miércoles, 12 de marzo de 2014

La Consciencia Una búsqueda de la verdad P.D. Ouspensky - 3º Parte


La obstinación


Una recopilación de las cosas dichas por P. D. Ouspensky, principalmente sobre la necesidad de sojuzgar a la obstinación como preparación para el desarrollo de la voluntad



Este capítulo sobre la obstinación va dirigido a personas ya familiarizadas con el sistema enseñado por Ouspensky y con su terminología específica. Tanto el sistema como el lenguaje aparecen descritos por Ouspensky en The Psychology of Man's Possible Evolution (NuevaYork, 1950, y Londres, 1951) y en In Search of  fhe Miraculous (Nueva York, 1949, y Londres, 1950).


Ouspensky. La vida no es lo suficientemente larga como para cambiar nuestro estado de ser si trabajamos en ella del mismo modo que hacemos todo lo demás. Conseguir algo solo es posible si se usa un método más perfecto. La primera condición es el entendimiento. Todo lo demás resulta proporcional al entendimiento. También hay que hacer esfuer­zos en relación con la voluntad y con las emociones. Hay que ser capaz de ir contra uno mismo para renunciar a la propia voluntad.

Primero hay que preguntarse: ¿qué es la voluntad? No tenemos voluntad, de modo que ¿cómo vamos a renunciar a lo que no tenemos? Esto significa, en primer lugar, que no estamos en realidad de acuerdo con que no tenemos volun­tad; sólo asentimos de palabra. En segundo lugar, no tene­mos siempre voluntad, sino solo a veces, Voluntad significa fuerte deseo. Si no hay fuerte deseo, no hay nada a lo que renunciar; no hay voluntad. En otro momento, tenemos un fuerte deseo que va contra el trabajo, y si lo paramos, signi­fica que hemos renunciado a la voluntad. Así que no es siem­pre y en todo momento que tengamos que renunciar a la vo­luntad, sino solo en momentos especiales. Y ¿qué significa ir contra el trabajo? Significa contra las reglas y princi­pios del trabajo o contra algo que se le diga personalmente que haga o que no haga. Hay ciertas reglas generales y prin­cipios, y puede haber diferentes condiciones para diferentes personas.


Pregunta. ¿Debe uno pedir instrucciones personales?
Ouspensky. Sí, pero si uno las pide debe obedecer. Uno no está obligado a nada si no pide, así que antes de hacerlo hay que pensarlo dos veces.


Pregunta. Si uno está dispuesto a obedecer, ¿le dará instrucciones?
Ouspensky. Si la oportunidad se presenta. Ha de ser en un momento en el que se tenga voluntad. Debe haber un de­seo definido de hacer algo que afecte al trabajo o a otras per­sonas. Generalmente tenemos mala voluntad. Rara vez te­nemos buena voluntad. Si usted tuviera buena voluntad yo no hablaría sobre ello; simplemente diría: “siga, continúe, aprenda”.

Aquí se mezclan muchas cosas. Usted no sabe cómo pen­sar sobre la voluntad. Una parte de usted se da cuenta de que somos máquinas, pero al mismo tiempo usted quiere ac­tuar según su propia opinión. En ese momento usted debe ser capaz de parar, de no hacer lo que desea. Esto no se apli­ca a momentos en los que usted no tenga intención de hacer nada, pero usted debe ser capaz de pararse si su deseo va con­tra las reglas o principios, o contra lo que se le ha dicho.

Es importante entender dos cosas: que no podemos “ha­cer” y que vivimos bajo la ley del accidente. En la mayoría de los casos. La gente cree que puede “hacer”, que puede con­seguir lo que quiere y que el que esto no suceda es puramen­te accidental. La gente piensa que los accidentes son muy ra­ros y que la mayoría de las cosas son debidas a la ley de causa y efecto. Esto es completamente falso. Es necesario apren­der a pensar correctamente; entonces veremos que todo su­cede y que vivimos bajo la ley del accidente.

En relación con “hacer”, es difícil darse cuenta de que, por ejemplo, cuando la gente construye un puente eso no es “hacer”: es solo el resultado de todos los esfuerzos previos. Es algo accidental. Para entenderlo, pensemos en el primer puente que Adán construyera y de toda la evolución de la ingeniería de puentes. Al principio es algo accidental (un árbol cae atravesando un río, luego el hombre construye algo parecido, y así sucesivamente). La gente no “hace”; una cosa viene detrás de la otra.

Si usted recuerda que no puede hacer nada, también re­cordará muchas otras cosas. Generalmente hay tres o cuatro obstáculos, y si usted no tropieza con uno, lo hace con el siguiente. El “hacer” es uno de ellos. En conexión con esto, hay algunos principios fundamentales que usted no debe ol­vidar, Por ejemplo, que hay que mirarse a uno mismo y no a otras personas; que la gente no puede hacer por sí misma, pero que si es posible el cambio éste solo se realizará con la ayuda del sistema, con la organización, el trabajo personal y el estudio del sistema. Usted debe averiguar cosas como esas y recordarlas.

Pregunta. ¿Cómo puede uno asegurarse de recordarlas?
Ouspensky. Imagínese empezando a hacer planes para ha­cer algo. Es solo cuando usted intenta de verdad hacer algo diferente del modo en que sucede cuando usted se da cuenta de que es absolutamente imposible hacerlo diferentemente. Pero para cambiar incluso una cosa mínima hace falta un esfuerzo enorme. Uno no se convence de ello hasta que lo intenta por sí mismo. Solo a través del sis­tema se puede cambiar algo. Esto es algo que suele olvi­darse.

Todo sucede. Nadie puede hacer nada. Desde el momen­to en que nacemos hasta el momento en que morimos las co­sas suceden, suceden y suceden, y nosotros pensamos que “hacemos”. Esta es nuestra condición normal en la vida, e incluso la más pequeña posibilidad de “hacer” algo solo se presenta a través del trabajo, y primero solo en uno mismo, no externamente. Incluso en uno mismo, el “hacer” empie­za muy a menudo por no hacer. Antes de poder hacer algo que antes no podía, se deben no hacer muchas cosas que an­tes se hacían.

Pregunta. ¿Puede uno elegir a veces entre dos posibles sucesos?
Ouspensky. Solo en cosas muy pequeñas, e incluso en­tonces, si usted percibe que las cosas van en una determina­da dirección y decide cambiarlas, percibirá lo desagradable­mente incómodo que es cambiar las cosas. Entonces regresara de nuevo a lo mismo.

Pregunta. Cuando uno realmente empieza a entender qué no puede “hacer”, necesita una buena dosis de coraje. ¿Se alcanza a expensas de librarse de la personalidad falsa?
Ouspensky. No se llega a tal entendimiento de ese modo. Este solo se presenta después de algún tiempo de trabajo en uno mismo, de modo que cuando uno llega a esa compresión, esta viene acompañada de otras muchas; principalmente la de que hay modos de cambiar si uno aplica los instrumen­tos adecuados en el lugar correcto y en el momento preciso. Para lo cual hay que tener esos instrumentos, y eso de nuevo solo se consigue mediante el trabajo. Es muy importante lle­gar al convencimiento de esto. Sin él no se pueden hacer las cosas adecuadas. Con lo cual uno se excusara a sí mismo.

Pregunta. No entiendo por qué uno tiene que excusarse a sí mismo.
Ouspensky. Porque uno no quiere abandonar la idea de que puede “hacer”, de modo que si llega a la conclusión de que las cosas suceden lo natural es encontrar excusas, tales como esto ha sido un accidente pero mañana será diferente. Esto es por lo que no podemos asimilar esa idea. Du­rante toda nuestra vida vemos que las cosas suceden, pero seguimos explicándolas como accidentes, como excepciones a la regla de que podemos “hacer”. O nos olvidamos, o no vemos, o no prestamos atención suficiente. Siempre creemos que en cualquier momento podemos empezar a “hacer”. Tal es nuestro modo ordinario de pensar sobre el tema. Pode­mos ver en nuestra vida una ocasión en la que intentamos hacer algo y fracasamos, y así tendremos un ejemplo de lo dicho, porque comprobaremos que nuestro fracaso fue ex­plicado como un accidente, como una excepción. 
Ouspensky. Se debe empezar con alguna idea concreta. Intentemos averiguar qué es lo que realmente nos impide el ser activos en el trabajo. Es necesario ser activos en el traba­jo; no se consigue nada siendo pasivos.

Ahora bien, olvidamos el principio, donde y por qué em­pezamos, y la mayor parte del tiempo ni siquiera pensamos en nuestro objetivo, sino solo en pequeños detalles. Pero los detalles de nada sirven sin un objetivo. El auto recuerdo de nada sirve sin recordar los objetivos del trabajo y el objetivo original fundamental. Si esos objetivos no son recordados emocionalmente, pueden pasar años y uno permanecer en el mismo estado. No basta con educar a la mente; hay que edu­car a la voluntad. Hay que entender lo que es la voluntad. De cuando en cuando tenemos voluntad. La voluntad es la resultante de los deseos. Cuando hay un deseo fuerte, hay voluntad. En un momento tal debemos estudiar nuestra vo­luntad y ver lo que puede hacerse. No tenemos voluntad, sino voluntariedad y obstinación. Si se entiende esto, se debe te­ner el coraje de renunciar a la propia voluntad para atender a lo que se dijo. Hay que buscar esos momentos, que no se deben dejar escapar. Lo que no quiere decir que deban ser creados artificialmente, aunque en una casa (organizada se­gún los principios del trabajo) se elaboran las posibilidades especiales de renunciar a la propia voluntad, de modo que si se renuncia a ella, después se puede tener la propia volun­tad. Pero incluso aquellos que no están en la casa, si se vigi­lan a sí mismos y son cuidadosos, pueden cogerse a sí mis­mos en tales momentos y preguntarse qué es lo que van a hacer. Todo el mundo debe averiguar cuál es su propia situación.

Pregunta. ¿Propone el sistema alguna otra tesis sobre el poder de la voluntad además de la que usándola crece y no usándola se debilita?
Ouspensky. El sistema explica que usted tiene muchos “yoes” y que cada uno tiene su propia voluntad. Si en lugar de ser muchos usted se convierte en uno, entonces usted tendrá una voluntad. En los hombres números uno, dos o tres, la voluntad no es más que la resultante de los deseos. Ciertos deseos en conflicto, o ciertas combinaciones de deseos, le hacen a usted actuar de una manera determinada. Eso es todo.

Pregunta. ¿Constituye el “yo” que observa el embrión del “yo” permanente?
Ouspensky. El “yo” observador es el embrión del “yo” permanente, pero carece de voluntad real. Su voluntad no se opone a la obstinación volitiva egoica. ¿Y qué es lo que se la puede oponer? No hay más que dos cosas opuestas en­tre sí: el trabajo y la obstinación. La obstinación quiere ha­blar, por ejemplo, pero hay una regla de silencio. Con lo que sobreviene una lucha cuyo resultado depende de cuál de los dos conquista al otro.

Pregunta. Usted llama lucha a esforzarse, pero, ¿qué pasa si uno no es consciente de una lucha?
Ouspensky. Eso significa que sucedió. Las cosas nos pue­den acaecer de cuatro modos diferentes: por accidente, a través de la ley de causa y efecto, por hado y por voluntad. La lucha debe ser intencional, por voluntad. Y usted debe ser consciente de su intención. Usted no puede hacer un esfuerzo y no ser consciente de ello. La voluntad está presente si usted desea algo, y decide y actúa, y consigue lo que se había propuesto. Eso es lo que importa.

Pregunta. Creí que se había dicho que si se estudian los grupos de “yoes” se llega a entender como estos grupos se ayudan entre sí.
Ouspensky. Lo que importa en este caso es la acción de la voluntad. Al principio solo se nos habla de tres cosas: vo­luntad, hado y accidente. Luego llegamos a la conclusión de que debe haber una cuarta clase que corresponde al Karma. Pero como esta palabra ha cosechado muchas asociaciones falsas de la teosofía, nosotros usamos las palabras causa y efecto, queriendo implicar algo que sucede en esta vida y se refiere solo a uno mismo, porque desde otro punto de vista el mundo entero está basado en la ley de causa y efecto.
Pregunta. En esas cuatro categorías, la voluntad con fre­cuencia no se usa, ¿verdad?
Ouspensky. Hay que usar la voluntad. Nunca estamos preparados para el trabajo, pero debemos trabajar igualmen­te. Una vez preparados, se nos da otra tarea para la cual de nuevo no estamos preparados.

Pregunta. ¿Cómo puedo aprender a actuar de modo di­ferente en la vida para evitar las mismas emociones recurren­tes y limitadas que ahora siento?
Ouspensky. Ese es nuestro objetivo; ese es el objetivo de todo el trabajo. He aquí la razón por la que el trabajo se or­ganiza, por la que tenemos que estudiar diferentes teorías, que recordar diferentes reglas, y así sucesivamente. Usted está hablando del objetivo último. Primero tenemos que traba­jar en el sistema. Aprendiendo a actuar en conexión con el sistema y la organización, aprendemos a actuar en la vida. Pero no podemos aprender a actuar en la vida sin pasar primero por el sistema.

Pregunta. Si nosotros solo somos debilidad y no tenemos fuerza, ¿de qué fuente podemos extraer esa fuerza que es ne­cesaria incluso para empezar a trabajar en nosotros mismos?
Ouspensky. Debemos tener algo de fuerza. Si fuéramos solo debilidad no podríamos hacer nada. Pero si no tuviéramos fuerza en absoluto, no nos habríamos interesado en este trabajo. Tomar consciencia de la situación ya nos da una cierta fuerza, y los nuevos conocimientos no hacen sino aumentar­la. Así que tenemos la suficiente como para empezar. Después, con nuevos conocimientos y nuevos esfuerzos, nuestra fuerza aumentará.

A menos que se hagan suficientes esfuerzos desde el prin­cipio, el sistema resulta inútil. Los esfuerzos deben ser orga­nizados. ¿Qué quiere esto decir? A menos que uno entienda nuestro trabajo, no estaremos en disposición de poder ayu­darle. Solo podemos ayudar a aquel que entre en nuestro tra­bajo.

Pregunta. ¿Cuándo usted dice que no podemos evitar que las mismas cosas sucedan, quiere decir hasta que nuestro ser cambie?
Ouspensky. No he hablado sobre el trabajo. Lo que he dicho es que es necesario entender que por nosotros mismos no podemos “hacer”. Cuando esto esté suficientemente en­tendido se puede empezar a pensar que es posible hacer: en qué condiciones, conque conocimiento y que ayuda es nece­saria. Pero primero es necesario convencerse de que, en la vida ordinaria, si uno intenta hacer algo diferente se encuen­tra con que no puede. Cuando esto se entienda emocional­mente será posible ir más lejos.

Pregunta. Si somos máquinas, ¿cómo podemos cambiar nuestro ser?
Ouspensky. Usted no puede esperar hasta que cambie. Hay un principio muy importante en el trabajo (nunca hay que trabajar de acuerdo con las propias fuerzas, siempre por encima de ellas). Esto es un principio permanente. En el trabajo siempre hay que hacer más de lo que se puede. Solo entonces se puede cambiar.

Pregunta. Me gustaría encontrar el modo de tomar una decisión de trabajar de la que no pudiera volverme atrás.
Ouspensky. Esta es una de nuestras mayores ilusiones, la de que podemos tomar decisiones. Para poder tomar deci­siones es necesario ser, porque, tal como ahora somos, un pequeño “yo” toma decisiones y otro “yo” que no sabe nada de ellas se supone que ha de llevarlas a cabo. Esta es una de las primeras cosas a entender, es decir, que tal como somos no podemos tomar decisiones ni incluso en las cosas más pequeñas "las cosas simplemente suceden"). Pero cuando se entiende esto correctamente, entonces se empiezan a buscar las causas, y cuando se encuentran, se puede empezar a tra­bajar y quizá a tomar decisiones, pero durante un largo período solo en relación con el trabajo y con nada más.

Ouspensky. ¿Qué significa trabajar prácticamente? Sig­nifica trabajar no solo en el intelecto sino también en las emo­ciones y en la voluntad. Trabajar en el intelecto significa pen­sar de un nuevo modo, creando nuevos puntos de vista, destruyendo ilusiones. Trabajar en las emociones significa no expresar emociones negativas, no identificarse, no consi­derar, y después también trabajar en las emociones mismas. Trabajar en la voluntad, ¿qué significa? ¿Qué es la voluntad en los hombres números uno, dos y tres? Es la resultante de los deseos. La voluntad es la línea de deseos combinados, y nuestros deseos cambian constantemente (no tenemos una línea permanente). Así, la voluntad corriente depende de los deseos, y los deseos pueden ser muy diferentes: deseo de hacer algo y deseo de no hacerlo. El hombre no tiene voluntad, sino solo obstinación y cabezonería.

Tenemos que preguntarnos sobre qué factores se basa la voluntad del hombre número siete. Por necesidad ha de es­tar basada en la plena consciencia, y esto implica conocimiento y entendimiento en conexión con la consciencia objetiva y el “yo” permanente. Así que son necesarias tres cosas: conoci­miento, consciencia y “yo” permanente. Solo aquellos con las tres cosas pueden tener verdadera voluntad, es decir, una vo­luntad que sea independiente de todo lo demás y que solo este basada en la consciencia, en el conocimiento y en un “yo” permanente.

Ahora preguntémonos en que se basa la obstinación. Siempre en la oposición. Hay obstinación cuando, por ejemplo, alguien ve que otro no sabe cómo hacer una cosa y cuando le dice que se lo va a explicar, el otro dice: “No, lo haré yo mismo”. La obstinación brota de la oposición. En general puede convertirse en un tipo de hábito.

Para estudiar cómo empezar a trabajar en la voluntad, como transformar la voluntad, uno tiene que renunciar a la propia voluntad. Lo cual es una expresión muy peligrosa si se entiende mal. Es importante entender correctamente qué es lo que significa renunciar a la propia voluntad. La cuestión es cómo hacerlo. Primero, uno debe intentar conectar y coordinar los pensamientos, palabras y acciones, con las ideas, requerimientos e intereses del sistema. Tenemos demasiados pensamientos accidentales que cambian toda la perspectiva.

Algunos de ellos pueden dañar al trabajo. Así que, si usted desea trabajar, deja de ser libre: usted debe perder la ilusión de libertad. La pregunta es: ¿tenemos libertad? ¿Tenemos algo que perder? La única libertad que tenemos es la de hacer daño al trabajo y a la gente.

Aprendiendo a no dañar al trabajo aprendemos a no dañarnos a nosotros mismos, a no ejecutar acciones inconexas e irresponsables. Así que no renunciamos a nada real.

Ouspensky. La determinación y definición del objetivo constituye un momento muy importante en el trabajo. Pero, además, podemos encontrar muchos que ya han sido mencionados de una forma definida. “Ser uno”. Correcto, muy buen objeti­vo. “Ser libre”. ¿Cómo? Solo adquiriendo control de la máquina. Uno puede decir: “Quiero ser consciente” Muy bien. Otro: “Quiero tener voluntad” Perfecto. “Quiero estar des­pierto.” También muy bueno. Todos estos son objetivos en la misma línea, solo que a diferentes distancias.

Pregunta. He llegado a la conclusión de que la mayoría de mis objetivos son demasiado remotos y me gustaría tra­bajar más en el lado práctico.
Ouspensky. Sí, porque antes de que usted pueda alcan­zar objetivos remotos hay muchas cosas que usted tiene que hacer aquí y ahora, y esa es la diferencia entre el nuestro y casi todos los sistemas. Casi todos los demás sistemas em­piezan al menos diez mil millas por delante y carecen de significado práctico. Pero nuestro sistema empieza en esta habitación. Esa es la diferencia, y eso es lo que hay que entender antes que nada.

Una y otra vez tenemos que volver a la cuestión de qué es lo que queremos del trabajo. No usen la terminología del sistema, pero averigüen que es lo que quieren. Si ustedes di­cen que quieren ser conscientes, eso está muy bien, pero ¿por qué? ¿Qué es lo que quieren conseguir siendo conscientes? No piensen que pueden responder inmediatamente a esta pre­gunta. Es muy difícil. Pero deben ustedes seguir volviendo a ella. Y deben saber que antes de que llegue el momento de que ustedes consigan lo que quieren deben tener una idea clara de lo que es. Esta es una condición necesaria. Nunca podrán conseguir nada hasta que sepan el qué y puedan decir “yo quiero esto”. Entonces puede que ustedes lo consigan o pue­de que no. Pero lo que es seguro es que no se puede alcanzar sin antes saber qué es. Además, hay que querer las cosas en el orden correcto.

Estamos rodeados de cosas que ignora­mos. Principalmente, no controlamos nuestro pensamiento. Pensamos en lo que queremos de un modo vago, pero si no llegamos a formular lo que queremos, entonces nada sucederá. Esta es la primera condición, aunque hay muchos obstáculos.

He hablado sobre esta cuestión del objetivo porque les aconsejo que piensen sobre ello, que revisen lo que ya hayan pensado sobre los objetivos y que piensen en como definirían ahora su objetivo tras un estudio de estas ideas. Es inútil definir un objetivo que no pueda alcanzarse. Pero si uste­des definen un objetivo que pueden esperar alcanzar, entonces su trabajo será serio, consciente.

Si se me preguntara sobre esto, yo respondería que lo que un hombre puede conseguir, lo que se le puede prometer siem­pre que trabaje, es que después de algún tiempo de trabajo se verá a sí mismo. Así que, después de algún tiempo, debemos ser capaces de for­mular nuestro objetivo inmediato como el de verse a uno mis­mo. No conocerse a uno mismo (eso vendrá después), sino solo verse a uno mismo.

Ouspensky. Incluso el conocimiento y el entendimiento no bastan si uno no trabaja en el ser. Si la voluntad no crece al mismo tiempo, uno puede entender mucho y no ser capaz de hacer nada.
Pregunta. ¿Dice usted que es posible entender y sin em­bargo no poder hacer nada al respecto?

Ouspensky. Sí, si desde el principio uno no empieza a ha­cer esfuerzos serios para desarrollar la voluntad. Si la volun­tad permanece infradesarrollada, el crecimiento en entendi­miento no podrá servir de mucho. Uno puede entender muchísimo y sin embargo no ser capaz de hacer nada al respecto.


Pregunta. ¿Es la voluntad parte del ser?
Ouspensky. Sí, lo mismo que la consciencia o el entendi­miento. Pero si usted trabaja mucho en el entendimiento y deja la voluntad a un lado, ésta en lugar de hacerse más fuerte se debilitará, o al menos permanecerá como estaba. 
Pregunta. ¿Cómo podemos trabajar contra la obstinación? ¿Es posible que nosotros, tal como somos, reconozca­mos los momentos en los que tenemos verdadera voluntad?
Ouspensky. No verdadera voluntad; no podemos tener tal cosa. Todo lo que tenemos es volición egoica y obstinación, o bien pequeñas voluntades que cambian todo el tiempo. La verdadera voluntad está muy lejos de eso. Está basa­da en el “yo” permanente, en la consciencia y en la individualidad. No la tenemos.
Sobre cómo trabajar contra la obstinación: puede usted estudiar el sistema. En él hay ciertas demandas: cosas que usted debe o no debe hacer. Por ejemplo, usted no debe ha­blar, porque si lo hace solo dirá mentiras. No se puede ha­blar sobre el sistema antes de conocerlo y entenderlo. De este modo, desde el mismo principio, usted se encuentra con ideas del trabajo opuestas a la obstinación. Si usted se olvida del trabajo no estará trabajando contra la obstinación. El único modo de trabajar contra ella es recordar el trabajo. Puede que en un momento dado el trabajo no entre en absoluto, pero lo hará en otro momento, y entonces usted podrá en­tender lo que significa renunciar a la obstinación. Pregúntese: ¿es esto correcto desde el punto del trabajo o no? Así se lucha contra la obstinación.

Primero es necesario entender lo que es la voluntad. No tenemos voluntad; solo cabezonería y obstinación. La obstinación es presunción o agresividad. La cabezonería es ir con­tra algo, contra las reglas, contra lo que sea. Ambas conllevan un tipo de oposición a algo y de esa forma existen. El hombre no tiene una voluntad originaria que pueda existir sin oposición y que sea permanente. Por eso es necesario so­juzgarla. Este sometimiento la adiestra para que luego pue­da seguir una línea definida. Una vez que la voluntad se ha vuelto suficientemente fuerte ya no es necesario limitarla. O sea, que no se puede dar a la voluntad tal y como esta. Aho­ra va en todas direcciones. Tiene que ser entrenada, y para conseguirlo es necesario hacer muchas cosas desagradables.

En el hombre corriente, la voluntad va en zigzag, o bien se mueve en un círculo. La voluntad pone de manifiesto la dirección de los esfuerzos. El esfuerzo es nuestra moneda. Debemos pagar con esfuerzo. Obtenemos resultados en proporción a la intensidad de nuestros esfuerzos y a su tiempo de aplicación (en el sentido de si es el momento correcto o no). El esfuerzo precisa conocimiento (conocimiento de los momentos en los que el esfuerzo es útil). Los esfuerzos que podemos hacer son esfuerzos de auto observación y de auto recuerdo. Cuando la gente oye hablar de esfuerzo siem­pre piensa que es un esfuerzo de “hacer”. Sin embargo, eso es siempre un esfuerzo perdido o equivocado. El esfuerzo de auto observación y de auto recuerdo es un esfuerzo correcto porque puede dar resultados.

Pregunta. ¿Qué significa renunciar a la voluntad?
Ouspensky. Dar el infantilismo, la ineficacia y la men­tira.

Pregunta. Me parece que renunciando a la obstinación se consigue lo que se desea; que renunciando al deseo se ob­tiene el resultado deseado.
Ouspensky. Eso no es obstinación. La obstinación no con­tiene a todo lo que se quiere. Si se tiene hambre y se quiere comer, eso no es obstinación. Obstinación significa actuar por uno mismo y, en nuestro caso, no tomar en consideración al trabajo ni a los principios del trabajo. Estamos ha­blando de los principios del trabajo y de la obstinación. Po­demos hacer las cosas a nuestra manera o no. Si es mi obstinada volición el blasfemar, por ejemplo, y yo renuncio a ella porque va contra los principios del trabajo, ¿dónde están los resultados deseados de los que usted habla?

Como dije antes, la obstinación esta siempre conectada con la propia opinión, con el pensar que se sabe algo. En­tonces se viene a una escuela y uno se da cuenta de que no sabe nada. De ahí que una preparación sea necesaria para la escuela. Normalmente estamos llenos de opiniones propias y de obstinaciones. La obstinación es como un niño que dice: “Ya lo sé. Lo haré solo”. La obstinación tiene muchas facetas. Se le dice a alguien que no haga algo y al instante quiere ha­cerlo. Se le dice a alguien que algo está mal y al instante dice: “No, yo lo se mejor”. El que va a una escuela debe estar pre­parado a aceptar la enseñanza y la disciplina de la escuela. Tiene que ser libre de aceptarla o no; sino no sirve para nada. No se puede adquirir voluntad hasta no haber renunciado a la obstinación. Del mismo modo que no se puede conse­guir conocimiento hasta no haber renunciado a las opinio­nes personales.

Pregunta. Debe uno romper la obstinación por sí mis­mo, o es algo a ser hecho desde afuera?
Ouspensky. Es algo que tiene que hacer uno mismo, y hay que haberla quebrado suficientemente para poder estar en una escuela. Hay que estar lo suficientemente libre de su acción como para poder aceptar las cosas sin lucha. No se pueden mantener todos los viejos puntos de vista y opinio­nes y adquirir otros nuevos al mismo tiempo. Hay que ser lo suficientemente libres como para renunciar a lo viejo, al menos temporalmente. Hay que ser capaces de entender la necesidad de la disciplina. No se puede crear voluntad hasta no haber aceptado una disciplina.

Ouspensky. Supongamos que alguien es hecho conscien­te por otra persona; se convertiría en un instrumento en ma­nos de los demás. Los propios esfuerzos son necesarios por­que si no, incluso si alguien es vuelto consciente, sería incapaz de usar su consciencia. Está en la misma naturaleza de las co­sas el que la consciencia y la voluntad no puedan darse. Todo debe ser comprado, nada es gratis. Lo más difícil es apren­der cómo pagar. Uno consigue exactamente tanto como paga, pero si esto se pudiera explicar en unas pocas palabras no habría ninguna necesidad de ir a una escuela.

Si entendiéramos lo que significa el desarrollo, veríamos que el hombre solo puede evolucionar por sus propios esfuer­zos. La voluntad no se puede desarrollar mecánicamente; la conciencia no se pueda desarrollar inconscientemente, no puede crecer de la nada, hay que pagar por todo. Lo cual nos trae de nuevo a la cuestión de las escuelas y de por qué hay que estar preparado para una escuela. Hay que tomar consciencia de la propia posición y hay que estar preparado para pagar. Cuanto más este uno dispuesto a pagar más obtiene. Nada puede darse. Lo mismo se aplica a la compasión. Si uno tiene algo y quiera darlo resulta que no puede. La natu­raleza de la cosa que uno quiere dar es tal que los demás de­ben pagar por ella. Uno no puede conseguir que ellos la to­men; tienen que quererla mucho y estar dispuestos a pagar por ella. No hay otro modo. Solo entonces puede llegar a ser suya; si no, se pierde.

Pregunta. En nuestro estado actual, ¿podemos juzgar lo que es una acción moral?
Ouspensky. Es muy fácil equivocarnos, pero, al mismo tiempo, podemos. Estamos sólo empezando. Cuanto más control tengamos, mayor será nuestra conciencia. Y la conciencia en este sentido incluye a la voluntad. En nuestro es­tado ordinario, sin control, solo podemos hablar de moral convencional, pero con más control nos volvemos más res­ponsables. Cuanto menos consciencia tengamos, más serán nuestras acciones contrarias a la moralidad. En cualquier caso, lo primero para que una acción sea moral es que sea consciente.