domingo, 9 de junio de 2013

LAS ENSEÑANZAS SECRETAS DEL MARTINISMO, por Jean-Marc Vivenza







Tal como nos dice el autor, “el Martinismo es, con toda evidencia, y ello contando a partir de la época del siglo XVIII, en que se desarrolló y expresó apoyándose en sus propias convicciones…, una escuela secreta de perfeccionamiento y descubrimiento de las leyes ocultas que gobiernan el mundo sensible, y que recíprocamente rigen silenciosamente aquellas que no lo son. […] es al mismo tiempo… un maravilloso crisol transformador, un formidable instrumento de realización, una exigente herramienta de ‘conversión’ para que sean anunciadas, en la renuncia a uno mismo y el aniquilamiento voluntario, la Gloria de Dios y los misterios de la inaccesible divinidad”. “Por desconcertante y sorprendente que esta afirmación pueda suponer, el Martinismo no es una Orden, una estructura o una organización; es un espíritu y una obra, una pura e intensa celebración…” “Esta obra, es decir, la obra Martinista por excelencia, tiene necesidad, por razón de su naturaleza, de seres singulares destinados al santo sacrificio, de hombres de «deseo» pudiendo darse y dedicarse, por entero, al servicio del Santuario, […] es decir, un culto animado por los fieles y sinceros «Servidores Desconocidos» del que el Altísimo pide sus votos; rito sacrificador de inmolación y expiación transmitido por los justos y los Profetas, desde Abel, Enoc, Elías y Noé, pasando por Moisés, Josué y Zorobabel, preservado hasta nuestros días por los elegidos del Señor, rito que debe realmente ser presidido por los sacerdotes del nuevo Templo, reedificado místicamente, y en consecuencia no perceptible a los ojos carnales, iluminado solamente por la inefable Presencia del Divino Maestro y Reparador, el Cristo Jesús, el Mesías, Nuestro Soberano Redentor: יהשוה (Ieshuah)” (Conclusión).

   Este culto, cuyo origen se remonta a la noche de los tiempos, al mismo momento de la caída de Adan y su posterior reconciliación con el Eterno, ha sido transmitido por los elegidos del Señor y perfeccionado por el Cristo para la Reintegración del ser humano en su originario estado glorioso. La iniciación Martinista, cuya esencia se halla en este culto primitivo, y podemos decir que toda iniciación verdadera, no tiene otro objeto que el de “recordar” al ser caído cuál es su verdadero origen, su situación actual y su destino, y mostrarle las herramientas a su alcance para “restaurar” aquello que por su naturaleza divina le corresponde y que perdió tras la caída. “La palabra ‘iniciar’ -escribe Saint-Martin-, en su etimología quiere decir acercar, unir al principio: la palabra initium significa tanto principio como comienzo”. Es así, añade, porque el objeto de la iniciación “es anular la distancia que se encuentra entre la luz y el hombre, o de acercarlo a su principio restableciéndolo en el mismo estado en el que se encontraba en el principio” (Tabla Natural).

   La doctrina Martinista recoge pues los fundamentos “que verdaderamente propone este camino iniciático, absolutamente original en el seno del esoterismo cristiano del que fue, y lo sigue siendo, incontestablemente, una de las más altas formas de expresión” (Conclusión). Esta doctrina, recogida en el Tratado de la Reintegración de los seres de Martinès de Pasqually, desarrollada con sensibilidad propia por sus dos principales discípulos, Louis-Claude de Saint-Martin y Jean Baptiste Willermoz, se esboza de forma clara en la presente obra ofreciendo al lector una guía de inestimable valor, un manual que se impone como reflexión previa a todo ‘Hombre de Deseo’ que comienza a ‘despertar’, una brújula que orientará su estudio y su trabajo iniciático, dado el caso, para discernir mejor desde un principio “las vías que le son abiertas”.

   Sea a través de la iniciación masónica del Régimen Escocés Rectificado, de la teúrgia de los Élus Cohen o de la ‘vía cardiaca’ de Saint-Martin, Jean Marc-Vivenza enfatiza en esta obra los principios fundamentales que ligaban fuertemente al Maestro Pasqually y a sus dos discípulos notables en un objetivo común, “que no era otro que el cumplimiento efectivo de la obra preparatoria y sagrada de «reconciliación», misión, deber y valor del hombre regenerado, del «hombre Nuevo» deseoso de aproximarse al Santuario de la Divinidad.

 […] estos tres maestros pues, hablan con una sola voz, participando de la misma visión, admitiendo parecidos principios ante cuestiones centrales y revindicando, al mismo tiempo y de manera conjunta, posiciones comparables sobre los temas más importantes” (Ídem). El mensaje de Vivenza es una llamada a los verdaderos Hombres de Deseo que, en su condición humana, irremediablemente soportan el peso tortuoso de la división, la dispersión y la confusión a la que nos someten continuamente las debilidades y las contingencias del mundo de la materia infectado por el maligno. Ni siquiera las estructuras iniciáticas, por sólidas que parezcan, escapan a este veneno. Es por ello necesario que el espíritu vivifique en todo momento ‘la letra’, para que la forma sirva al espíritu y no que el espíritu se aprisione en la forma, pues el término victorioso de la iniciación conduce al hombre a una resurrección divina, a una verdadera y plena unión con la divinidad, donde el mundo de las formas (representado en masonería por el Templo de Salomón) desaparece porque estas ya cumplieron su función, y el Iniciado accede a un nuevo mundo: la Jerusalén Celeste, la nueva Sión en cuya cumbre se haya el Cordero de Dios Triunfante. Por lo tanto, desde el punto de vista Martinista, “no hay ni puede haber varios «martinismos»; hay hombres diferentes, ambientes distintos, atmósferas y condiciones específicas, por otra parte perfectamente válidas y respetables, pero el Martinismo es «uno», no dividido y no divisible, pues la Verdad que defiende y venera es única” (Ídem).

   Estamos seguros de que el lector, sea o no miembro de una Orden Iniciática, que lea con verdadero ‘deseo’ los fundamentos doctrinales esbozados en esta obra, no será ajeno, en mayor o menor medida, a ese “recuerdo interior” que levanta levemente el velo de la materia para hacernos entrever nuestro verdadero origen, nuestro estado actual y nuestro destino glorioso, esencia y fundamento de toda verdadera iniciación y por tanto de todo despertar espiritual.

Fuente: Grupo de Estudios e Investigaciones Martinistas