sábado, 1 de septiembre de 2012

RUDOLF STEINER: EL MOVIMIENTO OCULTO DEL SIGLO XIX Y SU RELACIÓN CON LA CULTURA MUNDIAL - II CONFERENCIA 11 de octubre de 1915








II CONFERENCIA

11 de octubre de 1915


En nuestra reflexión de hoy, les ruego me permitan presentarles entremezclados, ciertos aspectos personales y ciertos hechos objetivos, porque lo que tengo que vincu­lar a la exposición de ayer, es precisamente lo que hace necesaria nuestra reflexión de hoy.

Quiero partir de determinado episodio, relacionado con nuestro Movimiento Antroposófico. Ya lo saben uste­des: en lo formal-externo, empezamos relacionando nues­tro movimiento -pero precisamente de una manera exter­na- con la llamada Sociedad Teosófica, y que fundamos la llamada Sección Alemana de la Sociedad Teosófica en otoño de 1902, en Berlín. Luego, durante el año 1904, tuvimos la visita de distinguidos miembros de la Sociedad Teosófica -Theosophical Society- en distintas ciudades alemanas. En la época de esa visita, sucedió el episodio del que vaya hablar. Había aparecido ya, en la primavera de 1904, mi libro "Teosofía", y se había fundado la revista "Lucifer-Gnosis". Y había publicado ya en esta revista, al­gunos artículos relativos al problema de la Atlántida, de la constitución de la época atlante. Lo que ya se había publicado en los artículos en "Lucifer-Gnosis", se recogió luego en una publicación especial con el título "Nuestros antepasados atlantes"[1]). En ella, hice un número de comu­nicaciones sobre el carácter del mundo atlante; y en "Luci­fer-Gnosis" me remonté incluso a la configuración de la llamada época lemuriana. Así, pues, había aparecido cierta cantidad de artículos de esa índole, y precisamente cuando estaban con nosotros los miembros de la Theosophica/ Society, un número de la revista que tenía que aportar im­portantes informes, estaba listo y fue enviado a los suscriptores. Esto fue precisamente en los días en que estaban de visita los teósofos. Un personaje de mucho prestigio en el seno de la Theosophica/ Society leyó entonces esa informa­ción sobre el mundo atlante, y me hizo una pregunta, pre­gunta que quiero mencionar como episodio notable junto con lo dicho ayer.

Este miembro de la Theosophica/ Society que, preci­samente en el tiempo de la fundación de la Sociedad por Blavatsky, había participado en los asuntos de más impor­tancia, y estaba plenamente identificado con las activida­des de la Theosophica/ Society, me hizo la pregunta: ¿De qué manera se lograron, propiamente, estos conocimientos sobre el mundo atlante? Esta pregunta abarcó mucho y de mucha trascendencia, porque ese miembro conocía hasta entonces únicamente la manera en que se lograban semejan­tes informaciones en la Theosophica/ Society, o sea, recurriendo a investigaciones del tipo mediumnístico. Las informaciones que entonces ya estaban publicadas por la Theosophica/ Society se habían apoyado en investigacio­nes relacionadas con la investigación mediumnística. una persona fue puesta en una suerte de estado mediumnís­tico -no se le puede llamar trance-, y se establecieron las condiciones para que esa persona, que no se hallaba en un estado normal de conciencia, diera información acerca de lo que no se puede lograr con la conciencia normal. Así fue cómo se habían obtenido las informaciones en aquel tiempo, y los miembros competentes de la Theosophica/Society no conocían otro camino para obtener informa­ción acerca de sucesos prehistóricos, y por eso ese miembro preguntó de qué persona disponíamos que podíamos utili­zar de esta manera como médium para tales investigacio­nes.

Como yo tenía que rechazar esa manera de investigar, y me basaba firmemente en la investigación individual, y como entonces yo ya había logrado todo exclusivamente por mi propia investigación, esa persona no me entendía en absoluto: no entendía que se trataba de algo distinto de lo que se había practicado hasta entonces en la Theosophica/ Society. Pero la senda que yo tenía que seguir era: rechazar todo lo que había sido entonces el método de investigación e investigar yo mismo, si bien por intermedio de videncias suprasensibles, valiéndome sin embargo única­mente de lo que se revela a la misma persona investigadora.

Considerando la manera en que tengo que intervenir en el movimiento espiritual, debo necesariamente hacer valer, de la manera más rigurosa, el método de investiga­ción que tantas veces les he descrito y que, sin duda, es indispensable para el mundo moderno y la humanidad contemporánea. Ustedes ven, pues, cuán importante es lo que separa el método de investigación de la Ciencia Espiri­tual de los caminos que se seguían en la Theosophica/ Society, pues todo lo que ésta posee de información del mundo espiritual, por ejemplo, la contenida en el libro de Scott Elliot sobre la Atlántida, se logró absolutamente por el camino descrito anteriormente, el único que se con­sideraba auténtico, por ser el único objetivo. Así pues, la introducción de nuestro enfoque científico-espiritual fue, desde el principio, algo completamente nuevo frente a los métodos de la Theosophica/ Society, algo que con­taba totalmente con los métodos de la ciencia natural mo­derna, y que tan sólo había de perfeccionarse hasta el pun­to de poder ascender con ellos a los mundos espirituales:

Precisamente esa conversación fue significativa; tuvo lugar en el año 1904, y puso en evidencia que existía una diferencia esencial entre lo que hacemos aquí en la Ciencia Espiritual; y lo que se hace en el resto de la Theosophical Society; que entonces no existía lo que tenemos en la Cien­cia Espiritual, sino que la Theosophical Society continuaba el método que había surgido como compromiso entre los exotéricos y los esotéricos. He ah í, pues, el resultado nece­sario del curso evolutivo que describí ayer. Recuerden que dije que, poco a poco, se fue perdiendo la videncia, y sólo hubo casos aislados de videntes apropiados para ser conver­tidos en médiums de los que podía obtenerse alguna infor­mación. Así, se habían formado las llamadas órdenes ocul­tas, las cuales, aunque tenían muchos iniciados, no tenían videntes. Esas órdenes tenían que empezar a desarrollar gradualmente los métodos que ya se usaban desde hace mucho tiempo en nuestra época materialista y habían te­nido que procurarse los "instrumentos de investigación", buscando a personas que todavía dispusieran de capacida­des mediumnísticas, es decir, en las que se podía desarrollar clarividencia atávica, para descubrir algo mediante ellas. Esas órdenes poseían un amplio caudal de enseñanzas y símbolos, pero si alguien quería realmente investigar, de­pendía de la ayuda de las personas de clarividencia atávica. Este método se continuó, de cierto modo, en la Theosophi­cal Society, y el compromiso del que hablé ayer, consistió esencialmente nada más en que, en las logias y en las distin­tas órdenes, se practicaban los experimentos, por medio de los cuales las influencias espirituales se proyectaban hacia el mundo, para poner en evidencia que efectivamente exis­ten influencias del mundo espiritual sobre el hombre. Así pues, lo que se había practicado en las escuelas esotéricas, se había obtenido de esa manera. Ese experimento fraca­só, pues en tanto que se había esperado que a través de los médiums se revelaran auténticas leyes espirituales que rigen nuestro mundo circundante, lo único que se logró fue que casi todos los médiums cayeran en el error de creer que las comunicaciones que recibían, procedían de los difuntos, es decir, los médiums tenían el afán de refundirlas haciéndolas parecer como si fueran mensajes que venían de los muer­tos. Esto produjo determinada consecuencia: aquellos en­tre ustedes que son miembros desde hace mucho tiempo, y que recuerdan los primeros tiempos del movimiento teosófi­co contemplan la literatura que entonces todavía se daba bajo la influencia de la Theosophical Society, saben que el mundo astral, es decir, la vida inmediatamente después de la muerte, se describió en los libros de la señora Besant, pero que ella repetía solamente lo que estaba escrito en la "Doctrina Secreta" de la Blavatsky, o lo que podía leerse en los libros de Leadbeater. De esas fuentes se originó todo lo que fue relatado sobre la vida de los hombres entre la muerte y el nuevo nacimiento.

Ahora bien, si ustedes comparan con ello lo que expuse en mi obra "Teosofía" sobre el mundo anímico y el espiri­tual (en los primeros tiempos siempre se quería refutarlo, pero creo que ahora ya hay suficientes personas capacitadas para opinar objetivamente), encontrarán diferencias esencia­les, precisamente porque también en estas áreas los métodos de investigación fueron distintos. En efecto, todos los mé­todos que tenía la Theosophical Society. se originaron en los métodos de que les hablé, incluso los métodos que se empleaban para investigar la vida de los muertos.

Ustedes ven, pues, que lo que la Theosophical Society dio al mundo en primer lugar, fue, en cierto modo, una con­tinuación del anterior ensayo. Veremos enseguida de qué modo no lo fue. Pero, en general, fue la continuación del experimento que resultó como compromiso entre los exo­téricos y los esotéricos, a partir de la mitad del siglo XIX, sólo que la Theosophical Society supo darle un toque un poco más esotérico. Mientras que, antes, se había tratado de exponer al médium al público, los miembros de la Theosophical Society preferían hacer sus prácticas sola­mente en el círculo íntimo, y comunicar después sólo los resultados. He ahí una diferencia esencial, porque de esta manera se retomó un método de investigación que se había consagrado como costumbre general en las distintas órde­nes antes de la mitad del siglo XIX. Tengo que subrayar esto, porque tengo que señalar categóricamente que, con la introducción de nuestro nuevo movimiento científico-espi­ritual, se introdujo un método totalmente nuevo, método que tomaba en cuenta el modo de pensar de la ciencia mo­derna.

Les dije que había fracasado aquel compromiso entre exotéricos y esotéricos, que consistía en tratar de convencer al mundo materialista de que existe un mundo espiritual, recurriendo a los médiums. Se podía ver el fracaso en el hecho de que los médiums siempre hablaban de un mundo que, en las circunstancias dadas, no podía series accesibles: hablaban del mundo de los muertos. Hablaban de inspira­ciones que, según ellos, procedían del mundo en que vivían los muertos. Los exotéricos y los esotéricos se dieron cuenta de que el ensayo no producía los frutos que ellos habían querido lograr.
Y ¿en qué se originó lo que pasó? ¿Qué fue lo que realmente demostró aquel extraño ensayo, resultado de ese compromiso relatado?

Puso en evidencia que determinada clase de iniciados, en cierto modo-arrebataron el mando a los que habían en­trado en el compromiso. Los iniciados de extrema izquierda se habían apoderado del movimiento que estaba protegido conforme lo describí. Lograron una gran influencia porque todo lo que se realizó por conducto de los médiums, no pro­cedía del mundo de los muertos, sino del mundo de los­ vivientes. Estos eran, a la vez, los iniciadores que se ponían en contacto directo o remoto, con los médiums. Y por ha­ber sido logrado por esos iniciadores y los médiums, todo eso tenía el matiz de las teorías de quienes querían apode­rarse de estos médiums. Aquellos entre los esotéricos y exo­téricos que habían entrado en el compromiso, habían queri­do demostrar al mundo: ¡Miren, existe un mundo espiri­tual! Pero cuando, a los que pensaban poder pijotear, se les escapó el timón de sus manos, los ocultistas muy izquier­distas se apoderaron del mismo y trataron de comunicar al mundo a través de los médiums, sus propias teorías e ideas.

Para los que habían hecho el compromiso en benefi­cio de la humanidad, la situación fue fatal. Más y más sen­tían que, en creciente medida, se introducían en el mundo enseñanzas falsas sobre lo suprasensible. Esta fue la situa­ción en el desarrollo del ocultismo en los años 40, 50 y has­ta en los 60, del siglo XIX.

Mientras todavía se reflexionaba en los círculos de los ocultistas sinceros, la situación era realmente fatal, pues cuanto más de la izquierda fueron los ocultistas, tanto me­nos estaban dispuestos a dar realmente tan sólo lo genéri­camente humano. En ocultismo, se es izquierdista si uno quiere lograr algún propósito con ayuda de la doctrina oculta que se representa; se es derechista si uno aspira a di­fundirla solamente por lo que ella misma es. El partido del centro pretende convertir en exotérico, en beneficio de lo humano en general, aquello del esoterismo, que es necesa­rio en nuestros tiempos. Pero los de la extrema izquierda son los que persiguen propósitos especiales con la enseñan­za oculta que difunden. Se es izquierdista en la medida de los propósitos especiales que uno persigue; en la medida en que uno lleve a los hombres al mundo espiritual, proporcio­nándoles toda clase de manifestaciones del mundo espiri­tual, e implantándoles, de manera indebida, algo que sola­mente sirve para la realización de aquellos propósitos espe­ciales. Tal fue, pues, la situación en que se encontraba  entonces la dirección de los iniciados modernos, es decir, los exotéricos y esotéricos que habían formado el referido compromiso: se daban cuenta de que el asunto estaba en manos de personas que perseguían propósitos especiales.

Se oía entonces (y quizás el uso de la palabra oír no sea muy exacto, pero no se puede escoger términos más pre­cisos, porque nos hallamos limitados al lenguaje exterior, en tanto que el trato interno entre los ocultistas es algo que el idioma exterior no es capaz de expresar), así se oía enton­ces que para la continuación del desarrollo espiritual sobre la Tierra, debía de sobrevenir un acontecimiento importante que he de describir. Entre los métodos de investigación de las distintas órdenes, hasta donde se podía, se había prefe­rido prescindir de médiums femeninos. En las órdenes estric­tas que querían adoptar el punto de vista correcto, jamás se trabajaba con médiums femeninos para lograr revelaciones del mundo espiritual.

Sin duda, el organismo femenino, por su propia organi­zación, es apropiado para retener la clarividencia atávica, por más tiempo que el organismo masculino. A la vez que, poco a poco, ya no quedaban médiums masculinos, toda­vía existían médiums femeninos, y también en el compromi­so referido, se trabajaba con un gran número de médiums femeninos. Pero luego entró en escena para los ocultistas, una personalidad que era medial en elevado grado: la señora H. P. Blavatsky, quien, gracias a ciertos miembros subcons­cientes de su organismo, fue particularmente apropiada para captar mucho, muchísimo del mundo espiritual. Démonos cuenta de lo que por ello, fue posible para el mundo: pre­cisamente en uno de los momentos de más importancia para el desarrollo oculto, apareció un personaje que, por el modo peculiar de su organismo, fue ampliamente dotado de todas las posibilidades para captar lo más variado del mundo espiritual.

El ocultista que, en aquel entonces, contemplaba su época, tenía que decirse: en el momento oportuno, llega un personaje quien nos puede dar, por la singularidad de su organismo, las pruebas más contundentes para las anti­quísimas enseñanzas transmitidas que para nosotros exis­ten tan sólo en símbolos. Era pues un personaje que ofre­cía comprobar nuevamente mucho de lo que, desde largo tiempo, ya no se sabía sino por tradición. Este fenómeno se presentó precisamente después de haber fracasado, des­pués de haber llegado a un callejón sin salida. Hemos de recalcar esto: Blavatsky era un personaje del cual podían sacarse las verdades ocultas como pueden sacarse chispas eléctricas de una botella de Leiden.

Nos llevaría demasiado lejos relatar todos los pasos in­termedios pero sí tengo que mencionar algunas cosas impor­tantes. Hubo un momento de gran significado que puedo describir como sigue (me estoy expresando algo simbólica­mente, pero ilustra el hecho): los ocultistas de la derecha que habían entrado en compromiso con e! partido del medio, podían decirse: ahora ya es posible obtener verdades muy importantes por conducto de ese personaje. En cam­bio, los de la izquierda podían decirse: con ayuda de esa persona, existe la posibilidad de lograr algo en el mundo, y de la manera más intensa. Empezó entonces una autén­tica lucha por ese personaje: de un lado, con la sincera intención de ver comprobado mucho de lo que sabían los iniciados; del otro, para realizar los grandes propósitos espe­ciales.

Varias veces he aludido al primer período de !a vida de H. P. B., y he mostrado que, efectivamente, se intentaba obtener de ella mucha información esotérica. Pero el asunto cambió relativamente pronto, debido a que ella cayó bajo la influencia de los de la izquierda. Y, a pesar de que H. P. B. sabía muy bien aquello que ella misma podía percibir por videncia propia, -de hecho, ella era particularmente impor­tante por no ser solamente un médium pasivo, sino que tenía una memoria extraordinaria para todo lo que se le había manifestado de los mundos superiores- ella se halla­ba, sin embargo, bajo la influencia de ciertos personajes cuando quería evocar manifestaciones del mundo espiri­tual. De ahí que siempre invoca a los mahatmas, lo que, en realidad, no debería hacerse. Pueden tener influencia, pero esto no tiene importancia cuando se trata de llevar adelante a la humanidad.

H. P. Blavatsky llegó relativamente pronto al punto de tener que decidirse. Desde un lado, que pertenecía a la izquierda, se enteró de que ella era un personaje importan­te. Bien sabía lo que ella veía, pero ignoraba el alcance de la importancia de su personalidad; llegó a saberlo por los izquierdistas. Fundamentalmente, ella era una persona muy honrada y trató, por lo pronto -después de haber recibido la información de aquel lado, que precisamente por su carácter honrado, no ha de haberle gustado al prin­cipio-, de llegar a un compromiso con una orden ocultis­ta en Europa. Hubiera podido resultar algo muy bello, por­que por su gran talento mediumnístico ella hubiera podido presentar comprobaciones de fenomenal importancia para lo que los iniciados conocían en teoría y por el simbolismo. Pero ella, además, de ser una persona totalmente honra­da, tenía también algo de pícara; tenía cierto rasgo fun­damental, propio de las personas que se inclinan hacia lo mediumnístico, es decir, una actuación cambiante. Así que, por momentos, podía ser muy impertinente. Yen uno de esos momentos de impertinencia, puso condi­ciones inaceptables para aquella orden oculta que estaba dispuesta a hacer el experimento con ella. Y como sabía que, por medio de ella, se podía lograr mucho, se decidió a probarlo con otras fraternidades, y así se acercó a una cofradía norteamericana cuya mayoría siempre vacilaba entre la derecha y la izquierda, pero que, de todos modos, se hallaba ante la posibilidad de revelar factores de enor­me importancia sobre el mundo espiritual.

Pero sucedió que, en ese mismo tiempo, otros cofra­des izquierdistas, pusieron gran interés en la Blavatsky, cofrades que ya en aquel entonces perseguían sus propó­sitos especiales. No quiero explayarme más sobre esos intereses especiales. Si fuese necesario, podría -en el fu­turo- explicarlo más. Por lo pronto, basta decir que eran cofrades con intereses especiales, sobre todo fuertes inte­reses políticos, que esperaban lograr algo político en Norte­américa con la ayuda de personas preparadas de antemano de manera ocultista. La consecuencia fue que, en un mo­mento dado, cuando la Blavatsky, por haber colaborado con aquella logia norteamericana, ya había conquistado una cantidad enorme de conocimientos ocultos, tuvo que ser expulsada de aquella logia, porque se descubrió que ha­bía algo político en el fondo; ya no se podía tolerarla más.

Entonces, la situación se hizo todavía mucho más difícil, porque los ocultistas sinceros se veían en la necesidad de retractarse de lo que se había emprendido para llamar la atención mundial sobre el mundo espiritual, pues esto ha­bía fracasado. Había que demostrar que las afirmaciones del espiritismo no tenían validez, aunque él mismo tenía muchos seguidores. Era puramente materialista y extrema­damente diletante; de él solo se ocupaban los investigadores que, de manera materialista exterior, andaban en pos de conocimientos de un mundo espiritual. Además, a su salida de la logia norteamericana, la Blavatsky dejó traslu­cir que no estaba en nada dispuesta a guardar silencio sobre aquello que sabía. Y vaya que sabía mucho, porque, con su buena memoria, se acordaba de todo cuanto se había logrado con ella. Y tenía su buena dosis de frescura.

Y ahora, ¿qué hacer? Entonces se realizó algo a lo que ya he aludido varias veces, porque algunas partes de lo que hoy les presento en una visión de conjunto, ya las he dicho repetidas veces aquí o allá. Se realizó lo que en ocultismo se llama: presidio oculto, que consiste -en que, mediante ciertas manipulaciones que sólo pueden hacer ciertos miem­bros de cofradías, practican maniobras que, en realidad, son inadmisibles, se logró que la Blavatsky viviera por algún tiempo en un mundo que proyectó hacia adentro todos sus conocimientos ocultos.

Imaginen ustedes a la Blavatsky dibujando simbólica­mente con su aura que contiene todos sus conocimientos ocultos; entonces se logró, por ciertos procedimientos, que por largo tiempo viviera exclusivamente en esa aura, y que todo se proyectara, nuevamente, hacia el interior de su alma. Así, que todo lo que tenía de conocimientos ocultos debía quedar encerrado: ella había de quedar separada del mundo exterior y de su propio ocultismo (dibujo 2).

Esto se logró en la época en que la Blavatsky hubiera podido ser muy peligrosa, difundiendo ciertos hechos que precisamente pertenecen a lo más interesante en el hori­zonte del movimiento ocultista. Entonces, oyeron de este asunto ciertos ocultistas hindúes que, por su parte, tenían mucha inclinación a la izquierda y que, sobre todo, estaban interesados en tergiversar el ocultismo que podía introdu­cirse en el mundo a través de H. P. B., de modo que pudie­ra obrar favoreciendo los intereses particulares de aquellos ocultistas hindúes. Gracias a los esfuerzos de ellos, que conocían las prácticas correspondientes, se logró liberarla de su encierro en su aura; ella quedó libre otra vez, de modo que nuevamente podía utilizar correctamente sus poderes espirituales.

Lo dicho les permite apreciar los torbellinos que han de haber pasado en el alma de H.P.B., y cuáles han sido los ingredientes que integran los mensajes que, gracias a ella, se lanzaron al mundo. Mas por haberse ganado el mérito de haberla liberado de su cautiverio, aquellos ocultistas hindúes tenían también cierto poder sobre ella, y no fue posible impedir que ellos la utilizaran para lanzar al mun­do parte del ocultismo que les convenía. Así, se produjo una situación muy extraña. Los ocultistas hindúes querían hacer valer sus propios intereses particulares contra los intereses particulares de los otros, y para ello, se servían de la Blavatsky. H. P. Blavatsky, para poner en acción sus extraordinarias facultades, necesitaba hallarse bajo una influencia exterior: su disposición mediumnística había de generarse desde afuera; por eso, fue posible lanzar al mundo, por conducto de ella, toda clase de influencias.

Fue en aquel tiempo que la Blavatsky se asoció con Olcott, persona que inicialmente no tenía mayores inte­reses teosóficos, pero que poseía un gran talento de orga­nización. No puedo asegurarlo, pero supongo que ya exis­tía cierta relación entre los dos en el tiempo en que la Blavatsky fue miembro de la logia norteamericana. Además, apareció en el horizonte espiritual de la Blavatsky un personaje (en cierto modo, bajo la máscara de otra indi­vidualidad) representante de las tendencias que, desde la India, se querían introducir en el mundo. Probablemen­te, algunos de ustedes saben que precisamente el coronel Olcott, en su libro "People from the other world" escribió mucho sobre ese personaje que entró entonces en el hori­zonte de la Blavatsky, bajo la máscara de una individuali­dad llamada Mahatma Kut-Humi. Olcott, en sus escritos menciona también que, en 1874, dicho Mahatma Kut­-Humi había hecho una declaración sobre la individualidad que vivía dentro de él. Declaró llamarse en realidad John King, y haber sido la individualidad de un famoso pirata del siglo XVII. Esto aparece en el libro "People from the other world".

Así, en Mahatma Kut-Humi se hallaba incorporado el espíritu de un célebre pirata del siglo XVII, quien en el siglo XIX llevó a cabo los significativos fenómenos con ayuda de la médium H. P. Blavatsky, y también de otros médiums. Trajo tazas de té desde lejos; hizo aparecer di­versos documentos del ataúd del padre de la Blavatsky, y cosas por el estilo. Todo esto, según la declaración del coronel Olcott, fue obra de aquel pirata del siglo XVII.

El coronel Olcott se expresó de manera rara sobre ese John King: insinuó que, posiblemente, no se trataba del espíritu de aquel pirata, sino de un miembro de una orden que, entre los hombres, existe como orden visible, en tan­to que, para sus realizaciones, depende de influencias invi­sibles. Si es así, ese Mahatma habría sido miembro de una orden que, durante su vida, se dedicaba a las actividades que señalé, las que se pretendía comunicar al mundo por conducto de H. P. B., mezcladas con toda clase de intere­ses particulares. Estos consistían en que se quería difun­dir, sobre todo, una doctrina de la India.

Así era la situación alrededor de los años 70 del siglo XIX: fueron acontecimientos muy significativos, que, sin embargo, hay que ver en conjunto si se considera el movi­miento ocultista en su totalidad. Ese John King es el mismo que, por medio de la "precipitación" produjo los libros de Sinnett, tanto el primer libro las "Cartas sobre el mundo oculto, como sobre todo el libro "Budismo Esotérico".

Ese libro: "Budismo Esotérico", de Sinnett, cayó en mis manos a las pocas semanas de haber aparecido, y pude darme cuenta de que en él se hizo el intento de dar a la ense­ñanza espiritual una forma totalmente materialista. Si us­tedes con todos los conocimientos que adquirieron en el transcurso del tiempo, analizaran ese libro, se sorprenderían de las formas materialistas en que se expresan ah í las co­sas; se trata de una de las formas más nefastas del materia­lismo; en ese libro se describe el mundo espiritual de un modo completamente materialista. Quien lo lee, no puede sustraerse al materialismo; si bien la materia se hace más sutil, uno no puede deshacerse de lo material por mucho que uno trate de elevarse. Así, los nuevos patrones espiri­tuales de la Blavatsky no solamente tenían sus intereses particulares hindúes, sino que, además, aceptaron las conce­siones más radicales al pensamiento materialista de la época. Y que su cálculo fue perfecto, quedó evidenciado por la gran influencia que ese libro tenía sobre muchísima gente.

Conocí a científicos de ciencias naturales que esta­ban encantados con aquel libro de Sinnett, porque comul­gaba muy bien con sus ideas, y les permitía, al mismo tiempo, imaginarse un mundo espiritual. Ese libro com­plació a todas las necesidades de los materialistas, a la vez que ofreció la posibilidad de satisfacer las inquietudes por un mundo espiritual, es decir, de admitir la existencia de un mundo espiritual.

Ya saben ustedes que, precisamente influida por las consecuencias de esos sucesos, la Blavatsky escribió su "Doctrina Secreta" a fines de los años 80 del siglo XIX, y murió en 1891. Esta "Doctrina Secreta" está escrita exac­tamente en el mismo estilo que el "Budismo Esotérico", solamente que se corrigieron algunos crasos errores, fácil­mente detectables por cualquier ocultista. Ya hablé varias veces sobre las peculiaridades de la "Doctrina Secreta" de la Blavatsky. Así que no hace falta repetirlo en el con­texto de mi charla de hoy.

Después, en base a lo que se había realizado de la ma­nera descripta, se fundó la Theosophical Society que, en lo esencial, ha conservado su carácter hindú, aunque no de manera tan intensa como lo fue bajo la influencia de John King; pero el matiz hindú subsiste hasta nuestros días. He ah í, pues, un camino nuevo que contó fuertemente con el materialismo de la época, pero diseñado para llamar la atención de la humanidad, sobre la existencia de un mundo espiritual, y no solamente de un mundo material.

Habría que contar muchos detalles más, pero no dis­ponemos del tiempo. Sigamos, pues, explicando cómo nues­tro propio movimiento de Ciencia Espiritual, tuvo que en­tenderse con el movimiento ya existente.

En octubre de 1902, fundamos la Sección Alemana de la Theosophica/ Society. Ya desde el invierno de 1900, y también en el invierno de 1901, yo había dado en Berlín conferencias que pueden llamarse conferencias teosóficas, porque se dieron también en el círculo de los teósofos de Berlín, es decir, de aquellos teósofos que me habían invi­tado a pronunciarlas. Las primeras conferencias fueron las que, posteriormente, reuní en mi libro: "La mística en los albores de la vida espiritual moderna". Esas confe­rencias se dieron en un círculo de miembros de la Socie­dad Teosófica, sin ser yo miembro de ella en ese tiempo. Por lo pronto, tengamos en cuenta que se trataba de una doctrina muy difundida, doctrina que había despertado en los hombres un interés por el mundo espiritual; había en el mundo entero personas preparadas que deseaban saber algo sobre el mundo espiritual. Esas personas no sabían nada de todo lo que acabo de contar a ustedes; no tenían ni idea de eso; tenían un ansia sincera por el mundo espiritual y, por ese anhelo, se habían afiliado al movimiento en el cual se podía satisfacerlo. Así, en el seno de ese movimiento se encontraban las almas que tenían ansia por conocimien­tos del mundo espiritual.

Ustedes saben que, de manera grotesca y curiosa, me reprochan el haber cambiado, de repente, a una ideología completamente distinta de la expresada en mi libro: "Con­cepciones del mundo y de la vida en el siglo XIX". (La primera parte de ese libro apareció en febrero de 1900, y la segunda, en octubre del mismo año); se me reprocha haberme volcado en dirección a la ideología teosófica. Les he comentado varias veces que, no solamente cayó, por ejemplo, en mis manos el libro de Sinnett inmediatamente después de haber sido publicado, sino también que yo había estado relacionado íntimamente con la muy joven Socie­dad Teosófica. Ustedes deben ahora mirar en conjunto las circunstancias de aquel tiempo, y quiero darles todavía, aunque en forma escueta, la posibilidad de conocer de una manera abierta y objetiva, los antecedentes de la Sección Alemana. En ella había personas que tenían ansias por el mundo espiritual, y en ese círculo, en la pequeña sala del conde Brockdorff, di mis conferencias sobre la mística y los místicos. Yo no era miembro en aquel entonces. El prefacio de la obra impresa lleva la fecha: septiembre de 1901, lo que implica que, en el verano de 1901, resumí el contenido de las conferencias del invierno de 1900/1901, y este libro apareció en septiembre, con el título: "La mística en los albores de la vida espiritual moderna".

Las primeras palabras del prefacio son las siguientes:

Lo que presento en este libro, formó el contenido de unas conferencias pronunciadas, en el invierno pasa­do, en la Biblioteca Teosófica de Berlín. La condesa y el conde Brockdorff me invitaron a hablar sobre la mística, ante un auditorio para el cual este tema re­presenta cuestiones fundamentales. Diez años antes, todavía no me hubiera podido atrever a satisfacer tal deseo; y no es porque, en aquel entonces, ese mundo de ideas que estoy expresando hoy, no hubiera ya tenido vida en mi interior. Ese mundo de ideas ya se halla plenamente contenido en mi libro " La filosofía de la libertad" (Berlín 1894, Emil Felber), mas para expo­nerlo como lo hago hoy, y para tomarlo como fun­damento de una reflexión como la del presente libro, se necesita todavía algo más que el estar firmemente convencido de su intrínseca verdad: se necesita un trato íntimo con ese mundo de ideas, como sólo puede lograrse en muchos años. Solamente ahora, después de haber gozado tal trato, me atrevo a hablar de la manera que se percibirá en este libro.

Así, ustedes comprenderán por qué hice encauzar en un movimiento oculto todo aquello que había dado en for­ma de conferencias en los diversos círculos. Ya en el primer tomo de mis "Concepciones del mundo y de la vida" dije lo siguiente en el capítulo acerca de Schelling (cito de la primera edición dedicada a Haeckel y aparecida en febrero de 1900). Leeré, pues, algunos párrafos de un libro del que se afirma que haya surgido de una cosmovisión completa­mente distinta a la de mi  "Mística":

Hay dos posibilidades de describir el Ser que es, al mismo tiempo, espíritu y naturaleza; la primera es señalar las leyes de la naturaleza que se hallan activas en ellas; la segunda, mostrar cómo procede el espíritu para llegar a esas leyes. Las dos veces me guía el mis­mo enfoque: una vez, las leyes me revelan su modo de actuar en la naturaleza; la otra vez, me enseña el espí­ritu cómo actúa para representarse esas mismas leyes. En el primer caso, practico la ciencia natural; en el se­gundo, la ciencia espiritual. De qué manera ambas se pertenecen, lo describe Schelling de una manera suges­tiva: "La necesaria tendencia de toda ciencia natural es llegar de lo natural a lo inteligente. Sólo esto subya­ce en el afán de introducir la teoría en los fenómenos naturales. La suprema perfección de la ciencia natural sería espiritualizar completamente todas las leyes naturales convirtiéndolas en leyes de contemplación y del pensar. Los fenómenos (lo material) han de desapare­cer completamente y quedan únicamente las leyes (lo formal). De ahí que, cuanto más afloran las leyes en la naturaleza misma, tanto más desaparece la envoltura, los fenómenos mismos se espiritualizan para terminar por desaparecer. Los fenómenos ópticos no son sino una geometría cuyas líneas son trazadas por la luz, y ya esta misma luz es de materialidad ambigua. En los fenómenos del magnetismo, desaparece ya toda huella material, y de los fenómenos de la gravitación que incluso los hombres de ciencia creían poder interpretar tan sólo como inmediata influencia espiritual, es decir, como efecto a distancia, no queda más que su ley, cuya realización en gran escala es el mecanismo de los movimientos celestes. La teoría perfecta de la na­turaleza sería aquella en virtud de la cual la naturaleza toda se disolviera en inteligencia. Los productos muer­tos e inanimados de la naturaleza, no son sino sus in­tentos fracasados de reflejarse a sí misma; la llamada naturaleza muerta no es más que inteligencia inmadura, por lo que, en sus fenómenos, ya trasluce el carácter inteligente, si bien todavía de manera inconsciente. La suprema meta de llegar a ser enteramente objeto de sí misma, la logra la naturaleza por medio de la más elevada y última reflexión, que no es otra cosa que el ser humano o, para hablar más en general, lo que lla­mamos razón; por lo cual la naturaleza vuelve comple­tamente a sí misma, y lo cual manifiesta que la natu­raleza es originalmente idéntica a lo que se reconoce en nosotros como inteligencia y conciencia".

Y siguiendo en relación con Schelling, continué di­ciendo:

Conforme avanzaba su pensamiento, la intuición del mundo se le convirtió en contemplación de lo divino o teosofía. Ya tenía totalmente el criterio de semejan­te concepto de lo divino, cuando, en 1809, publicó su "Investigación filosófica sobre la esencia de la liber­tad humana y temas afines". Todas las cuestiones ideo­lógicas toman ahora para él, un aspecto nuevo. Si todas las cosas son divinas, ¿cómo es posible que exis­ta el mal, ya que Dios no puede ser sino la bondad perfecta? Si el alma humana está en Dios, ¿cómo es po­sible que ella siga, no obstante, sus intereses egoístas? Y si es Dios el que actúa dentro de mí, ¿cómo es posible que se me llame libre, aunque, en realidad, no actúo como ser independiente?

Esta concepción del mundo no es rechazada. Y conti­nué diciendo:

Con semejantes opiniones, Schelling se ha mostrado como el más audaz y valiente de los filósofos que se habían dejado inspirar por Kant a una filosofía idea­lista. Bajo la influencia kantiana, se abandonó el filo­sofar sobre cosas que están más allá de lo que obser­van los sentidos humanos, y de lo que el pensamiento afirma sobre las observaciones; se intentaba entonces conformarse con lo que se encuentra circunscrito den­tro de la observación y del pensamiento. Pero en tanto que Kant, a consecuencia de esa limitación, dedujo que no se podía saber nada sobre las cosas del más allá, declararon sus sucesores: "Puesto que la observación y el pensamiento no apuntan hacia algo divino en el más allá, ellos mismos son lo divino". Y entre quienes así declararon, Schelling fue el más enérgico. Fichte lo incluyó todo dentro del Yo; Schelling, en cambio, extendió la yoeidad sobre todo. No quería mostrar, como Fichte, que la yoeidad es todo, sino, inversa­mente; que todo es yoeidad. Schelting tuvo el valor de declarar divino, no sola­mente el contenido ideico del Yo, sino la entera per­sonalidad espiritual humana. Declaró divina, no sola­mente la razón humana, sino que constituyó en Enti­dad divina y personal, todo el contenido vital del hom­bre. Se da el nombre de antropomorfismo a una inter­pretación del mundo que parte del hombre y que se imagina que el curso del mundo universal obedece a una entidad que lo guía, a semejanza del hombre guiando sus actos. También explica al mundo de un modo antropomórfico, aquel que supone una razón universal como causa de los acontecimientos, pues semejante razón universal no sería otra cosa que la razón humana universalizada. Dice Goethe: "el hom­bre nunca entiende cuán antropomórfico es él mismo." Al decir esto, tiene en mente que, en las afirmaciones más sencillas que hacemos sobre fa Naturaleza, se ha­llan contenidos antropomorfismos escondidos. Al de­cir que un cuerpo continúa rodando porque otro lo ha empujado, formamos semejantes concepto partiendo de nuestro Yo. Empujamos a un cuerpo y observamos que sigue rodando. Análogamente, cuando obser­vamos que una bola se mueve en dirección hacia otra y que ésta empieza a rodar, nos imaginamos que la primera ha empujado a la segunda, en analogía al efecto de empuje que practicamos nosotros mismos. Ernst Haeckel formula el dogma antropomórfico di­ciendo: ¡Comparad la Creación Y gobierno del mundo, de Dios, con las creaciones de un técnico ingenioso o de un ingeniero mecánico, o con el gobernar de un so­berano sabio! Haeckel se imagina a Dios nuestro Señor, como un señor que crea, conserva y gobierna el Uni­verso, totalmente parecido al humano en su pensar y en su actuar. Schelling tuvo el valor para el antropo­morfismo más consecuente, llegando al extremo de declarar que el hombre con todo el contenido de su vida es la divinidad. Y como sea que a ese contenido pertenece, no solamente lo racional, sino también lo irracional, Schelling tuvo la posibilidad de explicar también la existencia de lo irracional en el mundo. Es verdad que, para llegar a esta conclusión, se veía en la necesidad de completar el enfoque racional con otro que no tiene su origen .en el pensamiento. A este segun­do aspecto, más elevado según él, lo llamó "Filosofía positiva". Ella es “la filosofía propiamente libre; quien no la quiera que la deje; eso le queda libre a cada quien; me limito a afirmar que si alguien quiere, por ejemplo, conocer los procesos reales, si quiere una libre creación del mundo, etc., sólo puede tenerlos siguiendo el camino de semejante filosofía. Si le basta la filosofía racional, y no busca más, que se quede con ella; pero habrá de renunciar a obtener, por medio y dentro de la filosofía racional, algo que ella decidida­mente no puede tener, o sea al verdadero Dios, ni el verdadero proceso, ni la relación libre de Dios con el mundo”. “La filosofía negativa” quedará siendo preferentemente, la filosofía para la escuela; la positiva, para la vida. Sólo con las dos juntas, se logrará la cabal consagración que debe esperarse de la filosofía. Es sa­bido que en las fiestas eleusinas, se distinguían entre los misterios menores y mayores; los menores se consi­deraban como grado preliminar de los mayores... La filosofía positiva es la consecuencia necesaria de la filosofía negativa bien entendida; y así, se puede decir: en la filosofía negativa se celebran los misterios menores; en la positiva, los mayores.

Termina este capítulo de las "Concepciones del mundo y de la vida", con las palabras:

Si se declara que la vida interior es lo divino, parece inconsecuente limitarse a una parte de esta vida inte­rior. Schelling no cometió este error; en el momento en que decía: "Explicar la Naturaleza es crearla", im­primió la dirección de toda su concepción del mundo. Si la contemplación pensante de la Naturaleza es repe­tición de su creación, necesariamente el carácter fun­damental de esta creación tiene que corresponder a la acción humana; tiene que ser un acto libre, y no uno de necesidad geométrica. Pero la creación libre no po­demos reconocerla mediante las leyes de la razón; ella ha de manifestársenos por otros medios.


Se me había encomendado la tarea de escribir una his­toria de las concepciones del mundo en el siglo XIX. No podía ir más allá, porque todo lo que latía en aquel enton­ces, en la evolución progresiva, eran intentos diletantes; no tenía influencia sobre el progreso de la investigación en sentido filosófico; no se prestaba para integrar un capítulo de ese libro. En cambio, la Teosofía, hasta donde ella forma parte del pensamiento serio, se encuentra en el ca­pítulo sobre Schelling.

Y ahora fíjense: este libro, cuya segunda parte empie­za por ocuparse de Hegel, lleva fecha octubre de 1900. Sólo entonces fue cuando comencé a dar aquellas conferen­cias, y ya en septiembre de 1901 salió el libro "La Mística". De veras no es el afán de alegar algo personal, sino que, para permitirles un criterio imparcial, les quiero llamar su atención sobre una crítica que apareció el 15 de diciembre de 1901, sobre "Concepciones del mundo..." en "EI Libre­pensador", órgano de la Unión alemana de libre-pensadores. Ahí se dice, después de haber expresado que se echa de menos una exposición legible de la evolución de las con­cepciones del mundo en el siglo XIX: "Sobre todo, en el área de la filosofía donde con palabras, se puede discutir admirablemente, y construir sobre ellas cualquier siste­ma, se ha pecado mucho en publicaciones populares. Y cuánta culpa hay que atribuir a los vigías de Sion, a toda clase de discípulos de sistematizaciones y a su camarilla erudita, a la que pertenece, por desgracia, más de un catedrático".

El párrafo siguiente lo menciono únicamente para mostrar con qué benevolencia se acogió este libro en aquel entonces:

"Tanto más nos felicitamos porque el doctor Steiner, escritor conocido como pensador y luchador moder­no, quiera darle al público alemán una exposición obje­tiva de las luchas espirituales en torno a las concepciones del mundo, que se libraron en Alemania en el siglo XIX".

Después de dar un resumen de mi libro, sigue algo raro, y precisamente por eso tengo que referirles todo esto. El reseñante echa de menos algo en el libro, y lo expresa así:

"Si bien el espiritismo de Du Prels, así como el cristia­nismo anacoreta de Tolstoy no sirven para una activi­dad cultural basada en la Teoría de la Evolución, no hay que desconocer su valor sintomático. Asimismo hubiera podido encontrar un lugar el Neo-Budismo (Teosofía) -que ha desarrollado su fraseología particu­lar, una especie de jerigonza mística. Nos hubiera complacido seguramente una psicología del espiritismo moderno, escrita por un hombre tan ingenioso como Steiner. El lenguaje de la obra es fácil de entender. Nada de ciclos interminables de filosofía académica que interfieran en el goce del lector".

Esta reseña se escribió en diciembre de 1901, poco des­pués de haber empezado yo a dar las conferencias teosóficas en Berlín.

Puede decirse objetivamente que fue pedido y abierta­mente solicitado, en aquel entonces, que yo me expresara acerca de lo que la Teosofía pretende. No fue capricho; fue, como quien dice, una señal precisa del Karma.

En el invierno 1900/1901, yo había dado las conferen­cias sobre la Mística, y en el invierno 1901/1902 las que tra­taban de un modo exhaustivo de los Misterios griegos y egip­cios, publicadas en verano de 1902, en mi libro "El cristianismo como hecho místico".

Una gran parte de la "Mística en los albores..." fue tra­ducida inmediatamente al inglés, y eso antes que fuera miembro de la Theosophical Society. Podría contar ahora muchas cosas importantes que relataré en otro momento, ya que el tiempo no me alcanza. Pero una cosa sí tengo que contar ahora.

Ustedes se dan cuenta de que, en ningún momento, el desarrollo constante ha dado un salto o algo semejante: todo se desenvolvió naturalmente. Es verdad que, al comien­zo del segundo ciclo sobre la mística griega y egipcia, nuevamente en la biblioteca de la casa Brockdorff en Berlin, tuve oportunidad de escuchar algo que, en aquel entonces no fue tan nefasto, pero que, en su desarrollo consecuente, puede conducir a los hechos que aquí se han tratado bajo el título de "excentricidades místicas".

Así pues, en 1901/1902 hablé sobre los misterios griegos y egipcios, y en esas conferencias también estaba presente la ahora Sra. Steiner, que había escuchado también mi conferencia sobre Gustav Theodor Fechner, pronuncia­da en el invierno de 1900, en la Theosophical Society, conferencia aislada que no tenía relación con el otro ciclo. Insisto: ya en el invierno de 1900, la ahora Sra. Steiner estuvo presente en una parte de mis conferencias de aquel entonces. Sería interesante dar algunos pequeños detalles sobre esta presencia, pero también se pueden suprimir; sólo habrían dado un poco de colorido al asunto. Quizá lo hagamos en otra ocasión, si fuera necesario.

Después de haber estado ausente algún tiempo, la Sra. Steiner regresó a Berlín desde Rusia y, acompaña­da por una amiga de la condesa Brockdorff, escuchó las primeras conferencias del segundo ciclo sobre los miste­rios griegos y egipcios, en el invierno de 1901/1902. Al fi­nal de una de ellas, se acercó a m í esa dama y me dijo algo al estilo de lo que mencioné hace un momento. Esa señora se hizo partidaria más y más fanática de la Theo­sophical Society, y más tarde, alcanzó una alta posición en la orden que se fundó para la reencarnación de Cristo.

Después de mi conferencia sobre los misterios grie­gos se me acercó con cara de iniciada profunda en la Theo­sophical Society, y acreditó su iniciación diciendo: "Usted habla de Misterios, pero todavía los hay hoy en día. Tam­bién ahora existen asociaciones muy secretas, usted ya lo sabe. "

Después de la siguiente conferencia, también sobre los Misterios griegos, vino otra vez para decirme: "Se ve que usted recuerda bien lo que se enseñaba cuando usted toda­vía estaba en los Misterios griegos". Esto es lo que suele de­sembocar en lo que corresponde a "excentricidades místicas" .

A propósito de esto, permítanme mencionar que, en otoño de 1901, aquella conocida de la condesa Brockdorff ofreció una recepción; la Sra. Steiner siempre se refiere a esta recepción como el "Té de los Crisantemos" pues había muchas de esas flores. La invitación fue hecha por aquella conocida y más adelante muchas veces me pregunté qué in­tenciones tuvo esa señora con aquel té. Se había elegido la fecha de la fundación de la Theosophica/ Society, efeméri­des de mucha importancia para ella. Quizás, ella quiso con­vertirme en un colaborador convencido; me hacía insinuaciones más o menos directas, pero no resultó nada concreto. Pero quiero mencionar una conversación que sostuvimos la Sra. Steiner y yo: durante este "Té de Cri­santemos", en el otoño de 1901. Ella me preguntó si no sería necesario iniciar un movimiento espiritual en Euro­pa. Le dije claramente: "ciertamente, es necesario formar un movimiento científico-espiritual; pero yo solamente accederé a un movimiento que parta del ocultismo occi­dental exclusivamente, y que siga desarrollándolo. Men­cioné que habrá que partir de Platón, de Goethe, etc.; y señalé todo el programa que efectivamente fue posterior­mente realizado.

En este programa realmente no cabían prácticas enfer­mizas, pero naturalmente, a menudo se acercaban personas con semejantes inclinaciones, ya que se trataban de personas influidas de todos los lados por el movimiento mencionado. Pero que este programa necesariamente involucraba un total rechazo de cualquier mediumnismo o atavismo; esto lo pue­den constatar ustedes a través de la inicialmente mencio­nada conversación con aquel miembro de la Theosophica/Society.

Se tomó, pues, con plena conciencia, la senda que nos ha conducido durante todos estos años. Si bien en ella se nos acercaron muchos elementos con toda clase de clarivi­dencia mediumnística y atávica, no nos hemos desviado de esta senda que nos ha llevado hasta aquí.

Esto hizo necesario que yo encontrara, dentro del Mo­vimiento teosófico, a las personas que tuvieran sensibilidad e interés en semejante método totalmente sano. Todos aque­llos que no deseaban tal movimiento sano y a la vez estric­tamente científico, con plena y sincera responsabilidad científica, empezaban por tergiversar a su manera nuestros logros. Una simple reflexión histórica les permite darse cuenta de que, en toda nuestra actividad no se retrocederá ante el acceso a los más elevados mundos espirituales has­ta donde con gracia pueden abrirse a la humanidad actual; pero, por otra parte, rechazamos estrictamente todo lo que no puede adquirirse por caminos sanos, es decir, por métodos apropiados para la entrada correcta al mundo espi­ritual. Quien lo evalúe con criterio histórico, no lo tomará como simple afirmación, sino que puede verlo verificado por la manera de nuestra actuación durante muchos años. Hemos tenido la posibilidad de adelantar en la investiga­ción efectiva del mundo espiritual, mucho más que la Theosophica/ Society hubiese podido adelantar. No anda­mos por caminos inciertos, sino por caminos seguros; esto puede decirse franca y llanamente.

De ahí que en el campo del esoterismo siempre he rechazado tener cualquier nexo con cualquier ocultismo anticuado, con cualquier fraternidad o comunidad de este tipo. La única excepción fue que, sin perjuicio de mi auto­nomía absoluta, trabajé por algún tiempo en cierta cone­xión exterior con la Theosophica/ Society y sus instala­ciones esotéricas externas, pero no en su orientación. Ya en 1907, todo lo esotérico quedó radicalmente separado de esa Sociedad, y ustedes saben perfectamente lo que pasó de ahí en adelante. También ha sucedido que ciertas cofradías ocultistas me presentaron una u otra propuesta y, sobre todo, cuando una cofradía ocultista muy respetable me hizo la proposición de participar en la difusión de un ocultismo del tipo rosacruz, no contesté, a pesar de que la propuesta provenía de una comunidad ocultista de mucho prestigio. He de decir esto, para destacar que nosotros seguimos un camino absolutamente indepen­diente que corresponde a nuestra época, y que los elemen­tos enfermizos nos desagradan profundamente.



[1] Publicado en castellano con el título "La crónica del Akasha", Editorial Antroposófica Argentina.