jueves, 23 de agosto de 2012

El cristianismo trascendente. Joseph de Maîstre






Memoria dirigida por Joseph de Maîstre
al duque Ferdinand de Brunswick-Lunebourg,
Gran Maestro de la Masonería Escocesa
de la Estricta Observancia,
con ocasión del Convento de Wilhemsbad de 1782  


Finalmente, henos aquí llegados al 3er grado [Clase Secreta] que tiene por objeto el Cristianismo Trascendente. Parece oportuno que la mayor parte de Hermanos a los que sus luces y talentos los hayan hecho dignos en el segundo grado, pasen infaliblemente al tercero, porque todo hombre instruido hacia la creencia cristiana estará necesariamente encantado por encontrar la solución a diferentes penosas dificultades en los conocimientos que poseemos.

Los Hermanos admitidos en la clase superior tendrán por objeto de sus estudios y reflexiones más profundas las investigaciones de hecho y los conocimientos metafísicos. No es éste lugar para examinar hasta qué punto se puede establecer por el simple razonamiento la verdad de la doctrina que profesamos. Mas no es extraño que el descubrimiento de los hechos puedan proporcionarnos los mayores motivos de credibilidad. Todo es misterio en los dos Testamentos, y los elegidos de una y otra ley no eran otra cosa que verdaderos iniciados. Hay pues que interrogar a esta venerable Antigüedad y preguntarle cómo entiende las alegorías sagradas. ¿Quién puede dudar que este tipo de investigaciones nos pueden proporcionar las armas victoriosas para luchar contra los escritores modernos que se obstinan en ver solamente en las Escrituras su sentido literal? Estos escritores, son refutados fácilmente por la expresión Misterios de la Religión que nosotros empleamos todos los días sin entrar en su sentido. La palabra “misterio” en un principio no significaba otra cosa que la verdad velada bajo tipos por aquellos que la poseen. Fue solamente por extensión y, por así decirlo, por corrupción, por lo que se aplicó luego esta expresión a todo lo que está escondido; a todo lo que es difícil de comprender. Es en este sentido por lo que decimos ahora que la generación es un misterio y que Marco Aurelio decía antaño que “la muerte es, al igual que el nacimiento, un misterio de la naturaleza.

Este sentido del término “misterio” no era lo bastante significativo para la Iglesia latina, de ahí que inventara el de “sacramento” para designar a los siete Misterios por excelencia.

Quizá le parecerá infinitamente probable a V.A.S. que si nuestros teólogos quisieran reflexionar atentamente que las palabras Misterio, Sacramento, Signo y Figura son rigurosamente sinónimos, bien pronto nos llevarían a firmar un acuerdo sobre uno de los puntos que dividen a nuestras dos comuniones.

Parece pues que no hay necesidad de un diccionario etimológico para refutar a los partidarios del al pie de la letra. Pero, ¿cómo podrían resistir al sentimiento unánime de los primeros cristianos, que se regían todos por el sentido alegórico? Sin duda, llevaron este sistema demasiado lejos, pero, siguiendo la observación de Pascal, del mismo modo que los falsos milagros probaban los verdaderos, igualmente el abuso de explicaciones alegóricas anuncia que esta doctrina tenía una base real, la cual hemos perdido de vista demasiado pronto.

¿Con qué derecho podemos contradecir a toda la Antigüedad eclesiástica que nos deja entrever tantas verdades escondidas bajo la corteza de las alegorías? Los antiguos intérpretes de la Iglesia - nos dice San Anastasio el Sinaíta - han considerado el relato de Moisés sobre la obra de los seis días de una manera alegórica y han puesto de relieve diversas herejías nacidas únicamente del hecho que habían tomado demasiado al pie de la letra lo que el Génesis relata de Dios y del Paraíso terrenal. Otro escritor eclesiástico dice también que “algunos heréticos habían sostenido que no se debía dar al Antiguo Testamento un sentido místico y alegórico diferente de aquel que ofrecen las cosas mismas, sino que, si seguimos su opinión, resultaría un montón de absurdeces... que se debe explicar los libros del Antiguo Testamento, no solamente de manera literal, sino también de manera figurada y alegórica y descubrirle el verdadero sentido.

Es todavía más sorprendente que sobre este tema la Sinagoga no pensara de manera diferente que la Iglesia. El historiador Josefo nos advierte, antes de tratar de las antigüedades de su nación, que “Moisés se ha explicado alegóricamente cuando el asunto lo ha requerido; que se ha servido también de las alegorías aunque cautelosamente, y que lo que ha dicho sólo ha descubierto lo que no debía estar escondido; de manera que nos internaríamos en un largo trabajo si quisiéramos desentrañar todo lo que, en estos libros, es relativo a estos diferentes asuntos”.

Otro testimonio de peso es el del más sabio y más ilustre de los rabinos, el famoso Maimónides, de sobrenombre Moses Aegyptiacus. “No os dejéis seducir - nos dice - por todo lo que los Sabios cuentan sobre el primer hombre, sobre la Serpiente, acerca del Árbol de la Ciencia del bien y del mal, sobre las vestimentas que todavía no se usaban, y no penséis que esos objetos hubieran existido realmente de esa manera. Jamás estuvieron en la naturaleza de las cosas. Si prestáis atención os daréis cuenta de la falsedad de todo lo que ellos dicen al respecto, y que no han imaginado sino después de haber tenido conocimiento de nuestra ley y de la historia de la creación; ya que lo tomaron en sentido literal y forjaron estas fábulas... No se debe tomar al pie de la letra, como lo hace el vulgo, lo que está contenido en el Bereshit [Génesis] o historia de la creación. Sin esto, los sabios no lo hubieran envuelto de tantas parábolas, con tanto cuidado, y no hubieran estado tan atentos para impedir que se hablara de esto al populacho ignorante. Ya que al tomarlo en sentido literal, lo resultante son los prejuicios que degradan la naturaleza divina y trastocan los fundamentos de la ley que hacen nacer las herejías.

¡Qué vasto campo abierto al cuidado y perseverancia de los G.P...! Que unos se sumerjan con valor en los estudios que puedan multiplicar nuestros libros y aclarar aquellos que poseemos. Que otros, cuyo genio es dado a las contemplaciones metafísicas, busquen en la misma naturaleza las pruebas de nuestra doctrina. Que finalmente otros (¡y quiera Dios que haya muchos!) nos digan lo que han aprendido de este Espíritu que sopla donde quiere, como quiere y cuando quiere.

Fuente:http://www.masoneriacristiana.net/2012/08/el-cristianismo-trascendente-joseph-de.html