domingo, 22 de abril de 2012

Positivismo y rituales masónicos del GODF (1877 – 1887) Parte III



Sea como fuere el caso es que ahora todo quedaba despejado para frontar una reforma ritual completa reclamada por un buen número de talleres. En el convento de 1885 se asistió a un asalto en forma de enmiendas. La “República Democrática”, Oriente de París, reclamaba la incorporación a las “cuestiones de Orden” de ésta: “¿Qué debe un ciudadano a la Repúbica?. “Les Démophiles”, al Oriente de Tours, sostenían que “el progreso se acentúa cada vez más en todos los ámbitos, que la Masonería ha quedado rezagada en lo que se refiere a las mejoras y perfeccionamientos logrados con el paso de los años, que semejante estado de cosas perjudica su prosperidad e impide su recuperación a ojos de los Masones serios”, y proponían un “concurso” con el fin de modificar rituales y catecismos “dotado de un premio”.  Por otra parte, la ya citada circular nº 1, precisaba que el Gran Colegio “será un muy útil auxiliar del Consejo de la Orden para la elaboración de los nuevos rituales y Cuadernos de Instrucción”.

La nueva mayoría tenía todo el poder. No se le puede reprochar haber hecho las cosas con seriedad y haber hecho también lo imposible para que los nuevos rituales no fueran sino la expresión exacta de la ideología dominante en el pueblo masónico.  Louis Amiable fue la piedra angular de toda la empresa.

Louis Amiable es hoy una figura olvidada que, desde nuestro punto de vista, no merece tal cosa. De su obra nos hemos quedado con el estudio que hizo de la logia parisina “Las Nueve Hermanas”, bien documentado gracias a que dispuso de documentos originales de la desaparecida logia,  y que, de tiempo en tiempo, aparecen en las tiendas de los anticuarios; un estudio que no obstante peca de una excesiva orientación hacia la mítica justificación de una Masonería de “las Luces”, laboratorio de las ideas revolucionarias. También es el autor de un buen estudio sobre la magistratura y la Masonería bajo el Antiguo Régimen, en el que destaca “la importancia que tuvo el personal parlamentario de las logias del siglo XVIII”, si bien parece que sin extraer las conclusiones que se imponen sobre las concepciones políticas manejadas por las gentes de toga de la época. Sea como fuere, estamos ante la figura de un hermano erudito, destacado humanista y buen jurista. Terminó su carrera profesional como Consejero en el Tribunal de Aix-en Provence. Y su vida es en cierto punto una novela de aventuras. Republicano bajo el Imperio, se exilió y refugió en Constantinopla, lugar en el que conoció la Masonería e hizo fortuna al mismo tiempo en el ámbito del derecho y en el del comercio, todo antes de regresar a Francia en 1871 y militar en el ala izquierda del Partido Radical así como en el de la tendencia “positivista” de la Masonería. Su designación como miembro del Gran Colegio de Ritos y su elección como Gran Orador le darían los medios para llevar a cabo su “Gran Obra”.

Tras la reforma del Gran Colegio todo fue muy rápido. En su sesión de instalación, el 6 de enero de 1886, el Gran Colegio pidió al Consejo de la Orden dirigir una circular relativa a las reformas del ritual. Las respuestas de las Logias se transmitirían a continuación al citado Gran Colegio para que éste realizara un informe y preparara de este modo una nueva redacción. Sucedería otro tanto con los rituales del 18º y del 30º aunque en modo alguno se trataba de someter luego los textos a la Asamblea general del Gran Oriente, ni mucho menos al Consejo de la Orden, algo que, al menos eso parece, representaba el menor de los problemas. El día 11, el Consejo de la Orden dio su consentimiento respecto al procedimiento a seguir: “El Gran Colegio pide que el Consejo de la Orden tenga a bien dirigir a las Logias de la Federación una circular para invitarlas a formular por escrito sus observaciones y propuestas respecto a la revisión de sus rituales”. Las respuestas de las logias dirigidas al Consejo de la Orden se transmitirían luego al Gran Colegio de Ritos donde, tras un examen de las mismas cuyas conclusiones quedarían plasmadas en un informe, se prepararía una nueva redacción de los rituales de los grados simbólicos, redacción que sería a continuación sometida al Consejo de la Orden. El 13 de febrero una nueva circular fue remitida a las logias en el sentido expresado.

El texto de la circular que firman Colfavru como “Presidente del Consejo de la Orden”, y Poulie y Amiable como Secretarios (no mencionan sus funciones en el Gran Colegio) es preciso, si bien revela claramente la orientación que los nuevos dignatarios pretenden dar al ritual.  El trabajo de revisión no fue lo suficientemente completo y existe una corriente de opinión orientada a una nueva revisión. Diversas Logias se manifestaron en este sentido en el Congreso regional del Oeste y en el propio Convento. El Gran Colegio se ha manifestado en el mismo sentido. En consecuencia los talleres tendrán que decidir en primer lugar si ha lugar a modificar o no los Cuadernos correspondientes a los grado simbólicos teniendo en cuenta además que las modificaciones constitucionales y reglamentarias votadas en los conventos de 1884 y 1885 parece que plantean los cambios rituales. Si la logia decide que ha lugar a la revisión, tendrá que exponer su proposición. La circular insiste en el problema que plantean “las pruebas” e invita a las logias a “demostrar la existencia de un espíritu progresista y de un celo lúcido”, siempre conservando para la institución su “carácter a la vez tradicional y universal”. El texto insiste sobre el hecho de que en ninguna parte un francmasón debe sentirse desplazado cualquiera que sea la Logia, y que las respuestas han de llegar al Gran Oriente antes del primero de junio.

Una centena de logias respondieron, si bien algunas de ellas una vez expirado el término fijado. Si damos credibilidad a los informes posteriores, seis se pronunciaron en contra de cualquier revisión y cinco a favor de una revisión de detalles. EL resto fue favorable a una modificación más o menos extensa.  Tres Talleres, “Le Progrès” y “L´Etoile Polaire”, Oriente de París, y la “Bienfaisance châlonnaise”, Oriente de Châlons-sur-Marne, hicieron imprimir sus propios informes. Los dos primeros coinciden en lo que es una revisión relativamente moderada al tiempo que insisten en la necesaria desaparición de las pruebas físicas, que deberían quedar en algo meramente “simbólico”; el tercero es de mayor importancia, pues es la primera obra de uno de los pensadores más conocidos de la Masonería contemporánea, Oswald Wirth.

Wirth toma con claridad el partido de llevar la contraria a la tendencia dominante en el Gran Oriente. Su informe propone abiertamente la vuelta al Gran Arquitecto del Universo, que es para él la pieza central de la construcción del edificio masónico, así como la que permite la conservación o, si se quiere, la renovación del simbolismo tradicional. En esta época Wirth comienza a interesarse por el ocultismo, si bien no es el ocultista que terminará siendo en torno a 1890. El caso es que su texto, en definitiva bastante moderado, fue aprobado por su propia logia sin generar inquietud perceptible en nadie en el seno del Gran Oriente, y le sirvió luego, en 1887, para retomar sus líneas básicas en una conferencia pronunciada en la logia parisina “Les Amis triomphants” bajo el título “Elusiones en torno al simbolismo”, que Hubert publicará en su Cadena de Unión. La ruptura llegará más tarde. Hubert, que en 1877 no había desaprobado la desaparición del Gran Arquitecto de la terminología masónica, se mostraba ahora muy hostil hacia quienes pretendían la renovación (y que lo habían eliminado del Gran Colegio), llegando a escribir: “Pensamos que es preferible mejorar en lugar de destruirlo todo usando como pretexto tal mejora. Para quienes saben comprender los símbolos masónicos y dar de ellos una explicación juiciosa, es ahí donde se encuentra una fuente de enseñanzas y de desarrollos útiles a la par que interesantes”.

Cuando el 10 de agosto, Colfavru redacta en nombre de sus colegas el “Informe del Consejo de la Orden”, la situación era la siguiente: el primero de agosto se habían recibido ochenta y cuatro respuestas, esto es, una cuarta parte de las logias de la Federación. Ya en junio, el Gran Colegio había modificado los rituales referidos a los altos grados. Parece que es en este momento cuando se produce la desaparición “por omisión” del viejo “Rito francés” integrado por siete órdenes, cuya práctica había cesado a mediados de siglo pero que continuaba subsistiendo en los “Cuadernos”. Amiable redactó un ritual para la instalación de las logias (que no existía) y su iniciativa recibió la aprobación del Gran Colegio el 8 de julio para ser sometido al parecer del Consejo el día 24, y luego reenviado a una Comisión de tres miembros que lo aprobó con carácter definitivo el 2 de agosto. Los resultados de todo este proceso tuvieron que someterse a un proceso de síntesis para elevarlos posteriormente a la Comisión conventual. La revisión de los rituales, decía la letra del informe, parece corresponder a una necesidad y deseo de la generalidad de los miembros de la Federación. Únicamente los rituales simbólicos han sido revisados no hace más de seis años, si bien el trabajo realizado entonces no fue sino parcial. No se hizo un llamamiento a los talleres para recoger su parecer; tampoco hubo un movimiento de opinión pública orientado a consagrar anticipadamente las innovaciones aceptadas, confirmando al tiempo los usos mantenidos.  No se hizo sino un cambio notable en relación con los rituales anteriores, concretamente el referido a las fórmulas que citaban la profesión de una creencia determinada, y ello conforme al cambio operado en el artículo primero de la Constitución por el voto d la Asamblea General de 1877. Sin embargo hoy nos hallamos ante una revisión general que ha de extender sus efectos tanto sobre el fondo como sobre la forma, esto es, tanto sobre los ritos a practicar como sobre la redacción a través de la cual se transmiten. Resulta importante que semejante revisión no provenga del trabajo exclusivo de un pequeño grupo de Hermanos que estén especialmente cualificados por su situación jerárquica, sino que consista en la expresión del trabajo común de los Hermanos del Gran Oriente.

Está claro que el Consejo quería que la obra acometida fuera colectiva y duradera… No ha lugar a sorprenderse al constatar que únicamente una cuarta parte, o poco más de una cuarta parte haya respondido al “cuestionario”. No se trata de una demostración de rechazo hacia el proyecto, puesto que las logias contrarias se expresaron ampliamente en los informes elaborados por aquellas que eran hostiles, o bien en el seno de los talleres a través de ciertas minorías que en ocasiones ostentaban bastante peso. Es el caso de la logia de Saint-Génies de Malgoirès (Gard) presidida por Desmons, donde los hermanos afrontaron de manera dividida la respuesta a las cuestiones que se les planteaban, resultando que un tercio de ellos era completamente contrario a cualquier modificación y especialmente a la supresión de las pruebas. No obstante, la mayor parte de los talleres habían adoptado la costumbre de adaptar los rituales enviados por el Gran Oriente de Francia a su conveniencia particular, suprimiendo u omitiendo aquello que les parecía contrario a las ideas sostenidas por la mayoría del taller, o transformando las fórmulas (la logia “Alsacia-Lorena” sustituyó la aclamación tradicional por Francia-Alsacia-Lorena”, algo que prueba la existencia de unas muy buenas intenciones patrióticas pero sin ningún sentido simbólico), o de hacer añadidos, algo que pensaban, no sin razón, que iban a poder continuar haciendo…

Fuente: http://mandilesazules.wordpress.com/