viernes, 19 de abril de 2013

OUSPENSKY - PSICOLOGÍA DE LA POSIBLE EVOLUCIÓN DEL HOMBRE











INTRODUCCIÓN

He recibido cartas de mis lectores durante algunos años. Todas ellas preguntaban que había hecho después de haber escrito mis libros, que publicados en inglés en 1920 y 1931, fueron escritos en 1910 y 1912. Nunca pude contestar a estas cartas. Se habrían necesitado varios libros sólo para intentar hacerlo. Pero cuando mis corresponsales habitaban en Londres, donde residía desde 1921, los invi taba a ciclos de conferencias que organizaba para ellos. En estas conferencias trataba de responder a sus preguntas y de explicarles lo que había descubierto después de escribir mis dos libros y cuál era la dirección de mi trabajo. En 1934 escribí cinco conferencias preliminares que daban una idea general de lo que estaba estudiando y también de las líneas que seguían cierto número de personas que estaban trabajando conmigo. Reunir todo ello en una o hasta en dos o tres conferencias, era verdaderamente imposible: así que siempre les advertía que no valía la pena escuchar una o dos conferencias, y que eran necesarias cinco, o mejor aún diez, para poder tener una idea de la dirección de mi trabajo. Desde entonces he continuado con estas conferencias, y a menudo las he corregido y vuelto a escribir. En su conjunto, encontré satisfactorio este arreglo general. Se leían cinco conferencias en mi presencia o sin mí. Los oyentes podían hacer preguntas, y si trataban de seguir el consejo y las indicaciones que se les daban (que básicamente se referían a la observación de sí y a un tipo de autodisciplina), muy pronto adquirían, trabajando, una comprensión bastante más amplia de lo que yo estaba haciendo. Por supuesto que siempre me di cuenta de que no bastaban cinco conferencias, y en las conversaciones que seguían elaboraba y aumentaba los datos preliminares, tratando de mostrarles su propia posición con relación al Nuevo Conocimiento.

Encontré que para muchos de ellos su mayor dificultad era el darse cuenta de que verdaderamente habían oído cosas nuevas; esto es, cosas que nunca antes habían oído. No se lo formulaban a sí mismos, pero de hecho, cualquiera fuese el tema, trataban siempre de contradecir esto en sus mentes y de traducir lo que oían a su lenguaje habitual. Por supuesto, yo no podía tomar en cuenta esto. Sé que no es cosa fácil el darse cuenta de que uno está oyendo cosas nuevas. Estamos tan acostumbrados a las viejas canciones y a los viejos motivos, que hace ya mucho tiempo que hemos dejado de esperar y dejado de creer que pueda existir algo nuevo. Y cuando oímos cosas nuevas, las tomamos por viejas o creemos que pueden ser explicadas e interpretadas por las viejas. Es cierto que es tarea difícil el darse cuenta de la posibilidad y necesidad de ideas totalmente nuevas, y con el tiempo necesita una revalorización de todos los valores convencionales. No puedo garantizar que encontrarán desde el principio ideas nuevas, esto es, ideas que nunca antes habían oído; pero si son pacientes muy pronto comenzarán a reparar en ellas. Para entonces les deseo que no las pierdan y que no traten de interpretarlas de la vieja manera. Nueva York, 1945 Hablaré sobre el estudio de la psicología, pero debo advertirles que la psicología de la cual me ocupo es muy diferente de cuanto ustedes pueden conocer bajo ese nombre. Para comenzar debo decir que prácticamente nunca en su historia la psicología ha estado a un nivel tan bajo como en la actualidad. Ha perdido todo contacto con su origen y su significado, a tal punto que aún hoy es difícil definir la palabra «psicología», esto es precisar qué es la psicología y qué estudia. Y es así a pesar de que nunca en la historia ha habido tantas teorías psicológicas ni tantos escritos psicológicos. A veces a la psicología se le llama una nueva ciencia. Esto no tiene ninguna razón. Quizá la psicología es la ciencia más antigua, y en sus rasgos más esenciales, desafortunadamente, una ciencia olvidada.  


PRIMERA CONFERENCIA Para comprender cómo se puede definir la psicología es necesario darse cuenta de que la psicología nunca ha existido bajo su propio nombre, excepto en tiempos modernos. Por una u otra razón siempre se ha sospechado de tendencias equivocadas o subversivas de la psicología, ya sean religiosas, políticas o morales, y por lo tanto ha tenido que usar diferentes disfraces. Por miles de años la psicología existió bajo el nombre de filosofa. En la India todas las formas de Yoga, que son esencialmente psicología, se describen como uno de los seis sistemas de filosofía. Las enseñanzas Sufíes, que ante todo son psicológicas, se consideran en parte religiosas y en parte metafísicas. En Europa, hasta no hace mucho tiempo, en las últimas décadas del siglo diecinueve, muchos trabajos sobre psicología eran considerados como filosofa. Y a pesar de que casi todas las subdivisiones de la filosofía, tales como la lógica, la teoría del conocimiento, la ética, la estética, se referían al trabajo de la mente humana o de los sentidos, la psicología era considerada como inferior a la filosofía y como relacionada sólo con los lados más bajos o más triviales de la naturaleza humana. Paralelamente a su existencia bajo el nombre de filosofía, la psicología existió aún por más tiempo conectada con una u otra religión. 

Esto no quiere decir que la religión y la psicología alguna vez fueron una y la misma cosa, ni que la conexión entre religión y psicología fuera reconocida. Pero no hay duda de que casi todas las religiones conocidas -por supuesto no me refiero a las falsas religiones modernas- desarrollaron uno u otro tipo de enseñanza psicológica conectada a menudo con cierta práctica, de manera que el estudio de la religión, muy frecuentemente, incluía en sí mismo el estudio de la psicología. Hay muchos trabajos excelentes sobre psicología en la bastante ortodoxa literatura religiosa de diferentes países y épocas. Por ejemplo, en los primeros tiempos del Cristianismo, había bajo el nombre general de Philokalia una colección de libros de diferentes autores, usado en la actualidad en la Iglesia Oriental, especialmente para la instrucción de los monjes. Durante el tiempo en que la psicología estuvo conectada con la filosofía y la religión, también existía bajo la forma de Arte. La Poesía, el Drama, la Escultura, la Danza, y aun la Arquitectura eran medios de transmisión del conocimiento psicológico. Por ejemplo, las catedrales góticas eran en su sentido primordial tratados de psicología. En la antigüedad antes de que la filosofía, la religión y el arte adoptaran formas separadas, bajo las cuales las conocemos ahora, la psicología había existido en forma de Misterios, tales como los de Egipto y de la antigua Grecia. Posteriormente, luego de la desaparición de los Misterios, la Psicología existió en forma de Enseñanzas Simbólicas, las que algunas veces estaban ligadas a la religión de la época y otras no, como en los casos de la astrología, la alquimia, la magia; y entre los más modernos, la Masonería, el Ocultismo y la Teosofía. Aquí es necesario notar que todos los sistemas psicológicos y doctrinas, tanto los que existen o los que existieron abiertamente como los que fueron ocultos o disfrazados, pueden divi dirse en dos categorías principales. Primero: los sistemas que estudian al hombre tal como ellos lo encuentran, o tal como ellos suponen o lo imaginan ser. La psicología «científica» moderna, o lo que se conoce bajo este nombre, pertenece a esta categoría. Segundo: los sistemas que estudian al hombre no desde el punto de vista de lo que es, o de lo que parece ser, sino desde el punto de vista de lo que puede llegar a ser; esto es, desde el punto de vista de su posible evolución. Estos últimos sistemas son en realidad los originales, o en todo caso los más antiguos, y sólo ellos pueden explicar el origen olvidado y el significado de la psicología. Cuando comprendamos la importancia del estudio del hombre desde el punto de vista de su posible evolución, comprenderemos que la primera respuesta a la pregunta: ¿qué es psicología? debería ser que la psicología es el estudio de los principios, leyes, y hechos de la posible evolución del hombre. Aquí, en estas conferencias, hablaré sólo desde este punto de vista. Nuestra primera pregunta será: ¿qué quiere decir la evolución del hombre?, y la segunda: ¿se requieren condiciones especiales para ello? Con respecto a modernos y ordinarios puntos de vista sobre el origen del hombre y su previa evolución, debo decir ante todo que no pueden ser aceptados. 

Debemos darnos cuenta de que no sabemos nada acerca de su origen y que no tenemos pruebas de la evolución física o mental del hombre. Por el contrario, si tomamos la humanidad histórica, es decir, la humanidad de los últimos diez o quince mil años, podemos encontrar señales inconfundibles de un tipo de hombre superior, cuya presencia se puede establecer ante la evidencia de monumentos antiguos y conmemorativos que la humanidad actual no puede repetir o imitar. Con respecto al hombre prehistórico o a esas criaturas de aspecto parecido al hombre y sin embargo, al mismo tiempo, tan diferentes de él, cuyos huesos se encuentran en yacimientos del período glacial o preglacial, podemos aceptar la muy plausible idea de que esos huesos pertenecen a un ser bastante distinto del hombre, que pereció hace mucho tiempo. Al negar la evolución anterior del hombre, tenemos que negarle cualquier posibilidad de evolución mecánica futura; es decir, una evolución que se desarrolle por sí sola, de acuerdo con las leyes de la herencia y de la selección, sin esfuerzos conscientes del hombre, y sin una comprensión de su posible evolución. Nuestra idea fundamental va a ser que el hombre, tal como lo conocemos, no es un ser completo; que la naturaleza lo desarrolla sólo hasta un cierto punto y que luego lo deja, para que siga desarrollándose por sus propios esfuerzos e iniciativas, o vivir y morir tal cual nació, o degenerar y perder su capacidad de desarrollo. En este caso la evolución del hombre querrá decir el desarrollo de ciertas cualidades y rasgos interiores que generalmente permanecen sin crecer y que no pueden desarrollarse por sí solos. La experiencia y la observación muestran que ese desarrollo es posible sólo en ciertas condiciones determinadas, con esfuerzos de cierta clase por parte del hombre mismo, y con ayuda suficiente de aquellos que comenzaron antes un trabajo similar y que ya han obtenido un cierto grado de desarrollo, o por lo menos cierto conocimiento de los métodos. Tenemos que comenzar con la idea de que sin esfuerzos es imposible la evolución; sin ayuda, igualmente, es imposible. Después de lo cual tenemos que comprender que, en el camino del desarrollo, el hombre tiene que hacerse un ser diferente, y tenemos que aprender y comprender en qué sentido y en qué dirección el hombre tiene que hacerse un ser diferente; es decir, qué significa ser un ser diferente. Luego tenemos que comprender que no todos los hombres pueden desarrollarse y llegar a ser seres diferentes. 

La evolución es cuestión de esfuerzos personales, y en relación con la masa de la humanidad la evolución es una rara excepción. Puede parecer extraño, pero debemos darnos cuenta de que no sólo es rara, sino que cada vez está llegando a ser más y más rara. Por supuesto, surgen muchas preguntas de lo dicho anteriormente: ¿Qué significa que en el camino de la evolución el hombre tiene que llegar a ser un ser diferente? ¿Qué quiere decir un "ser diferente"? ¿Cuáles son las cualidades o rasgos interiores que pueden ser desarrollados en el hombre, y cómo se puede lograr? ¿Por qué no se pueden desarrollar todos los hombres y llegar a ser seres diferentes? ¿Por qué tal injusticia? Trataré de contestar a estas preguntas y comenzaré por la última. ¿Por qué no se pueden desarrollar todos los hombres y llegar a ser seres diferentes? La respuesta es muy sencilla. Porque no lo quieren. Porque no saben nada acerca de ello y, aunque se les diga, sin una larga preparación, no podrán comprender lo que significa. La idea principal es que para hacerse un ser diferente un hombre debe quererlo mucho y por muy largo tiempo. Un deseo pasajero o vago, basado en el descontento con las condiciones exteriores, no creará el impulso suficiente. La evolución del hombre depende de su comprensión de lo que puede conseguir, y de lo que tiene que dar para ello. Si el hombre no lo quiere, o si no lo quiere con suficiente intensidad, y no hace los esfuerzos necesarios, nunca se desarrollará. De manera que en esto no hay injusticia. ¿Por qué debería tener lo que no quiere? Si al hombre se le forzara a convertirse en un ser diferente, cuando está satisfecho de lo que es, esto si sería entonces injusticia. Ahora preguntémonos qué significa un ser diferente. Si consideramos todo el material que podamos conseguir, que se refiera a esta proposición, encontramos la afirmación de que al hacerse un ser diferente el hombre adquiere muchas nuevas cualidades y poderes que no posee ahora. Esta es una afirmación común encontrada en toda clase de sistemas que admiten la idea de un crecimiento psicológico o interior del hombre. Pero esto no es suficiente. 

Aun la descripción más detallada de estos nuevos poderes no nos ayudará en forma alguna a comprender cómo aparecen ni de dónde vienen. En las teorías generalmente conocidas falta un eslabón, aun en aquellas que acabo de mencionar que están basadas en la idea de la posibilidad de evolución del hombre. La verdad es que antes de que el hombre adquiera cualesquiera nuevas facultades o poderes, que no conoce ni posee ahora, tiene que adquirir facultades y poderes que tampoco posee, pero que se arroga a sí mismo; es decir, que cree que las conoce y que las puede usar o controlar. Este es el eslabón que falta, y éste es el punto más importante. Por el camino de la evolución, que ha sido descrito como un camino basado en el esfuerzo y en la ayuda, el hombre debe adquirir cualidades que cree que ya posee, pero sobre las cuales se engaña a sí mismo. Para poder comprenderlo mejor, y saber qué facultades y poderes puede adquirir el hombre, tanto completamente nuevos como inesperados, y también aquellos que se imagina que ya posee, tenemos que partir del conocimiento general que tiene el hombre de sí mismo.  Y así llegamos, de inmediato, a un hecho muy importante. El hombre no se conoce a sí mismo. No conoce, ni sus propias limitaciones, ni sus propias posibilidades. Ni siquiera conoce lo mucho que no se conoce. El hombre ha inventado muchas máquinas, y sabe que una máquina complicada necesita algunas veces años de estudio cuidadoso antes de poder usarla o controlarla. Pero no aplica este conocimiento a sí mismo, aunque él mismo sea una máquina mucho más complicada que cualquier máquina que ha inventado. Tiene toda clase de ideas falsas acerca de sí mismo. Ante todo, no se da cuenta de que él es verdaderamente una máquina. ¿Qué quiere decir que el hombre es una máquina? Quiere decir que no tiene movimientos independientes, ni dentro ni fuera de él. Es una máquina que es puesta en movimiento por influencias externas y por impactos exteriores. Todos sus movimientos, acciones, palabras, ideas, emociones, humores y pensamientos son producidos por influencias exteriores. Por sí mismo, es tan sólo un autómata con cierta provisión de recuerdos de experiencias previas y cierta cantidad de energía de reserva. Tenemos que comprender que el hombre no puede hacer nada. Pero él no se da cuenta de ello y se atribuye la capacidad de hacer. Esta es la primera cosa falsa que el hombre se arroga. Esto tiene que comprenderse con toda claridad. El hombre no puede hacer. Todo lo que el hombre cree que hace, en realidad sucede. Sucede exactamente como "llueve" o "nieva". En español no hay formas impersonales de verbos que se puedan usar en relación con las acciones del hombre. De manera que tenemos que seguir diciendo que el hombre piensa, lee, escribe, ama, odia, comienza guerras, pelea, etc. 

En realidad todo ello sucede. El hombre no puede moverse, pensar o hablar de motu propio. Es una marioneta tirada de aquí y de allá por hilos invisibles. Si así lo comprende puede aprender más sobre sí mismo, y tal vez entonces las cosas comiencen a cambiar para él. Pero si no puede darse cuenta ni comprender su total mecanicidad, o si no quiere aceptarla como un hecho, no puede aprender nada más y las cosas no pueden cambiar para él. El hombre es una máquina, pero una máquina muy peculiar. Es una máquina que, en las circunstancias adecuadas, y con el tratamiento adecuado, puede saber que es una máquina. Al darse plena cuenta de ello puede encontrar los medios para dejar de ser una máquina. Ante todo, el hombre debe saber que él no es uno; él es muchos. No tiene un Yo permanente e inmutable. Él es siempre diferente. En un momento es uno, en el siguiente momento es otro, en el tercer momento es un tercero, y así sucesivamente, casi sin término. La ilusión de unidad o unicidad se crea en el hombre, ante todo, por la sensación de un cuerpo físico, luego por su nombre, que en casos normales siempre sigue siendo el mismo, y tercero, por cierto número de hábitos mecánicos que le son implantados por la educación o los adquiere por imitación. Al tener siempre las mismas sensaciones físicas, al oír siempre el mismo nombre, y al notar en sí mismo los mismos hábitos e inclinaciones que tenía antes, se cree ser siempre el mismo. En realidad no hay unidad en el hombre y no hay un centro de control, ni un Yo permanente. Este es el esquema general del hombre: Cada pensamiento, cada sentimiento, cada sensación, cada deseo, cada gusto y cada aversión es un "yo". Estos "yoes" no están conectados entre sí, ni coordinados en forma alguna. Cada uno depende de los cambios de las circunstancias exteriores, y de los cambios de las impresiones. 

Algunos siguen mecánicamente a otro, y algunos aparecen siempre acompañados de otros. Pero en esto no hay ni orden ni sistema. Hay ciertos grupos de "yoes" que están ligados naturalmente. Hablaremos de estos grupos posteriormente. Por ahora debemos tratar de comprender que hay grupos de "yoes" ligados tan solo por asociaciones accidentales, recuerdos accidentales, o semejanzas totalmente imaginarias. En todo momento, cada uno de estos "yoes" sólo representa a una muy pequeña parte de nuestro "cerebro", "mente", o "inteligencia"; pero cada uno de ellos pretende representar a la totalidad. Cuando el hombre dice "yo", cree que está expresando la totalidad de sí mismo, pero en realidad, aun cuando lo pretenda, es sólo un pensamiento pasajero, un deseo pasajero. Una hora después lo puede haber olvidado completamente, y expresar con la misma convicción una opinión, un punto de vista, o un interés opuesto. Lo peor de todo es que el hombre no lo recuerda. En la mayoría de los casos cree en el último yo que se expresó, mientras éste dure: esto es, hasta que otro "yo", a veces totalmente desconectado del precedente, no exprese su opinión o deseo en un tono más fuerte que el primero.  Volvamos ahora a las otras dos preguntas: ¿Qué significa "desarrollo"? ¿Y qué quiere decir que el hombre tiene que llegar a ser "un ser diferente"? En otras palabras, ¿qué clase de cambio es posible para el hombre?, y ¿cómo y cuándo comienza este cambio? Ya se ha dicho que el cambio comenzará con aquellos poderes y capacidades que el hombre se atribuye a sí mismo, pero que en realidad no posee. Esto quiere decir que antes de que adquiera cualesquiera nuevos poderes o capacidades, el hombre debe desarrollar en sí mismo las capacidades que cree poseer y sobre las cuales tiene las más grandes ilusiones. El desarrollo no puede comenzar basado en la mentira qué uno se hace a sí mismo, ni engañándose a sí mismo. El hombre debe saber lo que tiene y lo que no tiene. Esto significa que debe darse cuenta de que no posee las cualidades ya descritas que se arroga a sí mismo, o sea: la capacidad de hacer, la individualidad o unidad, un Yo permanente, y además Conciencia y Voluntad. Y es necesario que el hombre lo sepa, porque mientras crea que posee estas cualidades no hará los esfuerzos apropiados para adquirirlas, exactamente como un hombre que no comprará cosas caras, pagando un alto precio por ellas, si cree que ya las posee. La más importante y la más engañosa de estas cualidades es la conciencia. Y el cambio en el hombre comienza por el cambio de su comprensión del significado de la conciencia, para seguir luego con la adquisición gradual de su dominio sobre ella. ¿Qué es la conciencia? En la mayoría de los casos en el lenguaje ordinario se usa la palabra "conciencia" como un equivalente de la palabra "inteligencia", en el sentido de actividad de la mente. En realidad, la conciencia es una especie muy particular de "darse cuenta" en el hombre, independiente de su actividad mental. Ante todo, "darse cuenta" de sí mismo, darse cuenta de quién es él, de dónde está, y más aun "darse cuenta" de lo que sabe, de lo que no sabe, y así sucesivamente. Sólo uno mismo puede saber si en un momento dado está "consciente" o no. Esto fue probado hace mucho tiempo en cierta corriente de pensamiento en la psicología europea, la que comprendió que sólo el mismo hombre puede conocer ciertas cosas acerca de sí. Aplicándolo a la conciencia, quiere decir que sólo un mismo hombre puede saber si su conciencia existe en un momento o no. Esto quiere decir que la presencia o la ausencia de la conciencia en un hombre no se puede probar por la observación de sus actos exteriores. 

Como ya lo he dicho, este hecho fue probado hace mucho tiempo, pero su importancia nunca fue totalmente comprendida, porque siempre se le ligaba con la comprensión de la conciencia como un proceso mental o una actividad de la mente. Si un hombre se da cuenta de que no estaba consciente hasta el momento en que lo percibe, y luego se olvida de esta percepción, o aun si la recuerda, esto no es conciencia. Es tan solo el recuerdo de una fuerte percepción. Quiero ahora atraer su atención hacia otro hecho que ha sido perdido de vista por todas las escuelas modernas de psicología. Es un hecho que la conciencia en el hombre, no importa cómo se la mire, nunca permanece en el mismo estado. Existe, o no está. Los momentos más elevados de conciencia crean memoria. Los otros momentos, el hombre simplemente no los recuerda. 

Esto, más que nada, produce en el hombre la ilusión de conciencia continua o de un continuo "darse cuenta de sí ". Algunas escuelas modernas de psicología niegan enteramente la conciencia, inclusive niegan la necesidad de tal término, pero ello no es sino un derroche de mala inteligencia. Otras escuelas, si se les puede llamar así, hablan de estados de conciencia, queriendo significar: pensamientos, sentimientos, impulsos motrices y sensaciones. Esto está basado en el error fundamental de mezclar la conciencia con las funciones psíquicas. Hablaremos de ello más tarde. En realidad, en la mayoría de los casos, el pensamiento moderno todavía confía en la vieja formulación de que la conciencia no tiene grados. La aceptación general de esta idea, si bien tácita, aunque esté en contradicción con muchos descubrimientos recientes, detuvo muchas posibles observaciones sobre las variaciones de la conciencia. El hecho es que la conciencia tiene grados bastante visibles y observables, por cierto visibles y observables para cada uno en sí mismo. Primero está la duración: ¿cuánto tiempo ha estado uno consciente? Segundo, la frecuencia de aparición: ¿cuántas veces se ha llegado a ser consciente? Tercero, la extensión y la penetración: ¿de qué era uno consciente?, lo cual puede variar muchísimo con el crecimiento del hombre. Si tomamos sólo los dos primeros, podremos comprender la idea de la posible evolución de la conciencia. Esta idea está ligada con un hecho muy importante y muy conocido por las antiguas escuelas psicológicas, como por ejemplo la de los autores de la Philokalia, pero completamente ignorado por la filosofía y la psicología europeas de los dos o tres últimos siglos. O sea que la conciencia se puede hacer continua y controlable por medio de esfuerzos especiales y de estudios especiales. Trataré de explicar cómo se puede estudiar la conciencia. Tomen un reloj y miren el segundero, tratando de darse cuenta de sí mismos, y concentrándose en el pensamiento "Yo soy Pedro Ouspensky" "Estoy ahora aquí". Traten de no pensar en nada más, simplemente siguiendo el movimiento del segundero y dándose  cuenta de sí mismo s, de su nombre, de su existencia, y del lugar en que están. 

Mantengan apartado todo otro pensamiento. Si son persistentes, podrán hacer esto por dos minutos. Este es el límite de su conciencia. Y si tratan de repetir el experimento inmediatamente después, lo encontrarán más difícil que la primera vez. Este experimento demuestra que un hombre, en su estado natural, puede con gran esfuerzo ser consciente de una cosa (él mismo) por dos minutos o menos. La deducción más importante que uno puede hacer después de realizar este experimento en la forma debida, es que el hombre no es consciente de sí mismo. La ilusión de estar consciente de sí mismo es creada por la memoria y por los procesos del pensamiento. Por ejemplo, un hombre va al teatro. Si está acostumbrado no tiene especialmente conciencia de estar allí mientras lo está. Sin embargo, puede ver y observar cosas, el espectáculo puede gustarle o no, recordarlo, acordarse de la gente que encontró, y así sucesivamente. Cuando regresa a su casa recuerda que estuvo en el teatro, y por supuesto cree que estuvo consciente mientras se hallaba en él. De esta manera no tiene dudas sobre su conciencia y no se da cuenta de que su conciencia puede estar completamente ausente mientras él puede actuar razonablemente, pensar, observar. Para una descripción general, el hombre tiene posibilidad de cuatro estados de conciencia. Estos son: el sueño, el estado de vigilia, la conciencia de sí, y la conciencia objetiva. Pero aunque tiene la posibilidad de estos cuatro estados de conciencia, el hombre de hecho no vive sino en dos: una parte de su vida la pasa en el sueño y la otra en lo que es llamado "estado de vigilia", aunque en realidad su estado de vigilia difiere muy poco del sueño. En la vida ordinaria, el hombre no sabe nada de la "conciencia objetiva" y no es posible ningún experimento en esta dirección. El hombre se atribuye el tercer estado, o "conciencia de sí"; esto es, cree poseerlo, aunque en realidad sólo puede ser consciente de sí por muy raros chispazos y aún entonces es probable que no lo reconozca, porque no sabe lo que ello implicaría si en realidad lo poseyera. Estos vislumbres de conciencia vienen en momentos excepcionales, en estados altamente emocionales, en momentos de peligro, en circunstancias y situaciones muy nuevas e inesperadas; o algunas veces en momentos completamente ordinarios cuando no ocurre nada en particular. Pero en su estado ordinario o "normal", el hombre carece de todo control sobre ellos. En cuanto a nuestra memoria ordinaria, o a momentos de memoria, en realidad sólo recordamos momentos de conciencia, aun cuando no nos demos cuenta de que esto sea así. Explicaré más adelante lo que significa la memoria en un sentido técnico, así como las diferentes clases de memoria que poseemos. Por ahora sólo quiero atraer su atención a la propia observación de su memoria. Notarán que recuerdan las cosas de manera diferente. Algunas cosas las recuerdan muy vívidamente, algunas muy vagamente, y otras no las recuerdan en absoluto. Solamente saben que sucedieron. Se sorprenderán mucho cuando se den cuenta de qué poco es lo que recuerdan en realidad. Y esto sucede así, porque ustedes recuerdan sólo los momentos en que estuvieron conscientes. De manera que, con referencia al tercer estado de conciencia, podemos decir que el hombre tiene momentos ocasionales de conciencia de sí, que dejan recuerdos vívidos de las circunstancias en que se produjeron, pero no tiene dominio sobre ellos. Vienen y se van por sí mismos, estando controlados por circunstancias exteriores y asociaciones ocasionales o recuerdos de emociones. 

Surge la pregunta: ¿Es posible adquirir el control sobre estos momentos fugaces de conciencia, el evocarlos más a menudo, y el mantenerlos por más tiempo, o aun el hacerlos permanentes? En otras palabras, ¿es posible llegara ser conscientes? Este es el punto más importante, y desde el mismo comienzo de nuestro estudio debemos comprender que este punto, hasta en teoría, ha sido totalmente olvidado por todas las escuelas modernas de psicología sin excepción. Porque con los métodos adecuados y los esfuerzos apropiados el hombre puede adquirir el control de la conciencia, y puede llegar a ser consciente de sí mismo, con todo lo que esto implica. Y lo que esto implica, en nuestro estado actual, no nos lo podemos ni siquiera imaginar. Sólo después de que se haya comprendido este punto, puede llegar a ser posible un estudio serio de la psicología. Este estudio debe comenzar con la investigación de los obstáculos a la conciencia en nosotros mismos, porque la conciencia sólo puede comenzar a crecer cuando por lo menos algunos de los obstáculos son extirpados. En las conferencias siguientes, hablaré sobre estos obstáculos. El mayor de ellos es nuestra ignorancia de nosotros mismos, y nuestra equivocada convicción de que nos conocemos a nosotros mismos, al menos hasta cierto punto y de que podemos estar seguros de nosotros mismos, cuando en realidad no nos conocemos en lo absoluto ni podemos estar seguros de nosotros mismos ni siquiera en las cosas más pequeñas. Debemos comprender ahora que la psicología significa en realidad el estudio de sí mismo. Esta es la segunda definición de psicología. Uno no puede estudiar la psicología como se estudia la astronomía; esto es, fuera de uno mismo. Al mismo tiempo, uno debe estudiarse a sí mismo de la misma manera en que estudiaría cualquier máquina nueva y complicada. Debe conocer las partes de esta máquina, sus funciones principales, las condiciones para  un trabajo apropiado, las causas del trabajo equivocado, y muchas otras cosas difíciles de describir sin usar un lenguaje especial, el que también es necesario conocer para poder estudiar la máquina. La máquina humana tiene siete funciones diferentes: 1° El pensar (o intelecto). 2° El sentir (o emociones). 3° La función instintiva (todo el trabajo interno del organismo). 4° La función motriz (todo el trabajo externo del organismo, el movimiento en el espacio, etc.). 5° El sexo (la función de los dos principios, masculino y femenino, en todas sus manifestaciones). Además de estas cinco, hay otras dos funciones para las cuales no tenemos nombre en el lenguaje ordinario. Estas aparecen sólo en los estados superiores de conciencia: una, la función emocional superior, que aparece en el estado de conciencia de sí; y otra, la función intelectual superior, que aparece en el estado de conciencia objetiva. Como no estamos en estos estados de conciencia, no podemos estudiar estas funciones o experimentar con ellas. Sólo las conocemos indirectamente, por aquellos que la han alcanzado o experimentado con ellas. En la antigua literatura filosófica y religiosa de diferentes naciones hay muchas alusiones a los estados superiores de conciencia y a las funciones superiores. Lo que crea una dificultad adicional para comprender estas alusiones es la falta de división entre los estados superiores de conciencia. Lo que se llama samadhi o estado de éxtasis o iluminación, o, en trabajos más recientes, "conciencia cósmica", puede referirse a uno u otro estado: algunas veces a experiencias de conciencia de sí, y a veces a experiencias de conciencia objetiva. Y, por extraño que parezca, tenemos más material para juzgar sobre el estado más elevado, o sea, la conciencia objetiva, que sobre el estado intermedio, esto es, la conciencia de sí, a pesar de que la anterior sólo se puede alcanzar después de la última. El estudio de sí mismo debe comenzar con el estudio de las cuatro funciones: el pensar, el sentir, la función instintiva, y la función motriz. La función sexual sólo se puede estudiar mucho después; esto es, cuando estas cuatro funciones hayan sido suficientemente comprendidas. Al contrario de lo que afirman algunas teorías modernas, la función sexual es realmente posterior; es decir, aparece más tarde en la vida, cuando las cuatro primeras funciones ya se han manifestado plenamente, y está condicionada por ellas. Por lo tanto, el estudio de la función sexual sólo puede ser útil cuando las primeras cuatro funciones sean totalmente conocidas en todas sus manifestaciones. Al mismo tiempo se tiene que comprender que cualquier irregularidad seria o anormalidad en la función sexual hace imposible el desarrollo de sí y aun el estudio de sí mismo. Tratemos ahora de comprender las cuatro funciones principales. Daré por sentado que para ustedes es claro lo que yo quiero decir por la función intelectual o función de pensar. En ella están incluidos todos los procesos mentales: la percepción de impresiones, la formación de representaciones y de conceptos, el raciocinio, la comparación, la afirmación, la negación, la formación de palabras, la facultad de hablar, la imaginación, y así sucesivamente. La segunda función es el sentir o las emociones: la alegría, la pena, el miedo, el asombro, etc. Aun si están seguros de que está claro para ustedes el cómo y en qué difieren las emociones de los pensamientos, les aconsejaría que revisen sus puntos de vista a este respecto. En nuestra manera ordinaria de pensar y de hablar mezclamos pensamientos y sentimientos; pero para comenzar el estudio de sí es necesario diferenciar cuál es cuál. Tomará más tiempo el comprender las dos funciones que siguen, instintiva y motriz, ya que en ningún sistema ordinario de psicología están descritas y divididas de manera correcta. Las palabras "instinto", "instintivo" se emplean por lo general en sentido equivocado, y muy a menudo sin sentido alguno. En especial, por lo general se le asigna al instinto funciones externas que son en realidad funciones motrices y algunas veces emocionales. La función instintiva en el hombre incluye cuatro clases diferentes de funciones: PRIMERO: Todo el trabajo interno del organismo, toda la fisiología por así decirlo; la digestión y asimilación de los alimentos, la respiración, la circulación de la sangre, todo el trabajo de los órganos internos, la formación de nuevas células, la eliminación de desechos, el trabajo de las glándulas endocrinas, etcétera. SEGUNDO: Los así llamados cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto; y todas las otras facultades de percibir el peso, la temperatura, la sequedad o la humedad, etc., es decir, todas las sensaciones indiferentes, sensaciones que de por sí no son ni agradables ni desagradables. TERCERO: Todas las emociones físicas; es decir, todas las sensaciones físicas que son agradables o desagradables. Toda clase de dolores o de sensaciones desagradables, tales como un sabor desagradable u olor desagradable, y toda clase de placeres físicos, tales como sabores agradables, olores agradables, etc. CUARTO: Todos los reflejos, aun los más complicados, tales como la risa y el bostezo; toda clase de memorias físicas, tales como la memoria del gusto, la memoria del olfato, la memoria del dolor, que son en realidad reflejos internos. La función motriz comprende todos los movimientos externos tales como el caminar, el escribir, el hablar, el comer, y sus memorias. También pertenecen a la función motriz aquellos movimientos que en el lenguaje ordinario se llaman "instintivos", tales como el atrapar, sin pensarlo, un objeto que se cae.  La diferencia entre la función instintiva y la motriz es muy clara y puede ser fácilmente comprendida si uno simplemente recuerda que todas las funciones instintivas, sin excepción, son innatas y que para usarlas no es necesario aprenderlas; mientras que, por el otro lado, ninguna de las funciones motrices son innatas y uno tiene que aprenderlas todas, tal como el niño aprende a caminar, o como se aprende a escribir o a dibujar. Además de estas funciones normales del movimiento, también hay algunas extrañas funciones motrices que representan el trabajo inútil de la máquina, sin intención de la naturaleza; pero que ocupan mucho lugar en la vida del hombre usando gran cantidad de su energía. Estas son: la formación de sueños, la imaginación, el ensueño, el hablar interno, el hablar por hablar, y en general, todas las manifestaciones descontroladas e incontrolables. Las cuatro funciones: intelectual, emocional, instintiva y motriz, ante todo tienen que ser comprendidas en todas sus manifestaciones, y más tarde tienen que ser observadas en sí mismo. Tal observación de si, o sea, la observación sobre bases correctas, con la comprensión preliminar de los estados de conciencia y de las diferentes funciones, constituye la base del estudio de uno mismo, es decir, el principio de la psicología. Es muy importante el recordar que al observar diferentes funciones es útil el observar al mismo tiempo su relación con los diferentes estados de conciencia. Tomemos los tres estados de conciencia, sueño, vigilia, y posibles vislumbres de conciencia de sí, y las cuatro funciones: pensamiento, sentimiento, instinto y movimiento. Todas las cuatro funciones se pueden manifestar en el sueño, pero sus manifestaciones son deshilvanadas y no confiables. No hay manera de usarlas, simplemente van por su cuenta. En el estado de vigilia, o de conciencia relativa, hasta cierto punto pueden servirnos de orientación. Se pueden comparar sus resultados, verificarlos, enderezarlos; y a pesar de que pueden crear muchas ilusiones, en nuestro estado ordinario aún no tenemos otra cosa y debemos hacer con ellas lo que podamos. 

Si nos diéramos cuenta de las falsas observaciones, de las falsas teorías, de las falsas deducciones y conclusiones hechas en este estado, deberíamos dejar de creer por completo en nosotros mismos. Pero los hombres no se dan cuenta de cuán decepcionantes pueden ser sus observaciones y sus teorías, y continúan creyendo en ellas. Es esto lo que impide a los hombres el observar los raros momentos en que sus propias funciones se manifiestan en conexión con vislumbres del tercer estado de conciencia, es decir, de conciencia de sí. Todo esto quiere decir que cada una de las cuatro funciones se puede manifestar en cada uno de los tres estados de conciencia. Pero los resultados son totalmente diferentes. Cuando aprendamos a observar estos resultados y sus diferencias, comprenderemos la relación correcta entre las funciones y los estados de conciencia. Pero aún antes de considerar la diferencia en la función en relación con los estados de conciencia es necesario comprender que la conciencia del hombre y las funciones del hombre son fenómenos totalmente diferentes, de naturaleza totalmente distinta, dependientes de causas diferentes, y que el uno puede existir sin el otro. Las funciones pueden existir sin la conciencia y la conciencia puede existir sin las funciones.