NMIP: LUIS LEON PIZARRO
Según la concepción de los pitagóricos (siglo VI A. C.), los
números son la clave de las leyes armónicas del cosmos, por lo tanto, símbolos
de orden cósmico divino. Como «arquetipos divinos» están ocultos en el mundo y
se hacen evidentes al traslucirse el universo mediante ellos. «Los números no
fueron arrojados a ciegas en el mundo; encajan formando órdenes equilibrados,
como las formaciones cristalinas y las consonancias en la escala de las notas,
conforme a las leyes de la armonía que lo abarcan todo». Se los considera
«vínculos dominantes e increados de la eterna permanencia de las cosas
intracósmicas». La periodicidad que descansa en unidades numerables de los
ciclos cósmicos debe haber sugerido la idea de que los números no son meros
auxiliares del orden introducidos por el hombre, sino cualidades primarias del
universo, huellas «absolutas», desprendidas de poderes sobrehumanos y, por
consiguiente, sagrados símbolos de la divinidad. Según Novalis, «es muy
probable que en la naturaleza exista una maravillosa mística de los números;
también en la historia. ¿Acaso todo lo importante no es simetría y relación?»
También pueden hablar al sentido estético del hombre dotado para ello y hacerle
experimentar una especie de extrahumana «armonía de las esferas».
Según Jung, « ... si se toma un grupo de objetos despojando
a cada uno de todas sus propiedades, quedará siempre, al final, su número, lo
cual parece indicar que el número es algo irreductible». Para Jung, los números
son arquetipos que se han hecho conscientes, pero aún en casos en que no lo
son, pueden surgir espontáneamente de la mente inconsciente, como pudo
atestiguar reiteradas veces en los sueños de sus pacientes, y en los mitos y
sueños de tribus primitivas de cualquier parte del globo. Así, serían entidades
autónomas no explicables a través de conceptos, probablemente con cualidades
aún no descubiertas. Como arquetipos, son preexistentes a la consciencia,
teniendo la capacidad de producir modificaciones en ella. Y agrega: « ...
entonces no sólo algunos números naturales y combinaciones de números se
relacionan con ciertos arquetipos e influyen sobre ellos, sino que lo inverso
también es verdad. El primer caso equivale a la magia numérica, pero el segundo
es equivalente a explorar si los números, en conjunción con la combinación de
arquetipos encontrada en astrología, demostrarían una tendencia a comportarse
de alguna manera especial.»
El Uno:
El Tao, el Absoluto, engendra al Uno, voluntad primera hacia
la existencia, impulso activo inicial, representado por el punto en geometría,
por la nota Do en música, por el "Hágase la Luz» del Génesis, por el Verbo
Cristiano, por el Sol en nuestro sistema planetario. Pero el Uno, como impulso
puro, sólo puede dar el punto de partida, pues nada puede hacer sin su objeto
de acción. Cuando la luz se hizo, se tuvo que diferenciar del Todo, surgiendo
simultáneamente las tinieblas. El Uno. como todo principio masculino, va hacia
su contraparte receptiva, la que, en cambio, sólo es.
El Dos:
La posibilidad concreta de producción, de creación, es el
Dos, la polaridad a partir del Uno, en el que cada polo está presente en el
otro, la nota Re, la estructura de la línea.
El Dos. Como símbolo, es lo femenino, quedando así
establecida la dualidad, la polaridad básica indispensable para la existencia.
Por un lado, la voluntad de ser, la luz, lo activo, lo cálido, lo ascendente,
lo masculino, el yang; y por el otro, la voluntad de no ser. lo oscuro, lo
pasivo, lo frío, lo receptivo, lo femenino, el yin, mutuamente dependientes.
Astrológicamente, el Sol y la Luna, el Fuego y el Agua, son
los dos elementos básicos de la vida; el primero nos lleva a ascender, a buscar
la unión con lo superior trascendente, y el segundo, a atraer hacia abajo,
transformando lo trascendente en inmanente.
El Tres:
La creación, la persistencia de la vida, depende de la
interacción entre las fuerzas que tienden a ser y las que tienden a no ser,
entre el impulso de ir hacia, y la paciente espera de recibir y acoger. Como
producto de esta dinámica surge el Tres: fruto liberador de la tensión entre
los extremos, elemento estabilizador, principio equilibrante, el elemento nuevo
a partir de la materia fecundada. El Tres se yergue como germen de vida nueva,
como la materia en estado creado, como el resultado del uno más el dos.
Considerado como la materia fecundada por el espíritu, o el triángulo pitagórico
original, o la tríada padre-madre-hijo, el tres es fuente y origen de todas las
cosas existentes a través de sus componentes Sustancia - Forma - Movimiento.
Muchos conceptos han sido simbolizados con tríadas,
triángulos y trinidades en las diferentes culturas. Esto lo encontramos
expresado de diversas maneras en la mayoría de las cosmogonías existentes. El
sufismo nos habla de la ley de Tres: la fuerza activa, la fuerza pasiva y la
fuerza neutralizante o conciliadora. El taoísmo, con el Yin, el Yang y el Tao,
expresa la misma idea; remontándonos al antiquísimo Tao Teh King, encontramos:
«El Tao engendra al Uno. El Uno engendra el Dos. El Dos engendra el Tres. El
Tres engendra las diez mil cosas.» En el hinduismo tenemos a Brahma - creador -
Vishnú - mantenedor - y Shiva - destructor. La Trinidad en el cristianismo, es
la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En la Masonería
encontramos el símbolo del triángulo con el Ojo-que-todo-lo-ve.
En Astrología aún hoy se utiliza un triángulo con su vértice
hacia arriba para designar al elemento Fuego, y uno con su vértice hacia abajo
para el elemento Agua, siendo este último la materia más insustancial, pero
todavía palpable, para ser insuflada de vida por la forma acaso más substancial
del espíritu, el Fuego. Por otra parte, en la rueda del zodíaco cada elemento
está representado tres veces, cada una de ellas enfatizando un aspecto del
mismo, que producirá todas las variaciones posibles.
El Cuatro:
El Cuatro tiene entre los números simbólicos el mayor
potencial de asociaciones. Se relaciona con la cruz y el cuadrado, con las
estaciones del año, ríos del Paraíso, temperamentos, humores corporales, puntos
cardinales, evangelistas, las cuatro letras del nombre de Dios - YHVH - las
fases de la luna, las edades del hombre - infancia, juventud, madurez y vejez -
los elementos astrológicos - tierra, agua, fuego y aire - las cuatro cualidades
alquímicas - frío, seco, húmedo, caliente - las cuatro funciones psicológicas,
según Jung - intuición, sensación, pensamiento y sentimiento. Las Cuatros
Nobles Verdades son el fundamento del Budismo. El Cuatro es quien orienta en el
mundo tridimensional: cómo soy, en contraposición a cómo no soy; dónde estoy,
en contraste a dónde no estoy, adónde voy, en oposición a de dónde vengo, etc.
Es la forma más sintética, la expresión más elemental de las
diez mil cosas creadas; es la forma condensada de todo lo existente,
representando la estabilidad, lo que se conserva en el tiempo. El Cuatro
fusionado vuelve a representar al Uno, al Todo materializado que, polarizado y
combinado en diferentes proporciones, produce la variedad de todas las cosas.
Todas y cada cosa describen a la totalidad. Pero cada pequeña totalidad, cada microcosmos,
singulariza un paso dado más allá de la elementalidad de la materia, un punto
adelante que hace que sea esa cosa y no otra, una esencia que define o
determina su naturaleza.
Se lo considera el arquetipo de la totalidad. La
«cuaternidad del Uno» es el esquema para las imágenes de Dios, como aparece en
las visiones de los profetas Exequiel, Daniel y Enoch, o en la representación
de Horus y sus cuatro hijos, o la de Cristo con los cuatro evangelistas. En
alquimia se habla de «la cuadratura del círculo». Por medios geométricos se
buscaba construir un cuadrado que tuviera la misma superficie que un círculo
dado.
El Cinco:
El Cinco incluye los fundamentos materiales, pero no se
limita a ellos. Viene a ser el vínculo entre el Uno y la diversidad, el puente
que une lo corpóreo con lo divino y que le da sentido e inserción en un
organismo dado. El Cinco es el éter, la quintaesencia de los alquimistas, magma
fundamental del que emerge toda !a materia. Jung habla de la Función
Transcendente, que es la fusión consumada de las cuatro funciones, y la
simboliza como la cúspide de una pirámide de base cuadrangular.
Son los cinco sentidos, a través de los cuales el hombre
conoce y aprehende su entorno. Se le describe geométricamente como el
pentágono, de donde se deriva la estrella de cinco puntas. En ella se inscribe
la figura humana con brazos extendidos y piernas separadas. Es la cruz, con sus
cuatro brazos más la intersección. En música es el pentagrama, sustrato del
sonido original que produjo la creación, y la nota Sol. Es el hombre unificado,
el que culminó su proceso de individuación, con consciencia de sí,
enfrentado a la materia (el Cuatro), con
la que puede crear, interactuar, sublimar. Él es el mediador entre los
elementos y el surgimiento de lo nuevo a través de un acto de creatividad.
Seis:
El número Seis es la suma de los tres primeros números: 1 +
2 + 3. Representa la cualidad amorosa en la creación, la armonía y el
equilibrio. Simbólicamente, aparece como la estrella de seis puntas del sello
de Salomón, o escudo de David, constituido por la fusión armónica de dos
triángulos, uno con el vértice hacia arriba y el otro hacia abajo: lo masculino
y lo femenino, el fuego y el agua. Curiosamente, la pareja humana fue creada
por Dios, según el Génesis, en el día seis. El Seis es la vibración de Venus,
amor y belleza; en música, la nota La, en geometría, el hexágono. Es también la
atracción y oposición del mundo humano versus el divino, guiado por el amor,
como en el antiguo emblema hermético: «como es arriba es abajo». Es la
posibilidad de fusión o reflejo de la trinidad divina del mundo trascendente
con la trinidad humana. El hinduismo habla de los «seis sentidos»: los cinco
corporales más la mente discriminativa, capaz de separar lo verdadero de lo falso.
En astrología hay seis signos activos - fuego y aire -, y
seis pasivos - tierra y agua. En el I Ching, la respuesta del consultante está
dada en un «recorte del instante» llamado hexagrama; en él se detiene el tiempo
lineal por un momento para representar la realidad intemporal del consultante.
Cada hexagrama se compone de dos trigramas, dos veces tres, siendo éste el
número mínimo de fuerzas que constituyen cualquier circunstancia.
El Siete:
Después del tres, es el más importante de los números sagrados,
del 1 al 10. El logro del Siete requiere de una voluntad activa, una elevada
comprensión y un decidido impulso, pues no es fácil abandonar la quieta y
acogedora estabilidad del seis. Siete eran los planetas clásicos de la
astrología - antes del descubrimiento de Urano, Neptuno y Plutón - señalados
como responsables de las cualidades y experiencias humanas, y que dan origen a
los nombres de los siete días de la semana.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento aparecen
numerosas menciones a este número, siempre de connotación sagrada. Siete son
también las notas musicales, los colores del arco iris, los brazos de la
menorah - candelabro judío - los grandes chakras del hinduismo. En el medievo,
se consideraban siete los dones del Espíritu Santo, los sacramentos, las
virtudes y los pecados capitales, las artes y las ciencias.
En diversas disciplinas espirituales son siete los peldaños
de prueba para acceder a la realización personal. Siete son las grandes
religiones: mazdeísmo, taoísmo, hinduismo, budismo, judaísmo, cristianismo,
islamismo. El Siete está formado del cuatro más el tres: el cuatro el hombre, y
el tres la divinidad. En música, es la nota Si, en el hombre, el predominio del
espíritu por sobre la materia, o el triunfo del espíritu, el razonamiento
perfecto, fruto de la introspección y análisis.
Por último. siete son los Rayos en los que el Uno se expresa
en la Creación, cada uno con su propia vibración: Voluntad - Poder, Amor -
Sabiduría, Inteligencia Activa, Armonía a través del Conflicto, Conocimiento
Concreto, Devoción - Idealismo y Orden Ceremonial - Magia.
El Ocho:
El Ocho es el doble del cuatro, representando una escala
superior en el dominio de la materia. Es el octógono geométrico, la ley de
causa y efecto en el mundo tridimensional. Se ha conquistado el poder en el
siete, que ahora es desplegado en la actividad mundana, donde será tiempo de
cosecha aplicado al mundo exterior; pero automáticamente trae implícita la
advertencia de hacerse cargo, de responsabilizarse por las propias acciones,
pues cada acción genera una reacción, cada acto trae una ineludible consecuencia.
Así mismo, la octava consciencia - alaya vijñana o consciencia depósito - del
hinduismo es la que contiene todo aquello que el hombre va capitalizando en su
esforzado camino hacia la evolución, desde el dolor de lo humano hacia el goce
de lo divino.
El octavo día de la creación se considera simbólicamente
como la resurrección de Cristo, razón por la cual a menudo las pilas
bautismales son octogonales. Es como una recreación, el comienzo de una nueva
etapa. Expansiva en el mundo terrenal, una vez conocido lo trascendente. La
resurrección proviene de la lucha, de la muerte al mundo de los deseos, de la
liberación de la rueda de la existencia y del sufrimiento. Esto está expresado
en el Budismo a través del Óctuple Sendero, y en el Sufismo por el símbolo del
Octógono.
El Nueve
El Nueve es la perfección del tres, es el tres al cuadrado.
Se ha alcanzado aquí el punto de desarrollo más alto, es el hombre perfecto -
nueve son las iniciaciones - el hombre iluminado que prodiga su sabiduría a
los demás. También representa al hombre como tal,
constituido de una trinidad terrena (cuerpo, emociones, intelecto), una
trinidad de su alma y una de su espíritu, El Nueve es Amor y Luz, fundidos en
Sabiduría proveniente del conocimiento de la Verdad. De igual forma el Eneagrama,
con su estructura nonagónica, constituye una unidad de luz y amor irradiante,
impulsándonos en el camino de evolución.
El Diez:
El Diez, símbolo de la plenitud y de la perfección, suma de
los cuatro primeros números, está anclado prácticamente en todas las culturas
primitivas de la tierra, ya que se empezó a contar con los diez dedos. Están
los Diez Mandamientos entregados a Moisés, los diez «Sephirot» (emanaciones
divinas) de la Cábala, correspondiendo a los diez nombres secretos de Dios. Es
el fin de un ciclo y comienzo de uno nuevo, en una escala superior. Es
nuevamente el Uno, pero el Uno alcanzado, realizado, no el Uno en sí mismo
previo a la creación. Es el Uno logrado a partir de una consciencia
evolucionante que recorrió todos los estados evolutivos. Se ha alcanzado el
eterno ahora, que prepara para un nuevo comienzo; todas las posibilidades están
a disposición, y con total libertad de discernimiento se podrá escoger la
próxima escala a realizar.
C. G. Jung.- La Interpretación de la Naturaleza y de la
Psiquis.-