lunes, 12 de septiembre de 2011

LOS DOCE TRABAJOS DE HERCULES - 4


LA CIERVA CON PATAS DE BRONCE, DE ARCADIA



Hércules emprende la caza de la cierva que corre por las lomas y valles de Arcadia.

Este animal se caracteriza por su cornamenta de oro y sus patas de bronce.

Esta indómita cierva es presa de un movimiento constante, alentada por su mente desbocada e incoercible, sólo un avezado cazador puede intentar batirla y salir triunfante en la empresa.
Sus grandes cuernos de oro indican la posibilidad de elevar la materia mediante la luz Iniciática, o Mercurio Divinizador de los masones del medievo.

La constitución broncínea de sus extremidades, alude a la impureza de su materia endurecida e impenetrable, refractaria a toda irradiación ennoblecedora que pueda amasarla, ablandarla y depurarla. Ese bronce representa a la parte impura que atrae más impureza.

El arte de la caza requiere sigilo, audacia, y valentía, requisitos no susceptibles de ser desarrollados por todos. Sólo aquél que se hace invisible, incluso para sí mismo, y silencia su sonido desarmónico, puede despertar pausadamente sus verdaderos sentidos adormecidos, y devenir en un buen cazador.

Con todo, no es fácil aceptar que la guerra se desarrolla dentro de uno mismo, y no se libra en el exterior, y que el verdadero guerrero es tal cuando es un vencedor de sí.

Muchas serán nuestras pendencias y enfrentamientos exteriores, antes que advirtamos que el único enemigo es el obscuro y artificial mecanismo que nos envuelve.

Así, ¡Tú, Oh buscador! No oses acercarte a la luz contendiendo con aquellos que hacen tu mismo camino. Vence a tu propio ejército, esa hueste salvaje que no apaga su sed de eterna lucha.

Cambia la posición de tu escudo, y defiéndete de ti mismo, entonces aprenderás a ser un buen cazador.

Si tu reacción animal está muy viva, reconócela, hazte responsable de ella y derrótala. En ese vencimiento radica el verdadero encanto o hechizo que no necesita palabras. Es la acción de tu Maestro interno que vela porque se cumpla la ley Iniciática.

Fuente: Apiano León de Valiente