miércoles, 12 de febrero de 2014

ALQUIMIA, ASTROLOGÍA Y MAGIA - Richard Cavendis










La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar en el propio alquimista.

La alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico. Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos misteriosos y alusiones secretas.

Los primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto, Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte), el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro (Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una escalera de ascenso espiritual.

Con la conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología, matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte. Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar la vida.

Los escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés "gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la resurrección.

Algunos magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de la muerte.

Raimundo Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí, presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.

El papa Juan XXII denunció a todos los alquimistas  como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel, un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana, y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.

Volviendo al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los originales  griegos directos, fueron igualmente importantes para el resurgimiento de un interés  serio por la astrología. Esta había sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.

La actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas, era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba en Capricornio, que gobierna las rodillas.

Muchos cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino, siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él, salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.

Durante los siglos  XIII y XIV y hasta el período del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles, gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en 1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales. Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España. También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos. Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta poéticamente justo.

Desde el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural, como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía  en aquellos tiempos. Pero no era legitimo emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.

Escritores como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los "griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe, científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316. Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el veredicto, de haber vivido.

Cecco D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la fe cristiana.

Un texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso. Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín. Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras, los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario, el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio, engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta, vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su influencia.

Otros métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido. Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento. Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas, cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes, anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.

La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar en el propio alquimista.

La alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico. Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos misteriosos y alusiones secretas.
Los primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto, Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte), el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro (Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una escalera de ascenso espiritual.

Con la conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología, matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte. Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar la vida.

Los escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés "gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la resurrección.

Algunos magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de la muerte.

Raimundo Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí, presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.

El papa Juan XXII denunció a todos los alquimistas  como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel, un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana, y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.

Volviendo al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los originales  griegos directos, fueron igualmente importantes para el resurgimiento de un interés  serio por la astrología. Esta había sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.

La actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas, era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba en Capricornio, que gobierna las rodillas.

Muchos cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino, siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él, salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.

Durante los siglos  XIII y XIV y hasta el período del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles, gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en 1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales. Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España. También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos. Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta poéticamente justo.

Desde el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural, como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía  en aquellos tiempos. Pero no era legitimo emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.

Escritores como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los "griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe, científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316. Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el veredicto, de haber vivido.

Cecco D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la fe cristiana.

Un texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso. Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín. Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras, los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario, el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio, engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta, vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su influencia.

Otros métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido. Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento. Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas, cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes, anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.

La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar en el propio alquimista.

La alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico. Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos misteriosos y alusiones secretas.
Los primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto, Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte), el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro (Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una escalera de ascenso espiritual.

Con la conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología, matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte. Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar la vida.

Los escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés "gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la resurrección.

Algunos magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de la muerte.

Raimundo Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí, presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.

El papa Juan XXII denunció a todos los alquimistas  como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel, un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana, y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.

Volviendo al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los originales  griegos directos, fueron igualmente importantes para el resurgimiento de un interés  serio por la astrología. Esta había sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.

La actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas, era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba en Capricornio, que gobierna las rodillas.

Muchos cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino, siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él, salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.

Durante los siglos  XIII y XIV y hasta el período del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles, gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en 1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales. Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España. También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos. Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta poéticamente justo.

Desde el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural, como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía  en aquellos tiempos. Pero no era legitimo emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.

Escritores como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los "griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe, científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316. Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el veredicto, de haber vivido.

Cecco D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la fe cristiana.

Un texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso. Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín. Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras, los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario, el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio, engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta, vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su influencia.

Otros métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido. Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento. Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas, cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes, anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.


La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar en el propio alquimista.

La alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico. Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos misteriosos y alusiones secretas.
Los primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto, Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte), el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro (Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una escalera de ascenso espiritual.

Con la conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología, matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte. Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar la vida.

Los escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés "gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la resurrección.

Algunos magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de la muerte.

Raimundo Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí, presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.

El papa Juan XXII denunció a todos los alquimistas  como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel, un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana, y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.

Volviendo al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los originales  griegos directos, fueron igualmente importantes para el resurgimiento de un interés  serio por la astrología. Esta había sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.

La actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas, era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba en Capricornio, que gobierna las rodillas.

Muchos cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino, siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él, salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.

Durante los siglos  XIII y XIV y hasta el período del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles, gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en 1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales. Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España. También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos. Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta poéticamente justo.

Desde el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural, como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía  en aquellos tiempos. Pero no era legitimo emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.

Escritores como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los "griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe, científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316. Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el veredicto, de haber vivido.

Cecco D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la fe cristiana.

Un texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso. Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín. Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras, los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario, el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio, engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta, vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su influencia.

Otros métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido. Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento. Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas, cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes, anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.

La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar en el propio alquimista.

La alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico. Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos misteriosos y alusiones secretas.
Los primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto, Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte), el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro (Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una escalera de ascenso espiritual.

Con la conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología, matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte. Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar la vida.

Los escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés "gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la resurrección.

Algunos magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de la muerte.

Raimundo Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí, presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.

El papa Juan XXII denunció a todos los alquimistas  como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel, un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana, y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.

Volviendo al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los originales  griegos directos, fueron igualmente importantes para el resurgimiento de un interés  serio por la astrología. Esta había sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.

La actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas, era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba en Capricornio, que gobierna las rodillas.

Muchos cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino, siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él, salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.

Durante los siglos  XIII y XIV y hasta el período del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles, gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en 1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales. Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España. También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos. Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta poéticamente justo.

Desde el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural, como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía  en aquellos tiempos. Pero no era legitimo emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.

Escritores como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los "griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe, científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316. Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el veredicto, de haber vivido.

Cecco D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la fe cristiana.

Un texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso. Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín. Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras, los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario, el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio, engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta, vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su influencia.

Otros métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido. Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento. Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas, cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes, anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.

La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar en el propio alquimista.

La alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico. Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos misteriosos y alusiones secretas.
Los primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto, Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte), el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro (Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una escalera de ascenso espiritual.

Con la conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología, matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte. Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar la vida.

Los escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés "gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la resurrección.

Algunos magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de la muerte.

Raimundo Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí, presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.

El papa Juan XXII denunció a todos los alquimistas  como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel, un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana, y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.

Volviendo al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los originales  griegos directos, fueron igualmente importantes para el resurgimiento de un interés  serio por la astrología. Esta había sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.

La actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas, era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba en Capricornio, que gobierna las rodillas.

Muchos cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino, siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él, salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.

Durante los siglos  XIII y XIV y hasta el período del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles, gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en 1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales. Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España. También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos. Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta poéticamente justo.

Desde el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural, como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía  en aquellos tiempos. Pero no era legitimo emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.

Escritores como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los "griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe, científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316. Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el veredicto, de haber vivido.

Cecco D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la fe cristiana.

Un texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso. Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín. Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras, los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario, el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio, engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta, vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su influencia.

Otros métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido. Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento. Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas, cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes, anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.


miércoles, 5 de febrero de 2014

Los 10 Qliphoth - Satariel









Satariel es la primera Qlipha después del río del abismo. El adepto entra en Satariel renace y es bautizado en las aguas negras del abismo. Satariel es el lado oscuro de Binah, y estos mundos están estrechamente relacionados, ya que Binah de por sí es una fuerza oscura que actúa como una raíz de la izquierda en el Árbol de la Vida. La diferencia es que Satariel no forma parte del orden brillante del árbol de la vida, sino parte del Sitra Ahra y del otro lado. Tanto Binah y Satariel corresponden a la oscuridad y los misterios. Representan los principios que llevan a todas las respuestas, pero dentro yacen escondidas en la oscuridad total. Satariel es el que mantiene secretos y el que esconde algo. La oscuridad que se crea en Binah actúa como una forma negativa en la que la Creación recibe su forma. Binah y Satatariel representan el tiempo y el destino y se asocian a diosa del destino, como las Moires griegas y las Nornas nórdicas.

Las tres Moires son Cloto, Lachesis y Átropos, y su tarea consiste en hacer girar el hilo de la vida de todos y cada uno de nosotros bramantemente y cortarlo. Cloto sostiene la rueca y rige el nacimiento. Lachesis rige en lo que se lleva a cabo durante la vida, y Átropos, quien lleva un velo negro, corta el hilo que determina la muerte. De la misma manera, las tres Nornas Urd, Belldandy y Skuld corresponden al nacimiento y el pasado, la vida y el presente, y, finalmente, la muerte y el futuro. Lilith tiene su adobe original en Satariel pero, similar a la diosa del destino, actúa sobre los niveles astrales inferiores donde teje los hilos del destino como una araña. Binah y Satariel corresponden a los dioses del tiempo, Cronos y Saturno, que son los que ejecutan el ritmo del destino de los movimientos de la luna en los niveles inferiores. La terrible diosa india Kali rige el tiempo, y ella también corresponde a Binah y Sataiel.

Cuando el adepto alcanza Satariel se toma un paso final en el plano divino. Para el adepto del sendero oscuro, Satariel es donde el individuo entra en el centro del mundo subterráneo para cumplir con su regente. El adepto se reunirá con Ereshkigal, Hel, Hades, Lucifer, Satanás o alguno de los muchos personajes que están asociados con las partes más internas de inframundo. Al principio, después de haber entrado en Satariel, el adepto palpa todo en la más absoluta oscuridad, a través de largos laberintos de tono negro. Los demonios de Satariel se asocian con cosas absurdas, delirio, confusión y misterios. Lucifuge reglas aquí y no debe ser mezclado con Lucifer. Lucifugo escapa a la luz, mientras que, Lucifer es el portador de la luz. Lucifugo conduce al adepto a través de los laberintos oscuros de Satariel hacia los últimos niveles del Qliphoth. En la oscuridad de Satariel uno puede experimentar la respiración del gran dragón, Tehom. En los túneles, se pueden escuchar ecos de sonidos extraños de los planos más allá de los límites del universo. en el punto de la oscuridad, la oscuridad se enciende y se convierte en luz. La experiencia de adepto es sentir cómo  el ojo que todo lo ve del gran dragón se abre. En esta etapa, el adepto alcanza la vision clara y el tercer ojo comienza a abrirse. Este ojo se llama el ojo de Lucifer, Shiva u/o Odin. En los viejos misterios Typhonianos griegos, esta experiencia fue llamada Drakon, que significa "ver".

Los 10 Qliphoth - El abismo







Entre el más alto nivel divino y el inferior hay un abismo. En el lado de la luz esto se puede comparar con una enorme pendiente que conduce al lado oscuro. En el lado oscuro del abismo no existe de la misma manera. El adepto de la luz que no llega a la tríada más alta  de la divina cae en el abismo, y podría convertirse en una víctima de las fuerzas del caos que allí habitan. Desde la perspectiva del lado oscuro, sin embargo, el abismo se puede comparar con un río que separa el centro más oscura del inframundo de las partes circundantes.

En la Cábala, el Abismo es llamado Masak Mavdil. En el Abismo y su río oscuro todos los adeptos que han fallado yacerán, ahogados. Al superar el abismo, el viejo mago, limitada desde muere. Todos los atributos que han determinado la vida y la voluntad del adepto han quedado atrás. El adepto se transmuta en el Abismo. Las fuerzas de la oscuridad pulen lejos todas las limitaciones que impiden al alma del mago convertirse en divino. Después del Abismo, el alma se convierte en un diamante negro que transporta todos los colores de la vida y el fantasma en su interior.

El Abismo corresponde físicamente a la garganta y el cuello y parte de la espalda donde la columna se pasa en el cerebro. Aquí podemos encontrar el Chakra Vishuddi, que se compara con una flor de loto azul con dieciséis pétalos. Los seres y entidades como Abbadon (el ángel del abismo) y Choronzon moran en el Abismo. Consumen las partes viejas del cuerpo, auto limitadas del mago y las deja en el Abismo para morir.


Entre el más alto nivel divino y el inferior hay un abismo. En el lado de la luz esto se puede comparar con una enorme pendiente que conduce al lado oscuro. En el lado oscuro del abismo no existe de la misma manera. El adepto de la luz que no llega a la tríada más alta  de la divina cae en el abismo, y podría convertirse en una víctima de las fuerzas del caos que allí habitan. Desde la perspectiva del lado oscuro, sin embargo, el abismo se puede comparar con un río que separa el centro más oscura del inframundo de las partes circundantes.

En la Cábala, el Abismo es llamado Masak Mavdil. En el Abismo y su río oscuro todos los adeptos que han fallado yacerán, ahogados. Al superar el abismo, el viejo mago, limitada desde muere. Todos los atributos que han determinado la vida y la voluntad del adepto han quedado atrás. El adepto se transmuta en el Abismo. Las fuerzas de la oscuridad pulen lejos todas las limitaciones que impiden al alma del mago convertirse en divino. Después del Abismo, el alma se convierte en un diamante negro que transporta todos los colores de la vida y el fantasma en su interior.

El Abismo corresponde físicamente a la garganta y el cuello y parte de la espalda donde la columna se pasa en el cerebro. Aquí podemos encontrar el Chakra Vishuddi, que se compara con una flor de loto azul con dieciséis pétalos. Los seres y entidades como Abbadon (el ángel del abismo) y Choronzon moran en el Abismo. Consumen las partes viejas del cuerpo, auto limitadas del mago y las deja en el Abismo para morir.

Los 10 Qliphoth - Gha'agsheblah






Gha'agsheblah es la más alta Qlipha de los que están por debajo de la tríada suprema. Gha'agsheblah es la fuerza que gobierna todas las esferas Qliphoticas por debajo del Abismo. La tríada superior corresponde a las ideas y la conciencia divina. Los siete niveles por debajo corresponden a los diferentes grados de concreción de las ideas. Ambos Gha'agsheblah y su homólogo brillante se asocian con el Demiurgo, el creador que da forma al mundo. Los siete mundos por debajo de la tríada superior se puede comparar a los siete días durante los cuales Dios creó el mundo, según la Biblia. El acto de la creación surge como un impulso en Chokmah y recibe una forma negativa en Binah. Binah concede el espacio para algo que se cree, similar a fundir un metal en un molde. Jesed es el principio que llena la forma y por lo tanto crea una existencia positiva. Por lo tanto Chesed hace el impulso de hormigón de Chokmah y actúa como Chokmah, pero en un nivel concreto. En la tríada superior, todos los principios son meramente potenciales y aún no actualiza las ideas. Sólo en los siete niveles inferiores es el mundo actualizado.

Cuando el adepto encuentra Gha'agsheblah, la preparación para salir de los niveles concretos y caminar hacia el centro absoluto del universo que se encuentra en la tríada superior se inicia. Gha'agsheblah representa las fuerzas que finalmente prueban el adepto antes de comenzar el viaje a través del abismo. Gha'agsheblah desnuda por completo al adepto antes de su viaje al abismo, y la tríada superior Qliphotica. En el relato sumerio del descenso de la diosa Inanna al inframundo, pasa siete puertas antes de que ella esté de pie ante el trono de su hermana, la diosa de la muerte, Ereshkigal. En cada puerta se ve obligada a sacar un pedazo de ropa hasta que está totalmente desnuda. Las prendas de vestir corresponden a siete de los atributos de la vida que ella debe dejar atrás para pararse frente a frente con la muerte. Los siete Qliphoth debajo del Abismo representan las siete puertas del inframundo. Gamaliel quita los atributos de Yesod, y Samael los de Hod y así sucesivamente, hasta que el mago está completamente desnudo ante el abismo. Las fuerzas Qliphoticas destruyen las piezas de ropa, los atributos, las ilusiones que son obstáculos para encontrarse con la oscuridad más exterior y la sabiduría extrema. Gha'agsheblah elimina la última pieza de ropa y guía al adeptos hacia el abismo, y los dominios más profundos de los infiernos.

Gha'agsheblah representa el mayor nivel de misticismo erótico. En este nivel, la lujuria y el sufrimiento son trascendidos y pasan a la otra Qlipha en una energía extática que se encuentra más allá de la polaridad entre atracción y repulsión. El adepto va más allá de cualquier diferencia entre la lujuria y el sufrimiento. La energía de la muerte, Tánatos, se transforma en la energía de la vida, Eros, y el vacío del abismo está lleno de la energía que permite un renacimiento metafísico en medio de la muerte.


El demonio Astaroth gobierna Gha'agsheblah. Astaroth también se llama Astarot, o Astarté, y fue originalmente una diosa semítica de la fertilidad y la guerra, lo que equivale a Ishtar entre los babilonios y a Inanna en los sumerios. En los textos Goéticos, Astaroth se llama la Venus impura de los sirios con pechos femeninos, pero tiene la cabeza de un culo o un buey. En la Goétia, Astaroth es el demonio 29 y está en posesión de una sabiduría tremenda. Astaroth puede informar sobre el pasado, el presente y el futuro y puede revelar todos los secretos. Astaroth fue uno de los más destacados ángeles caídos que fueron arrojados al abismo, y Astaroth puede decirle al adepto sobre la caída de los ángeles, y la razón detrás de su propia caída.

Los 10 Qliphoth - Golachab









Golachab es el más brutal de los poderes Qliphoticos. El nombre de este Qlipha es significativamente revelador sobre la naturaleza de este ámbito: "incendiarios", "Los de fuego", "el volcán" o "los que queman con el fuego". Según ciertas teorías, este es la Qlipha de la Qliphoth y el reflejo de Geburah, el Sephirah de la que nació el Qliphoth. Geburah es la fuerza imperativa y punitiva que en los mitos se compara con los fuegos del infierno. Geburah es la ira de Dios que inspira temor en los devotos. Es el aspecto punitivo de Dios y del Árbol de la Vida. Algunos afirman que las Qliphoth son una forma de castigo de Dios. El Qliphoth son el caos y los fantasmas que Dios envía al hombre desobediente.

Como se describe más arriba, muchos cabalistas afirman que la ira de Dios ha creado una grieta en la Creación, y la ira que se filtró fue lo que causó el Qliphoth. La teoría más común en relación con Geburah y Golachab es que el Árbol de la Vida consiste en un equilibrio entre la misericordia de Dios (el Sephirah Jesed, también llamado Gedulah) y su severidad (Geburah). Los lados de sombra de estos Sephiroth contienen estas funciones en una forma desequilibrada. El polo desequilibrada contra de Jesed a continuación corresponde a una falta de moderación, y el lado oscuro de Geburah se corresponde con ensañamiento.

Golachab pertenece al plano mental y es uno de los dos polos a través del cual Thagirion opera. Thagirion es la personalidad total, o el Ser, que opera en la existencia a través de una completa cooperación entre la fuerza, visión y acción. Los dos polos del plano mental son la lujuria y el sufrimiento. El factor de la lujuria pertenece a Chesed, Geburah el sufrimiento. Están dispuestos en una estructura especial y adoptar ciertos principios, tales como la misericordia de Dios y de la gravedad. Los Sephiroth operan dentro de un cosmos ordenado que se ilustra en el árbol de la vida.

Las contrapartes Qliphoticas de la lujuria y el sufrimiento no existen dentro de estas estructuras, sino que operan en el caos. Así, son en general, y la lujuria pasa en el sufrimiento y el sufrimiento se convierte en lujuria. Estando aquí, puede encontrarse un complejo sado masoquista en estos dos Qliphoth en la que al mismo tiempo representan la lujuria y el sufrimiento, la atracción y la repulsión, el sexo y la muerte. Estos dos Qliphoth se rigen por las reglas del demonio que a menudo se asocian, es decir, Astaroth y Asmodeo; los dos demonios más céntricoss de la masa negra original. Asmodeo norma Golachab. Asmodeo, el demonio treinta y dos de la Goética, aparece en numerosos grimorios y en la literatura apócrifa. Él es llamado "Samael el Negro" y es el hijo de, o un aspecto de Samael.


Golachab y Asmodeo representan el fuego la revolución violenta, y la rebelión. Esta Qlipha corresponde a Marte, el planeta de la guerra. Asmodeo rompe los enlaces matrimoniales e inspira a la promiscuidad. El mago que llega a este Qlipha aprende a controlar e invertir las experiencias de la lujuria y el sufrimiento de una manera que rompe con las estructuras sefiróticas. Golachab se asocia con las fuerzas muy violentas y peligrosas, y los rituales de maldición más brutales provienen de esta esfera. Adeptos que están trabajando con Golachab puede utilizar ciertas ceremonias de fuego: caminando sobre carbones ardientes o comerlos, o ritos especiales sado masoquistas para ponerse en contacto con las fuerzas de la Qlipha.