miércoles, 22 de mayo de 2013

EL CAMINO DE LA ALQUIMIA - APIANO LEON DE VALIENTE





EL CAMINO DE LA ALQUIMIA

APIANO LEON DE VALIENTE

(Este escrito será agregado como introducción a otra obra de mayor fuste y aliento del mismo autor, titulada "Curso de Alquimia de Alto Grado").




La alquimia contiene una velada y profunda verdad que libera a los individuos, no obstante no es aplicable al género humano, en la medida que su contenido ha sido expresado mediante enigmas inextricables, cuyo significado no es asequible a todos.

Hay que desenterrar a la alquimia, que está aplastada por el peso de una simbología sabia, pero obscurecida de propósito.

Lo que usualmente se ha entregado a este respecto, consiste en un fárrago de embrolladas fórmulas, incomprensibles para el entendimiento de la mayoría de los interesados. ¿Cuántos libros clásicos de alquimia duermen impolutos en las bibliotecas?

El estudioso entregado sólo a sus menguados recursos intelectuales es incapaz de desentrañar este Arte y, aún menos, aprovecharse con bien de ella y trasmitirla a terceros.

La alquimia, ni se aprende, ni se enseña valiéndose de imaginarios e improvisados artificios. Hasta ahora ha sido trasmitida de boca a oído, de Maestro a Discípulo. De esto se deduce que no es posible improvisar un texto de alquimia, ni tampoco "armarlo" uniendo segmentos homogéneos o heterogéneos de otras disciplinas.

La alquimia es el resultado de dos acciones que convergen en un mismo punto, y que se originan en dos niveles distintos. Por una parte, es la manifestación de la Voluntad del Todo Poderoso, que se expresa en la pausada e ineluctable consecución de la Creación y, por otro lado, el actuar del hombre y de la mujer, urgidos por la necesidad de retornar, con creciente conciencia, a su hogar primigenio.

Consideremos, por ahora, algunos de los efectos que se producen con la práctica del Arte Real, Gran obra o Alquimia:

Con ella el ser humano puede hacerse inmensamente poderoso, por cuanto su ascensión a niveles de esclarecida comprensión, le impregna de la energía y fuerza suficientes, para hacer gravitar hacia él lo que desee, si bien, por su progresiva expansión espiritual, mental y emocional, su juicio es diverso al del ser común. El neófito comprende el papel útil de los metales vulgares u oro monetario, papel moneda blando, u oro físico, siempre que sea utilizado para el bien de su poseedor como el de la humanidad.

El discípulo no incurrirá en la ambición de atesorar, incontroladamente, lo espurio de los oropeles humanos, pues mientras viva con ese espejismo, no podrá ingresar al sendero alquímico, ni gozar de sus frutos.

La vanidad de los sentidos inferiores es el lazo que entrampa el debido curso de la Vida.

Se ha de encontrar el camino que conduce a la Sabiduría.

Tu recompensa consistirá en la capacidad de unir, en cada una de tus acciones, la impronta de tu Naturaleza Interior, y la radiancia de la Grandeza que deviene desde el Origen.

Reconocerás que todas las formas vivientes son la expresión de un Fuego único, que se proyecta y manifiesta en la inmadura pluralidad.

Esta práctica sagrada, la del Arte Real, te llevará a profundizar en ti mismo y allí, en lo interno, brotará la Luz de tu Centro interior Receptor, y se dará nacimiento a un Ser de Luz (Cuerpo de Luz), transparente, que apreciará con sabiduría el estado conquistado, y desarrollará la comprensión y el amor para traspasar y superar con claridad las tramas ilusorias de la Vida.

Ya no serás un caminante de dudoso paso, que se paraliza ante cada piedra que se interpone en su camino. Estarás preparado(a) para reconocer el camino de Luz cuando aparezca frente a ti, y esta vez esa senda no se borrará, y te permitirá sentir y ver lo que ahora no es posible que percibas por tus aparentes limitaciones alquímicas.

Desde el instante en que, por la Gracia del Grande Hacedor, te transformes en un estudioso(a) del Arte alquímico, te conviertes en un ser sencillo, que no anhela, ni los honores, ni la gloria. Eres un laborioso obrero que se embebe en la Sabiduría superior, de modo que tu vida se manifiesta refractaria a los temores y ambiciones desmedidas del hombre o mujer medios.

Será profundo tu cambio, pues han de aflorar espontáneamente en ti valores como el de la inclinación natural hacia el bien. Sobrepasarás el nivel de comprensión propio de la mente común, y tus cambios se gestarán y sucederán desde tu interior.

Advertirás que se configura en ti un poderoso e intangible proceder, que dispondrá y ordenará a tu pensamiento, para que trasmutes todas tus cargas indebidas. Tu mente se agilizara, organizará y se asentará, sin tensiones, en un nuevo ritmo, que le dará profunda claridad en el hacer de cada cosa.

La Magia del Arte alquímico borra, elimina los circuitos torcidos que, astutamente, engañan a nuestra materia. Todo eso es barrido en forma lenta.

Al comprender, paulatinamente, que la Humanidad conforma un solo todo, sustentado por la Divinidad, te impregnará un sentimiento de respeto por ti mismo y más amor por todos los seres que, debido a las falencias que les restringen y coartan, no pueden evidenciar, ni exteriorizar su Dios Interno. Es por ello que todo adepto debe experimentar compasión y afecto por toda manifestación de Vida.

Aprenderás a extraer de tu cenagoso estado, tu oro escondido y, hasta ahora, inactivo.

Traspasarás los círculos de conocimiento secreto y real, y se disolverán tus lazos con lo ilusorio.

El quehacer de la Obra engloba todo lo existente, pero, para la mejor comprensión del estudiante, se la explica como integrada por dos sectores que se traslapan e interpenetran, vale decir, por un lado: La Obra del Creador, que da vida, anima y dirige a toda vida visible e invisible, con la radiancia de su altísima voluntad o Mercurio Divinizador, o Mercurio Externo.

Desde el otro ángulo, el hombre o mujer que, a partir de la Creación, Big-Bang o Gran Ignición (como la designa Irineo Filaleteo), yacen envueltos y oprimidos por múltiples capas de nauseabundo metal inferior, las que se les adhirieron en su descenso a los planos inferiores, y que aíslan a su Chispa Divina o Alma, y les impide deshacirse de la artificial pesadez que les impide ascender y hacerse dueños de su celestial herencia.

La alquimia permite desarrollar las superiores posibilidades que duermen latentes, virtuales, dentro del hombre y de la mujer.

La alquimia permite desarrollar las superiores posibilidades que duermen latentes, virtuales, dentro del hombre y de la mujer.

El estudio y práctica de esta Agricultura Celeste, conduce al refinamiento del ser humano: Esmerila, conforma, perfecciona cada una des sus acciones, cada una de sus facetas, en particular a las artificiales, pues el molde de su armadura va siendo perforado lentamente por los mercurios, dando lugar a que su tosco atanor sea traspasado por la luz enriqueciéndolo. Aumenta la penetración, el poder cognoscitivo del aprendiz, pues éste comienza a percibir la Fuerza Divinizadora que le ilumina, fortalece y fertiliza (Luz iniciática), tocando aquellos procesos inconvenientes que obstruyen sus circuitos, suavizando y cuadrando las anfractuosidades de su piedra bruta.

La práctica del Arte Real consiste en ser receptivo, en saber abrirse a la radiancia Superior, y eso se logra con la asidua y correcta práctica del Solve et Coagula.

Toda operación propia de este Arte Celeste, resulta inoficiosa, banal, si en su realización no se cuenta con la acción e influencia del Mercurio Divinizador.

Si te dejaras imantar por ese flujo, no necesitarías de otra clave, para develizar los arcanos de la alquimia. Basta con dejarse impregnar por esa esencia lumínica que nos contiene y eleva.

Esta entrega a la acción del Mercurio Divinizador, consiste en permitir que se ordenen nuestros vehículos y que se preparen y adapten para ese largo viaje hacia la Luz.

El objetivo final de la Alquimia es mercurizar el vaso o cuerpo humano.

Es menester limpiar todos los espacios de nuestra materia hasta que sus cordajes se tornen música viva.

No es posible que la "Piedra Bruta" u hombre o mujer profanos y sin preparación, alcancen una real transformación, si carecen de una conexión superior que les una al flujo Mercurial exterior. Sin este respaldo, uno sólo se tiñe a sí mismo de irascibilidad y angustia, y se ve envuelto y contaminado por el egoísmo, la pereza y la desidia.

Es imprescindible que el estudiante reciba la magnetización de un Agua Viva o Mercurio Exterior, que actúe sobre las gruesas capas que limitan a la materia del discípulo.

El trazado de la alquimia se sustenta en el poder de la Energía Superior, que construye y ordena a Mundos infinitamente superiores al nuestro, tarea colosal que no es percibida por nuestras inmaduras mentes, deficientemente conectadas a esa Luz inmarcesible. Siempre estamos conectados con esa Fuerza Grandiosa e iniciadora, si bien, la mayoría de las veces tal unión es muy precaria y no sabemos cómo mejorarla y utilizarla, por esta inadvertencia nuestro pequeño mundo es tan áspero, hostil y artificial.

Desde el comienzo de su labor el neófito debe aprender a estar conectado e imantado en forma permanente a la Energía Exterior.

El Mercurio Divinizador o Energía Divina desciende desde la fuente misma del Creador, hacia lo creado, en forma de lluvia áurica la que se degrada en la medida que se abaja, para no quemar o vitrificar a la materia preparada para acogerla y servirse de ella. Con este influjo la impulsiva vida del hacer humano, volcada al frenético e inconsciente tráfago cotidiano, es encausada hacia una actitud que tiende a mejorar, despertar y elevar el contenido de la verdadera Naturaleza interna.

Esta regeneración de la materia de la piedra, o cuerpo, se produce por la descomposición, disolución, calcinación, volatilización, mercurización y coagulación superior de las capas gruesas y sólidas adheridas a la superficie del educando, las cuales le atenazan, ahogan y detienen su desarrollo evolutivo.

La materia subsiste a duras penas, pues está subyugada por múltiples estados indeseables, que ella misma ha creado, y que terminan por aniquilarla.

La labor del Mercurio Divinizador se asemeja al trabajo del Sembrador, quien examina atentamente la tierra, hasta ubicar un punto del terreno apropiado para la germinación de la semilla, entonces, hunde las cuchillas del arado, para trazar los surcos que dan vuelta a la tierra para que reciba los rayos del Sol y se oxigene.

El Sembrador entrega el resultado de su siembra a la actividad Mercurial, pues confía que la permanente irradiación del Mercurio Exterior activará a la semilla, e impulsará el crecimiento de la planta, la que se desarrollará, se multiplicará, florecerá y, en un tiempo de su maduración, alcanzará plena realización.

La imantación que recae sobre el cuerpo, vaso, vidrio o atanor, somete a la materia a una intensa y profunda depuración, hasta que de la tierra se desprenda hasta la última gota de innecesario sufrimiento.

Es necesario que el adepto aprenda a regar su árido lar con el rocío sublimado, purificado y purificador, que todo lo crea, acrece y consume y hace florecer desde la profundidad de cada Ser, el capullo de su flor escondida, Chispa Divina o Maestro Interno, que todos llevamos adormida en la entraña de nuestra piedra, así como al Mercurio Coagulado, inerte o muerto.

Debemos conocer la disciplina de descomponer todo lo que de artificial se nos ha adherido e impregnado, debido a nuestro hacer engañoso e innatural.

Cuando se comprende que, sin excepción alguna, todo lo creado por personas sin iluminación, está sujeto a estados de permanente confusión, los que inducen a adherirse a irreales apegos y extravíos de toda índole, situación de suyo anómala, que cada día consume inútilmente a parte del oro o energía que nos mueve.

Si el hombre o la mujer, invierten esta situación impuesta por una fuerza desordenada, entrópica y dispersa, entregada a un quehacer inferior, y se entregan dejándose dirigir desde lo Superior, se producirá desde su interior, una real transformación, que les permitirá alcanzar y gozar de una inexpresable comprensión y unificación con la energía que les embebe e impulsa desde lo superior.

El adepto es tocado en lo más íntimo de su ser por ese fuego mercurial, que corrige sutilmente la acción equivocada en cada acto, y lo imanta con una intensa y equilibrada sensibilidad, que es inconmovible ante todo aquello que pretende arrastrar al discípulo a lo empequeñecido. El educando advertirá la naturaleza meramente fantasmal de esas tendencias agresoras que intentas despeñarlo hacia la obscuridad.

El hombre y la mujer crecen con la dominación que ejercen sobre sus empequeñecidos procederes, siempre que acepten libremente ser encausados por el impulso de la Energía Mercurial pues, al ser disueltas sus duras cortezas externas, se mejorará su conexión con lo Elevado y, simultáneamente, disminuirá su interés por lo transitorio y sin valor real.

Ese desapego, del mundo artificial de las formas, es doloroso y entristecedor, pues rompe todos los esquemas conocidos y estereotipados. El quiebre es rudo, por ende, hay que aquietarse para soportarlo. Esto acontece porque la conexión con el Punto de Apoyo, que comunica a lo Mercurial Exterior con la Esencia del ser humano, abre las puertas de una comunicación o enlace entre dos mundos, aparentemente separados, sin embargo, el Superior contiene al inferior. Todo ocurre en un universo dentro de otro Universo.

El percibir, por un instante, una pequeña apertura hacia los planos superiores, y extasiarse en la contemplación de la no-forma, cambia, de por vida, el banal apego a las formas de esta existencia.

Con la irradiación constante de lo Mercurial, acrece la inteligencia que es galvanizada e impulsada a un hacer real, que fortalece todo noble propósito para el bien de del buscador de la verdad y de su entorno.

El desarrollo de la Gran Obra comienza a gestarse trabajando sobre la materia involucionada, la cual confiere, por ahora, un matiz obscuro al accionar humano, pues comprime y corroe al vaso o cuerpo, y le otorga una dureza y tiesura propias de un metal vulgar, no obstante que en su entraña se incrusta el real y valioso contenido de la materia de la piedra. (Mercurio coagulado y Chispa Divina.)

El ser humano desconoce que dentro de él, lleva la potencialidad de una fuerza todopoderosa que está anulada temporalmente. Tal adormecimiento transitorio, es la causa que origina la desorientación y desorden en la conducta de las personas.

El término dureza en alquimia indica aquella tozudez y porfía que se niega a enmendar rumbos., a salir de la querida obscuridad.

El aletargamiento e hibernación de la Chispa Divina se debe a que no cuenta con el grado suficiente del empuje luminoso propio del Mercurio Divinizador, y no puede deshacerse de la masa de suciedad que la cubre y taña, si bien permanece incontaminada frente a las emanaciones de esa masa obscura, ese mecanismo fétido y falsario, que se apropia del hombre o de la mujer inadvertidos, y los mueve sin que aquellos puedan discernir entre el bien y el mal.

Resulta imprescindible que la materia aprenda a conectarse con la Energía Suprema o Mercurio Externo, a fin de que se pueda establecer el orden en su caótico estado.

Poseemos en nuestro interior una diminuta porción de Luz Divina, Fuego que nos proporciona empuje y vitalidad, para actuar sobre todo lo que integra o forma parte de nuestra materia, pero por ignorancia no sabemos cómo activar a esta esencia o Maestro Interior, y convertirlo en el eje que sostenga cada una de nuestras acciones.

Nuestra Chispa Divina o Maestro Interior es, en potencia y calidad, semejante a la Luz Mercurial Externa, que desciende desde el mismo Creador.

El orden se impone a partir de nuestro Centro Receptor Interno o Chispa Divina y, desde allí, ella activa cada acción propia del hombre y de la mujer, quienes son dirigidos por la energía pura de la Chispa Divina, que fortalece y potencia el bien en ellos, para su provecho y el beneficio de la humanidad, pues el conjunto de vidas es una sola Vida.

El adepto, al estar conectado al Mercurio Exterior, puede, con su pequeña Luz interior, elevar la vibración de su mundo inferior.

La Chispa Divina se denomina también Mercurio Interior Originario, por provenir ya formado desde el Origen.

Desde un punto de vista alquímico, la Figura humana se representa en la siguiente forma:

Dibuja la silueta de un ser humano visto de frente.

Remarca los contornos con una línea gruesa. Ese reteñido se denominará: Cuerpo Metálico.

Luego en el centro de la figura, a la altura del corazón, dibuja una circunferencia, del porte de un balón de foot-ball, (en proporción al tamaño de la figura.) Recalca con una línea gruesa y negra los bordes de esa circunferencia, lo retinto o endrino, representa la suciedad que cubre a la Chispa Divina.

El espacio contenido entre la línea gruesa externa y la línea gruesa interna, que cubre a la Chispa Divina, se denomina Cuerpo Metálico.

Entonces, ya podemos observar que en torno a la Chispa Divina, que está enchapada en inmundicia, se configuran dos cuerpos superpuestos. El más obscuro y superficial (la línea negra que contorna a la figura) es denominado, por los Sabios, Cuerpo Metálico, el que está integrado por densas y pétreas placas metálicas, conformando un terreno característicamente árido y seco, del cual se dimana la artera artificiosidad que domeña al individuo y le impone una conducta errática, sin sentido, autodestructora, fuente de dolor y frustración.

Seguidamente, se encuentra al Cuerpo Mineral, que se extiende entre el cuerpo metálico y la Chispa Divina, materia obscurecida, aunque algo menos dura que el cuerpo metálico externo.

En ambos cuerpos (Metálico y Mineral) deben dibujarse a granel, unos pequeños círculos del tamaño de un fruto de níspero (en proporción al cuerpo dibujado), que han de representar las numerosas incrustaciones de mercurio coagulado, inactivo o muerto, las cuales mediante el proceso alquímico del Solve et Coagula, han de ser transmutadas sucesivamente en azufre licuado, en azufre volatilizado, en azufre mercurizado y, finalmente, en Mercurio Interior, y en un distante futuro, en Mercurio Exterior.

Este proceso de transformación es denominado "extracción del oro", que consiste en activar y exteriorizar nuestro Mercurio.

El Mercurio Coagulado, punto en que se inicia la extracción del oro, es la tan buscada Materia Prima, o Prima Materia, y, por otra parte, el Mercurio Interior extraído por este proceso, es nuestra esencia espiritual, (además de la Chispa Divina), la que sostiene la Vida que da forma a nuestro cuerpo denso.

El hombre y la mujer, atraídos por el embrujo de lo ilusorio, y dirigidos por una mente entrampada por un mecanismo robotizante, no advierten el milagro de Vida que se gesta en su interior. Cómo el potente flujo del Mercurio interior (formado por el Solve et Coagula) toca a la materia de la piedra y la vivifica para transformarla en Mercurio Interior.

Para que estos cambios se sucedan, se requiere de la presencia e influencia del Mercurio Divinizador.

Es preciso comprender que somos un conjunto de componentes dispersos y desactivados. Debemos unir las piezas, lo cual se logra sensibilizando nuestra materia, para que se haga consciente de esa red o entramado invisible que sostiene a la fomra corporal mediante la atracción aglutinadora de la chispa divina. Esto se logra mediante la práctica cabal del Solve et Coagula.

Con la práctica alquímica se trasciende la endurecida cárcel de argamasa

Es importante que el Adepto perciba, de primera mano, la magnetización producida en él, por un Agua viva o Mercurial, que actúa sobre sus capas metálicas, las que limitan su expresión vital, emocional, intelectual y espiritual, que impide que la energía superior que nos brinda la real Fuerza de vida, circule con fluidez natural en nuestro interior.

La estructura corporal del ser humano, es asimilable a la construcción de un edificio, hacia el cuan confluyen infinitos elementos y complementos, que otorgan sentido a la fábrica toda, los cuales, al final, son cubiertos y tapados por una pétrea y gruesa mezcla de hormigón, que aparta de la vista al contenido sutil, sin forma y esplendente, concentrando la atención, admiración y culto en la armazón externa de la Obra.

El flujo Mercurial Externo desciende desde la Fuente Original (Punto de Origen), y atraviesa un punto intermedio o Punto de Apoyo. En el Universo hay incontables Puntos de Apoyo, pero en esta ocasión sólo nos referimos al que es asequible a la raza humana.

Desde ese Punto de Apoyo continúa descendiendo, la Energía Mercurial Externa en forma de lluvia áurica, la cual, a medida que cae, va degradando su intensidad de vibración, hasta ser absorbida por el Centro Receptor Externo del adepto, situado a la altura de su coronilla o fontanela, para derivar, en último término, a su Centro Receptor Interno, Chispa Divina o Maestro Interno.

La mercurización es lenta y ocasionalmente debe atravesar segmentos obscurecidos, que ocasionan al aprendiz enormes pérdidas de energía, lo que le desconecta del caudal de luz necesario para el desarrollo de las acciones y finalidades del Trabajo.

El mismo discípulo, con su inexperiencia, hace aún más lento este proceso, pues el avance de hoy lo dilapida en los errores del mañana. De no ser así, la alquimia tendría efectos rápidos.

Los Adeptos que conocen esta tarea, atestiguan lo difícil que es practicar este Arte. Ello porque puede transcurrir un largo período sin que se manifiesten los efectos deseados, puesto que el Mercurio Divinizador trabaja imperceptiblemente en la limpieza de las heces contenidas en la piedra.

Durante ese lapso el cuerpo es acosado y agitado por la tenebrosidad. Evidencia persistentes alteraciones y retrocesos (aparentes,) motivados por la tenaz resistencia que oponen los sectores obscuros a la filtración y penetración de la Luz, que invade sus dominios.

El Arte alquímico es eminentemente iniciático e iniciador. Mediante esta disciplina es trabajado el Mercurio inactivo e incrustad en los cuerpos Metálico y Mineral, en suma, es la única forma que tienes para desbastar tu piedra bruta o imperfecta.

El activar el Mercurio Inactivo y Coagulado, equivale a extraer el propio oro no trabajado, lo que se logra por la entrega, sin condiciones, a la acción del Disolvente Universal o Mercurio Principal (Mercurio Divinizador.)

La Materia Prima es el Mercurio Coagulado en los cuerpos Metálico y Mineral.

De ese mineral tosco se extrae un Agua obscura y fétida, aunque superior en calidad a la del Mercurio Coagulado. Esta Agua es denominada azufre licuado, el que mediante el Solve et Coagula, termina por transformarse en Mercurio Interno o Mercurio Divinizador.

Nuestra tierra debe ser removida infinitamente para aquietar sus aguas, con el objeto que el Mercurio Divinizador cumpla su labor a cabalidad en el género humano.

La materia caótica es morosamente transmutada, cambio que se insinúa, primero, por la extracción de un azufre que pierde su corrosividad, y se licua. Esta Agua Mercurial, azufre licuado, o Mercurio en latencia, como también se la denomina, es tratada por el Mercurio Superior, a través del Solve et Coagula, hasta devenir en Mercurio Interior, de formación intracorporal. En la medida que este Mercurio Interno se multiplica y acrece, en la misma proporción se resta la potencia y se nulifica a la masa caótica inferior.

Somos como la greda que toma forma en las manos del alfarero. Nos entregamos para ser modelados por la Gracia de Dios, por su imantación o Mercurio Divinizador. Es este un trabajo escondido, gestado en el silencio de lo desconocido, su descripción sobrepasa el poder definitorio de todas las palabras.

La práctica de la alquimia permite que el estudiante descubra y experimente la potencia concentrada y actuante del Mercurio Interior, Fuego que estaba inmovilizado desde la Creación, Big-Bang o Gran Ignición.


El Adepto debe comprender que la alquimia tiene como propósito que él logre su propio bien.

Es efectivo que, en un inicio, la Luz interna del educando está aparentemente opacada por la degradación sufrida en la Gran Ignición, a raíz del descenso por los bastos planos, pero ello no es una condición real de degradación o abajamiento, pues la Gran Caída tuvo por objeto estimular a cada estudiante del pasado, presente y futuro, para que sea su propio esfuerzo y consiguiente maduración, con el auxilio de lo mercurial, que lo ascienda y substituya su estado necesariamente inferior y limitado, por una expansión de iluminada conciencia.

El discípulo debe conocer y saber utilizar los instrumentos o herramientas que ha de emplear en el desarrollo de su Gran Obra.

Algunos tratadistas puntualizan que se requiere de un solo instrumento: del Mercurio Divinizador, que es perfecto y suficiente porque, de hecho, todo lo existente, visible o invisible, es reducible o perfeccionable hasta convertirse en Mercurio Exterior.

Es el Fuego divino que, desde su Fuente original, mueve y perfecciona todo lo creado.

Otros Sabios especifican que son dos las herramientas o medios que deben ser manejados en este quehacer de Vulcano: El Mercurio Divinizador y el Cuerpo Físico, Vaso o Atanor del experimentador.

A mayor abundamiento, otros escritores clásicos, argumentan que los utensilios fundamentales son tres: El Mercurio Divinizador, el Vaso y el Mercurio Interno, en sus dos aspectos: El Mercurio Interno de formación intracorporal, procesado por el Solve et Coagula, y la Chispa Divina o Mercurio Interno Originario.

Personalmente, estimo conveniente aludir al mayor número de implementos disponibles, además del Caos, con la intención de facilitar la comprensión del estudiante.

Atendido lo precedente, enumero a:1. -El Mercurio Divinizador,

2. -El Mercurio Divinizado: a) Mercurio interno formado intracorporalmente, y b) Chispa Divina.

3. -El Azufre, y4. -La Sal.EL Mercurio Divinizador:

Es el fuego ardiente que proviene de la Fuente Única. Su resplandor supera la luminosidad de todos los astros, soles y galaxias. Es el Disolvente Universal o Alkahest, que contiene todo lo necesario para purificar la inmadura pluralidad, siempre que ésta esté preparada para recibirlo.

Desciende hasta la materia en forma de lluvia áurica, degradando la potencialidad de su vibración, según sea la capacidad receptiva de la forma que la absorbe.

Penetra en la materia para disolver los obscuros y pétreos bloques que estrangulan, asfixian y merman su condición y, en otra instancia, coagula o corporifica al azufre volatilizado, para transformarlo en Mercurio Interno, mediante el Solve et Coagula.

2. -El Mercurio Interno:

a) El Mercurio Interno, formado intracorporalmente. Se origina a partir del tratamiento de las incrustaciones de Mercurio coagulado, muerto, inactivo o Materia Prima de toda la Obra.

Este Mercurio dormido es sublimado, vitalizado, galvanizado por la acción del Mercurio Exterior, mediante el proceso del Solve et Coagula.

En efecto, la radiación del Mercurio Celeste se posa, envuelve e interpenetra a una partícula corporal que está en forma de Mercurio Coagulado, la cual está compuesta por mercurio inerte y azufre corrosivo, y la licua, para que tome la forma de espesa y fétida Agua Mercurial, o azufre diluido, que posteriormente es volatilizado, mercurizado, y tornado en Mercurio Interno, para, finalmente ser corporizado en un reservorio ad-hoc, situado en el cuerpo o vaso.

Este reservorio puede estar ubicado en cualquiera de tres posiciones anatómicas, según sean las condiciones y tendencias de cada discípulo. Ninguna es más conveniente que la otra: En el centro de la cabeza, a la altura del corazón, y a dos centímetros bajo el ombligo La creciente presencia de este Mercurio Interno, hostiliza, acosa, azuza y provoca a todos los estados inmaduros que están diseminados y taraceados o incrustados en las sentinas de la materia, para que abandonen sus malolientes cobijos, y afloren a la superficie para que sus bajas y lentas vibraciones sean afinadas y ascendidas a niveles de elevada condición.

Este Mercurio Interno o Divinizado sublima y ordena al Caos, depurando su contenido o estados de conciencia, por ello se dice que: "El agua será limpiada por un agua de la misma naturaleza". Esta afirmación obedece a que la materia es purgada por un azufre depurado, que se formó evolucionando a partir de un Mercurio Coagulado o Materia Prima, que se extrajo de la misma materia.

b) La Chispa Divina: El otro sector del Mercurio Interno o Divinizado, se denomina Chispa Divina, Mónada Pitagórica, Acero Mágico, Centro Receptor Interno o Maestro Interno. Ella llega a nosotros ya formada desde el Origen. Hace posible que el cuerpo absorba, acumule, transforme y distribuya las energías que recibe de lo alto, sin perjuicio del papel que también juegan en este aspecto los chakras, padmas, ruedas o centros.

De la Chispa divina emana una energía similar a la que emite el Mercurio Divinizador, la que baña permanentemente a la materia para que ésta se organice y dignifique.

La Chispa Divina siempre ha estado y estará en comunicación con el Origen, si bien debe considerarse que tal conexión varía en su grado de perfección, pues su afinamiento depende de la condición de desarrollo de cada individuo.

Cuando el nivel de conciencia de alumno se imanta acercándose, en alguna medida, a la vibración de la Chispa divina, su hacer desorganizado comienza a ordenarse, y su materia se hace más leve y armoniosa.

El alquimista pretende amalgamar, entrefundir, a las energías femeninas de su Chispa Divina, con la potencia masculina de su cuerpo físico, a fin de lograr una conexión de superior calidad con elevados planos de Luz.

3. El Azufre:

El vaso o tierra, está cubierto por capas superficiales de obscuro metal, denominadas: Mercurio Vulgar.

Este Mercurio Vulgar es el cuerpo que sirve de fundamento a la primera etapa de la Gran Obra. Este cuerpo tosco, despreciado y duro, corpóreo, sólido, macho, es tenido por muerto, porque yace inactivo e incrustado en la materia.

Este compuesto (compuesto de mercurio y azufre corrosivo), en ningún momento, ni siquiera durante las recias etapas de su metamorfosis, pierde su condición mercurial.

El Mercurio Coagulado es el eje fundamental(conjuntamente con el Solve et Coagula), del Arte Real. Es la tan buscada Materia Prima, pues de él se extrae, primero, esa agua mercurial o azufre licuado, que posteriormente, se transforma en Mercurio Interior, muy similar al Mercurio Exterior.

Al margen de esto, en la terminología alquímica, se llama Azufre Externo, a todo lo que fuera de nosotros, ha sido creado por terceros en forma artificial, objetos, actos o pensamientos desarmónicos, que con su presencia también ejercen una constante presión agresiva, que se manifiesta como un desgaste generador de un cansancio deprimente y enervante.

5. La Sal:

Simboliza a estados de conciencia endurecidos, tenebrosos, convulsivos, propios de una materia no trabajada, que deben ser disueltos volatilizados, mercurizados y posteriormente corporizados en forma de Mercurio Interior.

Este compuesto con aspecto pétreo y salino, está integrado por azufre corrosivo y mercurio inerte, muerto o inactivo.

La Sal se aglutina y forma bloques que, al encajar estrechamente unos en otros, obstruyen y, en ocasiones, obturan sectorialmente la correcta circulación de las corrientes mercuriales internas del individuo.

La inmensa mayoría de nosotros estamos en la condición de "piedras brutas" vale decir, conformados por pesadas, sólidas y nauseabundas capas metálicas, estructuradas de azufre corrosivo y mercurio coagulado. Con todos esos estratos arrasa el Mercurio divinizado, la única sal (sal es sinónimo de forma), que no toca, calcina y trasmuta, es a la Chispa Divina.

Esos costrones metálicos, ese Mercurio Coagulado constituye la Materia Prima del hacer alquímico, pues de ella, como ya lo sabemos y lo repito porque es muy importante, se extrae el azufre licuado del cual deriva el Mercurio Interno que, en un lejano devenir, ha de convertirse en Mercurio Divinizador.

Los Sabios afirman que toda la materia está compuesta por Sal, y que en esta sal está inserta la Chispa Divina, o Centro Receptor Interno, y un Mercurio inactivo, coagulado, endurecido, potencialmente similar al Mercurio Exterior o Alkahest.

Todo este proceso, que permite que el Mercurio Coagulado, o materia prima, se transforme en Mercurio interior, se denomina la "Digestión del Sol y de la Luna", entendiéndose por Sol al azufre y por Luna al Mercurio Interior resultante, los cuales, en toda la operación son manipulados, movidos y dirigidos por el Mercurio Divinizador.

La labor del Mercurio superior se asemeja a la del Sembrador.

El Mercurio coagulado, inactivo, muerto, incrustado en la tierra o cuerpo, al igual que la semilla al ser sembrada, no puede reproducirse, si primeramente no es regada y transformada.

Del mismo modo, todo lo que existe en la materia de la piedra, debe ser accionado, movido, transformado por el Mercurio Divinizador, para conformar esa Agua viva, que tiene la facultad de alterar, cambiar a la tierra seca y endurecida, para después someterla a un permanente estado de putrefacción o cambios, que combaten a los estados obscurecidos y abajados de la piedra, mediante la calcinación.

Atendido lo anterior, la materia ha de quedar liberada de la pesada carga de lo inferior, para ascender libremente a un estado superior, aunque relativo, que permita a esa tierra extraer su primer azufre que, aunque teñido con los compuestos de su materia basta, reviste el carácter de un agua más depurada o azufre diluido que ha sido extraído de la armadura negra o cuerpo metálico, que da forma a la piedra.

La Piedra Fundamental, la que sustenta al edificio alquímico, la Viga Maestra, el Eje de la Alquimia, en su etapa purgativa o de limpieza es el Solve et Coagula, procedimiento, creador del Mercurio Interno, formado intracorporalmente, por cuanto todo el secreto de la alquimia radica en la multiplicación del Mercurio Interno en el vaso, atanor, cucúrbita o cuerpo.

Los Sabios, al referirse simbólicamente al proceso del Solve et Coagula señalan que: las Palomas de Diana escogen la partícula de mercurio coagulado más limpia y brillante, la extraen de los duros bloques pétreos en que está empotrada, y la depositan directamente bajo la radiación del Mercurio Divinizador, Aquí, con esta acción, concluye la acción de las Palomas de Diana.

El azufre al ser volatilizado por el calor mercurial externo, deja tras sí su parte más obscurecida que le entraba, y con ese pequeño vacío succionador que ha dejado la suciedad de la cual se ha desprendido, es alzado, en forma de vapor, por el Águila, emblema de todo lo volatilizador y enaltecedor, hasta ser depositado en el Mercurio Divinizador, en lo alto del vaso, que también está volatilizado.

Los dos vapores, azufre y Mercurio Superior, se unen y entremezclan. El azufre volatilizado colma su vacío interno absorbiendo cualidades mercuriales del Disolvente Universal, para luego corporizarse y retornar enriquecido, transformado en Mercurio Interno, a la tierra que había abandonado en pos de la Luz, para irradiarla y, a la postre, transformarla en Mercurio Divinizado o Interno y, algún día entre los días, en Mercurio Divinizador.

El discípulo debe abrir sus ojos, y afinar sus oídos, para captar la importancia que reviste el aprender a fundirse con esa divina energía mercurial.

El neófito debe tomar conciencia del desmedrado estado en que se encuentra su tierra, debilitada por la usual absorción de una energía artificiosa, contraria a la Luz, cuya imantación, que concluirá por resultarle letal, por el momento no le produce malestar aparente alguno, y tal situación, eminentemente profana, no le exige esfuerzos extraordinarios para vivir una vida superficial, roma y rutinaria, que con su insulsez, tiende a prolongarse indefinidamente.

Con todo, también en su desordenado trajín, el dormido autómata, vive cotidianas tensiones y sobresaltos, la mayoría sin causa real, que le debilitan y exhaustan y emacian hasta la destrucción. Vive en un estado de permanente petrificación que trasmite su dureza a todo lo que idea, expresa y realiza. En este sentido, cada cual es responsable de sus imantaciones, pues no ha aprendido aún a disolver, volatilizar y transformar sus cargas. Necesita adherirse a la Luz superior para conectarse permanentemente con la Magnificencia Divina.

El estudioso debe asimilar que, con la ayuda del Mercurio Superior ha de extraer de todo aquello que antaño lo ha domeñaba y dirigía equivocadamente, su mercurio coagulado y lo transformará en Mercurio Interior, para que, de ese modo, transforme las pétreas y hediondas capas superficiales, del Cuerpo Metálico, en miríadas de puntos de Luz, que le permitan absorber e irradiar con mayor potencia y eficacia el Poder Mercurial contenido en el Alkahest.

En todo este proceso de elevación interna, gestada desde el centro, no es entendida, ni aprehendida por la conciencia de vigilia del adepto, toda vez que la mente concreta no está en condiciones de analizar estos resultados. El papel del discípulo, en esta materia, se reduce a cultivar y establecer un estado de relajada apertura, para recibir, a través del Solve y Coagula, correctamente efectuado, la radiancia que activará y renovará a su materia en cada una de las sucesivas purgaciones materializadas en sus ejercicios alquímicos diarios.

Los logros se manifiestan cuando se aprende a estar sereno y alerta para recibirlos. Cuando se empiezan a vivenciar los pequeños cambios de estado, que tienen lugar en nuestro mundo interior, se comienzan a avizorar nuestros tesoros escondidos, de valor incalculable, que se van haciendo presentes con profunda y natural sencillez. Al paladear esta nueva perspectiva, se advierte que la mayor parte de nuestra vida ha sido consumida por un quehacer inoficioso.

Sólo una mente tranquila y equilibrada puede aprender a transformar el juego ilusorio de la forma, para unirse a la energía superior, de modo que se active el Mercurio Interno del estudiante, y le proporcione el empuje decisivo para que permita que las fuerzas espirituales que le mueven, se pongan en acción

Por el contrario, si se está entregado y sumergido en la efervescencia de lo artificial, será presa de corrientes tenebrosas, de miedos, egoísmos y avaricia, que dejan profundos surcos en la propia tierra, y motivan enfermedades permanentes, que limitan el avance del desarrollo espiritual.

Todo esto no implica un aislamiento o separación del mundo exterior, sólo aflora un mayor respeto por sí mismo y más amor y consideración por los demás, como un implícito reconocimiento de la Divinidad que mora en nuestros congéneres y que, muchas veces, no podemos evidenciarlo ni exteriorizarlo por carencia de Luz. Por ello el alquimista debe llegar a manifestar espontánea compasión y afecto por toda manifestación de Vida.

A medida que los estados de conciencia ya estructurados en nosotros, se van modificando y surgiendo nuevas maneras de enfocar la vida, se yergue en nuestro interior una inexpugnable fortaleza que, a la vez que nos permite resistir mejor el calor de la radiancia espiritual, y aumentar el caudal del flujo que nos llega desde lo alto, para almacenarlo en mayor abundancia. Esto conduce a poseer un mayor caudal de energía mercurial y disponer de mayor lucidez en el hacer diario.

Hemos de transformarnos en guerreros que vencerán sus limitaciones y obscuridades sin luchar, en oradores que convencerán sin empelar la aridez de la palabra, y sobre todo, en servidores del Grande arquitecto del Universo.

Percibiremos que, de nuestro cenagoso estado, se extrae el oro escondido, y se impulsa el renacer de nuestra energía espiritual que, por ahora, está inactiva. Comenzarán a diluirse las cadenas imaginarias. Se presiente en sí una expansión y un creciente poder generalizados.

Podremos ser rozados por el tejido o trama de otras pasiones y mezquindades escondidas, pero no seremos imantados por esas turbulencias descentradas. Nos sentiremos ajenos a ese tipo de imantaciones propias de ennegrecidos vórtices de maldad.

Con este trabajo denominado Solve et Coagula, la materia atesora una mayor cantidad de energía mercurial, la cual es utilizada en el laboratorio subterráneo de nuestra fisiología.

Si se considera que, a estas alturas, el alumno empieza a conocer y utilizar mejor los utensilios alquímicos, comprobará que su nuevo actuar coopera para acentuar el descanso o levedad de su materia, con lo que se amenguará su necesario desgaste.

La materia rompe los finos barrotes de su jaula, y viste el sencillo atuendo del Labrador o alquimista. Aprende a ser dirigida y accionada por la magnetización del Origen. (Luz iniciática), y entregado a esa elevada conducción, aguardará tranquilamente el resultado de su cosecha, porque ha perdido la ambición propia de un impulso inferior, e ignora cuándo su materia alcanzará la verdadera fluoración y maduración de sus frutos.

En verdad, el proceso alquímico no puede ser presionado por premuras y apremios indebidos. Es el proceso quien dirige a la materia y no la materia al proceso.

Lo anterior, por cuanto el mejoramiento de la propia fisiología está íntimamente relacionado con la libración de las cargas, provenientes de los estados inferiores, cuya disolución, como sabemos, depende del volumen del flujo mercurial que recibe así como de su capacidad para resistirlo.

Por otra parte, al comienzo del desarrollo de la Gran Obra, la permanente acción de una energía pura sobre la materia, produce colosales cataclismos a raíz de la oposición de las fuerzas inferiores y contrarias, que se oponen a ser domesticadas.

A quienes se obstinen en imponer un avasallador ritmo en su avance alquímico, puedo decirles, por propia y vívida experiencia, que sus mentes aún están limitadas en su comprensión no captan ni una partícula de los designios del Creador, pues aún aquellos Hermanos en el Arte, que han alcanzado una altísima realización alquímica, como José Bálsamo, aún continúan su infinito peregrinaje de Luz, transitando por estados evolutivos más y más adelantados, incomprensibles, en su profundidad, para nuestro desmedrado intelecto.

Te transformarás en un apacible caminante activo, dirigido por tu fuerza mercurial interna, que te instruirá para que traspases y penetres lo que se oculta más allá de lo escondido.

Es largo el proceso del transmutar, pero puedes alcanzar el éxito si te decides a modificar tu vasija con tus propias manos imantadas de lo mercurial.

Para construir un barco hay que idear cada pieza en su integridad, no basta con diseñar su estructura. Su real contenido no está en lo externo del dibujo.

Para construir una vida hay que unir ordenadamente cada una de sus piezas. Configurar nuestro mosaico, compuesto por miles de fragmentos, es la misión que a todos nos impulsa a vivir.

El tallado alquímico siempre es perfecto, porque quien desbasta, corta, burila y bruñe, es el Mercurio Filosófico o Interno, y lo hace a imagen y semejanza del Uno, con la ayuda del Mercurio Externo, y no con los planteamientos de la mente humana concreta.

Este quehacer se sintetiza en la palabra VITRIOL, que equivale a la suma de las primeras letras de las palabras que forman la frase latina: "Visita Interiora Terrae invenies ocultum Lapidum" que quiere decir: "Visita la tierra interior, y rectificando, encontrarás la Piedra oculta".

En la práctica, la alquimia prepara a la materia mediante breves acciones de efectos acumulativos. Es como hacer hervir el agua, una sucesión ordenada y pausada de hechos. Que conducen ineluctablemente al hervor.

Quien desarrolle disciplinadamente los ejercicios prácticos del Solve et Coagula, denominados en el pasado "Trabajos de Hércules" por su dificultad y por su similitud con las pruebas de carácter eminentemente Iniciáticas, alcanzará la meta que le esté señalada, según su preparación y su capacidad, y la logrará si conoce la parte teórica y práctica de este Arte, ambas referidas exclusivamente al quehacer sobre la fragua del propio cuerpo. En esta consecución de la Sabiduría, no importa que el discípulo no sepa cómo se producen los cambios en su interior, le bastará ejecutar los ejercicios pertinentes.

No se piense que las tareas atingentes a la Gran Obra, discurren con la sencillez, fluidez y mansedumbre con que las describo, puesto que la materia, desde el principio de la operación alquímica, es sometida y presionada por profundos cambios, que procuran desplazarla a ritmos de pureza más enaltecidos, para ser entrenada para obtener una mayor absorción de Mercurio Divinizador y, simultáneamente, desarrollar una resistencia mayor en el almacenaje de la Luz, todo ello con el objeto de descomponer la obscuridad de la piedra.

No es fácil soportar que irrumpa en nuestro mundo interno una potente radiosidad que destruye los antiguos moldes, las amadas limitaciones y las sustituya por esclarecidos principios.

El verdadero trabajo enseña que innumerables han de ser los cambios que se sucedan en lo interno de la materia, antes que se conquiste un verdadero estado superior.

El esfuerzo y la constancia son imprescindibles, sobre todo en la permanente realización de los ejercicios alquímicos, pues ellos permiten que el Adepto sea interpenetrado por la elevada energía del Disolvente Universal.

Esta magnetización mercurial se canaliza a través de todo el cuerpo, puede que con ello se eleve la temperatura corporal, y con tal circunstancia o sin ella, son quemadas las durezas y residuos de los cuerpos metálico y mineral. Con la circulación de este Fuego líquido, se despejan los nadis o delgadísimos tubos por donde se desplaza la energía, asimismo los centros, ruedas, padmas o chakras, con creciente sincronización se activan armónicamente y proporcionan más resistencia y vigor a la materia de la piedra, despertando su inteligencia superior.

Para dedicarse al estudio y práctica de la alquimia, se requiere poseer la estirpe de un guerrero, de un luchador nato, que esté dispuesto a prescindir de su casco y peto, y sobre todo, de las reacciones de su negra armadura o cuerpo metálico, epítome de las energías torcidamente obscurecidas, posesionadas de una dirección opuesta al bien.

El Arte Real constituye un desafío para quienes desean descomponer, licuar y volatilizar el lastre de sus miedos, e inseguridades que les roen las entrañas y coartan sus posibilidades, desequilibrando la manutención normal de la materia.

La realización propia del Hermetismo es para quienes anhelan destruir los muros de su involuntaria prisión, y desean que la Luz superior, barra con las tinieblas anidadas en sus laberintos subterráneos.

El alquimista bien templado sabe que mientras no transmute sus bajas pasiones, no aprehenderá la muda expresión del Arte Divino, la cual se transmite sólo a aquél que tenga un claro entendimiento forjado con el aquietamiento de prolongados silencios interiores.

El Arte alquímico está hecho para aquél que tiene la resistencia y la osadía de proponerse no perder jamás su conexión con lo superior. Sean cuales sean las vicisitudes que arrecien dentro y fuera de él, porque él sabe que, tarde o temprano, se posesionará de una serenidad, de un estado de inalterable equilibrio, fundado en la vitalización de su esencia interior, y desde esa etapa en adelante los caminos que se han de recorrer son secretos y escondidos, sólo conocidos por el Hacedor.

Los árabes nominaron a este Arte con el término Al-Kemia, palabra dividida en dos bloques. El primer segmento "Al" designa a un maravilloso conocimiento o receta divina atingente al tema, y el segundo bloque, Kemia, indica el desarrollo necesario para llegar a concretar ese conocimiento. En síntesis se hace referencia a una maravillosa Química.

En nuestra grafía, el diseño del primer segmento, contiene dos letras "A" y "L".

Las líneas básicas de la A, se asemejan al abanico con que se simboliza el descenso de la lluvia áurica, su vértice representa al Punto de Apoyo o enlace de los Superior con lo inferior, por donde deviene el rocío celeste, que permite la fecundización de nuestra tierra.

La letra "L" alude al descenso del Fuego Mercurial Externo, y su impacto y penetración en la armadura negra o cuerpo metálico.

El segundo bloque, "Kemia" se refiere a la acción que tiene por objeto la extracción del oro, esto es, el provocar la muerte artificial del compuesto de la piedra, para que renazca mercurizado, y se inicie una real separación entre las tinieblas y la Luz.

Se dice también que la partícula "Kem" atañe a la tierra negra egipcia. Los antiguos adeptos de ese país, estimaban que el primer estado de la tierra se caracterizaba por ser un "estiércol de los mixtos", sujeto a corrupción y muerte, no obstante contener la s incrustaciones de un mercurio coagulado o Flores, como la llama Filaleteo, y que consisten en la Materia Prima de la Obra.

Nota: En este escrito no me refiero a la explicación práctica de los ejercicios del Solve et Coagula, en atención a que el manejo de los Fuegos, requiere de un espacio aún más amplio que el presente, y de hecho los consigno ampliamente en la obra puntualizada en el epígrafe, y no me refiero a ella, ni la ensalzo, porque no es el punto ni la ocasión de hacerle propaganda.

Ahora, realizar una exposición ligera de los fuegos, importaría una falta de responsabilidad, y exponer a jóvenes alquimistas a correr el riesgo de verse afectados seriamente por el mal manejo de estas energías. Veamos algo de esto: Los desastres que desata una errónea manipulación, tanto del fuego celeste como del interno, pueden sintetizarse en dos peligros: La vitrificación y la quemazón.

El fuego es producto de la fricción producida por el entrechocar de la energía con la materia.

Debes manejar un fuego de gran finura para que al quemar las estructuras duras y metálicas de la materia, no paralices tus centros o chakras, que son la base de la conexión, pues permiten que la materia se desarrolle y se eleve lentamente y no sea quemada por sus cuerpos superiores en su ascensión.

Cuando el Caos y la obscuridad aún contienen y aprisionan a la materia, se requiere de un fuego flexible y suave que la imante gradualmente, pues si recibe un fuego descompensado, o al mismo Fuego Celeste en toda su intensidad, puede quemarse el deseo de ascender y la tierra puede quedar detenida en su desarrollo. Por ello el fuego debe aplicarse suavemente.

En el principio de la Obra el Fuego Mercurial debe ser de reducida potencia, si es demasiado intenso o violento, la piedra se quemará literalmente.

Los apresuramientos indebidos, como dice Filaleteo, pueden quemar a "Las Flores" o "Espíritus Vivos" o Mercurio Coagulado que, como he dicho, constituyen la Materia Prima.

La aseveración de Filaleteo, que dice que la quemazón "debe evitarse particularmente en la tercera semana", quiere decir que nada puede ser apremiado en el curso de la Obra, la cual una vez que sus presupuestos han sido cumplidos, impone insensiblemente un ritmo gradual, y todo en ella fluye en forma natural.

La vitrificación suele afectar a quienes se arrogan el derecho de oscilar entre lo iluminado y lo obscuro. Esta situación se produce cuando aún no se ha logrado una fijación o coagulación permanente de la imantación superior en nosotros.

El que un discípulo se incline y se desplace al polo negativo, cuando su materia es sublimada por lo mercurial, motiva que la tierra, su materia, sufra alteraciones desmedidas, que queman el proceso de elevación logrado con tanto esfuerzo y afán.

El fuego espiritual, una vez que es activado, no debe ser apagado con una acción innoble.

En cada estado logrado siempre se corre el riesgo de la vitrificación, sobre todo, si el neófito aún comprendiendo que es tentado por una acción vituperable, ya superada por él, y se permite reiterarla, sin querer ver que es una forma artificiosa, se bloqueará, y si persisten sus envanecimientos o tozudeces, por muy elevado que esté, se vitrificará.

Para los curiosos, diré que los ejercicios alquímicos son los mismos que desde el más remoto pasado han efectuado los Hermanos en el Arte, sólo que el material necesariamente es distinto, si se trata de la práctica de un estudiante o de un Maestro de Obras. En general. se asemejan bastante a esas imaginerías o visualizaciones que tanto se usan hoy en día, pero hay ciertos puntos relativos al Solve et Coagula, así como ciertas técnicas de alineamiento relacionadas con el Mercurio Interno Originario, que requieren de una amplia infraestructura teórica, imposible de condensar en estas breves páginas, que salvaguarde al aprendiz de Escila y Caribdis, de los propios y graves peligros que el mismo, en su intrepidez provocaría.

Una última advertencia a los jóvenes alquimistas: La alquimia no se aprende por libros. Esto quiere decir que todos los textos antiguos, sin exclusión alguna, tratan del ejercicio, nada más que de un solo ejercicio, que mañosamente dividen y subdividen y mezclan al azar, los autores denominados envidiosos. Si Uds. saben el ejercicio no necesitan ningún otro conocimiento, ¿Porqué? Porque nada de lo que ocurre internamente a raíz de la alquimia, puede ser ponderado por la conciencia de vigilia. Nada. Es un proceso tan elevado, que resulta inasible para la mente concreta humana. El avance se verifica por los resultados. Entonces ¿porqué escribimos libros sobre alquimia? Porque son necesarios, si se entienden, para ejecutar bien los ejercicios.

Estoy empeñado en que la alquimia sea desvelizada, no simplificada, pero entendible para TODOS los estudiosos(as) e interesados(as) Así lo sostiene hoy una pretérita, recóndita y olvidada Escuela de Misterios, que ha perdurado hasta hogaño, y sin ruidos, durante siglos formando Adeptos, de la cual yo soy, como Uds. Un mero servidor.

Esta introducción se hizo en raudos y brevísimos días, al mero correr del teclado del P. C. sin notas, sin bibliografía, Con el sólo acicate de un afecto por una juventud que publica sus ideas en este foro, y cuyas breves acotaciones leí una a una, con mucho respeto, y fueron las que me alentaron a pergeñar este proemio, para intentar facilitarles el camino del Arte, si ellos lo aceptan, y yo estuviera a la altura del ofrecimiento.

Hasta aquí se extiende este artículo, hasta hoy inédito, que se ha revestido con la forma y contenido de aquellos minúsculos tratados del pasado, y que cedo con afecto al Rincón Hermético, sección Alquimia, de los Foros de Ágora, que tuvo a bien solicitarlo para su difusión, ello sin perjuicio de que forme parte de otro escrito mío.

Apiano León de Valiente (A.L.V)