La edad
media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba
de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales.
Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba
plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de
fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía
convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su
poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y
perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos
alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea
práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se
concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no
obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los
procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los
materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar
en el propio alquimista.
La
alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico.
Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la
fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas
artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir
volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata
naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios
reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y
plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de
Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación
de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una
amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia
mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y
cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos
misteriosos y alusiones secretas.
Los
primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto,
Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de
Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de
Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba
que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en
la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el
plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte),
el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro
(Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían
influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica
de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una
escalera de ascenso espiritual.
Con la
conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el
siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los
experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de
ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que
murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los
que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y
neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología,
matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los
eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y
fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo
ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las
enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte.
Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una
reputación popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado
en la medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de
prolongar la vida.
Los
escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código
simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés "gibberish"
(galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el simbolismo cristiano como el
sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en el año 1311) un médico español
muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso de herejía. Sus dificultades
con las autoridades eclesiásticas cesaron por un tiempo después de que empleo
con éxito un talismán astrológico para tratar al papa Bonifacio VIII de un
ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el rosario del filosofo y como
paró el procesó de la crucifixión seguida por la resurrección.
Algunos
magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la
magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos
eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes
eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales
y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o
matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que
salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de
la muerte.
Raimundo
Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en
Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros
sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido
en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como
contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que
ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser
relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica
judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí,
presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y
cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.
El papa
Juan XXII denunció a todos los alquimistas
como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero
que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor
circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del
templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel,
un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la
alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El
relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños
dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar
sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y
con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como
resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana,
y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.
Volviendo
al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los
originales griegos directos, fueron
igualmente importantes para el resurgimiento de un interés serio por la astrología. Esta había
sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes
antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se
había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era
Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido
creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se
acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo
había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y
los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y
Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría
creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una
de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente
como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.
La
actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la
hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de los
planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección arraigada
de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran demonios
del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de recurrir a
la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por otra parte, la
astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la vida y el
pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas, era
esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro de
Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros cuyos
libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a la edad
media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias planetarias,
que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco estaban
vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por ejemplo, un
cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba en
Capricornio, que gobierna las rodillas.
Muchos
cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas
como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca
de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido
mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino,
siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él,
salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las
estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos
de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones
exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que
desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las
estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de
los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.
Durante
los siglos XIII y XIV y hasta el período
del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles,
gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades
italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en
1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos
de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales.
Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que
le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España.
También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo
mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del
Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto
astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que
brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos.
Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta
poéticamente justo.
Desde
el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología
consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda
una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los
metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían heredado
las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino estableció
que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas propiedades
dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural, como se la
llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía en aquellos tiempos. Pero no era legitimo
emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo
podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un
pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con
grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para
curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la
propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.
Escritores
como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli
creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se
interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según
su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los
"griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían
a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían conocimientos
y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían ser
considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como una
fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante la
intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba constantemente
en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su interés por la magia.
Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe, científico y medico,
también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un medico italiano que
escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos faciales, fue juzgado
dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar la magia. La primera
vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316. Su cuerpo fue
quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el veredicto, de
haber vivido.
Cecco
D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue
condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la
hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su
insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios
de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente
anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía
que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e
imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces
de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un
sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien
no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la
fe cristiana.
Un
texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en
forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso.
Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes
greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín.
Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se
concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el
poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de
las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras,
los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de
fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión
y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que
invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor
supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario,
el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no
conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio,
engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al
hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran
benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago
parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta,
vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su influencia.
Otros
métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido.
Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier
superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento.
Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas,
cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a
menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y
para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas
como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de
convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de
su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la
bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban
pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes,
anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo
poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia
fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor
creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el
desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.
La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar en el propio alquimista.
La
alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico.
Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la
fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas
artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir
volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata
naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios
reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y
plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de
Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación
de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una
amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia
mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y
cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos
misteriosos y alusiones secretas.
Los
primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto,
Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de
Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de
Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba
que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en
la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el
plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte),
el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro
(Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían
influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica
de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una
escalera de ascenso espiritual.
Con la
conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el
siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los
experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de
ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que
murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los
que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y
neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología,
matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los
eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y
fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo ordinario
con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las enciclopedias
publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte. Roger Bacon
(muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación
popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la
medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar
la vida.
Los
escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código
simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés
"gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el
simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en
el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso
de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un
tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al
papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el
rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la
resurrección.
Algunos
magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la
magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos
eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes
eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales
y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o
matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que
salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de
la muerte.
Raimundo
Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en
Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros
sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido
en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como
contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que
ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser
relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica
judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí,
presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y
cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.
El papa
Juan XXII denunció a todos los alquimistas
como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero que
se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor circuló
acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del templario, que
había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel, un comerciante
parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la alquimia, y
cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El relato dice
que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños dibujos
simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar sentido a los
dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y con ayuda
logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como resultado,
adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana, y en 1761 se
informó que había sido visto en una función de ópera de París.
Volviendo
al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los
originales griegos directos, fueron
igualmente importantes para el resurgimiento de un interés serio por la astrología. Esta había
sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes
antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se
había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era
Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido
creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se
acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo
había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y
los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y
Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría
creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una
de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente
como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.
La
actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la
hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de
los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección
arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran
demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de
recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por
otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la
vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas,
era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro
de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros
cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a
la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias
planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco
estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por
ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba
en Capricornio, que gobierna las rodillas.
Muchos
cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas
como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca
de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido
mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino,
siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él,
salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las
estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos
de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones
exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que
desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las
estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de
los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.
Durante
los siglos XIII y XIV y hasta el período
del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles,
gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades
italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en
1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos
de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales.
Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que
le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España.
También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo
mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del
Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto
astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que
brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos.
Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta
poéticamente justo.
Desde
el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología
consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda
una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los
metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían
heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino
estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas
propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural,
como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía en aquellos tiempos. Pero no era legitimo
emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo
podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un
pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con
grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para
curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la
propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.
Escritores
como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli
creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se
interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según
su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los
"griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían
a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían
conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían
ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como
una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante
la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba
constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su
interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe,
científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un
medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos
faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar
la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316.
Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el
veredicto, de haber vivido.
Cecco
D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue
condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la
hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su
insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios
de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente
anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía
que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e
imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces
de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un
sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien
no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la
fe cristiana.
Un
texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en
forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso.
Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes
greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín.
Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se
concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el
poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de
las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras,
los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de
fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión
y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que
invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor
supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario,
el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no
conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio,
engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al
hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran
benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago
parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta,
vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su
influencia.
Otros
métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido.
Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier
superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento.
Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas,
cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a
menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y
para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas
como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de
convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de
su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la
bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban
pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes,
anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo
poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia
fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor
creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el
desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.
La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo
antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el
trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su
taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el
alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que
la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las
enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era
el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia
mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban
interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se
acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual.
El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas
particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se
producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales
que tenían lugar en el propio alquimista.
La
alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico.
Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la
fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas
artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir
volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata
naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios
reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y
plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de Zósimo
de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación de oro
y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una amalgama de
matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia mayor,
astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y cristianismo,
expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos misteriosos y
alusiones secretas.
Los
primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto,
Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de
Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de
Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba
que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en
la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el
plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte),
el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro
(Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían
influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica
de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una
escalera de ascenso espiritual.
Con la
conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el
siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los
experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de
ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que
murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los
que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y
neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología,
matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los
eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y
fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo
ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las
enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte.
Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación
popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la
medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar
la vida.
Los
escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código
simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés
"gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el
simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en
el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso
de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un
tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al
papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el
rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la
resurrección.
Algunos
magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la
magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos eróticos
por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes eróticas
porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales y la
vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o
matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que
salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de
la muerte.
Raimundo
Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en
Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros
sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido
en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como
contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que
ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser
relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica
judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí,
presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y
cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.
El papa
Juan XXII denunció a todos los alquimistas
como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero
que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor
circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del
templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel,
un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la
alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El
relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños
dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar
sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y
con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como
resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana,
y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.
Volviendo
al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los
originales griegos directos, fueron
igualmente importantes para el resurgimiento de un interés serio por la astrología. Esta había
sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes
antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se
había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era
Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido
creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se
acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo
había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y
los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y
Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría
creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una
de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente
como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.
La
actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la
hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de
los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección
arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran
demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de
recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por
otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la
vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas,
era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro
de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros
cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a
la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias
planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco
estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por
ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba
en Capricornio, que gobierna las rodillas.
Muchos
cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas
como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca
de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido
mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino,
siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él,
salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las
estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos
de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones
exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que
desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las
estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de
los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.
Durante
los siglos XIII y XIV y hasta el período
del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles,
gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades
italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en
1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos
de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales.
Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que
le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España.
También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo
mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del
Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto
astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que
brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos.
Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta
poéticamente justo.
Desde
el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología
consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda
una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los
metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían
heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino
estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas
propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural,
como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía en aquellos tiempos. Pero no era legitimo
emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo
podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un
pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con
grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para
curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la
propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.
Escritores
como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli
creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se
interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según
su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los
"griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían
a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían
conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían
ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como
una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante
la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba
constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su
interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe,
científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un
medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos
faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar
la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316.
Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el
veredicto, de haber vivido.
Cecco
D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue
condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la
hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su
insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios
de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente
anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía
que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e
imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces
de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un
sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien
no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la
fe cristiana.
Un
texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en
forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso.
Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes
greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín.
Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se
concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el
poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de
las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras,
los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de
fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión
y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que
invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor
supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario,
el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no
conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio,
engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al
hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran
benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago
parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta,
vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su
influencia.
Otros
métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido.
Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier
superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento.
Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas,
cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a
menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y
para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas
como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de
convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de
su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la
bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban
pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes,
anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo
poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia
fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor
creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el
desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.
La edad
media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba
de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales.
Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba
plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de
fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía
convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su
poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y
perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos
alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea
práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se
concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no
obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los
procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los
materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar
en el propio alquimista.
La
alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico.
Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la
fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas
artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir
volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata
naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios
reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y
plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de
Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación
de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una
amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia
mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y
cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos
misteriosos y alusiones secretas.
Los
primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto,
Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de
Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de
Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba
que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en
la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el
plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte),
el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro
(Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían
influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica
de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una
escalera de ascenso espiritual.
Con la
conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el
siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los
experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de
ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que
murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los
que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y
neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología,
matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los
eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y
fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo
ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las
enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte.
Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una
reputación popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado
en la medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de
prolongar la vida.
Los
escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código
simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés "gibberish"
(galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el simbolismo cristiano como el
sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en el año 1311) un médico español
muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso de herejía. Sus dificultades
con las autoridades eclesiásticas cesaron por un tiempo después de que empleo
con éxito un talismán astrológico para tratar al papa Bonifacio VIII de un
ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el rosario del filosofo y como
paró el procesó de la crucifixión seguida por la resurrección.
Algunos
magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la
magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos
eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes
eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales
y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o
matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que
salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de
la muerte.
Raimundo
Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en
Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros
sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido
en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como
contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que
ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser
relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica
judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí,
presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y
cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.
El papa
Juan XXII denunció a todos los alquimistas
como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero
que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor
circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del
templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel,
un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la
alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El
relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños
dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar
sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y
con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como
resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana,
y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.
Volviendo
al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los
originales griegos directos, fueron
igualmente importantes para el resurgimiento de un interés serio por la astrología. Esta había
sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes
antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se
había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era
Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido
creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se
acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo
había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y
los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y
Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría
creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una
de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente
como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.
La
actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la
hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de los
planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección arraigada
de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran demonios
del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de recurrir a
la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por otra parte, la
astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la vida y el
pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas, era
esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro de
Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros cuyos
libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a la edad
media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias planetarias,
que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco estaban
vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por ejemplo, un
cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba en
Capricornio, que gobierna las rodillas.
Muchos
cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas
como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca
de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido
mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino,
siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él,
salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las
estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos
de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones
exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que
desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las
estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de
los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.
Durante
los siglos XIII y XIV y hasta el período
del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles,
gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades
italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en
1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos
de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales.
Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que
le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España.
También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo
mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del
Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto
astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que
brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos.
Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta
poéticamente justo.
Desde
el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología
consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda
una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los
metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían heredado
las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino estableció
que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas propiedades
dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural, como se la
llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía en aquellos tiempos. Pero no era legitimo
emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo
podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un
pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con
grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para
curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la
propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.
Escritores
como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli
creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se
interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según
su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los
"griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían
a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían conocimientos
y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían ser
considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como una
fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante la
intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba constantemente
en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su interés por la magia.
Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe, científico y medico,
también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un medico italiano que
escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos faciales, fue juzgado
dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar la magia. La primera
vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316. Su cuerpo fue
quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el veredicto, de
haber vivido.
Cecco
D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue
condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la
hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su
insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios
de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente
anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía
que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e
imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces
de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un
sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien
no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la
fe cristiana.
Un
texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en
forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso.
Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes
greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín.
Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se
concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el
poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de
las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras,
los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de
fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión
y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que
invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor
supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario,
el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no
conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio,
engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al
hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran
benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago
parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta,
vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su influencia.
Otros
métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido.
Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier
superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento.
Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas,
cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a
menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y
para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas
como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de
convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de
su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la
bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban
pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes,
anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo
poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia
fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor
creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el
desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.
La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual. El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales que tenían lugar en el propio alquimista.
La
alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico.
Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la
fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas
artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir
volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata
naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios
reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y
plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de
Zósimo de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación
de oro y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una
amalgama de matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia
mayor, astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y
cristianismo, expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos
misteriosos y alusiones secretas.
Los
primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto,
Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de
Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de
Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba
que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en
la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el
plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte),
el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro
(Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían
influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica
de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una
escalera de ascenso espiritual.
Con la
conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el
siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los
experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de
ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que
murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los
que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y
neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología,
matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los
eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y
fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo ordinario
con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las enciclopedias
publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte. Roger Bacon
(muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación
popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la
medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar
la vida.
Los
escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código
simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés
"gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el
simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en
el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso
de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un
tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al
papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el
rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la
resurrección.
Algunos
magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la
magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos
eróticos por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes
eróticas porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales
y la vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o
matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que
salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de
la muerte.
Raimundo
Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en
Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros
sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido
en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como
contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que
ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser
relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica
judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí,
presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y
cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.
El papa
Juan XXII denunció a todos los alquimistas
como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero que
se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor circuló
acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del templario, que
había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel, un comerciante
parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la alquimia, y
cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El relato dice
que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños dibujos
simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar sentido a los
dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y con ayuda
logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como resultado,
adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana, y en 1761 se
informó que había sido visto en una función de ópera de París.
Volviendo
al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los
originales griegos directos, fueron
igualmente importantes para el resurgimiento de un interés serio por la astrología. Esta había
sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes
antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se
había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era
Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido
creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se
acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo
había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y
los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y
Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría
creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una
de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente
como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.
La
actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la
hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de
los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección
arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran
demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de
recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por
otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la
vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas,
era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro
de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros
cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a
la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias
planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco
estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por
ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba
en Capricornio, que gobierna las rodillas.
Muchos
cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas
como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca
de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido
mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino,
siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él,
salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las
estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos
de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones
exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que
desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las
estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de
los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.
Durante
los siglos XIII y XIV y hasta el período
del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles,
gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades
italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en
1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos
de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales.
Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que
le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España.
También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo
mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del
Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto
astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que
brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos.
Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta
poéticamente justo.
Desde
el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología
consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda
una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los
metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían
heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino
estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas
propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural,
como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía en aquellos tiempos. Pero no era legitimo
emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo
podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un
pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con
grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para
curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la
propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.
Escritores
como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli
creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se
interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según
su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los
"griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían
a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían
conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían
ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como
una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante
la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba
constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su
interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe,
científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un
medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos
faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar
la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316.
Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el
veredicto, de haber vivido.
Cecco
D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue
condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la
hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su
insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios
de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente
anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía
que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e
imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces
de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un
sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien
no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la
fe cristiana.
Un
texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en
forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso.
Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes
greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín.
Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se
concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el
poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de
las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras,
los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de
fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión
y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que
invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor
supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario,
el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no
conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio,
engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al
hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran
benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago
parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta,
vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su
influencia.
Otros
métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido.
Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier
superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento.
Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas,
cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a
menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y
para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas
como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de
convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de
su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la
bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban
pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes,
anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo
poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia
fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor
creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el
desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.
La edad media heredó, a través de los árabes, la alquimia del mundo
antiguo: se trataba de una mezcla de religión, astrología y técnicas para el
trabajo con metales. Mediante prolongadas y abrumadoras operaciones en su
taller, mientras recitaba plegarias devotas a Dios para solicitar su ayuda, el
alquimista trataba de fabricar la piedra filosofal, el oro perfecto. Creían que
la piedra podía convertir en oro todo lo que tocaba curar todas las
enfermedades y brindar a su poseedor la juventud eterna. Espiritualmente, era
el estado del dominio y perfección sobrehumanas que es el objetivo de la magia
mayor. Algunos alquimistas, los despreciados sopladores, solo estaban
interesados por la tarea práctica de tratar de hacer oro. Otros jamás se
acercaron a un taller y se concentraron por entero en el progreso espiritual.
El verdadero arte, no obstante, parece haber sido una combinación de ambas
particularidades. Los procesos de laboratorio y los cambios químicos que se
producían en los materiales eran parte integrante de los cambios espirituales
que tenían lugar en el propio alquimista.
La
alquimia comenzó a desarrollarse originariamente en el Egipto Helenístico.
Alrededor del año 200 A.C.. Bolus de Mendes escribió un libro sobre la
fabricación de oro, plata, piedras preciosas y tinturas, que contenían recetas
artesanales. El punto principal era el cambio de color de un metal, es decir
volverlo más amarillo o más blanco para que se asemejara al oro o a la plata
naturales. Los cambios de color eran considerados como indicadores de cambios
reales en la sustancia, y en el mercado existían numerosas variedades de oro y
plata. Aproximadamente en el año 300 de la era cristiana, los escritos de Zósimo
de Panópolis en Egipto, ya se perfilaba el paralelo entre la fabricación de oro
y el progreso espiritual y la alquimia se había convertido en una amalgama de
matalurgía, , experiencias visionarias, filosofía griega, magia mayor,
astrología, mitos paganos, religiones del misterio, gnosticismo y cristianismo,
expresada en un estilo arrebatado y presuntuoso lleno de símbolos misteriosos y
alusiones secretas.
Los
primeros textos de alquimia figuraban bajo los nombres de Hermes Trismegisto,
Isis, Ostanes, Cleopatra, Moisés, Aarón, María la judía(Miriam, la hermana de
Moisés), Pitágoras, Platón y otros filósofos y sabios griegos, y el canto de
Salomón era interpretado como una guía velada hacia la alquimia. Se consideraba
que cada uno de los planetas influía sobre el desarrollo de su propio metal en
la tierra, y los metales fueron ordenados en una escala de perfección, con el
plomo (Saturno) era la base, a través del estaño (Júpiter), el hierro (Marte),
el cobre (Venus), el mercurio (Mercurio) y la plata (Luna), hasta llegar al oro
(Sol), en la cima. Dado que creían que los cuerpos celestiales también ejercían
influencia sobre el carácter humano, éste era un factor de la alianza alquímica
de técnicas metalúrgicas y psicológicas. La escala de los metales era una
escalera de ascenso espiritual.
Con la
conquista árabe de Egipto y gran parte de la zona mediterránea oriental en el
siglo VII, los textos griegos fueros traducidos al árabe, y los
experimentadores árabes comenzaron a ocuparse de la alquimia. El más famoso de
ellos fue Jabir Hayyam, conocido en occidente como Gerber, un místico sufí que
murió alrededor del año 815. Escribió numerosos libros, si bien no todos los
que le fueron atribuidos posteriormente y adaptó la numerología pitagórica y
neoplatónica a los fines de la alquimia. Libros sobre alquimia, astrología,
matemáticas y medicina, escritos por Gerber y otros árabes, incluyendo a los
eruditos moros en España, fueron traducidos al latín a partir del siglo XII, y
fue a través de ellos que la alquimia, como ciencia distinta del trabajo
ordinario con los metales, se introdujo en la Europa medieval. Las
enciclopedias publicadas en el Siglo XIII incluían material sobre el arte.
Roger Bacon (muerto en 1292), científico franciscano erudito que adquirió una reputación
popular alarmante como hechicero estaba particularmente interesado en la
medicina alquímica, la fabricación de elixires curativos y capaces de prolongar
la vida.
Los
escritores sobre alquimia continuaron esbozando sus operaciones bajo un código
simbólico complejo y no es por accidente que el término inglés
"gibberish" (galimatías) deriva de Gerber. Muchos emplearon el
simbolismo cristiano como el sexual, entre ellos Arnán de Vilonova (muerto en
el año 1311) un médico español muy viajero, alquimista, astrólogo y sospechoso
de herejía. Sus dificultades con las autoridades eclesiásticas cesaron por un
tiempo después de que empleo con éxito un talismán astrológico para tratar al
papa Bonifacio VIII de un ataque de cálculos. Arnán llamó a la alquimia el
rosario del filosofo y como paró el procesó de la crucifixión seguida por la
resurrección.
Algunos
magos modernos creen que el simbolismo alquímico velaba los secretos de la
magia sexual, si bien es dudoso que esto sea verdad. El empleo de símbolos eróticos
por parte de autores con mentalidad mística no empleaban imágenes eróticas
porque su arte dependía de un paralelismo entre la vida de los metales y la
vida humana. Toda combinación de dos materiales era llamada copulación o
matrimonio, así como el producto resultante era un nacimiento y el vapor que
salía del material era el espíritu que ascendía del cadáveres en el momento de
la muerte.
Raimundo
Lulio (fallecido en 1315) era un excéntrico español, erudito y prisionero en
Islam; aparentemente no era alquimista, pero se le atribuyen muchos libros
sobre el tema. Se decía que, durante su visita a Inglaterra, habia convertido
en oro veintidós toneladas de metal común en la Torre de Londres, como
contribución al tesoro real. Lulio fue un pionero del arte de la memoria, que
ordena las ideas según un modelos lógicos de modo tal que puedan ser
relacionadas, comparadas y recordadas. Se hallaba muy influido por la práctica
judía de la meditación sobre las veintidós letras del alfabeto hebreo (de allí,
presumiblemente, las veintidós toneladas de oro), y sus esquemas con círculos y
cuadrados contribuyeron a forjar su reputación como mago.
El papa
Juan XXII denunció a todos los alquimistas
como tramposos, pero cuando falleció, en el año 1334, dejó tanto dinero
que se creyó que él mismo debió de haber sido alquimistas. El mismo rumor
circuló acerca de la enorme riqueza de la orden de los caballeros del
templario, que había sido eliminada unos pocos años antes. De Nicolás Flamel,
un comerciante parisino, también se decía que había fabricado oro mediante la
alquimia, y cuando murió, en 1417, su casa fue saqueada en busca del oro. El
relato dice que, de joven, adquirió un hermoso libro antiguo con extraños
dibujos simbólicos. después de varios años de tratar en vano de encontrar
sentido a los dibujos, Flamel conoció a un erudito cabalista judío en España, y
con ayuda logro descifrar el libro y fabricar la piedra filosofal. Como
resultado, adquirió no solo enormes riquezas, sino una longevidad sobrehumana,
y en 1761 se informó que había sido visto en una función de ópera de París.
Volviendo
al siglo XII, las traducciones de autores árabes en unos pocos casos, los
originales griegos directos, fueron
igualmente importantes para el resurgimiento de un interés serio por la astrología. Esta había
sobrevenido a la caída del Imperio Romano, pero sus principales fuentes
antiguas se hallaban escritas en griego, que para entonces en occidente se
había convertido en una lengua muerta. La principal árabe autoridad en era
Albumazar (Abu Mashar de Bagdad, 805-885), quien creía que el mundo había sido
creado junto con todos los planetas en el primer decanato de Aries y que se
acabaría con una conjunción similar en el último decanato de Piscis. Ptolomeo
había analizado los aspectos y pocisiones relativas de los planetas entre si y
los árabes desarrollaron la teoría que las conjunciones de Júpiter, Marte y
Saturno eran portadores de desastres, plagas, hambre y guerra. Esta teoría
creó, a intervalos, una alarma popular considerable en la Europa Medieval. Una
de estas conjunciones, en Acuario en 1345, fue identificada retrospectivamente
como la causa celestial de el brote de peste negra en 1348.
La
actitud de la Iglesia ante a la astrología había variado constantemente de la
hostilidad a la aceptación. Cualquier inferencia de que el destino dependa de
los planetas y no de Dios resultaba intolerable y existía una convección
arraigada de que las deidades planetarias, como todos los dioses paganos, eran
demonios del mal. Por ejemplo en el año 963 el Papa Juan XII fue acusado de
recurrir a la ayuda de Júpiter, Venus y otros demonios mientras jugaba. Por
otra parte, la astrología estaba tan emparentada con todos los aspectos de la
vida y el pensamiento, que resultaba imposible extirparla. Entre otras cosas,
era esencial en la práctica de la medicina, tal como lo recomendaba San Isidoro
de Sevilla (fallecido en el año 639), una autoridad respetada cuyos libros
cuyos libros transmitieron muchos elementos de las culturas griega y romana a
la edad media. Las hierbas aún eran clasificadas por sus correspondencias
planetarias, que afectaba su recolección y su empleo. Los signos del zodiaco
estaban vinculados con diferentes partes del cuerpo de modo tal que, por
ejemplo, un cirujano no operaba una rodilla herida cuando la luna se encontraba
en Capricornio, que gobierna las rodillas.
Muchos
cristianos creían en firmemente en la astrología y consideraban a las estrellas
como signos a través de los cuales el Todopoderoso enviaba advertencias acerca
de sus intenciones, y si los planetas eran demonios poderosos, tenia sentido
mantener una mirada cauta sobre ellos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino,
siguiendo la misma línea de razonamiento de San Agustín y otros antes que él,
salvó la brecha entre el cristianismo y la astrología diciendo que las
estrellas gobernaban la conducta de la mayoría de los seres humanos, esclavos
de sus apetitos. Por lo tanto, los astrólogos podían realizar predicciones
exactas sobre ellos, pero no acerca de la minoría de almas más nobles que
desafiaban, a la vez, a sus inclinaciones carnales y a los cielos. "Las
estrellas impelen pero no compelen" ha sido desde entonces la máxima de
los astrólogos para conciliar a los inconciliables: destino y libre albedrío.
Durante
los siglos XIII y XIV y hasta el período
del Renacimiento, los astrólogos fueron consultados por reyes, nobles,
gobernantes y eclesiásticos, incluyendo algunos Papas, en las universidades
italianas y españolas existían cátedras de astrología. Michael Scot (muerto en
1235), un escocés que era astrólogo de la corte de Federico II, escribió textos
de astrología, alquimia, quiromancia y análisis de los rasgos faciales.
Popularmente era considerado un brujo temible, que empleaba espíritus para que
le trajeran alimentos deliciosos de las cocinas reales de Francia y España.
También navegó en un barco demoníaco y montó por los cielos en un caballo
mágico. Scot es uno de los hechiceros condenados al tormento eterno del
Infierno de Dante. También lo es Guido Bonati, autor de un conocido texto
astrológico en el siglo XIII, que vivió durante un tiempo de los consejos que
brindaba al Conde Guido de Montefeltro para invadir y saquear a sus vecinos.
Bonati mismo fue posteriormente asesinado por bandidos, lo cual resulta
poéticamente justo.
Desde
el punto de vista de la Iglesia, uno de los problemas de la astrología
consistía en su entrelazamiento con la magia. La astrología traía consigo toda
una red de correspondencias entre los planetas, los animales, las plantas, los
metales y otros fenómenos, incluyendo los ángeles y los demonios, que habían
heredado las funciones de los dioses paganos clásicos. Santo Tomas de Aquino
estableció que, en medicine era legitimo, emplear hierbas o piedras cuyas
propiedades dependieran de sus afiliaciones planetarias. Esta magia natural,
como se la llamo, era en realidad una ciencia, tal como la comprendía en aquellos tiempos. Pero no era legitimo
emplear encantamiento, letras o símbolos inscriptos sobre amuletos, que solo
podían actuar a través de la actividad de los demonios y que implicaban un
pacto con el diablo. Amuletos de este tipo eran de uso corriente. Las gemas con
grabados de Aries, Leo o Sagitario, por ejemplo, eran consideradas buenas para
curar las fiebres, la hidropesía y la parálisis, y se creía que tenian la
propiedad de volver a sus dueños talentosos, sueltos de palabra y respetados.
Escritores
como Roger Bacon, Avicena, Pedro de Abano, Arnán de Villanova y Cecco D´Ascoli
creían que las imágenes astrológicas de este tipo eran efectivas. También se
interesaban por l invocación de los ángeles y los espíritus, clasificados según
su correspondencia planetaria con el fin de practicar magia mayor. Como en los
"griomoires", los rituales y los encantamientos apropiados obligarían
a los espíritus a responder a las preguntas del mago y le proporcionarían
conocimientos y poderes ocultos. Y una imagen o un talismán astrológico podían
ser considerados recipientes donde se encontraba encerrado un espíritu, como
una fuente portátil de poder mágico. El descontento de la iglesia surgió ante
la intromisión malsana de fuerzas sospechosas. Bacón se encontraba
constantemente en ascuas con sus superiores, probablemente a causa de su
interés por la magia. Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037)era un filosofo árabe,
científico y medico, también sospechoso de ser mago. Pedro de Abano era un
medico italiano que escribió sobre magia, profecía y análisis de los rasgos
faciales, fue juzgado dos veces por la Inquisición, por el cargo de practicar
la magia. La primera vez fue absuelto, y murió durante su segundo juicio, 1316.
Su cuerpo fue quemado y reducido a cenizas, lo cual sugiere cual habría sido el
veredicto, de haber vivido.
Cecco
D´Ascoli, que ocupo la cátedra de astrología en la universidad de Boloña, fue
condenado por la Inquisición y el, y sus libros fueron quemados junto a la
hoguera, en Florencia en 1327. Una de sus ofensas, aparentemente, fue su
insistencia en que Cristo había llegado al mundo de acuerdo con los principios
de la astrología y que el curso de la vida del Salvador había sido exactamente
anticipada en su horóscopo, el cual Cecco había calculado. Cecco también creía
que los espíritus malignos podían ser controlados, mediante rituales mágicos e
imágenes astrológicas. Proporciono los nombres de demonios poderosos, ca`paces
de brindar al mago respuestas validas a sus preguntas si se los proveía de un
sacrificio de sangre humana y la carne de un hombre o un gato muertos, si bien
no señaló que este "arte zaroastriano" era peligroso y contrario a la
fe cristiana.
Un
texto mágico llamado Picatrix circuló profusamente durante la edad media en
forma de manuscrito, pero su reputación era tan terrible que nunca fue impreso.
Es un descendiente espiritual de la Hermética y gran parte de él tiene orígenes
greco-egipcios. Escrito en árabe en el siglo XIII y posteriormente al latín.
Pedro de Abano fue acusado de haber tomado material de Picatrix. Esta obra se
concentra en la fabricación de imágenes en las cuales se encuentra encerrado el
poder de los planetas, los signos, los kanato de zodiaco, y brinda una lista de
las correspondencias planetarias con los animales, las plantas, las piedras,
los colores y los perfumes. Las imágenes pueden ser empleadas para todo tipo de
fines, desde aliviar un dolor de muelas hasta traer el amor, escapar de prisión
y lograr el éxito en cualquier empresa. También contiene encantamiento que
invocan a los planetas; el que llama a Saturno, llama al planeta, el amor
supremo, el frío, el estéril, el funesto, el pernicioso, el sabio y solitario,
el impenetrable. "Tú, que padeces más inquietudes que nadie, que no
conoces el placer ni la alegría; Tú, antiguo y sagaz, amo de todo artificio,
engañoso, sabio y sensato; Tú, que portas la prosperidad o la ruina y haces al
hombre feliz o desgraciado. A Ti te conjuro, oh padre supremo, por tu gran
benevolencia y tu generosa belleza, para que hagas lo que te pido.... El mago
parece concentrar su imaginación en la naturaleza y los atributos del planeta,
vistiéndose a sí mismo con ellos, para convertirse en vehículo de su
influencia.
Otros
métodos de adivinación traspasaron los límites del territorio mágico prohibido.
Uno de ellos era el antiguo arte de adivinar por medio de un espejo o cualquier
superficie capaz de reflejar, en la cual se ven formas y figuras en movimiento.
Los cristianos y los judíos de la edad media usaban cristales, espejos, uñas,
cera líquida, agua o una mezcla de hollín y aceite en la palma de la mano, a
menudo para identificar ladrones o descubrir el paradero de bienes robados y
para predecir el futuro. Pero en esa época las figuras vistas eran clasificadas
como demonios y adivinar a partir de ellas se convirtió en una manera de
convocar a los espíritus. En 1318 el papa Juan XXII acusó a varios clérigos de
su corte de emplear este método de adivinación. Pocos años después emitió la
bula pontificia Super Illius Specula contra los hechiceros que realizaban
pactos con Satanás, ofrecían sacrificios a los demonios y empleaban talismanes,
anillos, espejos y otros objetos como recipientes para contener espíritus, cuyo
poder era empleado en la magia. El papa ordenó que todos los textos sobre magia
fueran presentados a las autoridades eclesiásticas para ser quemados. El temor
creciente a la magia demoníaca constituyo una influencia fundamental sobre el
desarrollo de las creencias medievales acerca de la brujería.