domingo, 23 de marzo de 2014

BUSCANDO LA LIBERTAD



 

 
 
 
¡Libertad! ¡Libertad! Grito de los oprimidos, de los que padecen el yugo de la esclavitud o de la prisión. ¿Quiénes son ellos? Nos imaginamos a personas encerradas en cárceles, o encadenadas de pies y manos, o tal vez víctimas de la llamada injusticia social. Creemos que es libre ese que camina por las calles, uno a quien nadie persigue, aunque a veces el dolor quebrante, aquel que sobrevive diariamente en medio de sus propias frustraciones y confusiones, en medio de la incertidumbre.

Libertad es sinónimo de independencia y autonomía, es la cualidad de la no pertenencia,  de la no dependencia, del absoluto desapego por cualquier objeto material así como de ideas, prejuicios o personas. ¿Somos así los seres humanos? Es importante reflexionar sobre nuestra condición actual para determinar si somos libres. Examinemos las distintas esferas del trabajo humano y tendremos un panorama más amplio de cual es la libertad a encontrar.

En el terreno de lo físico, evaluemos si tenemos dependencia. En sentido estricto, nuestro organismo aún precisa alimento y combustible energético diariamente. Para ello necesitamos de otros organismos, ante nuestra incapacidad de generar alimento propio. La llamada cadena alimenticia, donde unas especies sobreviven a expensas de otras es el mismo sistema operante en el planeta desde hace millones de años. Si los vegetales y animales desaparecieran por completo, pereceríamos junto con ellos: moriríamos de asfixia e inanición, ya que ellos nos proveen de alimento y oxígeno. Si el sol se apagara de repente, moriríamos en pocos minutos, de frío. En sentido menos estricto, no podemos tomar con entera libertad a las especies que nos sustentan. Las aves van de árbol en árbol buscando su alimento, sin preguntar quién es el dueño, pero el hombre está encadenado a los procesos de la civilización. Muchos dependemos de otros seres humanos para alimentarnos: los cultivadores, los procesadores, los intermediarios, los transportadores y los comerciantes. Y aún más, al comprar, no todos pagan con su propio dinero. Algunos seres humanos trabajan para sustentar a otros.

La especie humana, de otra parte, es la única que utiliza un vestido artificial, siendo esta una gran desadaptación. Nuestra piel se hizo demasiado sensible. Nuestro organismo ha perdido capacidad de protección. Esto nos hace aún más dependientes. Igualmente, creamos la necesidad de sofisticadas construcciones como vivienda. Las demás especies aprovechan a la misma naturaleza.
 
Pero aun considerando las actuales necesidades de la especie, debido a la socialización, cada ser humano debe ser autónomo en cuanto a su subsistencia. Grandes masas de población padecen hambre y pobreza, lo cual muestra que aún somos extraordinariamente dependientes. Debemos poner en acción todos nuestros recursos para no depender económicamente de nadie, en ninguna época de la vida. El sometimiento económico es un arma poderosa de manipulación, que puede limitar nuestra capacidad de decisión, y llevarnos a soportar agresión física y sicológica. Muchas personas viven de esa manera, sujetas a la voluntad de otros, soportando situaciones y condiciones, de las que bien pronto se alejarían si tuvieran independencia económica.

El ser humano de la actualidad es altamente manipulado y condicionado por quienes sustentan el poder económico. Países enterosviven a cuenta de otros. Sociedades enteras dependen de unos pocos. Nos hemos acostumbrado a vivir de tal manera que somos la especie planetaria que más necesidades tiene. Diariamente estamos siendo manejados por aquellos que nos satisfacen todas esas exigencias, la mayoría creadas por nosotros mismos. Vivimos en una búsqueda constante de alivio de esas carencias y nos hemos acostumbrado a la deuda, si es necesario, para tener lo que creemos nos es indispensable. Las demás especies viven con lo que tienen a su disposición en el presente. No usan tarjetas de crédito ni tienen bancos. Cada una hace inventario diario de lo que posee y se adapta a vivir con eso. Reflexionemos un poco y hagamos ese inventario. Si pagáramos todo lo que debemos, ¿Qué es lo que nos queda? ¿Podemos vivir con ello? A veces el vicio comparativo de nuestra mente, que degenera en envidia, nos lleva a sustentar sistemas de vida que en realidad no podemos sostener. Vivimos con afán de adquirir todo lo que los demás tienen, a fin de no quedarnos atrás, lo cual equivale a decir, para no sentirnos inferiores, revelando la medida de nuestra autoestima, y en esa alocada carrera sacrificamos nuestras prioridades, y nos restringimos a veces de lo verdaderamente indispensable. A muchos les agrada sufrir en silencio y sonreír en público, luciendo galas que están verdaderamente fuera de su real alcance, buscando en la admiración una máscara que oculte su propio sentimiento de inferioridad. Esto genera más subyugación y sufrimiento en el mundo.

A nivel de la esfera emocional y afectiva, tampoco ha logrado la humanidad la tan ansiada libertad. ¿Somos capaces de vivir solos, sin el afecto de los demás? ¿Aún sufrimos cuando mueren o se alejan nuestros predilectos? La mayoría de los seres humanos sufren de una total adicción afectiva, de necesidad de compañía, lo cual muestra una gran inseguridad de trasfondo. La civilización adquirió el hábito de buscar el amor afuera, en alguien, o en algo que lo supla, adquiriendo con ello otras adicciones. El ser humano se hizo esclavo afectivo del hombre, de hábitos, de sustancias y de otras golosinas que satisfacen su ansiedad, su creada necesidad de que alguien lo ame. Se olvidó de buscar el amor adentro y allí lo guarda en un viejo baúl que tan sólo su inconsciente sabe que existe. Hagamos inventario emocional: ¿Necesitamos afectivamente de alguien para vivir en armonía? Si así es, aún no somos libres.

A nivel mental, ¿Tenemos nuestro propio conocimiento? La mayoría de nuestros archivos de memoria están atiborrados con los conceptos de los demás, de unos pocos que se dedicaron a observar, a pensar, a inventar y a descubrir.  Vivimos rodeados de cosas que no podríamos reconstruir si tan sólo tuviéramos frente a la naturaleza. Si aisláramos a un puñado de personas corrientes, en un distante lugar, fuera de todo contacto con la civilización, rico en recursos naturales, sin ningún instrumento o herramienta del hombre moderno, ¿cuánto tiempo tardarían en reconstruir un mundo como el de la cultura que abandonaron? ¿Sobrevivirían al menos? Tal vez transcurrirían tantos años como los que empleamos para convertirnos de cavernícolas en hombres civilizados.

¿Manejamos correctamente la información de la memoria? ¿Tenemos perfecto control del conocimiento? La humanidad se conduce como si sucediera lo contrario. La memoria nos maneja, subyuga nuestra voluntad, o lo que es peor, otros nos manejan a través de la información en nuestra memoria. Aún somos poco originales, poco genios. Todavía somos esclavos mentales.

La gran dependencia en todos los campos de la vida humana, nos lleva a la realidad de que no estamos ejerciendo el libre albedrío del cual estamos dotados. No somos libres, y aún estamos lejos de serlo, si no hacemos un cambio fundamental en nuestras vidas, individual y colectivamente, como especie.

¿Cuál es entonces la libertad a buscar? ¿Cuál el camino para ello? Debemos primero identificar nuestra esclavitud, nuestro nivel de dependencia. Un buen ejercicio consiste en imaginar que, en forma paulatina, somos despojados de todo aquello que creemos nos pertenece o nos corresponde. Si la idea de perder cualquier cosa, a nivel físico, energético, emocional o mental, nos aterra o nos genera sufrimiento, estamos altamente esclavizados, apegados, y aún no comprendemos el mecanismo de impermanencia de la vida. También debemos examinar, en forma estricta, de cuántos seres dependemos para vivir, a todo nivel. Si esos seres desaparecen ahora, ¿podríamos sobrevivir? Debemos crear nuestras propias estrategias de subsistencia, que nos lleven a una total autonomía, la cual debe permitirnos una absoluta independencia para decidir nuestros caminos a seguir. El día que no estemos encadenados materialmente, emocionalmente, cuando no seamos esclavos de una creencia, habremos hollado el sendero que conduce verdaderamente a la libertad. Entretanto, solo pisaremos caminos de incertidumbre, ese misterioso óxido que corroe la vida.

El ser libre genera su propio alimento, alcanzando la sabiduría necesaria para que no dependa de otras criaturas en evolución. La persona independiente hace consciencia plena de su infinitud energética, aprendiendo a sustentarse de la energía que se expande libremente por el cosmos. El hombre libre escapa a todo sufrimiento emocional, porque ha llegado a la comprensión de que en toda realidad hay exactitud de la Inteligencia Universal y de que en su interior hay un manantial de amor infinito, que lo conecta permanentemente con todo lo creado, siendo esto no sólo una creencia, sino una sensación real que lo libera de todo apego. El individuo que se ha emancipado genera su propio pensamiento, permite que germinen permanentemente imágenes originales, y construye su propia idea móvil del universo, no siendo esclavo de creencia alguna que lo limite. El ser autónomo no permite que ninguna energía lo obligue a hacer algo que no desea, antes bien ejerce perfecto dominio inteligente de todas sus fuerzas, sin encadenarse tampoco al violar la libertad de otros.

La libertad es una virtud que rara vez es ejercida por un ser humano. La mayoría piensan que ser libres consiste en seguir a sus anhelosy hacer lo que se les antoje, lo cual tan sólo es esclavitud del deseo. La libertad es opuesta a todo condicionamiento, el cual parece ser la característica de la especie humana, una anomalía que detiene en verdad la evolución, al frenar el mecanismo de adaptación, ruta que sigue la sabiduría de la Naturaleza. Mientras tengamos que vivir a expensas de los cuerpos, las emociones y las creencias de otros seres, no podemos hablar de vivir en libertad.
 
Sólo una plena identificación con la unidad de la vida romperá las cadenas de la esclavitud. Solamente la comprensión del misterio de la existencia, puede llevar a esa identificación que rompa los bloqueos de percepción que nuestra mente ha creado a lo largo de siglos de vida de la especie. Unicamente la ruptura de los bloqueos nos permitirá apreciar la realidad tal cual es, y no como nos enseñaron que era. Y solamente la percepción de la realidad, la verdad, y nuestra conexión con ella, nos permitirán apreciar la libertad, esa bella durmiente que espera por un príncipe para ser despertada.
 
Fuente: José Vicente Ortiz Zarate