Del Arte Dorado, tan estimado por muchos,
hemos probado, y enseñado por ejemplos,
que no era fábula como muchos estimaban,
sino real; ahora nuestra musa al fin es llevada
al orden para desvelar su debida práctica,
por la que pueden conseguirse plata y oro.
Y como fundamento de lo que pretendemos,
considera bien, y calibra con buen juicio,
la razón de nuestro trabajo, o de otro modo
gastarás tu costo en vano, y tu obra no sufragará
las inútiles cargas que pueda consumir,
no cosechando de ellas sino hedor y humo.
La Piedra que buscas, dijimos y todavía afirmamos,
es solo oro llevado a una perfección tan alta como es
posible, el cual, aunque es un cuerpo
firme y compacto, sin embargo, por la dirección del arte,
y la operación de la naturaleza, se convierte
en un espíritu tiñiente que nunca se desvanece.
Esta piedra no puede ser perfeccionada sólo
por el ingenio de la naturaleza. Por qué?
Es seguro que el oro no tiene intención de allegarse tan lejos,
sino que permanecerá siempre en su constancia,
Aquél que quiera conseguir esta esencia, debe hacer,
por el arte, que el oro se convierta en polvo.
Y que después sea ablandado en agua mineral,
circulada luego con un fuego debido,
hasta que la humedad sea agotada por la sequedad,
y sea después fijado según el deseo de su corazón.
Embebe éste entonces a menudo, y vuelve a congelar,
y sella al niño en el útero de su madre.
Alimenta éste hasta que llegue a la fortaleza,
capaz de superar a todos los tenaces opositores,
el cual, fermentado, debe sufrir la sentencia
de la negrura repetida, que se desarrollará
mientras que las naturalezas se pudren y mueren,
las cuales estáte entonces seguro revivificar.
Sublima, exalta, y después a la tierra
hazla volver, permitiendo que permanezca en el calor
hasta que el llanto sea cambiado en regocijo.
Sitúa entonces al Rey sobre su asiento real,
que brillando como la llama centelleante
es esa piedra oculta a la que llamamos nuestro Azufre.
Multiplica ésta hasta que llegues
al elixir que lo llamamos de los Espíritus,
que como el juez el día de la sentencia,
juzga al fuego toda la terrestreidad,
que se adhiere, en los metales imperfectos,
a la sustancia perfecta que ahí hay.
Pero así es nuestro sujeto. Debemos pues encontrar
un agente que pueda abrir este sujeto,
el cual, si sabes buscarlo en su propio género,
no necesitarás emplear mucho capital
para prepararlo, pues es de materia vil,
y su asqueroso exterior ensucia mucho.
De éste hablan pocos autores, y los que lo hacen
obscurecen esta clave, pues mucho en ellos miente.
Pero yo, amable lector, mostraré tal candor
que nunca ningún hombre lo concibió mayor.
Atiende pues primero a este misterio,
que reside en nuestro agente ígneo.
Créeme, ésta no es una obra a ser conseguida
por uno cuya ingenuidad está embotada, ni tampoco
por aquél que desdeña laborar;
pues la ociosidad es un impedimento para este arte.
Pero si tienes una maña dócil, y eres
industrioso, escúchame entonces.
La sustancia que tomamos primero
es un mineral, familiar al mercurio,
que cuece en la tierra un azufre crudo;
vil a la vista, pero glorioso interiormente,
el hijo de Saturno, Qué más necesitas?
Concíbelo correctamente, pues ésta es nuestra primera puerta.
Es de color de sable, con venas plateadas
que aparecen entremezcladas en el cuerpo,
cuyo matiz centelleante lo mancilla el azufre connato.
Es del todo volátil y nada fijo,
pero tomando en su crudeza nativa
purga toda superfluidad del sol.
Es venenoso en su naturaleza, y sin embargo
abusado por muchos de un modo medicinal.
Si se sueltan sus elementos por el arte,
el interior es resplandeciente como el día,
el cual fluye entonces en el fuego como metal,
del que ningún metalino resulta más quebradizo.
Este es nuestro dragón del cual el dios de la guerra
asaltó con armadura del más fuerte acero;
pero todo en vano, pues una estrella no vista antes
mostró que Cadmo, cuando sintió esta fuerza,
no pudo soportar tan gran poder,
y dividió su alma de su cuerpo.
Oh, fuerza poderosa!. Los sabios contemplaron esto,
y viéndolo se asombraron, llamaron a éste
su León Verde, al que conjuraron con hechizos,
confiando domar con el tiempo su furia.
Le dejaron depredar a los asociados de Cadmo,
y encontraron por su poder que alcanzó el día.
La riña concluyó. Mirad, una estrella de la mañana
se vió aparecer de la tierra;
separadas las carcasas, no fueron lejos,
pero se le apareció un manantial fluyente.
Le dieron a beber a la bestia de este mismo manantial,
y vieron entonces algo que consideraron sumamente extraño.
Pues cuando esta bestia se acercó al manantial,
como asustadas, las aguas se retiraron;
la ayuda de Vulcano no valió de nada.
Entonces aparecieron las Palomas de Diana en aderezo brillante.
El aire fue calmado con sus alas puras y plateadas,
en las que el dragón abrazado perdió su picadura.
Entonces el agua volvió con nubes,
y se engulló a la bestia, a la que bebió
hasta que su cuerpo estalló; su piel se volvió
como carbón, y pronto la fuente hedió
con el olor impuro que dió nuestro dragón;
él murió; el agua probó ser una tumba para él.
Con la ayuda de Vulcano este dragón revivió,
y del cielo recibió un alma.
Ambos reconciliados están, para lo que te esforzaste,
y sus almas unidas abandonan sus cuerpos;
éste es el verdadero baño de la ninfa, nuestro león verde,
cuyo semejante nunca antes fue visto.
Pero para no mantenerte por más tiempo en suspenso,
te mostraré llanamente esta alegorías,
desatando los nudos cuyo obscuro sentido
puede aperplejar al lector; sabe ahora pues,
que nuestro hijo de Saturno debe ser unido
a una forma y mercurio metalinos.
Por qué? Es el azogue, y sólo él,
nuestro agente que requiere nuestra obra.
Pero el azogue común no sirve para nuestra piedra.
Está muerto, y sin embargo desea
ser aguzado por la sal de la naturaleza,
y el azufre verdadero, pues es su único cónyuge.
Se encuentra que la sal del retoño de Saturno
es pura, y puede penetrar hasta el centro
de los metales; esta sal abunda en cualidades
que la hacen adecuada para entrar
en el cuerpo del sol, dividiendo sus elementos,
y permaneciendo con él después de que es disuelto.
Busca este azufre en la Casa de Aries;
éste es el fuego mágico de los sabios
para calentar el baño del rey, que prepararás
en una semana. Este fuego permanece estrechamente cerrado.
Abrelo, lo que puedes hacer en una hora,
y lávalo después con una lluvia plateada.
Es extraño ver un metal recio y fijo
que sabe soportar el golpe atronador de Vulcano,
y que no se ablandará en el fuego, si se mezclará
en flujo con metal alguno, que sin embargo
sea hecho retrogradar por nuestro nuevo arte,
tanto poder ha tenido este punzante mineral.
Esta obra de la realeza la sella el Todopoderoso,
para enseñarle al prudente que aquí nace el niño real,
al que los justos buscan diligentemente,
y al que son acertados por la estrella;
sin embargo los necios buscan nuestro secretos en cosas
sórdidas, sin su género, lo que les lleva a la ruina.
Esta sustancia es estelada, y está
totalmente inclinada a huir del fuego;
es del todo espiritual, la razón de lo cual,
si la demandas, (para satisfacer tu mente),
toma esto: el alma de uno al otro es un imán;
a esto lo llamamos el beso del viejo Saturno.
Este es nuestro acero, nuestro hermafrodita;
ésta es nuestra luna, llamada así por su brillantez;
éste es nuestro oro inmaduro, pues a la vista
es un cuerpo quebradizo, domado por Vulcano,
cuya alma, si puedes mezclarla con mercurio,
ningún secreto puede permanecer escondido de tí.
No necesito la cita de ningún autor, pues he visto
y llevado a cabo este misterio con mis manos;
con la naturaleza he estado a menudo en concilio,
he vuelto suave el cuerpo más sólido
y un cuerpo grosero lo he convertido
en una tierra fija tiñiente, que no se desvanece.
Pero lo digo esto yo sólo?. No, muchos más
declaran lo mismo, y sus nudos yo desato yo aquí;
Artefio lo nombra, pero no llega
a descubrir otro secreto; Por qué?
Es, dice él, a ser buscado por Dios,
a no ser que sea enseñado por un sabio maestro.
Este es un acertijo que ha apreplejado mucho
a los estudiantes de este arte; pues los autores dicen
que nuestra piedra es vil, y a continuación preciosa.
Vileza que es arrojada en el camino abierto
en los muladares, sí, se encuentra en lugares asquerosos,
y que debemos tomar por el verdadero fundamento de
nuestro arte.
Nadie puede vivir sin ella, y es aplicada
para usos prohibidos, todas las cuales denotan
únicamente a Marte, al que corresponde todo esto.
En los barcos flota sobre el océano,
y no podemos comerciar sin él;
sin él no vemos ni barco ni casa alguna.
Como él aramos nuestra tierra, cosechamos nuestro grano,
cortamos nuestra carne y nuestros vestidos, con él hervimos.
Su uso es tan grande que no amontonaré ejemplos;
a menudo yace condenado sobre el suelo.
Por él se calzan los caballos, viejos clavos remachados
cuyo encuentro apenas merece la pena, Qué puede ser
ser más vil, digo yo?
La Casa de Marte, el fornido Aries es conocido,
en el que todos los artistas te encargan comenzar
tu obra, Qué puede ser más llano? No puede haber nadie
tan botarate que no conceda que hay en
estas palabras un significado oculto en la letra,
significado que nunca fue explicado mejor.
Belus en la Turba ordena juntar
al luchador con aquél que no se aviene a luchar.
El Dios de la guerra es Marte; asígnale a él
en unión a Saturno, el cual se deleita
en la paz, cuyo reino no necesito relatar,
tan conocido es por todos (se apellida Dorado).
Observa la segunda figura que está situada
en el verdadero Rosario de los Filósofos.
El Rey y la Reina con túnicas agraciadas de modo
sumamente real.
sosteniendo entre ellos nuestra verdadera lunaria,
que tienen ocho flores, pero sin raíz;
entre ellos un pájaro, y bajo los pies
el Sol y la Luna. El Rey sostiene una flor,
la Reina la otra, y una tercera (en el pico)
la sostiene el pájaro; el pájaro lleva una estrella
sobre su cola, que habla de nuestros secretos.
El pájaro alado denota al mercurio,
unido con la tierra estrellada hasta que ambos vuelan.
Los viejos sabios mas bien instruyeron al ojo
por figuras, que al oído por palabras llanas;
algunas son tan llanas que cualquier tonto puede colegir
el significado en ellas encubierto, tan claro está.
Esto, yo , un hijo del arte, lo he dicho, para ayudar,
completamente, en otra parte, y tan llanamente como un sol.
A ella remito al lector estudioso,
y proseguiré en mí pretendido curso
de enseñar nuestro agua, que tan pocos atinan,
por la que extraer la semilla del sol tan sagrada.
Aprende este agua con toda tu diligencia,
pues ella es el fundamento de nuestra quintaesencia.
Sabes pues que los metales tienen todos una materia,
la cual no es sino el mercurio.
Este fundamento dió al principio una entrada
a la transmutación, y una posibilidad.
De aquí concluimos que nuestra agua sumamente secreta,
tiene la misma materia que el mercurio vulgar.
Y si el mercurio crudo puede convertirse en oro,
y todos los cinco metales imperfectos, que
por razón de su crudeza se queman en el fuego,
esto ocurre, como enseñan todos los sabios,
porque todos participan de mercurio,
y son transmutables por su propia cuenta.
Y si nuestro mercurio al que llamamos
nuestra agua viva, no es sino oro inmaduro,
entonces cualquier cosa que sea convertida en oro,
por el arte, debe tener tal naturaleza
que pueda ser convertida por el arte en nuestro azogue,
para cuya confección se las ingenia el arte.
Así pues, si el plomo, o el estaño, o el cobre fueran
resueltos en un mercurio real,
el arte podría hacer que aparecieran esas aguas,
tan cambiada es su forma, que realmente
cualquiera, o cada una de todas las aguas nombradas,
fueran como nuestro mercurio sófico.
Pero , Qué necesidad hay de esto cuando la naturaleza
ha producido un agua sometida a la mano de todo artista,
en la cual puede ser inducida por la artesanía una forma,
que puede fácilmente gobernar nuestros secretos?
Atiende pues qué mercurio requiere
nuestro más secreto menstruo, pues aseguramos
que en peso ambos son iguales, también en color,
ambos igualmente fluidos, ambos metalinos,
ambos volátiles en el fuego, pero en el nuestro buscamos
un azufre del que carece el de la mina;
este azufre purifica la materia
y la hace ígnea, pero la deja como agua.
Pues el agua es la matriz que, careciendo de calor,
es del todo inhábil para la verdadera generación;
ni será reducido nuestro cuerpo a sudor,
para emitir su semilla, sino en una estación
de fuego circulante, comezclado por el arte
con mercurio( que participa de azufre).
Este azufre debe ser de fuerza magnética,
y por tanto de la substancialidad del oro
(aunque inmadura), sin embargo de un solo origen
tanto en cuanto a la materia como en cuanto a la forma;
una debe ser volátil y fugitiva,
y la otra fija, desatando la primera a la otra.
No hay en la tierra sino un solo cuerpo,
al cual el mercurio está aliado tan de cerca,
como para prepararlo para nuestra piedra secreta,
ocultando el cuerpo sólido en su matriz.
Es, como dije, es el retoño de Saturno,
conocido de todos los magos, y por mí mostrado.
Pues todos los metales, aunque algunos puedan ser mezclados
con el azogue, sin embargo no entran uno en el otro
más que a la vista, y se van
uno del otro por el calor, y percibiréis
que su centro nunca fue penetrado,
ni encontraréis uno alterado por el otro.
Si buscáis la razón, tomad esta respuesta:
que el azufre que reside en los metales
está sellado(si es perfecto), o participa
de heces terrenas, y de crudezas
que aborrece el mercurio, que no se unirá a ellos
aunque a la vista parezca mezclado.
Y si separáis primero estas heces
obtendréis un mercurio fluido,
y un azufre crudo, el cual endurecía
la humedad por congelación;
también encontraréis una sal aluminosa,
pero todos estos son de género muy remoto al del oro.
Pero nuestro estimadísimo mineral,
excepto por sus desperdicios crudos, que son todos separables,
contiene un mercurio puro, el cual
restaurará la vida a los cuerpos muertos, de modo
que sean capaces de propagar su propia especie,
como todas las cosas, generando su semejante.
Pero no contienen en sí azufre alguno,
salvo un azufre ardiente por el que es congelado,
y sin embargo es quebradizo y negro con venas brillantes.
El azufre no es metalino en modo alguno, y se
diferencia poco del vulgar, en cuanto al aspecto externo,
si se separa correctamente como muestra el arte.
Apartadas las heces, aparece un nuez,
en la forma como un metal (pero que puede ser
pulverizada a golpes), en la que se encierra
un alma tierna, que se eleva como humo
en un fuego pequeño, como el azogue,
ligeramente congelada, que arrebata así el fuego.
Esto se lo da la penetración a nuestra agua,
y hace que su cuerpo entre hasta sus raíces,
reduciéndolos a su verdadera primera materia,
invirtiendo el todo desde su centro oculto.
Este requiere que se le una un verdadero azufre,
que encontramos en la Casa de Aries.
Solo por este mineral se consigue que Marte,
por la destreza del artista, y también con la ayuda de Vulcano,
sea retrogradado a un mineral,
como ha sido ensayado a menudo por muchos;
ésta es nuestra verdadera Venus, amada de Marte,
esposa del cojo Vulcano,, pero reprobada por este acto.
Haz primero , pues, que este mineral abrace a Marte,
de modo que ambos arrojen sus terrestreidades;
la sustancia metalina, en poco tiempo,
brillará como el cielo, y de tu éxito
encontrarás por cierto como signo esto:
un sello impreso de tipo estelado.
Este es el sello real, esta es la marca
que pone el Todopoderoso sobre sus extraños sujetos.
Este es el fuego celestial del cual una chispa,
una vez encendido, causa en los cuerpos tal cambio,
que la negrura brilla ahora como una gema centelleante,
y corona a nuestro joven rey con una diadema.
Añade Venus a éste en una proporción de vida,
pues su belleza Marte la admira, y se sabe
que ella mantiene un gran amor con él, y que está
pronto inclinada al movimiento, estando aliada al oro,
y también a Marte, también a Diana brillante,
conciliando el amor y el verdadero deleite.
Vulcano crecerá en celos, y extenderá
su red para capturar a su esposa con Marte en el acto;
El cojitranco cabrón, dolido de sentir su cabeza
con cuernos adornada, y confiando en frustrar éste concierto,
muestra a ambos amantes atrapados dentro de su red,
en la que ambos son envueltos.
No parezca esto una fábula. Observa primero
cómo Cadmo es devorado por nuestra fiera bestia,
el cual, tras atravesar valientemente, merece
un nombre de campeón, pues sobrepasada en poder
esta serpiente, contra un roble, es traspasada
con una lanza mortal, a la cual todos temían.
Observa la estrella, que es solar sin duda,
y esto puede ser aprobado, pues el oro se une
con el niño de Saturno, purgadas sus heces.
Todo lo que es perfecto cae al fondo,
y siendo vertido, tras la fusión,
muestra, cuando se enfría, una estrella, igual que lo hace Marte.
Pero Venus da una substancia metalina,
tan solo despreciable, unida con Marte,
envueltos como en una red, y es
bello de contemplar, lo cual misteriosos poetas
de aguda vista han descrito en guisa oculta,
y sin embargo más claramente para los sabios.
Así que cuando el alma de Saturno, y de Marte,
son mezcladas tan solo por nuestro arte y la ayuda de Vulcano,
ambas son iguales de vuelo, y sus partes no son divisibles,
hasta que el alma de Marte es fijada;
entonces abandona a Saturno, y en los ensayos se encuentra
un oro perfectísimo, cuya tintura es buena y verdadera.
Pero esto debe conseguirse con la mediación de Venus,
o de otro modo no serán separados
por ninguna maña del hombre; ni los resolverás
en polvo; no obstante, unidos se reducirán,
pero solo con la asociación con Venus,
Diana hace de ellos una separación.
Algunos usan las palomas de Diana para preparar
el agua, labor que es tediosa,
y para atinarla correctamente, un raro artista
puede errar dos veces de cada una; el otro modo, que es sumamente secreto,
se lo recomendamos a todos los que intentan ser artistas.
Que el vapor más sutil que el agua,
sea circulado tanto y tan a menudo,
que las almas de ambos (abandonando la materia grosera)
se unan, y vuelen juntas hasta la colina,
donde no las dejes permanecer tanto tiempo
que se congelen, pues entonces trabajas erradamente.
Del hijo del viejo Saturno sean tomadas dos partes,
de Cadmo una, y asegúrate de purificar éstos por la ayuda
de Vulcano tanto tiempo, hasta que,
libre de heces, la parte metalina sea pura;
esto se hará en cuatro reiteraciones.
La estrella te enseñará las operaciones perfectas.
Haz a Eneas igual a su amante,
purgándolos artísticamente hasta que la red
de Vulcano encierre a ambos, la cual toma entonces,
y mira que con el agua sean bien mojados,
con calor y humedad, hasta que , perforadas,
las almas de ambos sean glorificadas.
Este es el rocío celestial que debe ser nutrido
tanto y tan a menudo como lo requiera la naturaleza.
Tres veces al menos, y hasta siete, sea conducido
a través de ollas y llamas, como requerirá la razón.
Ten cuidado al menos de no poner en fuga
la naturaleza tierna; entonces tu fuego será correcto.
Sabe también por cierto que el mercurio,
que debe comenzar la obra, debe ser líquido
y blanco; no seques con un fuego excesivo
la humedad hasta polvo (rojo a la vista),
pues así se corrompe tu esperma femenina,
y perderás tu deseado resultado.
Ni busques convertir el azogue en una
goma clara transparente, o en aceite, o en ungüento,
pues entonces perdida la proporción, no puedes llegar
a la verdadera disolución, sino que debes encomendar
tu desesperado trabajo a otra estación tan diferente,
pues procedes sin una razón verdadera.
Busca pues tan solo añadir un espíritu
del que carece el azogue común, y después
sublima lo grosero hasta el firmamento,
separando los desperdicios por el arte, y cuando
hallan pasado siete veces completas, espósalo
con el oro, de modo que se tengan uno al otro.
Así es preparada la verdadera doncella, por la artesanía
y la ayuda de la naturaleza, la cual, separada de las heces,
se convierte en un retoño celestial, que ablanda
el sólido cuerpo del oro, el cual, separado en átomos
negros, se pudre y corrompe,
y después revive y vuela de nuevo.
Si yo descubriese aquí todos los secretos
que están contenidos en la fabricación de nuestra agua,
sería desdeñado de todos los verdaderos artistas;
pues solo son comunicados a aquellos
a los que Dios se digna enseñarles; el resto
debe vagar en una bruma, y anidar en el error.
Pero aquel que inquiera estudiosamente,
para encontrar con penas y oraciones esta verdad oculta,
y a quien la ambición no excite su deseo,
sino que busque el conocimiento con una mente cándida,
ése, seguro que alcanzará este misterio,
pues nadie, nunca, escribió el arte tan llanamente.
hemos probado, y enseñado por ejemplos,
que no era fábula como muchos estimaban,
sino real; ahora nuestra musa al fin es llevada
al orden para desvelar su debida práctica,
por la que pueden conseguirse plata y oro.
Y como fundamento de lo que pretendemos,
considera bien, y calibra con buen juicio,
la razón de nuestro trabajo, o de otro modo
gastarás tu costo en vano, y tu obra no sufragará
las inútiles cargas que pueda consumir,
no cosechando de ellas sino hedor y humo.
La Piedra que buscas, dijimos y todavía afirmamos,
es solo oro llevado a una perfección tan alta como es
posible, el cual, aunque es un cuerpo
firme y compacto, sin embargo, por la dirección del arte,
y la operación de la naturaleza, se convierte
en un espíritu tiñiente que nunca se desvanece.
Esta piedra no puede ser perfeccionada sólo
por el ingenio de la naturaleza. Por qué?
Es seguro que el oro no tiene intención de allegarse tan lejos,
sino que permanecerá siempre en su constancia,
Aquél que quiera conseguir esta esencia, debe hacer,
por el arte, que el oro se convierta en polvo.
Y que después sea ablandado en agua mineral,
circulada luego con un fuego debido,
hasta que la humedad sea agotada por la sequedad,
y sea después fijado según el deseo de su corazón.
Embebe éste entonces a menudo, y vuelve a congelar,
y sella al niño en el útero de su madre.
Alimenta éste hasta que llegue a la fortaleza,
capaz de superar a todos los tenaces opositores,
el cual, fermentado, debe sufrir la sentencia
de la negrura repetida, que se desarrollará
mientras que las naturalezas se pudren y mueren,
las cuales estáte entonces seguro revivificar.
Sublima, exalta, y después a la tierra
hazla volver, permitiendo que permanezca en el calor
hasta que el llanto sea cambiado en regocijo.
Sitúa entonces al Rey sobre su asiento real,
que brillando como la llama centelleante
es esa piedra oculta a la que llamamos nuestro Azufre.
Multiplica ésta hasta que llegues
al elixir que lo llamamos de los Espíritus,
que como el juez el día de la sentencia,
juzga al fuego toda la terrestreidad,
que se adhiere, en los metales imperfectos,
a la sustancia perfecta que ahí hay.
Pero así es nuestro sujeto. Debemos pues encontrar
un agente que pueda abrir este sujeto,
el cual, si sabes buscarlo en su propio género,
no necesitarás emplear mucho capital
para prepararlo, pues es de materia vil,
y su asqueroso exterior ensucia mucho.
De éste hablan pocos autores, y los que lo hacen
obscurecen esta clave, pues mucho en ellos miente.
Pero yo, amable lector, mostraré tal candor
que nunca ningún hombre lo concibió mayor.
Atiende pues primero a este misterio,
que reside en nuestro agente ígneo.
Créeme, ésta no es una obra a ser conseguida
por uno cuya ingenuidad está embotada, ni tampoco
por aquél que desdeña laborar;
pues la ociosidad es un impedimento para este arte.
Pero si tienes una maña dócil, y eres
industrioso, escúchame entonces.
La sustancia que tomamos primero
es un mineral, familiar al mercurio,
que cuece en la tierra un azufre crudo;
vil a la vista, pero glorioso interiormente,
el hijo de Saturno, Qué más necesitas?
Concíbelo correctamente, pues ésta es nuestra primera puerta.
Es de color de sable, con venas plateadas
que aparecen entremezcladas en el cuerpo,
cuyo matiz centelleante lo mancilla el azufre connato.
Es del todo volátil y nada fijo,
pero tomando en su crudeza nativa
purga toda superfluidad del sol.
Es venenoso en su naturaleza, y sin embargo
abusado por muchos de un modo medicinal.
Si se sueltan sus elementos por el arte,
el interior es resplandeciente como el día,
el cual fluye entonces en el fuego como metal,
del que ningún metalino resulta más quebradizo.
Este es nuestro dragón del cual el dios de la guerra
asaltó con armadura del más fuerte acero;
pero todo en vano, pues una estrella no vista antes
mostró que Cadmo, cuando sintió esta fuerza,
no pudo soportar tan gran poder,
y dividió su alma de su cuerpo.
Oh, fuerza poderosa!. Los sabios contemplaron esto,
y viéndolo se asombraron, llamaron a éste
su León Verde, al que conjuraron con hechizos,
confiando domar con el tiempo su furia.
Le dejaron depredar a los asociados de Cadmo,
y encontraron por su poder que alcanzó el día.
La riña concluyó. Mirad, una estrella de la mañana
se vió aparecer de la tierra;
separadas las carcasas, no fueron lejos,
pero se le apareció un manantial fluyente.
Le dieron a beber a la bestia de este mismo manantial,
y vieron entonces algo que consideraron sumamente extraño.
Pues cuando esta bestia se acercó al manantial,
como asustadas, las aguas se retiraron;
la ayuda de Vulcano no valió de nada.
Entonces aparecieron las Palomas de Diana en aderezo brillante.
El aire fue calmado con sus alas puras y plateadas,
en las que el dragón abrazado perdió su picadura.
Entonces el agua volvió con nubes,
y se engulló a la bestia, a la que bebió
hasta que su cuerpo estalló; su piel se volvió
como carbón, y pronto la fuente hedió
con el olor impuro que dió nuestro dragón;
él murió; el agua probó ser una tumba para él.
Con la ayuda de Vulcano este dragón revivió,
y del cielo recibió un alma.
Ambos reconciliados están, para lo que te esforzaste,
y sus almas unidas abandonan sus cuerpos;
éste es el verdadero baño de la ninfa, nuestro león verde,
cuyo semejante nunca antes fue visto.
Pero para no mantenerte por más tiempo en suspenso,
te mostraré llanamente esta alegorías,
desatando los nudos cuyo obscuro sentido
puede aperplejar al lector; sabe ahora pues,
que nuestro hijo de Saturno debe ser unido
a una forma y mercurio metalinos.
Por qué? Es el azogue, y sólo él,
nuestro agente que requiere nuestra obra.
Pero el azogue común no sirve para nuestra piedra.
Está muerto, y sin embargo desea
ser aguzado por la sal de la naturaleza,
y el azufre verdadero, pues es su único cónyuge.
Se encuentra que la sal del retoño de Saturno
es pura, y puede penetrar hasta el centro
de los metales; esta sal abunda en cualidades
que la hacen adecuada para entrar
en el cuerpo del sol, dividiendo sus elementos,
y permaneciendo con él después de que es disuelto.
Busca este azufre en la Casa de Aries;
éste es el fuego mágico de los sabios
para calentar el baño del rey, que prepararás
en una semana. Este fuego permanece estrechamente cerrado.
Abrelo, lo que puedes hacer en una hora,
y lávalo después con una lluvia plateada.
Es extraño ver un metal recio y fijo
que sabe soportar el golpe atronador de Vulcano,
y que no se ablandará en el fuego, si se mezclará
en flujo con metal alguno, que sin embargo
sea hecho retrogradar por nuestro nuevo arte,
tanto poder ha tenido este punzante mineral.
Esta obra de la realeza la sella el Todopoderoso,
para enseñarle al prudente que aquí nace el niño real,
al que los justos buscan diligentemente,
y al que son acertados por la estrella;
sin embargo los necios buscan nuestro secretos en cosas
sórdidas, sin su género, lo que les lleva a la ruina.
Esta sustancia es estelada, y está
totalmente inclinada a huir del fuego;
es del todo espiritual, la razón de lo cual,
si la demandas, (para satisfacer tu mente),
toma esto: el alma de uno al otro es un imán;
a esto lo llamamos el beso del viejo Saturno.
Este es nuestro acero, nuestro hermafrodita;
ésta es nuestra luna, llamada así por su brillantez;
éste es nuestro oro inmaduro, pues a la vista
es un cuerpo quebradizo, domado por Vulcano,
cuya alma, si puedes mezclarla con mercurio,
ningún secreto puede permanecer escondido de tí.
No necesito la cita de ningún autor, pues he visto
y llevado a cabo este misterio con mis manos;
con la naturaleza he estado a menudo en concilio,
he vuelto suave el cuerpo más sólido
y un cuerpo grosero lo he convertido
en una tierra fija tiñiente, que no se desvanece.
Pero lo digo esto yo sólo?. No, muchos más
declaran lo mismo, y sus nudos yo desato yo aquí;
Artefio lo nombra, pero no llega
a descubrir otro secreto; Por qué?
Es, dice él, a ser buscado por Dios,
a no ser que sea enseñado por un sabio maestro.
Este es un acertijo que ha apreplejado mucho
a los estudiantes de este arte; pues los autores dicen
que nuestra piedra es vil, y a continuación preciosa.
Vileza que es arrojada en el camino abierto
en los muladares, sí, se encuentra en lugares asquerosos,
y que debemos tomar por el verdadero fundamento de
nuestro arte.
Nadie puede vivir sin ella, y es aplicada
para usos prohibidos, todas las cuales denotan
únicamente a Marte, al que corresponde todo esto.
En los barcos flota sobre el océano,
y no podemos comerciar sin él;
sin él no vemos ni barco ni casa alguna.
Como él aramos nuestra tierra, cosechamos nuestro grano,
cortamos nuestra carne y nuestros vestidos, con él hervimos.
Su uso es tan grande que no amontonaré ejemplos;
a menudo yace condenado sobre el suelo.
Por él se calzan los caballos, viejos clavos remachados
cuyo encuentro apenas merece la pena, Qué puede ser
ser más vil, digo yo?
La Casa de Marte, el fornido Aries es conocido,
en el que todos los artistas te encargan comenzar
tu obra, Qué puede ser más llano? No puede haber nadie
tan botarate que no conceda que hay en
estas palabras un significado oculto en la letra,
significado que nunca fue explicado mejor.
Belus en la Turba ordena juntar
al luchador con aquél que no se aviene a luchar.
El Dios de la guerra es Marte; asígnale a él
en unión a Saturno, el cual se deleita
en la paz, cuyo reino no necesito relatar,
tan conocido es por todos (se apellida Dorado).
Observa la segunda figura que está situada
en el verdadero Rosario de los Filósofos.
El Rey y la Reina con túnicas agraciadas de modo
sumamente real.
sosteniendo entre ellos nuestra verdadera lunaria,
que tienen ocho flores, pero sin raíz;
entre ellos un pájaro, y bajo los pies
el Sol y la Luna. El Rey sostiene una flor,
la Reina la otra, y una tercera (en el pico)
la sostiene el pájaro; el pájaro lleva una estrella
sobre su cola, que habla de nuestros secretos.
El pájaro alado denota al mercurio,
unido con la tierra estrellada hasta que ambos vuelan.
Los viejos sabios mas bien instruyeron al ojo
por figuras, que al oído por palabras llanas;
algunas son tan llanas que cualquier tonto puede colegir
el significado en ellas encubierto, tan claro está.
Esto, yo , un hijo del arte, lo he dicho, para ayudar,
completamente, en otra parte, y tan llanamente como un sol.
A ella remito al lector estudioso,
y proseguiré en mí pretendido curso
de enseñar nuestro agua, que tan pocos atinan,
por la que extraer la semilla del sol tan sagrada.
Aprende este agua con toda tu diligencia,
pues ella es el fundamento de nuestra quintaesencia.
Sabes pues que los metales tienen todos una materia,
la cual no es sino el mercurio.
Este fundamento dió al principio una entrada
a la transmutación, y una posibilidad.
De aquí concluimos que nuestra agua sumamente secreta,
tiene la misma materia que el mercurio vulgar.
Y si el mercurio crudo puede convertirse en oro,
y todos los cinco metales imperfectos, que
por razón de su crudeza se queman en el fuego,
esto ocurre, como enseñan todos los sabios,
porque todos participan de mercurio,
y son transmutables por su propia cuenta.
Y si nuestro mercurio al que llamamos
nuestra agua viva, no es sino oro inmaduro,
entonces cualquier cosa que sea convertida en oro,
por el arte, debe tener tal naturaleza
que pueda ser convertida por el arte en nuestro azogue,
para cuya confección se las ingenia el arte.
Así pues, si el plomo, o el estaño, o el cobre fueran
resueltos en un mercurio real,
el arte podría hacer que aparecieran esas aguas,
tan cambiada es su forma, que realmente
cualquiera, o cada una de todas las aguas nombradas,
fueran como nuestro mercurio sófico.
Pero , Qué necesidad hay de esto cuando la naturaleza
ha producido un agua sometida a la mano de todo artista,
en la cual puede ser inducida por la artesanía una forma,
que puede fácilmente gobernar nuestros secretos?
Atiende pues qué mercurio requiere
nuestro más secreto menstruo, pues aseguramos
que en peso ambos son iguales, también en color,
ambos igualmente fluidos, ambos metalinos,
ambos volátiles en el fuego, pero en el nuestro buscamos
un azufre del que carece el de la mina;
este azufre purifica la materia
y la hace ígnea, pero la deja como agua.
Pues el agua es la matriz que, careciendo de calor,
es del todo inhábil para la verdadera generación;
ni será reducido nuestro cuerpo a sudor,
para emitir su semilla, sino en una estación
de fuego circulante, comezclado por el arte
con mercurio( que participa de azufre).
Este azufre debe ser de fuerza magnética,
y por tanto de la substancialidad del oro
(aunque inmadura), sin embargo de un solo origen
tanto en cuanto a la materia como en cuanto a la forma;
una debe ser volátil y fugitiva,
y la otra fija, desatando la primera a la otra.
No hay en la tierra sino un solo cuerpo,
al cual el mercurio está aliado tan de cerca,
como para prepararlo para nuestra piedra secreta,
ocultando el cuerpo sólido en su matriz.
Es, como dije, es el retoño de Saturno,
conocido de todos los magos, y por mí mostrado.
Pues todos los metales, aunque algunos puedan ser mezclados
con el azogue, sin embargo no entran uno en el otro
más que a la vista, y se van
uno del otro por el calor, y percibiréis
que su centro nunca fue penetrado,
ni encontraréis uno alterado por el otro.
Si buscáis la razón, tomad esta respuesta:
que el azufre que reside en los metales
está sellado(si es perfecto), o participa
de heces terrenas, y de crudezas
que aborrece el mercurio, que no se unirá a ellos
aunque a la vista parezca mezclado.
Y si separáis primero estas heces
obtendréis un mercurio fluido,
y un azufre crudo, el cual endurecía
la humedad por congelación;
también encontraréis una sal aluminosa,
pero todos estos son de género muy remoto al del oro.
Pero nuestro estimadísimo mineral,
excepto por sus desperdicios crudos, que son todos separables,
contiene un mercurio puro, el cual
restaurará la vida a los cuerpos muertos, de modo
que sean capaces de propagar su propia especie,
como todas las cosas, generando su semejante.
Pero no contienen en sí azufre alguno,
salvo un azufre ardiente por el que es congelado,
y sin embargo es quebradizo y negro con venas brillantes.
El azufre no es metalino en modo alguno, y se
diferencia poco del vulgar, en cuanto al aspecto externo,
si se separa correctamente como muestra el arte.
Apartadas las heces, aparece un nuez,
en la forma como un metal (pero que puede ser
pulverizada a golpes), en la que se encierra
un alma tierna, que se eleva como humo
en un fuego pequeño, como el azogue,
ligeramente congelada, que arrebata así el fuego.
Esto se lo da la penetración a nuestra agua,
y hace que su cuerpo entre hasta sus raíces,
reduciéndolos a su verdadera primera materia,
invirtiendo el todo desde su centro oculto.
Este requiere que se le una un verdadero azufre,
que encontramos en la Casa de Aries.
Solo por este mineral se consigue que Marte,
por la destreza del artista, y también con la ayuda de Vulcano,
sea retrogradado a un mineral,
como ha sido ensayado a menudo por muchos;
ésta es nuestra verdadera Venus, amada de Marte,
esposa del cojo Vulcano,, pero reprobada por este acto.
Haz primero , pues, que este mineral abrace a Marte,
de modo que ambos arrojen sus terrestreidades;
la sustancia metalina, en poco tiempo,
brillará como el cielo, y de tu éxito
encontrarás por cierto como signo esto:
un sello impreso de tipo estelado.
Este es el sello real, esta es la marca
que pone el Todopoderoso sobre sus extraños sujetos.
Este es el fuego celestial del cual una chispa,
una vez encendido, causa en los cuerpos tal cambio,
que la negrura brilla ahora como una gema centelleante,
y corona a nuestro joven rey con una diadema.
Añade Venus a éste en una proporción de vida,
pues su belleza Marte la admira, y se sabe
que ella mantiene un gran amor con él, y que está
pronto inclinada al movimiento, estando aliada al oro,
y también a Marte, también a Diana brillante,
conciliando el amor y el verdadero deleite.
Vulcano crecerá en celos, y extenderá
su red para capturar a su esposa con Marte en el acto;
El cojitranco cabrón, dolido de sentir su cabeza
con cuernos adornada, y confiando en frustrar éste concierto,
muestra a ambos amantes atrapados dentro de su red,
en la que ambos son envueltos.
No parezca esto una fábula. Observa primero
cómo Cadmo es devorado por nuestra fiera bestia,
el cual, tras atravesar valientemente, merece
un nombre de campeón, pues sobrepasada en poder
esta serpiente, contra un roble, es traspasada
con una lanza mortal, a la cual todos temían.
Observa la estrella, que es solar sin duda,
y esto puede ser aprobado, pues el oro se une
con el niño de Saturno, purgadas sus heces.
Todo lo que es perfecto cae al fondo,
y siendo vertido, tras la fusión,
muestra, cuando se enfría, una estrella, igual que lo hace Marte.
Pero Venus da una substancia metalina,
tan solo despreciable, unida con Marte,
envueltos como en una red, y es
bello de contemplar, lo cual misteriosos poetas
de aguda vista han descrito en guisa oculta,
y sin embargo más claramente para los sabios.
Así que cuando el alma de Saturno, y de Marte,
son mezcladas tan solo por nuestro arte y la ayuda de Vulcano,
ambas son iguales de vuelo, y sus partes no son divisibles,
hasta que el alma de Marte es fijada;
entonces abandona a Saturno, y en los ensayos se encuentra
un oro perfectísimo, cuya tintura es buena y verdadera.
Pero esto debe conseguirse con la mediación de Venus,
o de otro modo no serán separados
por ninguna maña del hombre; ni los resolverás
en polvo; no obstante, unidos se reducirán,
pero solo con la asociación con Venus,
Diana hace de ellos una separación.
Algunos usan las palomas de Diana para preparar
el agua, labor que es tediosa,
y para atinarla correctamente, un raro artista
puede errar dos veces de cada una; el otro modo, que es sumamente secreto,
se lo recomendamos a todos los que intentan ser artistas.
Que el vapor más sutil que el agua,
sea circulado tanto y tan a menudo,
que las almas de ambos (abandonando la materia grosera)
se unan, y vuelen juntas hasta la colina,
donde no las dejes permanecer tanto tiempo
que se congelen, pues entonces trabajas erradamente.
Del hijo del viejo Saturno sean tomadas dos partes,
de Cadmo una, y asegúrate de purificar éstos por la ayuda
de Vulcano tanto tiempo, hasta que,
libre de heces, la parte metalina sea pura;
esto se hará en cuatro reiteraciones.
La estrella te enseñará las operaciones perfectas.
Haz a Eneas igual a su amante,
purgándolos artísticamente hasta que la red
de Vulcano encierre a ambos, la cual toma entonces,
y mira que con el agua sean bien mojados,
con calor y humedad, hasta que , perforadas,
las almas de ambos sean glorificadas.
Este es el rocío celestial que debe ser nutrido
tanto y tan a menudo como lo requiera la naturaleza.
Tres veces al menos, y hasta siete, sea conducido
a través de ollas y llamas, como requerirá la razón.
Ten cuidado al menos de no poner en fuga
la naturaleza tierna; entonces tu fuego será correcto.
Sabe también por cierto que el mercurio,
que debe comenzar la obra, debe ser líquido
y blanco; no seques con un fuego excesivo
la humedad hasta polvo (rojo a la vista),
pues así se corrompe tu esperma femenina,
y perderás tu deseado resultado.
Ni busques convertir el azogue en una
goma clara transparente, o en aceite, o en ungüento,
pues entonces perdida la proporción, no puedes llegar
a la verdadera disolución, sino que debes encomendar
tu desesperado trabajo a otra estación tan diferente,
pues procedes sin una razón verdadera.
Busca pues tan solo añadir un espíritu
del que carece el azogue común, y después
sublima lo grosero hasta el firmamento,
separando los desperdicios por el arte, y cuando
hallan pasado siete veces completas, espósalo
con el oro, de modo que se tengan uno al otro.
Así es preparada la verdadera doncella, por la artesanía
y la ayuda de la naturaleza, la cual, separada de las heces,
se convierte en un retoño celestial, que ablanda
el sólido cuerpo del oro, el cual, separado en átomos
negros, se pudre y corrompe,
y después revive y vuela de nuevo.
Si yo descubriese aquí todos los secretos
que están contenidos en la fabricación de nuestra agua,
sería desdeñado de todos los verdaderos artistas;
pues solo son comunicados a aquellos
a los que Dios se digna enseñarles; el resto
debe vagar en una bruma, y anidar en el error.
Pero aquel que inquiera estudiosamente,
para encontrar con penas y oraciones esta verdad oculta,
y a quien la ambición no excite su deseo,
sino que busque el conocimiento con una mente cándida,
ése, seguro que alcanzará este misterio,
pues nadie, nunca, escribió el arte tan llanamente.