"¿Quién salvo yo sabe
quién es Ariadna?" [i] Como otras mujeres
están entre dos hombres, Ariadna está entre Teseo y Dionisos.
Ariadna juega un rol esencial en la filosofía de Nietzsche, no solamente porque
es la mujer o el Anima, sino porque ella está en el cruce de los conceptos
principales de esta filosofía. En este sentido es ambivalente.
Teseo parece ser el
modelo de un texto de Zaratustra, libro II: "los sublimes". El texto trata de
los héroes, hábiles para descifrar enigmas, para frecuentar el
laberinto y para vencer al toro. Este hombre sublime prefigura la teoría del
hombre superior, en el libro IV: allí él es denominado "el penitente del
espíritu", nombre que se aplicará más tarde a uno de los modos del hombre
superior (el Encantador). Y los caracteres del hombre sublime coinciden en
general con los atributos del hombre superior: su espíritu de seriedad, su
pesadez, su afición a llevar cargas, su desprecio por la tierra, su incapacidad
para reír y para jugar, su propósito de venganza.
Se sabe que en
Nietzsche, la teoría del hombre superior es una crítica que se
propone denunciar la mistificación más profunda o más peligrosa del humanismo:
el hombre superior pretende llevar la humanidad hasta la perfección, hasta la
culminación. Pretende recuperar todas las propiedades del hombre, superar las
alienaciones, realizar el hombre total, poner al hombre en lugar de Dios, hacer
del hombre una fuerza que afirma y que se afirma. Pero en verdad,
el hombre, siendo superior, no sabe del todo lo que significa afirmar. Presenta
de la afirmación una caricatura, un ridículo disfraz. Cree que afirmar es
llevar, asumir, soportar una prueba, tomar el peso de una carga. La positividad
la evalúa según el peso que soporta; confunde la afirmación con el esfuerzo de
los músculos tensos [ii] ¡Es real todo lo
que pesa, es afirmativo y activo todo lo que soporta! Así los animales del
hombre superior son el asno y el camello, bestias del desierto, habitantes de la
superficie desolada de la tierra y que saben cargar [iii] . El toro es
vencido por Teseo, hombre sublime y superior. Pero Teseo es muy inferior al
toro, no le llega a los talones: "Debería hacer como el toro, y su felicidad
debería tener olor a tierra y no a desprecio de la tierra. Quisiera verlo
semejante al toro blanco que resopla y muge delante del arado; y su mugido
debería cantar la alabanza de todo lo terrestre... Dejar los músculos
distendidos y la voluntad desuncida, eso es lo más difícil para vosotros los
sublimes" [iv] . El hombre
sublime o superior ignora que afirmar no es cargar, uncir, asumir lo que es,
sino al contrario desligar, liberar, descargar. No cargar la vida bajo el peso
de los valores superiores, incluso los heroicos, sino crear valores nuevos que
sean los de la vida, que hagan de la vida lo ligero o lo afirmativo. "Es
necesario que desaprende su voluntad de heroísmo, que se sienta a sus anchas
sobre la altura y solamente subido a las alturas". Teseo no comprende que el
toro (o el rinoceronte) posee la verdadera superioridad: prodigiosa bestia
ligera en el fondo del laberinto, pero que también se siente a sus anchas sobre
la altura, bestia que desliga y que afirma la vida.
Según Nietzsche la
voluntad de poder tiene dos tonalidades: la afirmación y la negación; las
fuerzas tienen dos cualidades: la acción y la reacción. Lo que el hombre
superior presenta como la afirmación, es sin duda el ser más profundo del
hombre, pero es solamente la extrema combinación de la negación con la reacción,
de la voluntad negativa con la fuerza reactiva, del nihilismo con la mala
conciencia y el resentimiento. Estos son los productos del nihilismo, las
fuerzas reactivas que resisten. De ahí la ilusión de la falsa afirmación. El
hombre superior está necesitado de conocimiento: pretende explorar el laberinto
o el bosque del conocimiento [v] . Pero el
conocimiento es solamente la máscara de la moralidad; el hilo en el
laberinto y el hilo moral. La moral a su vez es un laberinto: máscara
del ideal ascético y religioso. Del ideal ascético al ideal moral, del ideal
moral al ideal del conocimiento: es siempre la misma empresa que persigue
, la de matar al toro, es decir negar la vida, aplastarla bajo un peso,
reducirla a sus fuerzas reactivas. El hombre sublime no tiene más
necesidad de Dios para sojuzgar al hombre. Ha reemplazado a Dios por el
humanismo; el ideal ascético por el ideal moral y el conocimiento. El hombre se
inviste de si mismo en nombre de valores heroicos, en nombre de valores del
hombre.
vida. Bajo sus
falsas apariencias de afirmación, Teseo es el poder de negar, el Espíritu de la
negación. Ariadna es el Anima, el Alma, pero el alma reactiva o la fuerza del
resentimiento. (Es por lo que, en Zaratustra, la admirable canción de Ariadna
está puesta en boca de uno de los representantes del hombre superior: el
Encantador, el más apto para travestirse, para disfrazarse de mujer, "penitente
del espíritu", que carga precisamente el espíritu de venganza merced a un alma
llena de resentimiento y de mala conciencia) [vi] Ariadna es la que
experimenta el resentimiento contra su hermano el toro. En toda la obra de
Nietzsche irrumpe una apelación poética: desconfiemos de la hermana. Es Ariadna
quien tiene el hilo en el laberinto, el hilo de la moralidad. Ariadna es la
Araña, la tarántula. [vii] . Nietzsche
lanza un llamado "colguémosla de este hilo" [viii]. El hará que
Ariadna realice esta profecía. (En ciertas tradiciones Ariadna abandonada por
Teseo, se sirve del hilo para ahorcarse.) ¿Pero qué significa Ariadna abandonada
por Teseo? Que la combinación de la voluntad negativa y de la forma de reacción,
de espíritu de negación y del alma reactiva, no es la última palabra del
nihilismo. Viene el momento en que la voluntad de negación rompe su alianza con
las fuerzas de la reacción, las abandona y al mismo tiempo se vuelve contra
ellas. Ariadna se ahorca. Ariadna quiere morir. Ahora bien, éste es el
momento fundamental ("medianoche") que anuncia una doble trasmutación,
como si el nihilismo completo dejara lugar a su contrario: las fuerzas reactivas
al ser ellas mismas negadas, devienen activas; la negación se convierte, deviene
súbitamente afirmación pura, forma polémica y lúdica de una voluntad que afirma,
y pasa a servir de excedente de la vida. Nuestro objetivo no es analizar esta
transmutación del nihilismo, esta doble conversión, sino investigar solamente
cómo el mito de Ariadna la explica. Abandonada por Teseo, Ariadna siente
que Dionisos se aproxima. Dionisos-toro es la afirmación pura y
múltiple, la verdadera afirmación, la voluntad afirmativa: él no soporta nada,
no se carga de nada, sino aligera todo lo que vive. Sabe hacer lo que el hombre
superior ignora: reír, jugar, danzar, es decir afirmar. El es lo ligero, que no
se reconoce en el hombre, sobre todo en el hombre superior, sino solamente en el
superhombre, en otra cosa que el hombre. Era necesario que Ariadna fuera
abandonada por Teseo: "Este es el secreto del Alma: cuando el héroe la ha
abandonado, se acerca a ella en sueños el superhéroe" [ix] . Bajo la caricia
de Dionisos el alma deviene activa. Ella era pesada con Teseo, pero con Dionisos
se aligera y descargada, delgada, se eleva hasta el cielo. Aprende que, lo que
tiempo antes cría una actividad, no era más que propósito de venganza,
desconfianza y vigilancia (el hilo), reacción de la mala conciencia y del
resentimiento; y, más profundamente, lo que ella creía una afirmación no era más
que una mascara ridícula una manifestación de la pesadez, una manera de creerse
fuerte porque se soporta y asume. Ariadna comprende su decepción: Teseo no era
un verdadero griego, era, antes bien, un suerte de alemán avant la
letrre muy pesado (cf. Teseo-Wagner, Ariadna-Cósima,
Nietzsche-Dionisos). Nietzsche quiere explicar así la decepción suprema:
encontrar un alemán, cuando se creía encontrar un griego [x]. Pero Ariadna
comprende su decepción en un momento en el que ya no se preocupa más: Dionisos,
que es un verdadero griego, se acerca; el Alma deviene activa, al mismo tiempo
que el Espíritu revela la verdadera naturaleza de la afirmación. Ahora la
canción de Ariadna adquiere todo su sentido: transmutación del Ariadna en la
proximidad de Dionisos, Ariadna es el Anima que corresponde al Espíritu que dice
sí [xi] .
¿Por qué Dionisos
tiene necesidad de Ariadna o de ser amado? El canta una canción de soledad,
reclama una novia [xii] . Es que
Dionisos es el dios de la afirmación; ahora es necesaria una segunda afiración
para que la afirmación sea ella misma afirmada. Es necesario que ella se
desdoble para poderse redoblar. Nietzsche distingue bien las dos afirmaciones
cuando dice: "Eterna afirmación del ser, eternamente yo soy tu afirmación" [xiii] . Dionisos es
la afirmación del ser, pero Ariadna, la afirmación de la afirmación, la segunda
afirmación o el devenir activo.
(...) Todos los
símbolos de Ariadna cambian de sentido cuando se relacionan a Dionisos en lugar
de ser deformados por Teseo. No solamente la canción de Ariadna deja de ser la
expresión del resentimiento, para ser una búsqueda activa, una pregunta que ya
afirma (¿Quién eres... Soy yo lo que quieres? ¿Enteramente yo?") Pero el
laberinto no es más el laberinto del conocimiento y de la moral; el laberinto no
es ya el camino donde penetra tendiendo un hilo, el que va a matar al toro. El
laberinto ha devenido el toro blanco mismo. Dionisos-toro: "Yo soy tu
laberinto". Más precisamente, el laberinto es ahora el oído de Dionisos, el oído
laberíntico. Es necesario que Ariadna tenga oídos como los de Dionisos, para
entender la afirmación dionisíaca, pero también que responda a la afirmación en
el oído de Dionisos mismo. Dionisos dice a Ariadna: "Tienes pequeñas orejas,
tienes mis orejas, vierte ahí una palabra pensada, si". Aun
Dionisos llega a decirle a Ariadna, jugando: "¿Por qué tus orejas no son más
largas?" Dionisos le recuerda así sus errores, cuando amaba a Teseo: ella creía
que afirmar era cargar un peso, hacer como el asno. Pero en verdad Ariadna con
Dionisos, ha adquirido pequeñas orejas: la oreja redonda propia del eterno
retorno.
El laberinto no es
más de arquitectura, ha devenido sonoro y músico. Fue Schopenhauer quien definió
la arquitectura en función de dos fuerzas, las de cargar y las de ser cargado,
soporte y carga, incluso si tienden a confundirse. Pero la música aparece cuando
Nietzsche se separa cada vez más del viejo embustero Wagner, el encantador: ella
es lo Ligero. ¿No testimonia toda la historia triangular de Ariadna una levedad
antiwagneriana, más cercana a Offenbach y a Strauss que a Wagner? Lo que es
esencialmente propio de Dionisos músico es hacer saltar los techos, hacer
oscilar las vigas [xiv] . Sin duda hay
algo ahí de la música de Apolo, y también de la de Teseo; pero es una música que
divide según los territorios, los medios, las actividades, las costumbres: canto
de trabajo, canto de marcha, canto de danza, canto para el descanso, canto para
beber, canto de cuna..., casi pequeñas "cantinelas", cada una con su peso. Para
que la música se libere será necesario pasar al otro lado, donde los territorios
tiemblan, las arquitecturas se hunden, las costumbres se confunden, donde se
libera un poderoso canto de la Tierra, el gran ritornello que transforma y hace
regresar todos los aires que ella traslada. Dionisos no conoce otra arquitectura
que la de los caminos y las travesías. ¿No era esto ya lo propio del lied, salir
del territorio a la llamada del viento de la tierra? Todos los hombres
superiores dejan su dominio y se dirigen hacia la gruta de Zaratustra. Pero solo
el ditirambo se extiende sobre la tierra y la desposa. Dioniso no tiene ya
territorio porque él está sobre la tierra por doquier. El laberinto sonoro es el
canto de la tierra, el Ritornello, el eterno retorno en persona.
Pero ¿por qué oponer
los dos lados como lo verdadero y lo falso? ¿No son estos lados el mismo poder
de lo falso y no es Dionisio un gran embustero, el más grande "en verdad", el
Cosmopolita? ¿El arte no es la más alta potencia de lo falso? Entre lo alto y lo
bajo, de un lado al otro, hay una diferencia considerable, una distancia que
debe ser afirmada. Es que la araña rehace siempre su tela, y el escorpión no
cesa de picar; cada hombre superior está fijado a su propia proeza que respeta
como un número de circo (es por esto que el libro IV de Zaratustra está
organizado a la manera de una galería de Incomparables de Raymond Roussel, o de
un espectáculo de marionetas, o de una opereta). Es que cada uno de estos mimos
tiene un modelo invariable, una forma fija, que siempre se puede denominar
verdadera, aunque se tan "falsa" como sus reproducciones. Como el falsificador
en pintura: lo que él copia del pintor original es una forma determinable tan
falsa como las copias; lo que él libera es la metamorfosis o la
transformación del original, y la imposibilidad de asignarle un forma
arbitraria, esto es la creación. Es por lo que los hombres superiores no están
sino en el grado más bajo de la voluntad de poder: "¡pueden los mejores de
ustedes pasar al otro lado!". Con ellos la voluntad de poder representa
solamente un querer-engañar, un querer-conquistar, un querer-dominar, una vida
enferma debilitada que requiere prótesis. Sus roles mismos son prótesis para
tenerse en pie. Solo Dionisos, el artista creador, alcanza el poder
de metamorfosis que lo hace devenir, testimoniando una vida surgente:
lleva el poder de lo falso a un grado que no se efectúan más en la forma, sino
en la transformación. La voluntad de poder es como la energía, se llama
noble aquella apta para transformarse. Son viles o bajas aquéllas que no saben
más que disfrazarse, travestirse, es decir, toma una forma y atenerse siempre a
la misma forma.
Pasar de Teseo a
Dionisos es para Ariadna cuestión de salud y de curación. Para Dionisos también.
Dionisos tiene necesidad de Ariadna. Dionisos es la afirmación pura; Ariadna es
el Alma, la afirmación desdoblada, el "si" que responde al "si". Pero
desdoblada, la afirmación retorna a Dionisos como afirmación que redobla. En
este sentido el Eterno Retorno es el producto de la unión de Dionisos y Ariadna.
En tanto que Dionisos está solo tiene todavía miedo del pensamiento del Eterno
Retorno, porque teme que éste restituya las fuerzas reactivas, la empresa de
negar la vida, el hombre pequeño (sea él superior o sublime). Pero cuando la
afirmación dionisíaca encuentra su pleno desarrollo en Ariadna. Dionisos a su
vez aprende una cosa nueva: que el pensamiento del Eterno Retorno consuela al
mismo tiempo que es selectivo. No hay Eterno Retorno sin una transmutación. Ser
del devenir, el Eterno retorno es el producto de una doble afirmación, que hace
volver lo que se afirma y no hace devenir más que aquello que es activo. Ni las
fuerzas reactivas ni la voluntad de negar retornarán: son eliminados por la
transmutación, por el Eterno Retorno que selecciona. Ariadna ha olvidado a
Teseo, no es más que un mal recuerdo. Teseo jamás volverá. El Eterno Retorno es
activo y afirmativo; es la unión de Dionisos y Ariadna. Es por lo que Nietzsche
lo compara, no solamente la oreja circular, sino también con el anillo nupcial.
El laberinto es el anillo, la oreja, el Eterno Retorno mismo; es aquello que es
activo y afirmativo. El laberinto no es más el del conocimiento y la moral, sino
el de la vida y del ser como viviente. En cuanto al producto de la unión de
Dionisos y Ariadna, éste es el superhombre o el superhéroe, el opuesto al hombre
superior. El superhombre es el viviente de las cavernas o de las cimas, e único
niño que se hace desde la oreja, el hijo de Ariadna y el Toro.
Articulo aparecido en Magazine
Littéraire, Nº 298, 1992 y traducido para Cuadernos de
Filosofia por E. Gutiérrez. Lo transcribimos completo, no sabemos si se
trata de una versión integra ya que el (...) que aparece al comienzo de uno de
los párrafos hace pensar en algun corte, esto no es aclarado por la revista.
[i] Ecce
Homo, "Así habló Zaratustra, 8"
[ii]
Zaratustra, III, "Del espíritu de la pesadez". Y Más
allá del bien y del mal, 213: "Pensar y tomar en serio, tomar con
gravedad una cosa, es todo uno para ellos, ellos no tienen otra experiencia".
[iii] Sobre el camello
y el asno y la falsa afirmación, cf. Zaratustra
[iv]
Zaratustra, II, "Los sublimes"
[v]
Idem.
[vi]
Zaratustra, IV, "El encantador".
[vii] Sobre la araña y
su hilo, métafora frecuente en Nietzsche, cf. sobre todo Genealogía de la
moral, III, 9
[viii] Voluntad
de poder, III, 408.
[ix]
Zaratustra, II, "Los sublimes"
[x] Fragmento de un
prefacio para Humano, demasiado humano, 10. Cf. también la
intervención de Ariadna en Voluntad de poder, II, 226.
[xii]
Zaratustra, II, "El canto de la noche"
[xiv] Cf. Marcel
Detienne, Dionisos a cielo abierto. Ed. Hachette.
p. 80-81.
Fuente:GranLogiaRosaCruzEclectica