miércoles, 12 de marzo de 2014

La Consciencia Una búsqueda de la verdad P.D. Ouspensky - 4º Parte



Una síntesis de algunos de los dichos y escritos de P. D. Ouspensky sobre el tema de las emociones negativas.



1


El término “emociones negativas” comprende a todas las emociones de violencia o depresión: auto-compasión, ira, sos­pecha, miedo, enfado, aburrimiento, desconfianza, celos, etc. De ordinario se acepta esta expresión de emociones negati­vas como completamente naturales o incluso necesarias. Muy a menudo recibe el nombre de “sinceridad”. Por supuesto, no tiene nada que ver con la sinceridad; es sólo un síntoma de debilidad en la persona, un signo de mal carácter y una inca­pacidad para guardar para uno mismo las propias penas. Tomamos consciencia de ello cuando tratamos de oponernos a esta tendencia, y de esto aprendemos otra lección. 


Las emociones negativas constituyen un terrible fenóme­no. Ocupan un enorme lugar en nuestra vida. Se puede decir de mucha gente que todas sus vidas están reguladas y controladas, y en última instancia son arruinadas por las emo­ciones negativas. Al mismo tiempo, no puede decirse que las emociones negativas representen ningún papel útil en nues­tras vidas. No ayudan a nuestra orientación, no nos dan ningún conocimiento, no nos guían de modo sensato. Por el con­trario, echan a perder todos nuestros placeres, hacen que la vida nos sea un peso difícil de llevar y muy eficazmente im­piden nuestro posible desarrollo, porque no hay nada más mecánico en nuestras vidas que las emociones negativas.

Las emociones negativas escapan siempre a nuestro con­trol. Aquellos que piensan que pueden controlar sus emocio­nes negativas y manifestarlas a voluntad simplemente se engañan a sí mismos. El he­cho más extraño y fantástico sobre las emociones negativas es que, de hecho, son reverenciadas por todos. Lo que más le cuesta admitir al hombre mecánico corriente es que las emo­ciones negativas propias y ajenas no tienen ningún valor y no contienen nada noble, ni bello, ni fuerte. En realidad, las emociones negativas no contienen sino debilidad, y a menu­do son el principio de la histeria, de la locura o del crimen. Lo único bueno que se puede decir de ellas es que, siendo completamente inútiles y creadas artificialmente por la imaginación y las identificaciones, pueden ser destruidas sin que eso suponga ninguna perdida, y ésta es la única oportunidad de escape que el hombre tiene.


En realidad, tenemos mucho más poder sobre las emo­ciones negativas de lo que pensamos, particularmente cuan­do nos hemos convencido de lo peligrosas que son y de lo urgente que resulta el luchar contra ellas. Pero encontramos demasiadas excusas contra ellas y nadamos en los mares de la auto-compasión o del egoísmo, encontrando fallos en todo excepto en nosotros mismos.


La naturaleza le desarrolla solo hasta un cierto punto, y lue­go le deja para que siga creciendo por sus propios esfuerzos y recursos, o bien para que viva y muera tal como ha naci­do. El hombre se atribuye a sí mismo muchos poderes, fa­cultades y propiedades que no posee, y que nunca llegará a poseer a menos que pueda desarrollarse hasta convertirse en un ser completo. El hombre no se da cuenta de que, de he­cho, él no es más que una máquina sin movimientos inde­pendientes, la cual es puesta en funcionamiento por las cir­cunstancias externas. La más importante de las cualidades que el hombre se atribuye a sí mismo, pero que no posee, es la consciencia. Por consciencia entendemos un tipo particu­lar de apercibimiento en el hombre. La consciencia de sí mis­mo, de quién es, de lo que siente o piensa, o de dónde se en­cuentra en ese momento. Hay que recordar que el hombre no es igualmente consciente todo el tiempo y que, según el modo en el que nosotros estudiamos al hombre, considera­mos que él tiene la posibilidad de cuatro estados diferentes de consciencia. Son los siguientes: sueño, estado de vigilia o consciencia relativa, tercer estado de consciencia o auto-consciencia y cuarto estado de consciencia o consciencia objetiva. Pero en la vida ordinaria el hombre no sabe nada de lo que es consciencia objetiva y no hay experimentos posibles en esta dirección. De hecho, el hombre vive en sólo dos estados: una parte de su vida la pasa dormido y la otra en lo que es llama­do estado de vigilia pero que en realidad se diferencia muy poco del sueño. Por consiguiente, cuando hablamos de consciencia nos referimos a un estado de mayor amplitud que nuestro estado ordinario de vigilia. Dando a nuestros pensamientos una dirección que tendrían en un momento de consciencia, podemos inducirla. Llamamos a esta práctica auto recuerdo.
 
2 El “identificarse” o la “identificación” es un curioso estado en el que el hombre pasa la mitad de su vida, estando en estado de sueño la otra mitad. Él se identifica con todo: con lo que dice, con lo que siente, con lo que cree, con lo que no cree, con lo que desea, con lo que no desea, con lo que le atrae, con lo que le repele. Todo se convierte en él o, mejor dicho, él se convierte en ello. Se convierte en lo que le gusta y en lo que le disgusta. Esto significa que en estado de identificación el hombre es incapaz de sepa­rarse del objeto de su identificación. Es difícil encontrar una mínima cosa con la que el hombre sea incapaz de identificarse. Al mismo tiempo, en estado de identificación es cuando el hombre tiene menos control sobre sus reacciones mecánicas. 


Si queremos ser más cons­cientes, debemos estudiar lo que nos impide recordarnos a nosotros mismos. Se percibirá que, de ordinario, se piense lo que se piense, se haga lo que se haga, se sienta lo que se sienta, uno no se recuerda a sí mismo. Al mismo tiempo se encontrara que, si se hacen suficientes esfuerzos durante un tiempo suficientemente largo, se puede incrementar la capa­cidad de auto recuerdo. Se empieza a recordarse a uno mis­mo más a menudo y más intensamente. 


La cuestión es: ¿cómo vamos a recordarnos a nosotros mismos, cómo vamos a hacernos más conscientes?


Si se piensa seriamente sobre el tema de las emociones negativas, se encontrara que constituyen los principales fac­tores que nos impiden recordarnos a nosotros mismos. Así que una cosa no puede ir sin la otra. No se puede luchar con­tra las emociones negativas sin recordarse más a uno mis­mo, y no se puede recordar más uno a sí mismo sin luchar contra las emociones negativas.



3



Lo primero para poder empezar a luchar contra las emo­ciones negativas es convencerse de que no hay una sola de ellas que resulte útil. Todas las emociones negativas son igual­mente malas y constituyen un signo de debilidad. Lo segundo de lo que tenemos que convencernos es que se puede lu­char contra ellas, se pueden conquistar y destruir porque no tienen un centro real. Si hubiera un centro real para ellas, no tendríamos oportunidad alguna; permaneceríamos para siempre bajo el poder de las emociones negativas. Afortuna­damente para nosotros, existen en un centro artificial que pue­de ser destruido y perdido, y nos sentiremos mucho mejor si lo hacemos. Incluso la toma de consciencia de que esto es posible ya es mucho, pero tenemos al respecto tantas con­vicciones, prejuicios e incluso principios, que nos resulta difícil librarnos de la idea de que las emociones negativas son necesarias y obligatorias. 


Una de las ilusiones más fuertes es pensar que las emo­ciones negativas son producidas por las circunstancias, y así hablamos de estar airados “por alguna razón perfectamente justa”, pero todas las emociones negativas están en nosotros, dentro de nosotros. Para poder empezar a luchar contra ellas debemos convencernos de que no hay razones justificadas para estar airados. Pensamos, y nos gusta pensar, que nues­tras emociones negativas se producen bien por fallos de otros, bien por fallos de las circunstancias. Esto es una ilusión. Mi ira no está en la razón, está en mí. Las causas de las emociones negativas no están en las circunstancias externas, están en nosotros mismos. No hay ni una sola razón inevitable por la que cierta acción de otra persona, o cierta circunstancia, tenga que producir una emoción negativa en mí. Sólo mi de­bilidad.


El sufrimiento, en sí mismo, no es una emoción negativa. Sólo producirá emociones negativas si uno se identifica con él. El sufrimiento puede ser real; las emocio­nes negativas, no. Después de todo, el sufrimiento solo ocu­pa una pequeña parte de nuestra vida, mientras que las emo­ciones negativas ocupan una gran parte (ocupan la totalidad de ella). ¿Por qué? Porque las justificamos. Pensamos que están producidas por alguna causa externa. Por supuesto que aquellos llenos de emociones negativas e identificaciones van con toda probabilidad a producir similares reacciones en los demás, pero, de nuevo, uno puede aprender a aislarse en ta­les casos mediante el auto recuerdo y la no identificación asumiendo al mismo tiempo que aislamiento no significa in­diferencia. La mayor parte de las emociones negativas desa­parecen cuando se sabe que no pueden ser producidas por causas externas, pero la primera condición es el pleno aper­cibimiento de que efectivamente no pueden ser producidas por causas externas si nosotros no queremos tenerlas. Si están ahí es porque las toleramos, explicando su presencia en función de las circunstancias externas, de modo que así no luchamos contra ellas. Las emociones negativas no pueden existir sin la imaginación.



4

Primero hemos de luchar contra las identificaciones y la imaginación. Se suele adscribir a la palabra imaginación un significado completa­mente artificial e inmerecido en el sentido de una facultad creativa o selectiva. La imaginación es una facultad destruc­tiva que no puede ser controlada. Empezamos por imaginar algo para agradarnos a nosotros mismos, pero muy pronto empezamos a creerlo, o al menos parte de ello. La imagina­ción en general consiste en atribuirse a uno mismo algún tipo de conocimiento, facultad o poder que no posee de hecho. Este es el tipo peligroso de imaginación, mientras que el de­jar simplemente que las cosas aparezcan en la mente, o el soñar despierto, puede resultar inofensivo, o incluso agrada­ble, en tanto que uno esté libre de identificaciones. La lucha contra las identificaciones y la imaginación es suficiente para destruir muchas de las emociones negativas corrientes, o al menos para hacerlas adoptar formas mucho más suaves. Se debe empezar por ahí porque solo es posible usar métodos fuertes contra las emociones negativas cuando ya se puede lu­char contra la imaginación hasta un cierto punto, y cuando ya se ha parado la imaginación negativa. Esta debe cesar por completo.



5


Es necesario entender que parar la expresión de las emo­ciones negativas y luchar contra las mismas son dos prácti­cas completamente diferentes. Intentar parar la expresión vie­ne primero. No se puede hacer nada sobre las emociones negativas mismas hasta haber aprendido a parar su expre­sión. Una vez adquirido un cierto control sobre su expresión se puede empezar el estudio de las emociones negativas en sí mismas. Se puede empezar por hacer un esfuerzo de clasificación, averiguar que emociones negativas predominan en uno, porque vienen, que es lo que las provoca, y así sucesivamente. Se debe entender que el único control posible de las emociones es a través de la mente, pero que éste no se da de inmediato. El aprender a crear una actitud correcta hacia la propia irritabilidad, el mal genio, la sospecha o cualquiera que sea la emoción negativa que uno experimente con más frecuencia, sirve de gran ayuda a la hora de pararla justo en el principio. Porque una vez que se la ha permitido empezar no se la puede detener. Una vez que uno ha empezado a expresarla se halla bajo su poder. La lucha debe empezar en la mente, y hay que encontrar el propio modo de pensar sobre un tema definido. No se puede con­trolar el mal genio cuando ya ha empezado a aparecer. Es demasiado tarde. Este ya ha saltado afuera. Sólo se pueden controlar cosas tales como el mal genio de una manera. 


6

Nos estudiamos a nosotros mismos no desde el punto de vista de lo que somos, sino de lo que podemos llegar a ser; de modo que cuando hemos estudiado ciertas cosas durante un tiempo suficiente, trabajamos para cambiarlas. El estu­dio hecho con la suficiente seriedad produce en sí mismo algún cambio, pero todos los resultados de este cambio pueden ser estropeados por ciertas emociones negativas. 


Una actitud correcta hacia un tema es el resultado de pen­sar correctamente con relación a ese tema concreto. Por ejem­plo, mucha gente vive solo de objeciones; piensan que son inteligentes sólo cuando encuentran una objeción a algo. Cuando no es así no se sienten que estén trabajando, o pensando, o nada parecido. Repito, casi todas nuestras emocio­nes personales negativas están basadas en la acusación, y en suponer que cualquier otro es culpable. Si, por medio de un pensamiento persistente, nos damos cuenta de que nosotros somos la causa de todo lo que nos ocurre, nuestra actitud hacia aquellas emociones de acusación comenzara a cam­biar.


Notas a la decisión a trabajar



Piense muy seriamente antes de decidirse a trabajar en uno mismo en la idea de cambiarse a uno mismo, es decir, a trabajar con la meta definida de volverse consciente y de desarrollar la conexión con los centros superiores. Este tra­bajo no admite compromiso y requiere una gran cantidad de autodisciplina y prontitud en obedecer todas las reglas y par­ticularmente instrucciones directas.


Piense muy seriamente: ¿está realmente dispuesto y de­seoso de obedecer, y comprende totalmente la necesidad para ello? No hay vuelta atrás. Si consiente y luego se vuelve atrás, perderá todo lo que ha logrado hasta esa fecha, y perderá realmente más, porque todo lo que adquirió se convertirá en algo equivocado en usted. No hay remedio contra esto.


El entender la necesidad de obedecer a las reglas e ins­trucciones directas debe estar basado en la toma de consciencia de su mecanismo y de su indefensión. Si hace este trabajo con sinceridad y recuerda todas las reglas, esto le llevara a la rea­lización de su estado y de sus necesidades. Pero no debe re­trasarse demasiado. Si desea llegar al verdadero trabajo debe apresurarse. Debe comprender que la oportunidad que se produce hoy puede no presentársele de nuevo. Puede perder to­das sus oportunidades si duda y espera demasiado tiempo.

Si decide trabajar y acepta todo lo que el trabajo conlle­va, debe aprender a pensar con rapidez. Si se le ofrece una tarea debe responder inmediatamente que la acepta.


La toma de consciencia de su indefensión y de su sueño profundo debe ser en usted permanente. Puede reforzarla re­cordando constantemente su insignificancia, su nulidad, su debilidad de todo tipo. No tiene absolutamente nada de lo que estar orgulloso. No tiene nada en lo que basar su juicio. Puede ver, si es sincero consigo mismo, todas las meteduras de pata y todos los errores que comete cuando intenta ac­tuar por usted mismo. Puede que no piense correctamente. Puede que no sienta correctamente. Necesita ayuda constante y puede obtenerla. 


Si desea trabajar seriamente tiene que conquistar muchas cosas en usted mismo. No puede llevar con usted sus prejuicios, sus opiniones fijas, sus identificaciones y animosidades personales.


El esfuerzo consciente es un esfuerzo basado en el enten­dimiento; entendimiento de su necesidad lo primero de todo y entendimiento de las causas que lo hacen necesario. La prin­cipal causa para el esfuerzo consciente es su necesidad de rom­per las barreras del mecanicismo, de la obstinación y de la falta de auto recuerdo que constituyen su ser en el momento ac­tual.



No hay medias tin­tas. Usted debe decidir. ¿Quiere trabajar o no?



Notas al trabajo en uno mismo



Intente recordar y conservar constantemente en su pen­samiento todas las líneas en las que tiene que trabajar. Tiene que trabajar en la mente, en la consciencia, en las emociones  y en la voluntad. 


Intente comprender el trabajo con la mente. Para llevar a cabo este trabajo debe revisar constantemente todas las ideas del sistema que se refieren al hombre y al universo, y particularmente las relacionadas con la filosofía, al estudio de las emociones, los muchos “yoes”, la división del hombre, la personalidad falsa, el “yo” permanente, el esoterismo, las escuelas y los métodos del trabajo de la escuela. Mantenga su mente en estas ideas o cuando menos regrese a ellas siempre que le sea posible. Su mente nunca debe estar ociosa. En cada momento que le sea posible debe reflexionar sobre una idea u otra, sobre uno u otro aspecto del sistema y de sus métodos.


La mente debe entender que en el mismo principio de trabajo serio en uno mismo se abandona la propia libertad.


Ciertamente que es una libertad ilusoria, pero cuando uno se somete a las leyes del trabajo, naturalmente que está sometido a más leyes que alguien de fuera del trabajo.



Intente comprender el significado del silencio en el trabajo, el significado de la sinceridad y el significado de la ver­dad.


No se puede nunca esperar conseguir nada del trabajo si no se guarda silencio cuando no se precisa hablar por el bien del trabajo. Las personas generalmente hablan demasiado, hablan para su propia gratificación, por su orgullo, por su vanidad, por el deseo de revivir experiencias placenteras o penosas; hablan porque no pueden resistir la identificación con el hablar o porque no se dan cuenta de que no deberían hablar de esa manera particular o acerca de ese tema concre­to. Muy a menudo la especial atracción a hablar, para ellos, es el hecho de que ellos saben que no deberían hablar.


En relación con el estudio de la consciencia, debe recor­dar lo que sabe acerca de los estados de sueño y de desper­tar, los diferentes niveles del estado de despertar y la cone­xión de los centros superiores con los estados superiores de consciencia. Debe recordar que su meta es producir estados superiores de consciencia en usted mismo y establecer la co­nexión con los centros superiores. Debe entender que los cen­tros superiores poseen muchas funciones desconocidas que no pueden ser descritas en el lenguaje ordinario. Tienen mu­cho más poder y una penetración más profunda en las leyes de la naturaleza. 


En el trabajo sobre la consciencia debe entender lo prime­ro de todo que este trabajo es enteramente práctico. El estu­dio teórico no servirá de ayuda. En segundo lugar, debe entender que el trabajo sobre la consciencia puede dar resultados solo cuando se convierte en permanente o tan continuo como sea posible. El trabajo espasmódico, accidental o interrum­pido, no puede dar resultados.

Los esfuerzos para crear consciencia en uno mismo pare­cen casi desesperados al principio. Pero muy pronto comen­zaran a dar resultados. 

La práctica de parar los pensamientos ayuda muchísimo al auto recuerdo. La lucha contra la imaginación y contra la charla mecánica con uno mismo o con los demás es nece­saria desde el primer momento.


Dese cuenta también que hay muchas clases de sufrimien­to por las que podrá pasar antes de que consiga su objetivo. Intente comprender que el sufrimiento es el único principio activo en nosotros que puede ser transformado en un senti­miento superior, que es también pensamiento superior y entendimiento superior.

No tenga miedo de pensar en sus emociones y encontrar en ellas contradicciones, incluso si eso le hace daño. Únicamente comparando las diferentes emociones referidas al mis­mo tema puede encontrar reguladores en usted mismo, y con el tiempo destruirlas si trabaja lo suficientemente duro y no teme herirse a usted mismo.

Recuerde que esto puede llevarle al despertar de la consciencia, que es el sentimiento simultaneo de todas las emo­ciones contradictorias; y recuerde que el despertar de la consciencia es un paso necesario para transferirse a usted mismo a un nivel superior de consciencia.



Intente ser sincero consigo mismo. 


Observe cómo a me­nudo era egoísta y calculador.


Intente ver que atolondrado era por expresar opiniones negativas de personas que podrían haberte ayuda­do, de las cuales muchas ya han desaparecido. Intente verse a usted mismo como es en realidad.


Piense en la vida en general, piense en las masas de gente ciega y dormida sin ninguna posibilidad en absoluto de lle­gar a ser otra cosa. Piense en usted mismo, dése cuenta de cuantas oportunidades tuvo y de cuantas ha perdido ya y con­tinua perdiendo diariamente.


Piense acerca de la muerte. No sabe cuánto tiempo le que­da. Y recuerde que si no cambia, todo se volverá a repetir, todos los tontos errores, todas las estúpidas equivocaciones, toda pérdida de tiempo y de oportunidades, todo se repetirá con la excepción de la ocasión que tuvo esta vez, porque la ocasión nunca llega de la misma manera.


Tendrá que buscar su ocasión la próxima vez. Y con ob­jeto de hacerlo, tendrá que recordar muchas cosas. ¿Y cómo recordará entonces si no es capaz de recordar nada ahora?


Pero el verdadero tra­bajo con la voluntad comienza con el intento de comprender la obstinación y de encontrar ejemplos de su manifestación en sus acciones. En este punto aparece la necesidad de una gran sinceridad consigo mismo. 


Para comprender mejor la diferencia entre obstinación y voluntad aprenda a distinguir entre lo que es mecánico y lo que es consciente. La obstinación es siempre mecánica, la voluntad es siempre consciente. 


En realidad, el mismo hecho de abandonar la propia obstinación es el primer acto y la primera manifestación de la verdadera voluntad.



¿Qué es la escuela?



Pregunta. ¿Qué es la escuela?

Ouspensky. La escuela es una organización para la trans­misión a un cierto número de personas preparadas del cono­cimiento.

Lo más esencial en la escuela es el conocimiento. Esto quiere decir que las escuelas no pueden formarse arbitrariamente sin la participación de personas que han obtenido el conocimiento en las escuelas. Otro hecho muy importante es la selección que la escuela efectúa, es decir, la selección de estudiantes. Únicamente son ad­mitidas personas de una cierta preparación y de un cierto ni­vel de entendimiento. 


Pregunta. ¿Por qué son necesarias las escuelas?

Ouspensky. Antes de hablar de por qué son necesarias debe tenerse en cuenta para quien son necesarias las escue­las, porque las escuelas no son necesarias en absoluto para la vasta mayoría de personas. Las escuelas son necesarias para aquellas personas que ya se han dado cuenta de la insuficien­cia del conocimiento adquirido por la mente ordinaria y únicamente para ellas son las escuelas necesarias.


Para entender por qué las escuelas son necesarias debe tenerse en cuenta que el conocimiento que proviene de hom­bres de conocimientos superiores puede ser transmitida únicamente a un número muy limitado de personas simultáneamente y con la necesaria observancia de una completa serie de condicio­nes definidas que deben ser bien conocidas por el instructor de la escuela y sin cuyo conocimiento no pueden ser trans­mitidas correctamente.


La existencia de dichas condiciones y la imposibilidad de actuar sin ellas explican la necesidad de una organización. La transmisión de conocimiento exige esfuerzo tanto por parte de aquel que la recibe como por parte de aquel que la da. La organización facilita estos esfuerzos o los hace posibles. 


Pregunta. ¿Por qué es necesario el conocimiento?

Ouspensky. El objetivo de un hombre que se da cuenta de su estado y posición se convierte en un cambio de ser. Este cambio es tan difícil que de hecho sería imposible si el cono­cimiento no estuviera allí para ayudarle.


Pregunta. ¿De qué depende el entendimiento, del cono­cimiento o del ser?

Ouspensky. Ni el conocimiento ni el ser por separado pue­den dar un entendimiento correcto. La razón para esto es que el entendimiento es la resultante del conocimiento y del ser. Un aumento del entendimiento es posible únicamente con un aumento simultáneo de conocimiento y de ser. Si uno crece más que el otro, el entendimiento no se puede desarrollar en la dirección correcta.


Pregunta. ¿Qué se quiere decir con aumento de conoci­miento y aumento de ser?

Ouspensky. El aumento de conocimiento significa una transición de lo particular a lo general, de los detalles al todo, de lo ilusorio a lo real. El conocimiento ordinario, o lo que es llamado conocimiento, es siempre un conocimiento de los detalles sin un conocimiento del todo.


El conocimiento real proviene de las mentes de hombres que han alcanzado el máximo desarrollo posible para los hombres. Se le llama conocimiento objetivo, para distinguirlo del conocimiento del hom­bre común, que es llamado conocimiento subjetivo. El conocimiento objetivo es siempre conocimiento de escuela, es decir, conocimiento adquirido en una escuela. Un hom­bre no puede llegar a él con su propia mente o sacarlo de libros.


Un hombre que no ha recibido enseñanza de la escuela, es decir, un hombre con una forma de pensar subjetiva, vive rodeado de ilusiones, en primer lugar acerca de sí mismo. Piensa que tiene voluntad y la posibilidad de elegir en cada momento de su vida; piensa que él puede hacer; piensa que tiene individualidad, es decir, algo permanente e incambia­ble; piensa que tiene un “yo” o ego igualmente permanente e incambiable; se considera a sí mismo un ser consciente y supone que es capaz de planear su vida en la tierra siguiendo las indicaciones de la razón y de la lógica; su estado normal de consciencia, con el cual vive y actúa, es llamado por el consciencia clara cuando en realidad es sueño. En este sueño vive, escribe libros, inventa teorías, libra batallas, mata a otras per­sonas que duermen y él mismo muere sin sospechar incluso por un momento que puede despertar.


No se da cuenta de la posibilidad de desarrollo o de cre­cimiento. Se adscribe a sí mismo aquello que no posee. Pero desconoce cuánto podría adquirir.


Pero en realidad nada sucede por sí mismo. Un hombre debe en primer lugar liberarse de las ilusiones y después tra­bajar para alcanzar otro (nivel de) ser. Este trabajo requiere esfuerzos prolongados y sistemáticos y conocimiento.


Pregunta. La idea de iniciación en la “escuela esotérica” está basada en la elección y apreciación de aquellos que sa­ben más y esa parece su idea también (un número de personas preparadas).

Ouspensky. Únicamente el conocimiento puede recibir­se de alguien distinto y no puede recibirse de ninguna otra manera. Preparación quiere decir algo bastante diferente. En su primer sentido se trata simplemente de preparación inte­lectual y emocional, dándole a un hombre la posibilidad de entender y de evaluar nuevas ideas. La necesidad de prepa­ración es enfatizada únicamente para mostrar que las ideas del sistema no pueden darse a cualquiera sin discriminación.


Pregunta. Hay una gran cantidad de personas que se pre­cian de pertenecer a una escuela y de poseer un conocimien­to especial. Todos ellos dicen lo mismo que usted. ¿Dónde está el criterio que nos ayudara a reconocer al que está en lo cierto? Los ejemplos de algunas de estas personas más pa­recen negar su conocimiento que afirmarlo.

Ouspensky. Por supuesto, además de escuelas verdade­ras existen muchas falsas. El principal peligro proviene de las escuelas que poseen muy poco conocimiento y una gran cantidad de fantasía. Es muy difícil indicar un criterio exacto para hacer una discriminación en un primer contacto con una escuela, porque ese criterio depende de la profundidad y de la calidad de la preparación.