jueves, 3 de enero de 2013

Perséfone: La Reina del Inframundo





Perséfone.
La Doncella del Infierno.

La mitología recibe con asombro y prudencia a esta dama del inframundo, cuya biografía ha generado grandes y absurdas polémicas entre los mitólogos de todas las épocas.

Comenzaremos nuestro análisis dando una noción general de su historia, y luego entraremos en  aspectos  de los mitos en general, y en el de Perséfone en particular.


El Rapto de la Doncella


Perséfone era hija de Zeus y Demeter, aunque su naturaleza siempre fue contraria a los placeres cortesanos del Olimpo. Su figura seductora fue cortejada por muchos dioses principales, entre los cuales se destacaban   Apolo y Hermes.

Todos fueron rechazados, tanto por ella como por su madre, quien tampoco aprobaba la compañía de estos. Juntas preferían vagar por la Tierra, lejos de hombres y dioses.

Cierto día, Perséfone y sus ninfas (o como lo afirma la tradición homérica, junto a Atenea y Artemis) se paseaban recogiendo flores silvestres en un prado de Enna, en lo que hoy es Sicilia, cuando súbitamente la tierra bajo sus pies comenzó a temblar, y luego a desgarrarse. De aquel pozo infecto surgió un caballero negro en su carro de bronce, altivo en su porte y violento como la cólera impiadosa de la tormenta. Era   Hades, hermano de Zeus y Señor del Inframundo. Así lo narró John Milton en el libro VI del Paraíso Perdido:

Ni ese bello campo de Enna
Donde Proserpina, recogiendo flores,
Era ella misma la más bella flor,
Y fue raptada por el oscuro Dis (un epíteto de Hades)
Con tanto dolor para Demeter
Que la buscó a lo largo del mundo.

Aprovechando el horror que su presencia imponía, Hades tomó a Perséfone desprevenida y con ella se sumergió en los abismos del mundo. Cuando Demèter se enteró del rapto de su hija, se recogió en llanto. La creación misma parecía acompañar su dolor maternal, y hasta las semillas se negaron a crecer, convirtiendo los campos verdes en espantosos desiertos.

La búsqueda de Demèter es uno de los pasajes más hermosos y conmovedores de toda la mitología. Se dice que pasó nueve días y nueve noches sentada sobre una roca, lamentándose desconsolada. Sólo pudieron verla un anciano y su hija, que juntos caminaban del brazo. Al pasar junto a la diosa, escucharon que ella sólo repetía la misma palabra: Perdida...perdida...

El caos del mundo llegó a oídos de Zeus, y ordenó a Hermes que viajase hasta el inframundo para negociar la vuelta de Perséfone. Hasta allí llegó con su lengua astuta, hábil conocedor del arte de la retórica, confiado en que su dulce voz pondría fin al conflicto.

Se enfrentó sumiso ante el trono infernal: a la derecha se hallaba Hades, que se erguía como un volcán envuelto en oscuras nubes, y la izquierda Perséfone, con sus frágiles ropas desgarradas por la humillación y el abandono.

Hermes habló de la furia de Zeus, y solicitó la liberación inmediata de Perséfone. Hades, que conocía bien las leyes de su propio reino no se opuso. Los ojos de la doncella brillaron ante la posibilidad de escapar de aquel reino de desolación, pero pronto notó que sus pies se negaban a moverse, y es que todas las sombras del infierno pueden irse si lo desean, siempre que no hayan probado ningún bocado de aquel lúgubre recinto. Perséfone había comido: sólo tres semillas de granada que el pérfido Hades le había suministrado.

Es así que Perséfone debió vivir seis meses de cada año en compañía del peor consorte que uno pueda imaginar.


Su Nombre


El nombre de esta diosa era ya imposible de traducir para los griegos homéricos. Su nombre original era Περσεφόνη (Persephónè), que según las antiguas traducciones significa algo así como "la que trae la muerte". Otras variantes sugieren que su nombre significa "la que trae la destrucción", lo cual está más asociado a la aniquilación del ser que a la muerte del cuerpo.

En Roma fue conocida como Proserpina y con este nombre aparece en varios poemas.

Lo curioso es que a pesar de la dócil personalidad de Perséfone, los griegos temían pronunciar su nombre en voz alta, y casi siempre se referían a ella como Koré, La Doncella.


La Reina de Hierro


Pero no todo era dulzura y suavidad en la personalidad de Perséfone. Incluso en la Odisea, cuando el astuto Ulises desciende a los infiernos, se nos habla de ella como La Reina de Hierro.

El misterio de su personalidad sólo puede vislumbrarse mediante conjeturas, ya que nunca sabremos a ciencia cierta todas sus sutilezas. Perséfone está asociada a los mitos iniciáticos, en dónde se prometía a los adeptos una participación activa en la vida eterna junto a la Doncella, quien a todos contemplaba desde su trono oscuro con ojos de hierro, con una mirada que todo lo penetra, horadando hasta los secretos más ocultos del alma de sus iniciados.

Ahora bien, Perséfone también significa la vitalidad y la fertilidad. Su paso por el inframundo es un símbolo de la vida que se sumerge en la tierra durante los meses fríos, para retornar con violencia y alegría en la primavera.


La Piedad de la Doncella


Durante su estancia en las moradas oscuras, Perséfone sólo mostró su piedad en una ocasión, lo cual es extraño teniendo en cuenta la gran variedad de los mitos griegos, quienes a menudo se contradicen a sí mismos. Fue cuando Orfeo viajó al inframundo en busca de su esposa Eurídice. Allí, ante la mirada inconmovible de Hades y Perséfone, Orfeo ejecutó una melodía que jamás volvió a oírse en aquel reino de terror. Sus notas fueron tan tristes que hasta los regentes del infierno ablandaron sus corazones; y aunque el episodio terminó mal para Orfeo, la hazaña ha quedado registrada debidamente.

Fuente: Aelfwine.