El antiguo Penal se transforma en templo masónico durante la presentación de una logia que comenzará a funcionar en la provincia · Los miembros de la masonería afrontan una etapa de renovación y apertura.
El día de ayer fue sin duda una jornada especial para anotar en los anales del Monasterio de la Victoria. Por vez primera en sus cinco siglos de historia accedía de forma oficial la masonería a este recinto tan cargado de simbolismo. Y lo hacía en libertad, con la satisfacción de pertenecer a una institución que se está despojando de la leyenda negra que secularmente vertió contra ellos el nacional catolicismo español. Seguramente, muchos de los albañiles y artesanos que edificaron la iglesia y los claustros del Monasterio de la Victoria en el siglo XV pertenecieron a las logias de constructores de las que procede la institución masónica. Mucho tiempo después, transformado el imponente edificio en el tristemente recordado Penal de El Puerto y Prisión Central, muchos masones sufrieron represión entre sus muros. Este fin de semana, la masonería está celebrando en la antigua iglesia del Penal el cónclave de la Gran Logia de España, la reunión del órgano legislativo de la orden masónica española. Los más de 60 'hermanos' participantes en el cónclave han lucido las medallas y mandiles que los distinguen en sus reuniones, sus mejores galas para tan digna ocasión, para exorcizar las persecuciones pasadas y mirar hacia el futuro. La consagración de un nuevo templo masónico en Cádiz, que llevará el nombre de 'Obreros de Hiram', representa esta nueva etapa abierta por la masonería en la provincia.
La persona que ha hecho posible este encuentro en El Puerto es un abogado de Valencia, de 44 años de edad, casado y padre de dos hijas, nombrado en el año 1998 maestro de la Gran Logia de España, es decir el máximo dirigente de la institución en nuestro país. Oscar de Alfonso es el maestro más joven desde que existe la masonería española y personaliza ese espíritu aperturista y de cambio que experimenta la institución.
Entrevistado por este diario en el Hotel Santa María, sus primeras palabras son de reconocimiento a los más de 600 masones que estuvieron presos en el Penal durante la posguerra, a quienes dedica "un especial recuerdo y homenaje". La masonería actual no tiene sin embargo los mismos objetivos que la de la Segunda República. "La masonería de hoy no tiene la importancia que tuvo antaño, ni tampoco la deseamos. La masonería en España poco tiene que ver con la de la II República", reconoce el maestro de la Logia de España. Aquella masonería, según añade, "estaba muy influencia por componentes políticos, que a la corta o a larga siempre causan problemas a la institución masónica".
De esta forma, la masonería ha evolucionado, aunque sigue fiel a los principios de hace mil años: amor fraternal, ayuda mutua, virtud y honor, así como el deber de confidencialidad de todo masón con sus 'hermanos': no revelar lo que se hace dentro del templo de la logia, ni tampoco los nombres de sus miembros si estos no dan su consentimiento. Pese a todo Oscar de Alfonso insiste en que la masonería "no quiere ser ni un partido político ni un sindicato", es decir que la renovación pasa por asumir posiciones "apolíticas e independientes", por acoger en su seno a personas de diversas tendencias y extractos sociales y no sólo a la burguesía liberal.
Esto no siempre fue así. La masonería o mejor dicho destacados masones tuvieron un papel relevante en la promulgación de la Constitución de 1812, de la que se celebra el Bicentenario, una conmemoración en la que la Gran Logia de España quiere estar presente. "La actuación de los masones para la elaboración de la Constitución de Cádiz fue más a nivel político y particular de sus miembros que como proyecto masónico -aclara Oscar de Alfonso-. Pero es evidente que determinados principios e ideales masónicos se ven reflejados en algunos artículos y en algunos preceptos de la Constitución de Cádiz", subraya. Es por este motivo que la Gran Logia de España tiene un programa para la participación en el Bicentenario, con unas jornadas que el Instituto Krausista de Zaragoza organizará el año próximo.
La escasa impregnación política de la masonería se refleja en el hecho de que actualmente ningún político se declara masón, siendo muy escasa su influencia en los círculos de poder político y económico de España, a diferencia de otros países como Estados Unidos, América Latina, Inglaterra o algunos países nórdicos, donde los varones de las familias reales pertenecen a la masonería.
Otro de los retos que afronta la masonería es cambiar la imagen de sociedad secreta y cerrada en la que se practican extraños ritos. Sobre este particular, Oscar de Alfonso reconoce que es necesaria "una dinámica de apertura, de explicar lo que somos, lo que hacemos y cómo lo hacemos. Sobre todo para dar a conocer a la sociedad que no somos perniciosos, ni maliciosos, ni somos personas malas, ni malignas, que no realizamos cosas extrañas sino que somos perfectamente normales e integrados y aportamos valores espirituales y humanísticos que son buenos".
Fue precisamente esa leyenda negra lo que hizo que en el franquismo muchos bienes de masones fueran confiscados. "Muchos hermanos tuvieron que marcharse al exilio y los inmuebles que se utilizaban como templos fueron incautados. La vía legal para obtener ahora algún resarcimiento sería una ley promulgada por el Parlamento". Sin embargo no es esta la prioridad de los masones: "Lo que sí reclamamos es que se nos de un reconocimiento moral de lo mucho que la masonería ha hecho por este país", subraya el maestro.
Parece claro que muchas cosas están cambiando en la masonería en estos tiempos y aunque el objetivo no sea ya la construcción de catedrales, puentes, ciudades o la independencia de las naciones, la vocación de edificar algo nuevo sigue presente en su ideario. "En momentos de crisis la masonería ofrece a las personas que se integren en ella instrumentos para su perfeccionamiento personal, la construcción de un templo interior que sirva a la vez para mejorar la sociedad, partiendo de la transmisión de los principios masónicos, aunque descartando propuestas de tipo político o económico", concluye Oscar de Alfonso.