Los siguientes textos son del puño de Federico González Frías y constituyen algunas de las entradas de suDiccionario de Símbolos y Temas Misteriosos dedicadas al simbolismo de los números, los más sintéticos atributos con que la deidad se reviste y manifiesta, organizando la estructura orgánica del universo. Los hemos seleccionados pues con los 10 primeros números se revela de la manera más desnuda posible el origen, despliegue y destino del universo.
Número
Los números son conceptos de relación que coinciden con los intervalos de los fenómenos, las pautas y su desarrollo en lo espacio-temporal. Ellos establecen las proporciones presentes en la armonía de todas las cosas lo que Jámblico pone de manifiesto en su Vida Pitagórica.
Pitágoras expresaba en su Discurso Sagrado que Orfeo dijo que la esencia de los números es el principio más providencial de todo el cielo, de la tierra, y de la naturaleza intermedia. Decía que el número es lo más sabio, y añadía que era hermosa la contemplación del cielo en su conjunto y la observación de los astros que se mueven en él, pero que ello se debía a la participación de la esencia primera e inteligible. La primera esencia era la naturaleza de los números y proporciones que se extienden a través de todas las cosas, de acuerdo con los cuales todo está armónicamente dispuesto y convenientemente ordenado.
Emanación
Los efluvios de la unidad cuya tensión y equilibrio articulan el orden cósmico. (→ Grados de la Conciencia).
NMIP: LUIS FERNANDO LEON PIZARRO
Y nos dice Nicolás de Cusa en perfecta armonía con la Cábala hebrea:
Aunque el reino de la vida se extiende en toda su plenitud desde el centro hasta la circunferencia, y esta extensión puede ser concebida mediante la imagen de una línea que contiene una infinidad de líneas similares desde el centro hasta la circunferencia, se tiene un centro común a todas y una circunferencia para cada cual. Sin embargo esta multitud innumerable de circunferencias está dividida en nueve grados, de manera que de grado en grado somos guiados a través de dicho reino, decorado con un hermosísimo orden, hacia donde el centro común y la circunferencia particular son idénticos, es decir, hacia Cristo. (Nicolás de Cusa, El juego de las Esferas, trad. J. Rafael Martínez).
Uno
El uno, es el más pequeño de los números a tal extremo que su representación geométrica, el punto, es apenas visible en una figura o está oculto en el trazado de la imagen. Igualmente el uno es un número pequeño pero está presente en todos los números ya que éstos son la suma del número anterior más la unidad. El número uno, simboliza fundamentalmente a la Unidad en cada uno de los casos o planos en que ésta se manifiesta. No es par ni impar como son el dos y el tres en la serie numérica que dan lugar a las Columnas pasiva y activa en el Árbol de la Vida, correspondiéndose el dos al Pilar de lo activo y el tres al de lo pasivo, llamados de la fuerza y de la forma. Debe observarse, sin embargo, que aquí están invertidos ya que el dos es femenino y el tres masculino según la escuela pitagórica.
La Unidad no es ni activa ni pasiva, ni masculina ni femenina, sino, andrógina, vocablo que no significa poseer ambos sexos, sino no poseer ninguna diferenciación, o genitalidad definida. La Unidad se corresponde conKether (La Corona) cabeza del Pilar del Equilibrio situado entre los del Rigor y la Misericordia, en el simbolismo que estamos tratando. La Unidad se reduce a sí misma y es a la vez el origen de toda la progresión numérica y su síntesis.
Siendo tan grande, su poder pasa sin embargo desapercibido en cualquier suma numérica y en todas las figuras geométricas que de ella extraen en última instancia, su razón de ser. No aparenta ser otra cosa que un primer latido en la Posibilidad Universal aunque esa manifestación la signe ya como algo creado, por lo que es pasiva respecto a aquello que la creó y activa respecto a la primera tríada, ya que su energía se desdobla produciendo el número tres, responsable de toda la multiplicidad numérica y por lo tanto de cualquier generación. Es por eso que en la Cábala al número tres, Binah se le considera como la Gran Madre de toda la creación y receptora de la Inteligencia que le transmite el número dos, Hokhmah, la Sabiduría Universal.
La Creación, (Bereshit) para la Cábala, comienza con el número dos que se corresponde con la segunda letra del alfabeto hebreo (Beth). Esto es así puesto que la energía de la Unidad permanece impasible y sólo existe de modo latente pese a ser la primera determinación.
El Uno simboliza el Origen y el Principio único del que derivan los principios universales, y también el Destino común al que todos los seres han de retornar. Es, según la máxima hermética, "el Todo que está en Todo", es decir, el Ser Total. (Introducción a la Ciencia Sagrada, Programa Agartha, Federico González y col.).
El número uno es cuantitativamente el menor de todos los números pero igualmente el mayor ya que en él está implícita toda la progresión de la escala que, como hemos señalado, le tiene por origen y destino.
La representación geométrica del uno es el punto, como elemento virtual de toda posibilidad de desarrollo.
Unidad
En el libro Tratado de la Obra de los Seis Días, Thierry de Chartres nos enseña respecto a la Unidad:
30-31 La unidad precede toda alteridad porque la unidad precede al dos, que es el principio de toda alteridad. Pues, "otro" se dice siempre a partir de dos. En consecuencia, la unidad precede a toda mutabilidad, ya que toda mutabilidad obtiene su sustancia a partir del dos. Ciertamente, nada es susceptible de cambiar o moverse si no es también susceptible de hallarse primero de un modo y después de otro. Por lo tanto, la unidad precede a esta alteridad de modos, y, por tanto, también a la mutabilidad.
Pero toda criatura está sometida a la mutabilidad. Y cualquier cosa que existe o es eterna o es criatura. Así pues, puesto que la unidad precede a toda criatura, es preciso que sea eterna. Pero lo eterno no es otra cosa que la divinidad. Por consiguiente, la unidad es la misma divinidad.
Ahora bien, la divinidad es la forma del ser [forma essendi] para cada cosa. Pues, igual que algo es luminoso gracias a la luz o cálido gracias al calor, así cada una de las cosas alcanza su ser [esse] por la divinidad. De ahí que se afirme con verdad que Dios está completo y esencialmente en todas partes. La unidad, por tanto, es la forma del ser [forma essendi] de cada cosa. De ahí que se diga con verdad: todo lo que es, es porque es uno.
2. La unidad es el mayor de los símbolos porque implica en sí la totalidad de lo que es, ha sido y será, y al mismo tiempo todo aquello que no es, y que no tiene cabida en la manifestación. Y lo hace en distintos mundos e igualmente en diferentes grados de conciencia del alma humana.
Paradojalmente es también el de menor valor de la serie numérica, que en él comienza.
La unidad no está determinada sino por su propia afirmación y es la mejor imagen de la conciliación de opuestos. Y más allá de ella no hay nada de lo que pudiera decirse es algo. (→ Uno).
Es también el mayor de los símbolos porque sin ella sería imposible el pasaje al No-Ser.
3. ¿Es verdadera la afirmación de la unicidad del universo o sería más correcto decir que hay muchos e incluso infinitos mundos? Uno, si en realidad ha de estar fabricado según su modelo. Pues lo que incluye todos los seres vivos inteligibles existentes nunca podría formar un par con otro porque sería necesario otro ser vivo adicional que los comprendiera a estos dos, del que serían partes, y entonces sería más correcto afirmar que este mundo no se asemeja ya a aquéllos sino a aquel que los abarca. Por ello, para que en la singularidad fuera semejante al ser vivo perfecto, su creador no hizo ni dos ni infinitos mundos, sino que éste, generado como un universo único, existe y existirá solo. (Platón, Timeo, 31-b).
Dos
La Dualidad es el producto de la bipolarización de la Unidad y que conjuntamente con ésta produce el primer triángulo equiparado al número tres. De hecho, ésta es una explicación sucesiva de una realidad que la supera ya que este proceso de generación es instantáneo, al igual que toda la generación de la primera serie de diez números que debe ser expresada de modo sucesivo para una mentalidad como la nuestra, incapaz de ver esa simultaneidad pues está condicionada por la sucesión de pasado, presente y futuro: una dialéctica que es propia del género humano y sin la cual éste tampoco pudiera comprender lo que es esa misma simultaneidad como realidad que supera a la sucesión indefinida.
2. Todo lo que existe se expresa de modo dual dando lugar a las dos partes del universo que acepta e impone esta ley básica, que suele compararse a lo masculino y lo femenino aunque es mejor referirse a ella como los polos activo-pasivo de la Creación. Así en el Árbol de la Vida Sefirótico, constituyen el Pilar de la Misericordia y el del Rigor.
3. El 1 y el 2 se suman también inmediatamente generando la totalidad de lo creado.
4. El binario se corresponde con la sefirah número dos Hokhmah, traducción literal de la palabra hebrea Sabiduría, y se encuentra, en el mismo Pilar del Árbol que Hesed, y anterior a él, al número cuatro, por el que se estabiliza la Creación, lo que da lugar a la figura del cuadrado, que enmarca, o encuadra, limitando a todo lo existente, dándole así vida arquetípica, o sea en el plano invisible de las ideas que conforman el Modelo del Universo, lo que se ve claramente al pensar que cuatro es la potencia del binario, es decir dos al cuadrado, o multiplicado por sí mismo.
5. Los números no sólo expresan en su relación con las letras todo lo numerable o nombrable sino que de por sí, en su propia naturaleza numérica, está claro su significado ya que como sabe todo ser que lo ha vivido no es lo mismo vivir solo, que en pareja, o que esa pareja tenga un hijo, simbolizado por el número tres, lo que da lugar al dicho actual de que "tres son multitud". Igualmente el número es capaz de medir, de establecer proporciones, de elevarse a su propia potencia y de efectuar innumerables operaciones relacionándose entre sí, al igual que lo hacen las letras creando el lenguaje, la poesía, y la literatura.
6. En el simbolismo cabalístico la numeración de las esferas que lo conforman es tomada del sistema pitagórico de acuerdo a los mismos orígenes de la Cábala que no son sólo hebreos sino griegos en la medida en que en ese entonces la cultura dominante era la griega y por ello sin abandonar su lengua se plegaron a hablar y escribir en dicho idioma, ya que este pueblo en cualquier circunstancia siempre ha adaptado su cultura al poder reinante, al medio ambiente cultural, toda la civilización occidental ha basado la estructura de su logos en aquel pensamiento filosófico y en sus mitos.
7. Haciendo una comparación moderna, las dos columnas del Árbol Sefirótico y su constante interrelación, se efectúan porque cada una de ellas es comparable a los pistones de un motor capaz de generar el mundo, desde el motor inmóvil de Aristóteles, hasta su polarización en un par de opuestos que por su conjugación producen los diez primeros números generadores de cualquier numeración, y entre los cuales la combinación de pares e impares, de machos y hembras, abarcan la multiplicidad.
8. La expresión geométrica del dos es la línea recta, por los puntos situados a sus extremos, que la definen.
9. No todas las grandes civilizaciones se han regido por la década como forma de simbolizar el flujo creativo. Para la civilización de Ur, o sea asirios y caldeos, el número donde se resuelven todas las contradicciones es el dígito seis, en el cual normalmente puede dividirse una circunferencia en rectas iguales de ángulos exactos dando lugar a la figura del hexágono. (→ Creación).
Binario
La polarización de la unidad produce el binario de dos energías de signo opuesto a las que podríamos nombrar con lo pasivo y lo activo. (→ Dos).
Tres
El tres es la unión de la Unidad más la bipolarización que esta misma genera: (1 + 2 = 3). La figura geométrica que la representa es el triángulo equilátero de acuerdo a que esta ciencia y figuras se correlacionan con la aritmética correspondiente. También con el triángulo con su vértice hacia abajo que se establece como otra forma de la Unidad, pero generando en este caso a un fruto nacido de la díada. Esta es la realidad que da lugar a Osiris e Isis y a su hijo Horus.
El triángulo es la primera figura geométrica y está presente en todas las otras, siendo, como es, básico; aún la circunferencia puede triangularse.
La Triunidad cristiana, denominada la Santísima Trinidad, está presente en muchas otras Tradiciones que la honran, así como al número tres, que es el que la proclama. Esta triunidad básica es una condición sine qua nonde cualquier ser, fenómeno o cosa.
Igual el triángulo masónico con un ojo dentro que es capaz de verlo todo.
También la pirámide de base cuadrangular lo simboliza en lo volumétrico.
El tres es el primer número masculino y en el Árbol de la Vida es llamado Inteligencia, puerta que se abre por la Sabiduría en el camino descendente hacia la Creación Universal y que igualmente la despierta en el ascendente por su intermedio.
Tengamos en cuenta que la inteligencia individual nos hace seleccionar los valores y es una imagen de la Inteligencia Universal.
Se dice que la Inteligencia (Nous) brilla con aquello que la refleja, así como se ilumina cuando es un reflejo de la Inteligencia Universal.
Son tres los planos en que se divide la Creación, que se hacen cuatro en el Árbol Sefirótico, así como tres son los Principios de la Obra Alquímica: azufre, mercurio y sal, siendo esta última un intermediario entre ambos y por ello igualmente los une.
Son tres también los componentes del ser humano: espíritu, alma y cuerpo, significando esos mundos los de la Cábala.
Son innumerables las tríadas en todas las Tradiciones pero éstas siempre simbolizan a través de su significado geométrico y aritmético al número tres. (→ Triple).
Por eso el triángulo es la expresión geométrica del ternario. La primera estructura posible es la triangular y con una suma indefinida de éstas puede formarse volumétricamente un domo, como en el simbolismo constructivo empleaba el arquitecto moderno Mies Van der Rohe, quien una y otra vez volvía a esta figura geométrica como base de toda esta ciencia.
Cuatro
El cuatro es el número que sigue al tres en la serie de los números naturales, verdaderas claves para conocer al mundo y al hombre. En geometría es equivalente al cuadrado (en su aspecto estático) y a la cruz (en su aspecto dinámico). Primer número de manifestación divide al ciclo en cuatro partes, así fuese el del año (primavera, verano, otoño, invierno), el del día (amanecer, mediodía, tarde, noche) o la vida de un hombre (niñez, juventud, madurez, vejez) y señala los puntos cardinales (N., S., E., O.) y los cuatro elementos (fuego, aire, agua, tierra) por lo que signa tanto lo temporal como lo espacial. Es por tanto la marca de toda la creación a la que caracteriza.
2. Los cuatro elementos, o mejor, los cuatro principios que ellos simbolizan (que constituyen cualquier posibilidad de manifestación y por lo tanto, la de toda materia, puesto que ésta es la combinación de esos principios o elementos en rotación, alternándose los unos con los otros; los que no son sino la emanación de un mismo principio creador universal que toma diferentes modos o formas designadas por distintos nombres) se llaman, como ya bien sabe el estudiante de esta Introducción a la Ciencia Sagrada, fuego, aire, agua y tierra. El fuego simboliza el principio radiante que es el más alto de todos. En el Arbol de la Vida correspondería a Atsiluth, a lo ontológico, o sea al Ser, y al Espíritu. Es la primera posibilidad de la materia, el hálito espermático del azufre capaz de fecundar la potencia mercurial, la penetración por la palabra, o sea la luz pura simbolizada por este principio radiante, materializado en lo que significa lo ígneo, de lo cual el fuego es el emblema. El siguiente elemento, o estado de la materia, es el aire o energía gaseosa y sutil, correspondiente a la levedad e inestabilidad de lo emocional, al plano de Beriyah, a la primera construcción de lo cosmogónico, a la sublimación de lo fluídico, a la transmisión de toda posibilidad, al soplo del aire como causante de la generosidad de las lluvias y la generación vegetal, y también al alma superior, la que está por encima de la superficie de las aguas. El tercer elemento es el agua, gas condensado, o energía fluídica, capaz, como ya se ha dicho, de generar, pero también de corroer. Toda materia es ablandada por el agua, que igualmente siempre encuentra un cauce y que es capaz de adaptarse a la forma que le toque. Corresponde al plano de Yetsirah y al peligroso y atractivo psiquismo inferior; a las bellas y a las artes. También a una condensación de lo aéreo y por lo tanto a una progresiva solidificación, a una transformación de aquel principio radiante, de aquella primera emanación que se expresó por un soplo que ahora, al coagularse, se presenta en estado líquido. El último elemento es la tierra, que es el receptáculo y a la vez contiene en su seno a los restantes principios, elementos, o estados de la materia, y es la energía solidificada de esa materia, el summum de su densidad y de sus posibilidades de concreción. Corresponde al plano de Asiyah, a la gran madre, a la potencia del acto permanente, a lo pasivo en continuo movimiento, a la última manifestación de la perfección universal, espejo de la perfección de su creador.
Hay un quinto elemento que es el éter, al que se suele simbolizar en el centro de una rueda de la cual irradian los otros cuatro principios, y alrededor del cual giran. Es pues su origen al que constantemente retornan y la oculta raíz de todo, un 'motor inmóvil' más relacionado con el No Ser que con el Ser, emparentado con Ain y En Soph: con lo auténticamente metafísico, lo invisible, lo inexpresable, lo verdaderamente desconocido, lo que está por encima de la corona, que todavía apoya sobre la cabeza, emblema del cuerpo mineral.
Estos cuatro elementos están constituidos por los tres principios alquímicos: el azufre, el mercurio y la sal, que interactúan constantemente entre sí como a su vez lo hacen estos elementos entre ellos. Se les ha querido comparar con una rueda dentro de otra rueda, o como una rueda que fija doce posibilidades (3 x 4), el zodíaco. Estos tres principios como sabemos están presentes en toda 'materia' o energía, así se presente esa energía en estado radiante, gaseoso, fluídico, o de manera sólida. A estos tres principios los podemos asociar con Osiris (+), Isis (–), y Horus (N), hijo de ambos, que por lo tanto contiene parte de los dos, a los que debe su existencia.Pero sobre todo hemos de vincularlos con el Arbol de la Vida y sus tres columnas que se van solidificando en cuatro etapas sucesivas que, sin embargo, coexisten en cualquier materia, como los cuatro planos o mundos del Arbol de la Vida coexisten entre sí.
Debemos aclarar que tanto en el trabajo hermético como en Alquimia instrumental la labor interna es invertida con respecto a las emanaciones creativas. Está a contrapelo, y hay que remontar el río hasta sus fuentes. Por eso es que se habla precisamente de un trabajo. La materia física ha de irse descartando y sutilizando, de lo opaco a lo transparente. (Introducción a la Ciencia Sagrada, Programa Agartha, Federico González y col.).
3. Diego García Palacio escribe en su Carta-Relación:
Tañían sus trompetas y atabales un día y una noche antes, y luego todo el pueblo se juntaba en la manera susodicha, y los cuatro sacerdotes dichos salían del cu (Ku) con cuatro braseritos de fuego, y en ellos puestos copal y uli (ulli). Y vánse derechos todos cuatro junto a donde sale el sol y se hincan de rodillas ante él y le sahuman diciendo palabras e invocaciones. Y esto hecho, se dividían hacia cuatro partes: este, oeste, norte y sur, y predicaban sus ritos y ceremonias. Acabado el sermón, se entraban corriendo en unas casas que tenían hechas a los cuatro vientos, y descansaban un rato. De ahí se iban a la casa del papa, que estaba junto al cu (Ku), y ahí tomaban al muchacho que habían de sacrificar, y daban cuatro vueltas al patio en manera de baile, cantando. Acabadas las vueltas, salía el papa de su casa con el sabio y mayordomo, y subían al cu (Ku) con el cacique y principales, los cuales quedaban a la puerta de su adoratorio, y luego, los cuatro sacerdotes tomaban al muchacho en brazos, cada uno de su mano y pie, y salían luego al mayordomo (sic), con cascabeles en los pies y manos, embijado, y por el siniestro lado le sacaban el corazón y lo daban al papa, el cual lo ponía en una bolsa labrada pequeña y la cerraba. Y los cuatro sacerdotes tomaban la sangre del sacrificado en unas cuatro jícaras, que son unos vasos de cierta fruta que los indios usan, y salían unos tras otros, abajaban al patio y a las cuatro partes de los vientos dichos asperjaban la sangre con la mano derecha, y si sobraba alguna sangre, la volvían a donde estaba el papa, el cual echaba la sangre, corazón y bolsa en el cuerpo del sacrificado, por la propia herida, y enterrándolo en el mismo cu (Ku).
4. En el Cristianismo cuatro son los evangelistas y cuatro los seres que los representan: a Mateo el ángel u hombre, a Marcos el león, a Lucas el toro y a Juan el águila. El cuatro es la estructura interna del cristianismo (cruz) como de la cosmogonía precolombina y de otras culturas. El cuatro es el número de la primera manifestación; de la manifestación en general. El cuadrado denota estabilidad. El cuadriculado es la suma de cuadrados indefinidos simbolizando la red del cosmos.
5. Pavimento masónico. En el suelo del taller masónico una serie de blancas y negras baldosas representan los dos movimientos de diástole y sístole universales (lo masculino-femenino, lo activo-pasivo, etc.) y también, todas juntas entre sí, la red del cosmos signada por la cuadrícula de la manifestación. Imagen igualmente de lo indefinido, de lo incalculable y perverso de la multiplicidad. Estas dos porciones del ser humano (yin y yang) conforman un conjunto de oposiciones en perpetuo equilibrio a través de una miríada de factores indeterminados que puedan hacerlo desaparecer. Una guerra, o una ínfima división molecular, o astral, pueden provocar un desastre en cadena, lo que es propio de este periodo cíclico que compartimos los seres y especies de todo este mundo.
Observar también los numerosos juegos que tienen este tablero –llamado igualmente ajedrezado o damero– como soporte simbólico.
Cinco
Si proyectamos los cuatro vértices del cuadrado hacia el interior, donde ellos se cruzan, o sea el punto en que coinciden las ortogonales, obtenemos el centro de la figura y por lo tanto el punto que la sintetiza explícitamente de modo potencial, y como es común en todos los casos es invisible pero real, de toda realidad.
El cinco que está exactamente en el medio de la escala numérica de uno a diez es llamado en la alquimia quinta esencia o éter, el quinto elemento central de la cruz formada por: fuego, aire, agua, tierra.
Es el número clave en la → Tradición China, donde el emperador vivía en el centro de las cuatro provincias cardinales de las nueve que constituían su territorio y cinco son los elementos (fuego, agua, madera, metal y tierra) y cinco los bienes, (riqueza, longevidad, paz, virtud y salud) y otras muchísimas cosas, fenómenos, o seres ya que era la llave de toda su numeración. También en Irlanda antigua son cinco las provincias tradicionales; lo mismo en la Tradición Precolombina, donde constituye la clave numerológica de sus calendarios; igualmente se relaciona con el dios del maíz. También es capital para los antiguos peruanos donde el dios Pariacaca es uno en cinco y lanza el relámpago desde cinco regiones del cielo. Geométricamente es una estrella de cinco puntas que puede ser trazada sin levantar el lápiz del papel: un continuo. Es representado por el pentágono, polígono regular que es la figura central que resulta de la operación anteriormente descrita y la cara del dodecaedro, el último de los polígonos regulares.
El cuatro es el plano de las pirámides egipcias y mesoamericanas y el quinto punto señala su vértice o cúspide en lo tridimensional, y su proyección en el centro del plano, que apunta hacia el cielo.
Para Pitágoras los números eran masculinos y femeninos, lo que ha dado lugar a numerosos estudios y especulaciones, incluso como una idea-fuerza, por tanto, transmutadora. Al cinco los pitagóricos lo llamaban número nupcial pues es la suma del primer número par con el primer impar, de la unión de lo femenino con lo masculino.
Otras Tradiciones lo han denominado el invariable medio (→ Tchung-Yung). En el Taoísmo es nada menos que la unión del Cielo (3) con la Tierra (2).
Igualmente en la Década se acaban las posibilidades cosmogónicas con la proyección final llamada la tierra, que enmarca toda la intensidad de este principio divino y en cada ser la posibilidad de acceder a lo verdaderamente sagrado; hablando del cielo y la tierra no nos queda sino indicar que se trata de la función activa (3) y la pasiva (2) y su perpetua reintegración, lo que se muestra en el abrazo que ambos se prodigan, arquetipo de toda unión sexual, o sea, conyugal.
En el Hermetismo es el número del hombre o microcosmos, y son célebres las representaciones –como la de Leonardo da Vinci– donde se puede ver a un ser humano con sus piernas y brazos extendidos, de modo pentagonal inscritos dentro de una rueda.
En la Tradición Hebrea también se destaca su significado pues son cinco los libros de la Torá (el Pentateuco cristiano). De otro lado son cinco las grandes Eras de las civilizaciones precolombinas llamadas en Centroamérica Soles y vivimos actualmente en la quinta y última.
Se corresponde en el Árbol de la Vida con la sefirah Gueburah, central en el pilar del Rigor, asociada con el planeta Marte.
Es también en el Tarot la carta del Papa, o Sacerdote (Hierofante, Chamán). Uno de los símbolos más importantes de entre todos, presente en todas las culturas y tiempos.
En Masonería el cinco corresponde al grado de compañero.
Seis
Se corresponde geométricamente con el hexágono que es el único polígono regular cuyo radio repetido seis veces completa la superficie de la circunferencia dividida en seis puntos. La figura resultante contiene además una estrella de seis vértices conformada por dos triángulos equiláteros: uno ascendente y otro descendente entrelazados que constituye el símbolo por excelencia de la analogía (y su inversión) y que hemos visto realizada por innumerables pueblos y los occidentales llamamos Estrella de David, y que es asociada hoy con el pueblo de Israel, al punto de figurar en la bandera de su estado. Es el centro del Árbol Sefirótico y el medio de la columna del equilibrio; relacionada planetariamente con el sol, por lo tanto el fiel de la balanza cósmica a ese nivel. Su nombre es Tifereth.
Es igualmente el signo de la complementación de opuestos en una única figura con dos polaridades. En lo tridimensional es el cubo (seis caras) proyección del cuadrado y figura prototípica de la estabilidad asociada con la tierra, mientras el círculo (o el semicírculo), o sea la esfera en lo volumétrico, se vincula con el cielo.
A la Jerusalén Celeste se la asocia con un cubo pues sus lados son idénticos en su longitud, anchura y altitud según San Juan en el Apocalipsis. Además está relacionada con las seis direcciones del espacio si se agregan a las cuatro planas el cenit y el nadir. En lo temporal se refiere a los seis días de la creación del mundo siendo el séptimo el día del sol (domingo) donde Dios reposó y que en geometría se corresponde con el punto de intersección de los radios de los que hablamos más arriba. El número seis debe vincularse con el macrocosmos según el hermetismo. Los pueblos caldeos lo utilizaban como base de su numeración y su cosmogonía (y calendarios) ya que calculaban la superficie del círculo en 360º = 6 x 60. De ellos hemos heredado nuestra Astronomía.
Este número se vincula con la carta del Tarot llamada el Enamorado, donde el sujeto se encuentra en medio de una escena y debe optar por dos caminos señalados por mujeres entre las que debe elegir, (Areté y Kakía), como es el caso del Enamorado en cuestión. Una está dibujada como bella y la otra como fea, y se dice que indican la virtud y el vicio.
Siete
Es la suma de los tres principios esenciales con el cuatro, primer número de manifestación, en cualquier sentido que se trate, 3 + 4 = 7.
Tres es el número del triángulo (cielo), como el cuatro es el del cuadrado (tierra). Por lo que es el de la totalidad del universo, hombre incluido.
Pensamos que por ese motivo es citado tan abundantemente, comenzando por el Antiguo y Nuevo Testamento.
Pero comencemos primero con su relación con la semana y las cincuenta y dos (5 + 2 = 7) semanas del año. La semana une a su vez el número siete de sus días, al de los planetas igualmente siete: lunes = Luna, martes = Marte, miércoles = Mercurio, jueves = Júpiter, viernes = Venus, sábado = Saturno y finalmente el domingo dedicado al Sol, lo que es fácil advertir en inglés: Sun-day, día del sol.
La figura que representa al hexágono, con el punto central sumado al mismo es la representación del número siete; también el símbolo llamado Estrella de David, o Sello Salomónico conformado por dos triángulos equiláteros, el superior unido de modo indisoluble con el inferior como lo muestra la ilustración. Es la característica propia del septenario, es decir la del senario al que debe agregarse la unidad invisible que se suma a la figura.
Como se ve el triángulo inferior es un reflejo del superior como la tierra lo es de los cielos y nos recuerda el aforismo hermético, como es arriba es abajo, o en otro orden, que macro y microcosmos son análogos aunque se encuentre invertido uno con respecto a otro. El cuatro repite la unidad a un plano distinto: 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1. Con el número siete sucede lo mismo en otro plano 7 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1.
En la Tradición Judía se celebra el jubileo, un período significativo de tiempo, cada 50 años que es igual a 7 x 7 = 49 + 1 = 50.
En la Tradición judeocristiana Dios creó el mundo en seis días y el séptimo descansó. Las ciencias antiguas eran siete divididas en el quadrivium y el trivium. En el catolicismo hay siete virtudes sobrenaturales y siete pecados capitales. El candelabro de siete brazos hebreo y las jerarquías angélicas con tres arcángeles (Miguel, Gabriel, Rafael) y cuatro ángeles de base (Anael, Samael, Zacariel, Orifiel) es otro ejemplo de lo mismo. Las fiestas judías duraban siete días, también José le habla al Faraón de siete vacas gordas y siete flacas. Asimismo son siete los altares y siete los carneros que se deben sacrificar en ellos según Números XXII, en fin, que las citas son muchas, como la de los siete Pilares de la Sabiduría de Proverbios IX, 1. Incluso son siete las Pléyades.
En el Apocalipsis del Nuevo Testamento el número siete aparece nutridas veces, al igual que en los Hechos de los Apóstoles.
Pero no es exclusivamente en el judeo-cristianismo donde el siete aparece como una totalidad determinante.
En otra Tradición, la hindú, la Kundalinî despierta recorriendo siete chakras.
Hesíodo, Los Trabajos y los Días, 770-1 (Los Días):
… y el séptimo, día sagrado; pues en él parió Leto a Apolo de espada de oro.
Siete eran los niveles de los zigurats sumerios y siete las cuerdas de la lira de Orfeo, también siete los devas budistas y siete los sabios (rishis) hindúes, igualmente siete los Manús, o sea los gobernantes del cosmos, en dos series de siete.
Como puede advertirse el número de ejemplos es cuantioso y no se trata de enunciar listados más o menos completos, sino tan sólo de señalar la profusa proliferación de este número como muy importante en la simbólica, aunque de hecho todos los números lo son, asunto que hay que tener siempre en cuenta. Se corresponde con la sefirah Netsah.
Se vincula con la carta del Tarot llamada el Carro.
Esta carta nos da la idea de viaje, relacionada con la primera fase del proceso iniciático; se trata de los primeros viajes que nos prepararán para los viajes mayores luego de los cuales el movimiento ha de cesar y se habrá arribado a la región del reposo. No confundir el vehículo con la meta. (Federico González, El Tarot de los Cabalistas. Vehículo mágico).
Ocho
El ocho es la suma de dos cuadrados formando una figura octogonal, imagen del polígono indefinido que nunca podrá ser un círculo pues éste se construye con el compás o cordel, pero el otro deviene tratando de obtener la figura circular en base a líneas rectas, por indefinido que fuese su número. Indica entonces el paso respectivo del polígono o el poliedro al círculo o la esfera con todo lo que esto simbólicamente representa. Pero la media esfera y la cúpula deben asentarse en él por motivos constructivos. Sin embargo esto constituye un pasaje del cuadrado al círculo que denota transición y regeneración lo que está presente en determinadas pilas bautismales octogonales ubicadas a la entrada del recorrido de muchos templos. Hay cuatro direcciones espaciales y cuatro intermedias en la rosa de los vientos. Hod y el aleteo de Mercurio. La Justicia y la Muerte de los Arcanos del Tarot (VIII y XIII) están ubicadas en esta sefirah número ocho del Árbol de la Vida Cabalístico en su recorrido descendente-ascendente.
El octógono es tomado como el límite entre los polígonos de ocho lados o más –incluso indefinidos– y el círculo, que constituye otro tipo de figura netamente diferenciada.
Nueve
Formado por una triple tríada 3 + 3 + 3 = 9 es llamado el número de la circunferencia y divide en cuatro esa figura: 4 x 90 = 360º. Se dice también que es un número incorruptible porque sus múltiplos y submúltiplos se reducen siempre a 9: 9 x 8 = 72 = 7 + 2 = 9; 72 x 9 = 648 = 6 + 4 + 8 = 18 = 1 + 8 = 9, etc.
Es también el número central de ocho direcciones –la rosa de los vientos– más el centro. En China es muy auspicioso y en cuyo interior estos se interrelacionan y giran.
La circunferencia, de valor nueve más el punto central que es su origen, constituyen el denario, valor atribuido al círculo que ellas conforman. En Cábala es Yesod, el Fundamento. En el Tarot se vincula con la carta del Ermitaño, el antiguo Saturno, relacionada con Crono.
Diez
El diez es el paradigma creacional, tanto en la decena de los primeros numerales y la Tetraktys pitagórica: 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1 como en la culminación del Árbol de la Vida Cabalístico. Los diez nombres de Dios, las sefiroth. Cifra perfecta como también lo son el 100, el 1.000 y el 10.000 para todos los usos y en distintas Tradiciones; Malkhuth, el mundo de la acción, (es la Unidad en acto), la Shekhinah, bendita sea, la morada de la inmanencia divina.
Década
La Década es la consumación de toda la serie numérica. En el Árbol Sefirótico esto es notorio ya que Malkhuth es la expresión última de la deidad en donde esta se encuentra presente por medio de la inmanencia divina y es una sefirah tan sagrada como el resto. Por otra parte el mismo número se descompone de este modo: 1 + 0 = 1, donde se ve claramente que es un reflejo de la unidad.
Pues la década, hijo, es la generadora del alma, vida y luz son unificadas y entonces nace el número de la unidad, del aliento vital. Así pues, según la razón, la unidad contienen la década y la década la unidad. (Textos Herméticos, XIII, 12).