerados a veces como el símbolo respectivo de las tres
virtudes teologales: el blanco representa entonces la fe, el verde la
esperanza, el rojo la caridad (o el amor). Las insignias del Príncipe de la
Merced son: un delantal rojo, en medio del cual está pintado o bordado un
triángulo blanco y verde. y un cordón con los tres colores de la Orden,
colocado en el cuello, y del cual pende como una alhaja un triángulo equilátero
(o Delta) de oro (Manuel Maçonnique del H.·. Vuilliaume, pág. 181).
(12). Un masón de elevado
rango, más versado aparentemente en esta ciencia tan moderna y profana que se
denomina "historia de las religiones" que en el cabal conocimiento
iniciático, el conde Goblet d'Alviella, creyó estar en condiciones de ofrecer
una interpretación búdica de ese grado puramente hermético, bajo el pretexto de
la existencia de cierta semejanza entre el titulo de Príncipe de la Merced
y el de Señor de Compasión.
(13). Así, existió
efectivamente una Orden Trinitaria u Orden de la Merced, que tenia como
fin, por lo menos aparentemente, el rescate de prisioneros de guerra.
(14). Algunos estudiosos
llegaron hasta a atribuir al blasón, cuyas relaciones con el simbolismo
hermético son bastante estrechas, un origen exclusivamente iranio; en realidad,
el blasón existía desde la más remota antigüedad en una gran cantidad de
pueblos, tanto occidentales como orientales, pero muy en particular en los
pueblos célticos.
(15). Estos dos aspectos
corresponden también a las dos puertas solsticiales; mucho podría decirse acerca
de este simbolismo que los antiguos latinos resumieron en la figura de Janus.
Por otro lado, podrían señalarse algunas diferencias existentes entre los
infiernos, los limbos, y las tinieblas exteriores que son mencionadas en el
Evangelio; pero ello nos llevaría demasiado lejos, y en nada alteraría lo que
aquí proponemos, en donde se trata solamente de separar. de una manera muy
general, el mundo profano de la jerarquía iniciática.
(16). Más aun, puede
señalarse que el cielo de Marte suele ser representado como el refugio y
estancia de los mártires de la religión; incluso se percibe, en Marte y martiri,
una suerte de juego de palabras del cual, por lo demás, podrían citarse otros
ejemplos: así, la colina de Montmartre fue otrora el Mont de Mars antes
de convertirse en el Mont des Martyrs. Con respecto a esto señalemos al
pasar otro hecho bastante curioso y extraño: los nombres de los tres mártires
de Montmartre, Dionysos, Rusticus y Eleuthéros son tres nombres
de Baco.
(17). El simbolismo del
águila presente en diferentes tradiciones exigiría para su tratamiento un
estudio exclusivamente dedicado a este tema.
(18). Paradiso, XVIII, 91-93.
(19). No deja de tener
interés señalar algo más: San Pedro Damiano, con el cual Dante ocupa el espacio del cielo de Saturno,
figura en la lista (en su mayor parte legendaria) de los Imperatores Rosae-Crucis
ofrecida en el Clypeum Veritatis (1618) .
(20). La Orden de Heredom
de Kilwinning es el Gran Capítulo de los más elevados grados vinculados a la
Gran Logia Real de Edimburgo, y fundada, según la tradición, por el rey Robert
Bruce (Thory, Acta Latomorum, t. 1, pág. 317).
La palabra inglesa Heredom (o heirdom)
significa "herencia" (de los Templarios); sin embargo, algunos
vinculan esta designación con el hebreo Harodim, título dado a los que
dirigieron a los obreros empleados en la construcción del Templo de Salomón.
(21). Apocalipsis,
VII, 13-14.
(22). Paradiso,
XXX, 127-129. Se observara, con respecto a este pasaje, que la palabra convento
continuó siendo usada en la Masonería para designar esas grandes asambleas.
(23). Paradiso,
XXXI, 1-3. El último verso puede vincularse con el simbolismo de la cruz roja
de los Templarios.
(24). Manuel
Maçonnique, del H.·. Vuilliaume, págs. 143-144. Cfr. Apocalipsis, XXI.
(25). En los capítulos de
Rosa-Cruz (grado 18º Escocés), los nombres de las tres virtudes
teológicas están respectivamente asociados a los tres términos de la divisa
"Libertad, Igualdad, Fraternidad"; también podría vinculárselos con
lo que se denomina los tres principales pilares del Templo en los grados simbólicos: "Sabiduría, Fuerza,
Belleza". A estas tres mismas virtudes, Dante establece la correspondencia
de San Pedro, Santiago (San Jaime) y San Juan, los tres apóstoles que
asistieron a la Transfiguración.
(26). Arturo Reghini. op. cit., pág. 545-546.
Fuente: René Guénon