lunes, 9 de abril de 2012

El Verdadero Rostro de la Francmasonería - Constant Chevillon








CONSTANT CHEVILLON

Nació el 26 de noviembre de 1880, a las 17.00 horas en Annoire, Constant Chevillon siguió sus estudios en el pequeño, con el tiempo gran Seminario de Lons Le Saulnier. En 1900, ingresó en la facultad de letras de Lyon.

Al principio enseñó, filosofía religiosa entre los Jesuitas, en 1905, ingresó como empleado de banco, en la Sociedad General. Frecuentando un grupo de artistas y de poetas encontró, en 1906, a Jean BRICAUD y en 1912, conoció a Gerard ENCAUSSE (Papus). Probablemente iniciado ese mismo año en la LOGIA HUMANIDAD.

En 1914, Constant Chevillon es herido en Champagne y permanece 18 meses alejado de los campos de batalla, aprovechando este tiempo para comenzar sus estudios del hebreo.

Poco después del fin de la guerra y hasta 1926. Presentó un ciclo de conferencias, lo esencial de ella se encuentra en sus obras “Oriente y Occidente” y “Reflexiones sobre el Templo Social”.

Se convirtió en miembro del Supremo Consejo el 10 de marzo de 1921 y asumió la sucesión de Jean Bricaud el 21 de febrero de 1934. Cinco años más tarde, publicó “El Verdadero Rostro de la Franc-Masonería”. Fue el padrino de Robert AMBELAIN.

Su prisión tuvo lugar en 1943 por la milicia de Vichy. El 24 de marzo de 1944, a las 22 horas y 45 minutos, en Saint-Fons, en el lugar llamado “La montaña de Clochettes” Constant CHEVILLON fue abatido por tiros, asesinado por los milicianos.

En nuestros días, más que nunca, la masonería es atacada., ella carga con todos los pecados del pueblo, con todas las faltas de los gobiernos, de todos los crímenes perpetrados contra la concordia y la paz. Aún más, sus adversarios la acusan de los más negros designios. La presentan a las masas como una enemiga de la civilización cristiana, como un agente desmoralizador encargado por jefes ocultos, de difundir la descomposición en el cuerpo social y moral de la humanidad. Aun más, la consideran, sin sonreír, como una colectividad satánica cuyo objetivo inmediato tiene por finalidad la hegemonía del mal. En vista de ello, sin tardanza, caen sobre ella odios, persecuciones, cartas marcadas, excomuniones menores o mayores de las huestes ignorantes y de algunas elites muy bien informadas sobre el valor intrínsico de la Institución.

Examinemos, brevemente, las profundas causas de este ostracismo universal.

¿Por qué la masonería es atacada, perseguida y lo será hasta la consumación de los siglos?

Por dos razones esenciales:

Ella es, en primer lugar, la antítesis de todos los racismos y de todas las dictaduras de fuerza, porque es el símbolo vivo de la fraternidad universal. Condena permanente de todos los políticos de partidos y de todas las políticas nacionales egoístas. Se eleva delante de una conciencia dictatorial, como una acusación perpetua y tangible. Sin decir nada, sin hacer un solo gesto, por el único hecho de su existencia, ella parece decir a los prevaricadores: “¿qué hiciste de la libertad, de la justicia y de la equidad?” Quieren, pues, aprisionarla, o mejor, aniquilarla para suprimir hasta los fantasmas del remordimiento. En segundo lugar, no concede a nadie el monopolio de la universalidad, no quiere un clan, un partido, lo mismo que una Iglesia, modera el uso de los conceptos en el modelo muy frecuentemente intrincado de sus concepciones. Quiere un único ideal para todo el género humano, predica la unidad en la diversidad de los individuos, de las ciudades, de las naciones y de las razas. Es por eso que siempre es el blanco de los ataques venidos de todos los lados del horizonte; los aprovechadores, los autoritarios, los ideólogos, todos los partidarios de los intereses particulares, de la lucha de clases, de las revoluciones de opinión única, se unen contra ella.

Por la derecha y por la izquierda, por el frente y por detrás, recibe golpes. ¿Es eso justo o injusto? No discutamos, es humano; la explicación es suficiente.

Pero en las persecuciones de las cuales la masonería es objeto hay otra causa, nacida en su propio seno. Sufre, a veces deliberadamente, por ignorancia, veleidad o cálculo, dando oportunidad a la crítica, porque también está constituida por hombres imperfectos.

Olvida su razón de ser, olvida su catolicidad, esto es su universalidad. Descendió a la arena de los partidos, faltó a su misión salvadora; en lugar de refugiarse en la esfera de la autoridad y de la sabiduría, quiso participar, en cuanto a masonería, del poder y de la política.

Renegó su ecumenismo para tornarse el mezquino símbolo de un campanario parroquial. Concilio general de la humanidad se rebajó al papel de capilla clandestina de intereses privados, hizo su corte a los poderosos del día para tener su lugar entre ellos, sin pensar en la fragilidad de los colosos con pies de barro; cuando ellos cayeron, fue aplastada por sus ruinas; sus herramientas empleadas para una tarea servil, utilitaria y
remunerada, se tornaron ineficaces en manos débiles.

La masonería a través de los hombres que componen su cuerpo visible, carga pues, una gran parte de responsabilidad en los ataques a los cuales está expuesta. No obstante, masones en recto camino, no te desanimes; recuerda a Israel a las márgenes del Eúfrates y entrégate a la esperanza. Los opresores piensan en una masonería aniquilada. ¡Los masones pueden ser apresados o morir! La masonería no muere; oculta hoy bajo la piedra del sepulcro, ella renacerá mañana mejor y más fuerte, porque la masonería es la propia alma humana ebria de libertad, de paz y de amor.

Sí, todas las esperanzas son legítimas, pero para concretarlas y hacerlas desenvolverse, es preciso golpearse el pecho. El pasado sostiene múltiples errores, el presente parece consolidarlos, enfoquemos pues el porvenir bajo otro ángulo. La Masonería paga sus faltas acumuladas, la aureola del martirio cerca su cuerpo europeo desarticulado en todas las partes; es preciso que ella retorne a su tradición original y verdadera. Ciertamente, los perseguidores no se complicaron en diferenciaciones sutiles, su odio es y será siempre idéntico. Pero si todos los masones prosiguieron en el real espíritu de su institución, su obra de libertad necesaria, forjaron, a pesar de todo, el respeto de los peores adversarios.

En guardia pues contra la facilidad, contra la indolencia intelectual y espiritual, contra los gestos mecánicos, contre el practicismo de las palabras inútiles y vanas. La inmensa mayoría de los masones de las obediencias francesas y extranjeras está actualmente ocupada en construir una fachada por detrás de la cual nada acontece; una fachada destinada a disimular a los ojos de los ignorantes, la condición profana de los adeptos; dando así la ilusión de trabajar en el Templo de Salomón. Retroceda esta actitud y esta ilusión, para atrás los fariseos adoradores de la letra y despreciadores del espíritu.

Para infundir una vida nueva, una vida expansiva, en el cuerpo anémico de la masonería, no basta proceder por exhortaciones que serían, según el texto de la Escritura: (Vox Clemantis in deserto), la voz clama en el desierto. Es preciso descender a la arena, mostrar a todos los gestos precisos de la lucha, los gestos de la victoria. Es necesario restituir las bases y las coordenadas de la vida triunfal de las realizaciones, cuyo comienzo se anuncia en la vía dolorosa del ascenso.