lunes, 10 de marzo de 2014

La Consciencia Una búsqueda de la verdad P.D. Ouspensky - 2º Parte





Personalidad superficial


Un estudio sobre el hombre imaginario


1

La meta de este sistema es llevar al hombre a la conscien­cia. La consciencia es una cierta cualidad presente en todo hombre normal. Es realmente una expresión diferente de la misma cualidad que la conciencia, sólo que la conciencia tra­baja más en el lado intelectual y la consciencia lo hace más en el moral (es decir, en el lado emocional). La consciencia ayuda a un hombre a darse cuenta de lo que está bien y de lo que está mal en su propia conducta. La consciencia une a las emociones entre sí. Podemos experimentar en el mismo día un buen número de emociones contradictorias, tanto agradables como desagradables, sobre el mismo tema, ya sea una detrás de otra, ya simultáneamente, y no notamos las con­tradicciones debido a la ausencia de consciencia. Son los amortiguadores los que impiden a un “yo” o personalidad el percatarse de otro, pero en un estado de consciencia no podemos evitar el ver las contradicciones. Recordaremos que por la mañana hemos dicho una cosa, otra por la tarde y todavía otra por la noche, pero en la vida ordinaria no recor­damos, y si lo hacemos, insistimos en que no sabemos que es lo que está bien y mal.

Se accede a la consciencia destruyendo a los amortigua­dores, y los amortiguadores se destruyen a través del auto­ recuerdo y de la no identificación.

Tanto la idea de consciencia como la idea de amortigua­dores precisan de un largo estudio, pero cuando se habla del lado moral de este sistema, lo que debe entenderse desde el principio es que el hombre debe tener un sentido del bien y del mal. Nada puede hacerse por él si no lo tiene. Él tiene que empezar con un cierto sentido moral, un sentido de lo recto y de lo equivocado, para poder conseguir más. Debe entender en primer lugar la relatividad de la moral ordina­ria, y en segundo lugar debe percatarse de la necesidad de un bien y de un mal objetivo y permanente, entonces mira­ra las cosas desde el punto de vista de este sistema.

La consciencia está en la esencia, no en la personalidad, mientras que el centro magnético está en la personalidad, no en la esencia.
“¿Tiene uno que eliminar amortiguadores para desper­tar a la consciencia?”, alguien preguntó.

Solo con que los amortiguadores sean sacudidos, la cons­ciencia despierta.

“¿Cómo puede uno descubrir cuáles son los propios amortiguadores?”, preguntó alguien más.

A veces es posible. Si uno entiende bien que son amorti­guadores, puede encontrar los suyos propios. Hay una gran diferencia entre excusas y amortiguadores. Las excusas pueden ser distintas cada vez, pero si la excusa es siempre la misma, entonces se convierte en un amortigua­dor.

Los amortiguadores están conectados con la consciencia. Usamos la palabra consciencia generalmente en un sentido convencional, en el sentido de un hábito emocional educa­do. En realidad, la consciencia es una capacidad especial que todo el mundo posee, pero que nadie puede usar en el estado de sueño. Incluso si accidentalmente sintiéramos por un mo­mento la consciencia, resultaría ser una experiencia muy pe­nosa, tan penosa que inmediatamente querríamos vernos li­bres de ella. Aquellos que tienen chispazos ocasiónales de consciencia inventan todo tipo de métodos para verse libres de ese sentimiento. Traten de comprender que todos nues­tros diferentes “yoes” albergan sentimientos diferentes. Un “yo” siente que le gusta algo, mientras que otro lo odia y para otro más resulta indiferente. Pero nunca sentimos tales cosas al mismo tiempo porque entre ellas, hay amortiguado­res. Gracias a esos amortiguadores no podemos usar la consciencia, no podemos sentir al mismo tiempo dos cosas con­tradictorias que sentimos en momentos diferentes. Si sucede que alguien llega a sentirlas, la consecuencia es que sufre.

La ruptura de un hábito mecánico, bueno o malo, puede resultar incómoda, porque tenemos hábitos mecánicos, ta­les como reglas de conducta y preceptos morales, que saca­mos de nuestra educación. Por consiguiente, en la mayor par­te de los casos no experimentamos la consciencia: tenemos demasiados amortiguadores.
Somos máquinas y debemos ver en dónde podemos cam­biar algo, porque en todo tipo de máquina siempre hay un punto por donde es posible empezar.

A veces la gente pregunta si en nosotros hay algo perma­nente, Hay dos cosas, amortiguadores y debilidades. A las debilidades a veces las llamamos rasgos, pero en realidad no son más que debilidades. Todo el mundo tiene una, dos o tres debilidades particulares. Y toda persona tiene ciertos amortiguadores que le pertenecen. Ella consiste en amorti­guadores, pero algunos son particularmente importantes por­que entran en todas sus decisiones y en su manera de enten­der. Tales rasgos y amortiguadores son todo lo que puede llamarse permanente en nosotros, y tenemos suerte de que no haya nada más que sea permanente, porque todos ellos pueden ser cambiados.

Los amortiguadores son artificiales; no son orgánicos. Fundamentalmente se adquieren por imitación. Los niños em­piezan a imitar a los adultos, y así crean algunos de sus amor­tiguadores, Otros son creados inconscientemente por educa­ción. Si fuera posible poner a un niño entre gente despierta, este no caería dormido. Pero en las condiciones en que vivi­mos, la personalidad imaginaria, o el “yo” imaginario, apa­rece normalmente en un niño a la edad de siete u ocho años. A veces la gente pregunta si podemos ver a los amortiguado­res en nuestro estado actual de conciencia. Podemos verlos en otras personas, pero no en nosotros mismos.


2

El hombre está dividido en cuatro partes: cuerpo, alma, esencia y personalidad.

La personalidad y la esencia no parecen estar separadas, pero podemos estudiar lo que pertenece a la esencia y lo que atañe a la personalidad. La idea del alma como un organis­mo separado controlando al cuerpo físico no puede decirse que esté basada en nada. Hasta el siglo XVII, lo más aproxi­mado a la idea del alma era lo que se llama esencia. El térmi­no alma se usa en este sistema sólo en el sentido de principio vital. La esencia, la personalidad y el alma, tomadas con­juntamente, corresponden a lo que antes solía llamarse alma. Pero se suponía que el alma tenía una existencia separada del cuerpo, mientras que en este sistema no suponemos que esencia, personalidad y alma tengan una existencia aparte del cuerpo.

Se dice que cuando un hombre muere, o cuando cualquier otra cosa muere su alma, es decir, su principio vital, va a la luna. El alma es ma­terial. Consiste en una cierta cantidad de materia fina, energía si ustedes quieren, que deja el cuerpo a la muerte. En el hombre ordinario, el alma no tiene conciencia: como es simplemente mecánica, no sufre. Pero el hombre puede desa­rrollar un tipo de media conciencia que puede pasar al alma, y entonces cuando el alma va a la luna puede ser consciente de lo que la está sucediendo.
En primer lugar, ¿qué es la luna? ¿Cuál es la función lu­nar en relación al hombre, al hombre individual? ¿Qué sucedería si esta función de la luna fuera a desaparecer? ¿Sería o no beneficioso? Sabemos, por ejemplo, que la luna con­trola todos nuestros movimientos, de modo que, si la luna desapareciera, no seriamos capaces de realizar movimiento alguno, colapsando como marionetas con las cuerdas corta­das.

Debemos comprender que todo esto se aplica al ser. ¿Cuá­les son las características de nuestro ser? El principal rasgo de nuestro ser es que no es uno, sino muchos. Si queremos trabajar en nuestro ser, si queremos hacerlo corresponder me­jor con nuestro fin, debemos intentar hacernos uno. Pero esto no es sino una meta muy lejana. ¿Qué significa hacerse uno? El primer paso, que dista asimismo mucho de estar cerca, es crear un centro permanente de gravedad. Esto es lo que significa crear luna en nosotros mismos. La luna es un cen­tro de gravedad permanente en nuestra vida física. Si crea­mos un centro de gravedad en nosotros no necesitamos la luna.

Pero primero debemos decidir qué es lo que significa la ausencia de un “yo” permanente. Encontraremos en su lu­gar a muchos de los rasgos o debilidades a las que nos he­mos referido antes, pero estos deben ser dilucidados por ob­servación de una manera clara y por nosotros mismos. A continuación, debemos empezar una lucha contra esos ras­gos que nos impiden convertirnos en uno. Debemos luchar contra la imaginación, las emociones negativas y la obstina­ción. Pero para que esta lucha tenga éxito debemos compren­der que, desde el punto de vista de la obtención de un centro permanente de gravedad, el peor tipo de imaginación es creer que uno puede hacer algo por sí mismo. Después, debemos luchar contra las emociones negativas que nos impiden ha­cer lo que se nos dice en conexión con este sistema. Porque hay que entender que solo se puede vencer a la obstinación haciendo lo que se nos dice. La obstinación no puede rom­perse haciendo lo que uno decide por sí mismo, porque eso todavía seguirá siendo obstinación. La obstinación es siem­pre lucha contra otra voluntad. No puede haber manifesta­ción de obstinación si no se opone a otra voluntad.

Puede serles de alguna utilidad el escribir en una hoja de papel lo que constituye su ser. Verán entonces que el ser no puede crecer por sí mismo. Por ejemplo, un rasgo de nues­tro ser es que somos máquinas; otro, que vivimos en solo una parte de nuestra máquina; un tercero, nuestra pluralidad de “yoes”. Decimos “yo”, pero este “yo” es distinto en cada momento. En un instante decimos “yo” y se trata de un “yo”; cinco minutos después decimos “yo” y es otro “yo” diferen­te. Tenemos así muchos “yoes”, todos al mismo nivel, y no hay un “yo” central en control. He aquí el estado de nuestro ser: nunca somos unos y nunca somos el mismo. Si ustedes escriben todos estos rasgos, entonces verán que es lo que cons­tituye un cambio de ser y que es lo que puede ser cambiado. En cada rasgo particular hay algo que puede ser cambiado, y un pequeño cambio en un rasgo significa también un cam­bio en los demás.

Al tratar de cambiarse a uno mismo, uno de los primeros y más importantes factores es la división de uno mismo. La división correcta es entre lo que es realmente “yo” y todo lo demás que podemos llamar “Ouspensky” o cualquiera que sea el nombre. Si no se hace esta división, si uno se olvida de ello y sigue pensando en sí mismo al modo usual, o si uno continua usando “yo” o Ouspensky, pero del modo incorrec­to, el trabajo se para.
Sucede a menudo que la gente hace una división incorrecta. A aquello que les gusta de sí mismos llaman “yo”, y a lo que no les gusta, o a lo que es débil o poco importante, llaman “Ouspensky”, “Petroff”, “Ivanoff” o cualquiera que sea su nombre. Una división de este tipo está equivocada. No es su­ficiente hacer una división correcta hoy y olvidarse mañana. Se debe hacer una división correcta y conservarla en la me­moria.

Esta división incorrecta es simplemente mentir, mentirse a sí mismo, que es lo peor de todo, porque en el momento en que aparece la más pequeña dificultad, aflora como discu­sión interior y entendimiento equivocado.
3

En este sistema, como ya se ha explicado, hacemos una división entre “yo” y “Jones”, “yo” y “Smith”, y así sucesi­vamente, según cuales sean nuestros nombres. Lo que debe entenderse es que Jones, Smith, Ivanoff, Petroff, etc., son la personalidad falsa que tiene cada uno de nosotros, pero esta división no debe ser confundida con la división entre esencia y personalidad.

Esencia es aquello con lo que nacemos, nuestras capaci­dades e incapacidades. Tiene que ver con el “tipo”, y también con el cuerpo físico. No se puede trabajar directamente sobre ella. Desde el punto de vista del trabajo en uno mismo solo tenemos a la personalidad. Cuando un hombre empieza a trabajar, su centro magnético trae al ser al “yo” observa­dor. Este “yo” es también una personalidad que tiene que educar al resto de la personalidad y a la esencia.

La personalidad es adquirida. La esencia nos pertenece: es con lo que nacemos, lo que no puede ser separado de no­sotros. Ambas están mezcladas y no podemos distinguir la una de la otra ahora, pero es útil recordar esta división como un hecho teórico.

“¿Se puede llegar a cambiar el tipo con el que se nace?”, alguien preguntó.

Si es un tipo muy malo y se trabaja muy duro, se puede cambiar. Primero hay que conocer el tipo, eso significa co­nocer la esencia.
“¿Hasta qué punto”, alguien preguntó, ¿un hombre que está bajo la Ley del Accidente es regido por la Ley del Hado, aparte de su nacimiento y muerte?”.

Depende de la relación entre personalidad y esencia. Si la personalidad es fuerte construye un caparazón alrededor de la esencia, con lo que hay muy poco hado. Las influen­cias planetarias que controlan el hado, el tipo, la esencia, no nos alcanzan cuando la personalidad es muy fuerte. Pero hay quienes, totalmente aparte de la influencia de “escuelas”, vi­ven más en la esencia. En ellos la personalidad es muy tenue y están más bajo la Ley del Hado que el resto de la gente. Así, dependen más de ciertas influencias de las que otros de­penden menos.
Respondiendo a una pregunta sobre influencias planeta­rias y astrología, Ouspensky dijo:
La combinación de influencias produce la combinación de tipos. No sabemos en qué consisten, ni tampoco pode­mos averiguarlo levantando un horóscopo. Eso sería algo como psicoanálisis medieval.

“Pero las combinaciones viene de los planetas, ¿ver­dad?”

Sí, originalmente. Todas nuestras emociones y todas nues­tras ideas vienen de los planetas. Ellas no han nacido aquí.

“¿Se debe intentar vivir según las propias emociones, o, por el contrario, se debe siempre tratar de encontrar una bue­na razón para lo que se está haciendo?”

Es difícil de decir. Las emociones pueden ser diferentes y la capacidad de controlar la propia vida puede ser diferen­te. Muy a menudo resulta ser imaginaria. Con frecuencia pre­guntas tales como “¿debo hacer esto o aquello?” son com­pletamente artificiales, porque solo hay un modo en el que uno puede hacer. A menudo uno cree que puede hacer algo en una o en otra dirección, pero en realidad sólo hay un ca­mino abierto a la propia acción. Uno no tiene control.

“¿Es la esencia siempre buena?”

No, en absoluto. La esencia es mecánica, no vive por sí misma, no tiene un aparato pensante especial. Tiene que pensar a través de la personalidad.

“¿Dijo usted que la personalidad es todo mentira?”

No, lo que dije es que la personalidad es casi toda artifi­cial, igual que la esencia es casi toda real.

“¿Son nuestros "yoes" parte de la personalidad o de la esencia?”

Ambas cosas. Hay “yoes” que pertenecen a la esencia y otros a la personalidad.

“¿Están conectados con distintos centros?”, preguntó la misma persona.

Ciertamente. Hay “yoes” intelectuales, “yoes” motores y “yoes” instintivos.
Un “yo” es simplemente un deseo. Pero esta distinción es solo por conveniencia. Puede usted olvidarla si quiere, pero es algo así. Considere simplemente que los “yoes” son pequeños y que la personalidad es ya un conjunto de deseos más complicados.

“¿Está el centro instintivo estrechamente conectado con la propia esencia?”

Sí, controla las necesidades de la esencia.

“¿Es la inteligencia parte de la esencia?”

Hablando en general, sí. Pero me gustaría saber qué es lo que usted entiende por inteligencia. Si digo que “sí”, us­ted no podrá aplicarlo; permanecerá como capital muerto.

“¿Puede la inteligencia aumentarse o crecer mediante cier­tos tratamientos?”, preguntó la misma persona.

Eso es a lo que me refiero. Si hablamos de nosotros, ve­remos que la inteligencia pertenece a la esencia y a la perso­nalidad de una forma muy mezclada, aunque en sentido cósmico una cantidad de inteligencia es dada a cada esencia.



4

El hombre vive sometido a un gran número de leyes: físicas, fisiológicas, biológicas, leyes creadas por el hombre mis­mo, y así sucesivamente, hasta que llegamos a las leyes de la vida personal y finalmente al “yo” imaginario. Esta es la más importante ley que gobierna nuestra vida y nos hace vi­vir en la no existente séptima dimensión. Nos imaginamos ser diferentes de lo que somos, y eso crea ilusiones. Pero también hay leyes necesarias.

“Usted habló antes de crear un “yo” permanente. Eso, ¿qué significa?”

Significa que cuando uno diga “yo” pueda estar seguro de que es el mismo “yo” cada vez. Porque ahora usted dice “yo quiero esto”, y media hora después “yo quiero aquello”. El “yo” es completamente diferente. Hay una cosa que es usted y hay muchos “yoes” imaginarios. Este usted es lo que realmente es, y debe aprender a distinguirlo.

La personalidad falsa es algo especial. Usted está opues­to a ella. Debe, por tanto, hacerse desaparecer o, al menos, no debe tener parte en este trabajo. Esto se aplica a todos y todo el mundo debe empezar de este modo. Lo primero es conocer a la propia personalidad falsa y de ningún modo confiar en ella (en sus ideas, palabras y acciones). Esta no se puede destruir, pero se puede hacer pasiva durante algún período de tiempo, y luego poco a poco ir debilitándola.

La personalidad falsa no existe en realidad, pero nos ima­ginamos lo contrario. Existe por sus manifestaciones, pero no como parte de nosotros mismos. No intenten definirla o se perderán en palabras, pero es necesario tratar con hechos. Las emociones negativas existen, pero al mismo tiempo no existen; no hay un centro real para ellas. Esta es una de las desdichas de nuestro estado. Estamos llenos de cosas no exis­tentes.

Alguien preguntó si los estados superiores de consciencia podían producir gente más completamente mala o gente más completamente buena por igual. Ouspensky respondió:

No. Eso es falso. La gente mala solo puede ser produci­da por un incremento de la mecanicidad. El auto recuerdo no puede producir resultados equivocados siempre que se mantenga su conexión con otras ideas del sistema, pero si uno omite una cosa y toma otra del sistema (por ejemplo, si uno trabaja seriamente en el auto recuerdo sin conocer la idea de la división de “yoes”, de modo que uno se toma a sí mismo como uno (como una unidad) desde el principio) entonces el auto recuerdo producirá resultados incorrectos y puede incluso llegar a producir una falsa cristalización y hacer el desarrollo imposible. Hay, por ejemplo, escuelas o sistemas que, aunque no lo formulan de este modo, están de hecho basadas en la personalidad falsa y en la lucha contra la consciencia
Si uno intenta trabajar de modo falso, puede llegar a hacerse más fuerte de lo que era antes, pero en tal caso, cuanto más fuerte se vuelve, menor es la posibilidad de desarrollo. Una fijación antes del desarrollo, ¡he aquí el peligro!

“¿Está un hombre aburrido libre de identificaciones?”

El aburrimiento es una identificación con uno mismo, con la personalidad falsa, con algo en uno mismo. La identifica­ción es un estado casi permanente para nosotros. Constituye la manifestación principal de la falsa personalidad, y es lo que nos impide salir de ella. Tenemos que ser capaces de ver este estado como alejado de nosotros mismos, separado de nosotros mismo, y eso solo puede hacerse tratando de ser más conscientes, tratando de recordarnos a nosotros mismos, tra­tando de aumentar la auto consciencia. Sólo cuando uno se vuelve más consciente de sí mismo se vuelve capaz de luchar con manifestaciones como identificación y mentira así como con la misma falsa personalidad. Resultará inútil y pronto se abandonará, cualquier otro trabajo que deje esto a un lado.

Como ocurre con las emociones negativas, con el auto enga­ño y con toda la imaginación, la personalidad falsa no pue­de existir sin identificación. Hay que entender que la falsa personalidad es una combinación de todas las mentiras, ras­gos y “yoes” que nunca pueden ser útiles en ningún modo o sentido, ni en la propia vida ni en el trabajo, como las emociones negativas.

“¿Está la personalidad falsa basada por completo en las emociones negativas?”

En la personalidad falsa hay muchas cosas además de las emociones negativas. Por ejemplo, siempre hay malos hábitos mentales, pensamiento equivocado. La personalidad falsa, o partes de la personalidad falsa, está siempre basada en un pensamiento equivocado. Al mismo tiempo, si se la qui­taran las emociones negativas la personalidad falsa colapsaría. No podría existir sin ellas.

“¿Entonces todas las emociones negativas brotan de la personalidad falsa?”

Sí, ciertamente. ¿Cómo podría ser de otro modo? La per­sonalidad falsa es, por así decir, un órgano especial para las emociones negativas, para desplegar las emociones negati­vas, para disfrutar de las emociones negativas, para produ­cir las emociones negativas. Recordarán que yo dije que no hay un centro real para las emociones negativas. La personalidad falsa actúa como un centro para las emociones nega­tivas.

“¿Cómo puede uno superar el engaño de la personalidad falsa?”

Debe usted conocer todos sus rasgos primero y luego debe usted pensar correctamente. Cuando usted piense correcta­mente encontrara modos de superarlo. No debe usted justi­ficarla; la falsa personalidad vive de la justificación, incluso de la glorificación de todos sus rasgos. En casi todos los mo­mentos de nuestra vida, incluso en los periodos de quietud, estamos siempre justificándola, considerándola legitimada y excusándola de todas las formas posibles.
“¿Dijo usted que todos nuestros gustos y disgustos están en la falsa personalidad?”

La mayor parte de ellos. E incluso aquellos que original­mente no pertenecen a ella, que tienen raíces reales, todos pasan a través de la falsa personalidad.

Alguien preguntó si uno tenía que conocer a la totalidad de la falsa personalidad para poder luchar contra ella, por­que le parecía que sólo se podían conocer pequeños trozos de ella. Ouspensky respondió:

Hay que conocerla. Es como una raza especial de perros. Si no se conoce no se puede hablar de ella. Si la has visto puedes hablar acerca de ella. Ver solo trocitos, como usted dice, es suficiente. Cada pequeña parte de ella es del mismo color. Si usted ve a este perro una vez siempre lo reconocerá. Ladra de un modo especial, anda de un modo especial, etcétera.

“¿Puedo conseguir una pista sobre la falsa personalidad pensando en sucesos pasados?”

A veces sí. Piense en el pasado o en los amigos. Pero no se olvide que usted también tiene falsa personalidad, ¡y no solo sus amigos!

“¿Se puede ver a la falsa personalidad sin ayuda?”

En teoría no hay nada contra ello, pero yo no he co­nocido ningún caso y nadie que yo sepa ha conocido ningún caso. En general, ni incluso con ayuda estamos pre­parados para verla. Es como si se mostrara a un hombre su reflexión en un espejo real, verdadero, y él dijera: “Este no soy yo. Esto es un espejo artificial, no real. Esto no es mi reflexión”. Pero si se está preparado, a veces es posible reconocer un rasgo de debilidad en uno mismo. Conociéndolo, si se empieza a mantenerlo en la mente y a recordarlo, puede llegar un momento en el que uno se vea libre de ese rasgo, en el que su acción no este determinada por tal debili­dad.

A veces nuestros rasgos o debilidades asumen formáis sim­ples, como pereza, pero en otros casos sus formas están tan bien disimuladas que no hay palabras corrientes para describirlas, y es necesario recurrir a algún tipo de dibujo o dia­grama.

La pereza constituye para algunos los tres cuartos de su vida, o incluso más. A veces la pereza es muy importante, y otras es el rasgos principal de la personalidad falsa. Muy a menudo es rasgo principal y todo el resto depende de la pereza y sirve a la pereza. Pero recuerden que hay diferentes clases de pereza. Es necesario averiguar de cuál se trata observándose a uno mismo y observando a los demás. Por ejem­plo, hay gente muy ocupada que está siempre haciendo algo, y sin embargo sus mentes pueden ser perezosas. Esto sucede más a menudo que lo contrario. La pereza no es sólo deseo de sentarse y no hacer nada.

En otra reunión alguien observó que le era posible a ve­ces verse en el acto de considerar o de identificarse. Pregun­tó si de este modo él podía llegar a conocer su personalidad falsa y, observándola, a debilitarla. Ouspensky respondió:

Este era el único modo, y que estaba muy bien siempre que no se cansara de intentarlo. Al principio la gente empieza con mucha ansia, pero pronto se cansa y empieza a usar la palabra "yo” indiscriminadamente, sin preguntarse que “yo”, que parte del “yo”. Nuestro principal enemigo es la palabra “yo”, porque no tenemos derecho a usarla de ver­dad en condiciones ordinarias.

“¿Es la falsa personalidad la principal barrera para ser consciente?”

En principio sí. Pero también muchos hábitos mecánicos. A veces incluso hábitos mecánicos en otros centros.

“Si uno pudiera eliminar a la personalidad falsa...”, al­guien empezó.

Usted no puede eliminar nada; eso sería lo mismo que tratar de cortar su cabeza. Pero puede hacer que la persona­lidad falsa sea menos insistente y menos permanente. Si en cierto instante usted siente el peligro de manifestación de la personalidad falsa y puede encontrar un modo de pararla, eso es lo que usted tiene para empezar. La cuestión de la eli­minación no se plantea; eso está conectado con cosas muy diferentes. Debe usted aprender a controlar las manifestaciones. Pero si alguien piensa que puede hacer algo y al mis­mo tiempo rehúsa trabajar para adquirir este control, las co­sas se vuelven peores para él. Uno puede manifestar entusiasmo sobre lo que tiene que hacer hasta que averigua qué es lo que tiene que realizar. Entonces se vuelve muy ne­gativo e intenta evitarlo o explicarlo de algún otro modo. Esto es lo que hay que entender claramente: la personalidad falsa se defiende a sí misma.